𝟕


<<LIBERTAD>>


Área de almacenamiento, Isla Nublar.
Noviembre 20, 2024

11:32 AM

—.....y eso es todo —terminó de explicar la West Highland Terrier a sus jóvenes centinelas: 14 adolescentes de entre 13 a 19 años—. ¡Así que andando! —agregó—. Debemos partir al anochecer. Asegúrense de llevar todo a la playa. Yo alistaré el "MendaciUm".

—¿Y que haremos con los prisioneros? —preguntó Sarah Lewis, adolescente pelirroja y centinela de 19 años. 

July se le quedó mirando. Posteriormente, se volvió hacia el chico que yacía situado a su izquierda. Le sonrió. Y tras captar su atención, le dijo:

—Encárgate de ellos, Michael. 

—Con mucho placer —respondió él, sonriendo maliciosamente. Seguidamente, se dio media vuelta, y con un cuchillo sujeto en su mano derecha, se encaminó al "Área de las mazmorras". 

—¡Pero no toques a Marshall! —exclamó la fémina de pelaje blanco. 

Michael no respondió. Sólo se limitó a levantar el pulgar de su mano libre. 

<<Como voy a disfrutar esto>> —pensó el "Ejecutador". 

Los centinelas (con sus armas automáticas colgadas a la espalda, gracias a una correa especial) se adentraron en el "Almacenamiento de Armas". Y con ayuda de un par de carretillas, sacaron del edificio un par de cajas de madera. 

July Harris, por su parte, giró en redondo. Y, sin apuros, se encaminó hacia el interior de la selva, con el propósito de tomar un atajo para llegar directamente a la playa. Después de todo, tenía que alistar el "Mendacium". Un barco militar estadounidense con un coste de 2 millones de dólares que, fácilmente, obtuvo una semana antes de llevar a cabo su primer ataque en la ciudad de Bahía Aventura cuatro años atrás. 

Tras haber dado un par de pasos, la aludida opta por detenerse. Luego, una idea pasa por su mente. Aquello le hizo sonreír. Se volvió hacia la derecha, y retomó nuevamente el paso, dirigiéndose ahora al "Área de Pruebas".

<<Me pregunto si Zuma ya murió>> —se dijo mentalmente. 

.............

La puerta se abrió de golpe. Y el estrepitoso ruido que causó dicha pieza de madera al chocar contra la pared de yeso, causó en los prisioneros una agitación espontánea. 

¡Sie kommen, um uns zu töten! —gritó Jennifer Ashford, turista alemana de 15 años—. ¡Vienen por nosotros!

—Calma, Jenny —le dijo Marshall en un tono sereno, y cuya celda yacía situada al lado derecho del de la adolescente—. Sólo cálmate, ¿vale? Cálmate. Ellos no van a matarnos. Recuerda que nos necesitan para sus pruebas y......

—Es curioso que lo menciones......—comenzó a decir Michael, mientras marchaba hacia las celdas del dálmata y de Jennifer—. Las pruebas ya se terminaron......—agregó con frialdad, para luego, sacar de su bolsillo trasero un juego de llaves—. Tengo órdenes de matarlos a todos. 

—Espera ¡¿Qué?! —inquirió el dálmata con sorpresa—. ¿Y eso por qué?

—Ja. No te lo diré —respondió el Ejecutador, lanzando un breve vistazo al prisionero moteado—. Pero descuida —añadió—. Tengo órdenes de no tocarte.....July se encargará de eso luego. Después de todo, eres especial. 

—¿Especial?

Esto último dejó desconcertado al dálmata, más de lo que ya estaba. Una nueva ola de incógnitas comenzó a pasársele por la mente.  

<<¿Qué es lo que July planea hacer conmigo?>>

Antes de que pudiera preguntar, El Ejecutador, por su parte, eligió una de sus 25 llaves y, lentamente, abrió la cerradura de la celda de Jennifer Ashford. Ella se le quedó mirando, respirando agitadamente. 

<<Por favor, no.....—pensó la alemana—. Que no entre aquí>>

Sus pensamientos se desvanecieron en cuanto Michael abrió la puerta de barrotes. Se oyó un bajo chirrido. El adolescente se quedó quieto en el umbral. No se atrevió a ingresar a la celda. Al menos, no en ese momento. 

 —Y de todos estos prisioneros.....—volvió a decir, mientras guardaba las llaves en su bolsillo trasero—, he decidido empezar contigo. 

Al oír esto, y tras ver el cuchillo que Michael mantenía sujeto en su mano derecha, Jennifer gritó:

—¡No, por favor! ¡No!

