| 𝐕𝐈𝐈𝐈 | Atentamente: L.V
Ha pasado una semana desde que las cartas llegaron a mi vida, todas y cada una de ellas leídas con minuciosa atención y detalle. Ninguna respondía a lo que me preguntaba, todo lo contrario, me generaban más dudas. ¿Por qué alguien querría que me llegaran este tipo de mensajes? ¿Quién las ha escrito? ¿Quién es?
Le doy vueltas y vueltas, y por mucho que intente rebuscar en el pasado ninguna cara me resulta familiar. Ni siquiera las iniciales que deja al final de cada carta. Es todo tan complicado... Frustrándome no llegaré a nada, necesito más pistas o más pruebas.
─En la facultad no hay nadie que tenga estas iniciales, por lo menos no en este orden. ─se quedó mirando hacia un punto fijo.
Tiene que haber algo que las vincule, además del anónimo. ¡Ni siquiera sé qué clase de apellido podría ser! Un nombre con "L" y un apellido con "V".
Podría preguntarle a mis padres, pero tampoco quiero preocuparles, ya que podrían pensar que estoy siendo acosada. Y ahora que recuerdo hoy no he mirado el buzón, a lo mejor tengo otra pista más.
Salí de mi casa con el chándal puesto y miré en el buzón. Había correo para mis padres, pero nada para mí. Por unos milisegundos me había sentido decepcionada.
─Oh, vaya. ─dijo la chica con desilusión.
No lo entiendo, ¿por qué me siento así? ¿O por qué habré dicho eso? Tampoco es como si fuese a esperar más cartas de él, ni siquiera le conozco. Tampoco sé cómo es él físicamente, en ningún momento me mandó el sobre con alguna foto suya.
Entré a mi casa y avisé a mis padres del correo, lo dejé en la mesa del comedor y me fui a mi cuarto a recoger las demás. Se me pasó por la mente ir a la comisaría de policía para entregarles las pocas pruebas que tenía, aunque no sé qué irán a pensar de una universitaria con unas simples cartas. Seguramente pensarán que les estoy tomando el pelo, pensarán que las habré escrito yo misma.
─Tengo que intentarlo, no pierdo nada haciéndolo. ─metió los siete sobres en una carpeta y se fue a su coche.
Mientras ponía música en el coche, con mi cuenta de Spotify, me dio la extraña sensación de sentirme vigilada. No era por alguien, sino más bien por algo. Creo que estaba empezando a volverme loca.
Luego de elegir la playlist, arranqué y me dirigí a la comisaría. Pero esta vez la sensación de antes se intensificó, pues ahora sí que podía ver lo que estaba pasando: un coche me empezó a seguir a todas partes. Es más, para asegurar más mis sospechas, me fui por otros caminos antes de ir con la policía para ver si me seguía y, efectivamente, me estaba siguiendo.
─Voy con la policía, así que no creo que quiera meterse en la boca del lobo. ─pensó en voz alta mientras miraba el espejo retrovisor repetidas veces.
Aparqué rápidamente y me bajé del coche. Corrí hasta cruzar la calle y entré casi tropezándome; por fin había llegado a mi destino. Me dirigí al primer agente que estuviese disponible para poder contarle lo sucedido en toda esta semana, pero todos ellos me dijeron que tenía que esperar pues estaban atendiendo otros casos o a otras personas. Me tocó ser paciente.
Fue nada más sentarme que escuché la puerta abrirse. Un hombre de avanzada edad mira a su alrededor, parecía buscar algo o a alguien. Disimuladamente le miré de reojo, pero él fue más rápido y me pilló con las manos en la masa.
─Mierda... ─susurró.
Caminó lentamente hacia mí y se sentó a mi lado, dejando caer todo su peso debido a sus débiles piernas de anciano. En cierto modo era una cálida sensación el estar al lado de una persona que habrá vivido toda una vida; me recordó a mis abuelos, pasaba mucho tiempo con ellos cuando era pequeña.