Y Michael procedió a ingresar. 

Jennifer retrocedió, solo para toparse contra la pared del fondo. Presa del pánico, se dirigió a un rincón y, lentamente, se sentó. Dada a la imponente postura recta del Ejecutador, sumado a su sonrisa fría (casi maníaca), al igual que su mirada fija, de la que destacaban sus ojos rojos y pupilas negras, el miedo que invadía a Jennifer Ashford aumentó drásticamente. 

Al volver su vista nuevamente en el cuchillo, apartó la vista casi al instante. A continuación, miró a Michael, quien ya se estaba acercando. Le suplicó. E incluso, comenzó a llorar. 

—¡NO TE ATREVAS A TOCARLA! —gritó Marshall desde su celda. 

Michael le ignoró. Y continuó. Y en cuanto quedó a sólo unos 30 centímetros de distancia de la chica, se detuvo. Posteriormente, se puso de cuclillas, manteniendo su vista en Jennifer. Ella apartó la vista y cerró los ojos. 

—Mírame.....—musitó el Ejecutador. Pero Jennifer se negó, moviendo la cabeza a ambos lados.

Enfurecido, el muchacho levantó su mano izquierda, y con todas sus fuerzas, cogió el cuello de la temerosa fémina. Jennifer abrió los ojos como platos. Después de todo, su respiración se había cortado casi al instante.

—He dicho....que me mires —insistió, lanzando suspiros pesados pero amenazantes. 

Con dificultad, la chica se volvió hacia él. Y en el momento que volvió a ver esos ojos rojos totalmente aterradores, soltó otro par de lágrimas.

—No lo hagas —suplicó, en un tono ahogado. 

Pero Michael no cedió. Ni habló. En su lugar, su sonrisa maníaca pareció aumentar. Sus ojos rojos parecieron destellar.

—Descuida —respondió finalmente—. Esto sólo dolerá un momento. 

Y una vez dicho eso, Michael levantó el cuchillo. Y Jennifer lanzó un grito. 






[DE REGRESO A BA]






Hospital General Marshall Memoriam, BA.
Noviembre 20, 2024

11:43 AM


—Ésta mañana sucedió lo inimaginable. En el reconocido y altamente frecuentado mercado de agricultores Harvey, se hallaron un total de 179 cadáveres: Desde niños pequeños hasta jóvenes y ancianos. 

No hubo sobrevivientes........




[CAMBIO DE CANAL]




—El suceso se reportó aproximadamente a las 9:33AM. Las autoridades se han negado a dar una declaración. Pero con base en las pocas imágenes que pudimos obtener con ayuda de nuestro dron, parece ser que las víctimas murieron de una aparente hemorragia masiva. 

Cuidado, las siguientes imágenes que mostraremos pueden ser perturbadores para algunos. Se recomienda discreción por parte del público. 




[CAMBIO DE CANAL]



—Según fuentes anónimas, este terrible suceso podría estar relacionado con la reciente ola de ingresos y decesos ocurridos recientemente en el Hospital General Marshall Memoriam.

Pero, de ser ese el caso ¿Por qué las autoridades no nos lo han informado? ¿Acaso están tratando de ocultar algo? Eso, sólo el tiempo lo dirá. 

Y en otras noticias, la alcaldesa Goodway acaba de confirmar que la reapertura de "Adventure Beach" será un hecho mañana por la mañana. 




En cuanto culminó el reportaje, Ryder apagó el televisor. Y tras dejar el control de mando sobre una mesa de metal (situada a su derecha), se irguió y se cruzó de brazos.  

<<Menuda situación>> —pensó. 

Seguidamente, se dio media vuelta. Y en cuanto su vista quedó centrada en la pequeña cama de la habitación, sobre la que descansaba la pequeña pero inconsciente Skye (cuyo rostro albergaba un par de ampollas negras), el chico de cabello alborotado se quebró por dentro. Trató de mantenerse fuerte pero, inevitablemente, dejó escapar una sola lágrima.

Se la limpió discretamente. 

Luego, se volvió hacia Chase, que yacía sentado al lado izquierdo de la cama de Skye, observando en silencio a ésta última.

—¿Estás seguro de que es ella? —preguntó Ryder a Chase. 

—Absolutamente —respondió el can sin apartar la vista de la cockapoo—. Se trata de July. La maldita regresó. Hay pruebas de ello.

Ryder suspiró y volvió a ver a Skye. 

—Creí que tras lo sucedido hace cuatro años, no la volveríamos a ver. 

—Al igual que todos —añadió Chase. <<Pero yo no>>, pensó—. Nadie se esperaba esto. 

—Pero....¿por qué volver ahora? ¿Y por qué decidió atacarnos con una bacteria?

—Es claro que July quiere terminar lo que inició —respondió Chase—. Y de seguro planeó todo esto como una especie de plan B solo en caso de que fracasara con los primeros ataques del 2020.  

—¿Es verdad que la bacteria fue alterada para matar más rápido?

Chase asintió.

 —Y lo que es peor......—prosiguió el can—. Esto no tiene cura. Avery dice que jamás pudieron crearla debido al robo de las muestras —pausó brevemente—. Y aunque lograran crear una vacuna, no serviría de mucho. Los doctores dicen que los órganos de Skye están en su mayoría dañados. Y empeora por cada minuto. No creen que......que......

Chase guardó silencio. No pudo decir lo que le esperaba a Skye. Y Ryder no quería oírlo. Posteriormente, éste último se acercó a la cama de la aludida, y tras sobarle la cabeza con delicadeza, miró nuevamente al pastor alemán. 

—¿Cuál es el plan? —preguntó directamente—. ¿Cómo atraparemos a esa criminal?

Chase levantó la vista. Ambos quedaron viéndose fijamente. Pasado un par de segundos, Chase respondió:

—Con base en un vídeo de seguridad, y con el testimonio de Rocky, sabemos que July está usando a un can para llevar a cabo estos ataques. Si lo atrapamos, lo usaremos para llegar a ella. 

—¿Y que sabemos de ese can? 

—Es un dálmata —respondió—. De 9 o posiblemente 10 años. No tenemos una descripción de su cara. Ni conocemos su ubicación actual. Pero sabemos cual será su próximo movimiento. 

 —Te escucho.

—Con base en los lugares donde sucedieron los contagios, seguramente este can ejecutará el siguiente ataque en un lugar altamente concurrido. Esta noche nos dividiremos en grupos y vigilaremos los posibles blancos. 

—Les ayudaré con eso —dijo Ryder decidido—. Cuenta con mi apoyo. 

—Y con el mío —sumó una tercera voz. 

Chase se volteó. En el umbral, yacía un can de prendas verdes. 

—Rocky.....es bueno volver a verte ¿Cómo te sientes?

El mestizo, por su parte, ingresó a la habitación. 

—Bueno.....—comenzó a decir—, a pesar del hecho de que me inyectaron con muchas jeringas y me sacaron varias muestras de sangre, me siento bien, para variar. No hay rastros de la bacteria en mi organismo. Pero dejemos eso a un lado.......—agregó el mestizo, cambiando su expresión neutral por una expresión seria—. Jhonny ya me lo contó todo. Sé que ese monstruo está de regreso. Y sé también que está trabajando con un cómplice. He oído que planean vigilar los posibles blancos. Así que dime ¿Qué lugar me tocará vigilar?

Esto último dejó perplejo a Chase. 

—¿Cómo dices?

—Lo que oíste —respondió Rocky casi al instante—. Chase.....No pienso quedarme aquí sentado sabiendo que July y su socio están libres por ahí matando personas inocentes. Ya acabaron con nuestros conocidos, NUESTROS AMIGOS....y han dejado a Skye en esa cama. Eso algo que no toleraré. Así que dime ¿qué lugar me tocará vigilar?

Chase se le quedó mirando. Luego asintió y habló.

—Vigilarás el estadio Goodway. Y harás equipo con Ryder —dijo dando un breve vistazo a su ex-jefe. Éste último asintió—. Jhonny y Everest vigilarán el resort de la montaña de Jake. Y Avery junto a mis oficiales cubrirán todo el parque Griffint.

—¿Y que hay de ti, Chase?

—Yo vigilaré el Hotel Diamond White. Pero lo haré sólo.

—¿Y que hay de mí? —preguntó Rubble, ingresando a la habitación. Todos se voltearon para verle—. Se han olvidado de mí. 

—Claro que no, Rubble —prosiguió Chase—. Por supuesto que no te olvidamos. Es más, ya tengo tu lugar asignado. 

—¿En verdad?

—Sip. Necesito que te quedes aquí, y junto a Rachel, quiero que vigiles las entradas del Hospital. Es muy poco probable, pero ese can podría venir aquí. Después de todo, ahora este lugar está altamente concurrido. Y eso lo convierte en un blanco potencial. 

—Dalo por hecho, Chase —convino el bulldog, mientras levantaba su pata delantera/izquierda y se la colocaba sobre la cien—. Pero..... ¿por qué debo trabajar con Rachel? No me malentiendan. Es excelente en su trabajo y todo. Pero creo que lo ideal sería hacer guardia con alguien entrenado. 