─¿Usted es Elleire? ¿Elleire Kanfort? ─preguntó el anciano sin levantar la mirada del suelo.
─¿Disculpe, caballero? ─le contestó la joven atónita.
─Que si usted es Elleire Kanfort, amiga de mi hijo. ─volvió a preguntar.
Tenía que pellizcarme, porque no sabía si aún estaba en la cama acostada y soñando. Me pellizqué disimuladamente y se me dibujó una pequeña mueca de dolor. No, al parecer no estaba soñando, esto era la realidad. Entonces este hombre sabe mi nombre, ¿quién narices es? ¿Es el que me estaba siguiendo con el coche? Vaya, pues sí que sabe conducir...
Tuve que responderle con la verdad, negarme o mentirle no me serviría de nada. Además, no es que sepa mentir muy bien.
─Sí, soy yo. ¿Cómo me conoce? ─preguntó en voz baja e inquieta.
─Por mi hijo, siempre me hablaba de usted. Todos los días, a cada hora. ─le responde.
─¿Su hijo?
─Así es.
Iba a formular la siguiente pregunta, pero justo en ese momento una policía se acerca a mí para atenderme. Como estaba en medio de un lapsus mental, tardé en reaccionar y en dirigirle la palabra a la oficial. Pude conseguirlo y explicarle con detalles la situación que había estado viviendo, pero seguía sintiendo la mirada de alguien clavada en mí; el anciano se levantó y se puso a mi lado.
─Elleire, ellos son los culpables de que él ya no esté entre nosotros. ─señaló con descaro a la señora.
─¿Otra vez usted, caballero? ¿Es que no le es suficiente con todas las respuestas que le hemos dado? ─contestó la mujer bastante molesta con la presencia del anciano.
─¿Qué? ¿Cómo? No entiendo lo que está pasando. ─comenta la joven con frustración.
─¡Ellos dejaron morir a mi hijo! ─espetó.
Miré las cartas, luego al pobre anciano al borde de las lágrimas y por último a la policía cada vez más cabreada, y entonces fue cuando empecé a unir piezas.
De repente la comisaría empezó a llenarse cada vez más de policías, aparecía uno tras otro, ¿acaso tenían intención de arrestar o hacerle algo al hombre?
Le miré una vez más a los ojos, en ellos sólo había dolor y desesperación. Quería justicia por su hijo, quería algo que los policías se negaban a darle. ¿Es por eso que recurrió a mí? Pero, ¿cómo supo que yo era la persona que mencionaba en esas cartas? ¿Cómo sabía mi apariencia?
─Señor, va a tener que calmarse si no quiere ser arrestado. ─se le acerca un oficial y le agarra del brazo con brusquedad.
─Oiga, ¿qué está haciendo? ─esta vez la que se interpuso fue Ellerie─. Disculpe que le interrumpa, pero esa no es manera de tratar así a una persona de avanzada edad.
─Usted no se meta, señorita. ─responde el policía con aires de superioridad.
─¿Acaso no puedo interponerme ante una injusticia? Este hombre sólo quiere justicia por su hijo y ninguno de ustedes ha sido capaz de concederle ese único favor.
No sabía de dónde me salía esta "fuerza" para poder hablar con tanta seguridad. Sólo estaba usando el sentido común, pero en el fondo yo también quería respuestas. Quería llegar al fondo de todo esto y así ponerle fin a este gran enigma.
Finalmente la situación se fue calmando poco a poco.
No le quité el ojo de encima a la policía que me estaba atendiendo, pues esperaba su colaboración para reabrir el caso del joven que había fallecido. Por otra parte, las cartas no sirvieron de mucha ayuda, pues sólo eran "cartas de amor".
─Muchas gracias, Elleire.
─No hay de qué, pero, si no le importa, me gustaría tener respuestas. Tengo muchas dudas que me gustarían que fuesen resueltas.
─Por supuesto, por algo también la estaba buscando. Sólo era cuestión de tiempo ─responde amablemente─. Acompáñeme de camino al cementerio, por favor.
No es que fuese un lugar tan acogedor para hablar, pero acepté con tal de resolver mis dudas. A fin de cuentas él parecía un padre encantador capaz de darlo todo por su hijo.
Cada uno cogió su coche y le seguí hasta el cementerio. Aparcamos y caminamos hasta la entrada; nada más entrar empecé a contarle cómo me habían llegado las cartas: mi primera reacción, lo bonito que escribía su hijo el cual desconocía, etc. Él me pidió que le diese las siete cartas, así que se las di sin problemas. Eran de su hijo, merecía tenerlas devuelta como recuerdo aunque hayan sido escritas especialmente para mí.
─Leizhan Vloir. ─dijo el anciano.
─¿Ese es el nombre de su hijo? ─la expresión de la chica cambió a una de asombro.
─Efectivamente ─hizo una breve pausa para poder decir lo siguiente─, tuvo un accidente de coche y falleció en el hospital. Su condición empeoraba y no lo superó.
El corazón se me encogió, fruncí el ceño y miré cabizbaja mis pies los cuales seguían los pasos del hombre. Poco después llegamos a su lápida, estaba decorada con preciosas flores nuevas y naturales. Por un momento me pareció la lápida más preciosa que había visto en mi vida. Y, efectivamente, estaba grabado su nombre con la fecha de nacimiento y de fallecimiento.
No pude evitar derramar una pequeña lágrima por un "desconocido".
─Pero sigo sin entender por qué él me conocía y yo no le recuerdo. ¡Me hace sentir mala persona!
─Elleire, querida... ─hizo otra pausa.
Me quedé esperando su respuesta, pero parecía no encontrar las palabras adecuadas para decírmelo, ¿tan delicado era lo que iba a decir? Empecé a imaginarme lo peor de lo peor. Sentí una gran angustia en mi pecho y la cabeza empezó a darme vueltas. Luego de unos breves segundos me contó el motivo por el cual era incapaz de recordarlo: yo estaba en ese coche, yo estuve en ese accidente.
─Amnesia. ─confesó el anciano.
─¿Qué? ─dijo la joven con la voz temblorosa.
─Eso fue lo que dijeron los médicos y lo que sus padres se negaron a contarle para protegerla.
─¿Para protegerme? ─su respiración se iba volviendo cada vez más irregular.
Sentí un leve pinchazo en mi cabeza y, en esos milisegundos, una imagen de él apareció en mi mente. Fue como el "flash" de una cámara de fotos, fue tan rápido que apenas pude reconocerle del todo. Tengo que esforzarme más, tengo que recordarle... ¡Debo hacerlo!
Aquel hombre tan amable me relajó colocando sus manos sobre mis hombros, nos miramos por un momento a los ojos y asintió con la cabeza. Hice lo mismo y recuperé la compostura. Él siguió contándome todo lo sucedido, desde cómo nos conocimos hasta por qué mis padres decidieron alejarme de él.
─¿Mis padres culparon a su hijo sobre el accidente? ─preguntó muy decepcionada.
─Así es, cuando realmente fue culpa de terceros. Leizhan sólo quería protegerla hasta el final y lo consiguió. ─le da pequeñas palmadas en la espalda a la muchacha.
─Y por eso mismo lleva discutiendo con la policía todo este tiempo. Sospecho que nunca dieron con el verdadero culpable del accidente.
─En efecto. La policía hizo la vista gorda y lo calificaron como un "accidente por embriaguez". ─suspira decepcionado.
Aquel día, el del accidente, ninguno de los dos iba bebido. Ni una sola gota de alcohol en nuestros cuerpos; en pocas palabras negligencia y corrupción.
Posteriormente, el padre de Leizhan me explicó el motivo de las cartas. Una vez más, no pude contener las lágrimas.
Él las escribió porque sabía que no le quedaba mucho tiempo, expresando todo su amor hacia a mí. Quería que, de alguna manera, pudiese sentirle a mi lado cada día de mi vida. Pero, ¿cómo iba a hacerlo si en todo este tiempo no me han dejado estar con él? Me han apartado de su lado.
─Maldita sea, ¿por qué tuvo que ser así? ─rompió en un fuerte llanto.
─Mi niña... ─intentó consolarla entre sus brazos.
─¡No es justo! ¡Me lo arrebataron de mi lado! ─gritó entre gimoteos.
El Sr. Vloir cogió mi rostro y secó mis lágrimas con sus pulgares. Me dio un pañuelo para que pudiera sonarme. Se lo agradecí y seguí llorando, pues el dolor ahora estaba más presente que nunca.
Todo este tiempo le tuve tan cerca y ahora le tengo tan lejos de mí. Ni siquiera pude despedirme de él, no me dejaron.
Por último, el Sr. Vloir, me entregó un último sobre. Supe de quién era y a quién iba dirigida; la cogí temblando y con las manos sudorosas, no estaba segura de si abrirla o no. También sabía que si la leía iba a ser la despedida definitiva y yo no quería eso. No quería dejarle ir, tenía muchas cosas de las que hablar con él. Quería permanecer al lado de Leizhan.
─Por favor, Elleire. Él desearía que la leyeras, por algo la escribió para ti como todas las demás.
─Es que no puedo... Leerla sería despedirme de él, ¡y no quiero!
─Mi querida niña, tarde o temprano ibas a tener que enfrentarte a esto ─posa su mano, llena de arrugas, sobre la de la chica─, déjale ir.
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Para mi amada Elleire Kanfort.
Si has recibido esta octava carta por parte de otra persona que no fuese yo, es porque no he podido superar esta larga lucha contra el accidente.
Mi deber fue siempre protegerte y amarte como es debido, diese igual las circunstancias. Yo siempre iba a estar ahí para ti.
No me arrepiento de nada el haberte protegido del accidente y tampoco me iré de este mundo con rencor sabiendo que no me recordarás hasta que suceda lo que estás viviendo ahora mismo. Por favor, no te separes de tus padres por todos estos años llenos de secretos... Sólo querían lo mejor para su hija. Quiérelos.
Eras, eres y siempre serás mi favorita, mi número uno, mi ejemplo a seguir, mi gran admiración. Nunca olvides que, vayas a donde vayas, siempre estaré a tu lado. Da igual lo lejos que estemos uno del otro, yo siempre te estaré cuidando y nunca me separaré de ti.
Te amo con todo mí ser, Elleire. Quería decírtelo ese mismo día mientras te llevaba de regreso a tu casa, y ahora puedo decírtelo mediante esta carta. Gracias por haber sido mi compañera de vida, mi mejor amiga, mi mejor regalo en este mundo. Gracias por todo lo que hemos vivido juntos, ojalá haberme quedado un poco más para seguir disfrutándolo.
Ahora te toca vivir por ambos, vive una vida de la cual nunca vayas a olvidar y ni arrepentirte.
Nunca me olvides, por favor.
Hasta siempre. ♡
Atte: 𝓛𝓮𝓲𝔃𝓱𝓪𝓷 𝓥𝓵𝓸𝓲𝓻
Al terminar de leer la carta ésta quedó con rastros de mis lágrimas. Y no sólo eso, el sobre tenía algo más aparte de la carta: era una foto de él, una foto de Leizhan y yo juntos. Lo guardé todo en el sobre y luego caminé unos pasos hacia adelante, me senté de rodillas, extendí mis brazos y abracé su lápida con tanta fuerza que me daba igual hacerme daño en los brazos.
El anciano supo que necesitaba estar a solas, así que se despidió de mí con un gentil "Nos veremos pronto". Yo me quedé un rato más, un buen rato junto a mi chico.
─Yo también te amo, Leizhan. Hasta siempre. ─se despidió con un gentil beso en la lápida de su mejor amigo.
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