—Hmmm, tienes razón —dijo Rocky—. Creo que lo ideal será que trabajes junto a Zuma. Y a propósito ¿en dónde rayos está?

Ryder tomó la palabra.

—Salió a una expedición ayer en la noche junto al capitán Turbot. No volverá hasta mañana por la tarde. Trataré de contactarlo para que regrese.

—Perfecto.....—sumó Rubble. Luego, una idea pasó su mente. A continuación, encendió su placa y procedió a abandonar la habitación—. Pero primero lo primero, debo llamar a alguien más. 

—¿Y a quién?

—A una vieja amiga —respondió Rubble—. Con todo lo que está pasando. Creo que tiene derecho a saber. 

.............

A menos de 6 kilómetros al norte, en la actualmente clausurada —y prontamente reabierta— Playa Aventura, el dálmata de diez años (y socio actual de July) caminaba lentamente hacia una cueva, dónde mantenía oculto su pequeño bote de motor. 

En cuanto ingresó, se quitó la chaqueta. Y la arrojó, dejándola caer sobre un pequeño charco de agua. Luego, se pegó al muro de roca, y mientras se sentaba pausadamente sobre el suelo, comenzó a llorar. El remordimiento volvió a invadirle nuevamente. 

Poco después, se calmó y se limpió las lágrimas. 

<<En cuanto todo esto termine.....—se dijo para sí—, ayudaré a los Paw Patrol>> 

Por consiguiente, se dirigió hacia su bote de motor. Y con dificultad, sacó de éste una pequeña caja de metal. La colocó sobre la arena. La abrió. Y tras sacar de ésta un pequeño tubo de ensayo (que se mantenía cerrado gracias a un pequeño corcho), se le quedó observando por un largo rato. 

Luego, volvió a guardar dicho tubo de ensayo dentro de la caja. Y tras cerrarla, se acercó al bote y sacó otro objeto: Un documento doblado. Un mapa, para ser exactos. Lo desdobló, colocándolo sobre la arena, y tras localizar su próximo blanco, encerrándolo con un plumón rojo, musitó:

—Si lo hago bien, seré libre. 






[DE REGRESO A LA ISLA NUBLAR]






Área de las mazmorras.
Noviembre 20, 2024

11:42 AM

En cuanto Michael levantó el cuchillo, Jennifer gritó y cerró los ojos. Su pulso se aceleró. Luego, y mientras esperaba a recibir la primera puñalada, comenzó a rezar mentalmente. 

<<Padre nuestro......que estás en el cielo......s-santificado sea tu nombre......>>

Pero pasado un par de segundos, no sucedió nada. Jennifer se extrañó. Y en cuanto sintió como su cuello era liberado del fuerte agarre manual, supo que algo no andaba bien. 

Vacilante, abrió los ojos. Y lo que vio a continuación, solo acrecentó su desconcierto. Frente a ella yacía Marshall, y en el suelo, boca abajo y con los ojos abiertos como platos, yacía el Ejecutador.

—¿Q-Qué pasó? —alcanzó a preguntar. 

—Le rompí el cuello —respondió Marshall mientras daba un breve vistazo hacia el cadáver—. Tuve que hacerlo. No había opción. 

—Pero.....¿cómo saliste de tu celda? —inquirió Jennifer "Jenny" Ashford. 

Marshall no respondió. En su lugar, esbozó una leve sonrisa. Levantó un juego de llaves y se las alargó a la temerosa Jennifer. 

—En vez de meterlas en su bolsillo, el muy tonto las dejó caer fuera de la celda....—dijo por fin—. Apenas pude cogerlas para salir y salvarte. Ven, te ayudo a levantarte —agregó, mientras alargaba su pata hacia la alemana—. Debemos salir de aquí cuanto antes. Pero primero lo primero, liberemos a los demás. 

.............

La West Highland Terrier echaba humo por las orejas. 

Luego de salir de la habitación N°4 del Área B, July Harris se encontraba cruzando por un lustroso pasillo, lanzando juramentos a toda voz. En cuestión de segundos, llegó a la entrada principal del edificio. Junto a la puerta, yacía un pequeño tablero virtual. Tras escribir un código de seis dígitos, una estrepitosa alarma comenzó a hacerse audible. 

Como resultado, los jóvenes centinelas cesaron con sus labores de transportar las cajas del almacenamiento de armas hacia la playa. Inmediatamente se agruparon en filas. Y con sus armas automáticas cargadas en las manos, se dirigieron al "Área de Pruebas".

En quince segundos, llegaron al lugar. Para cuando cruzaron el umbral, uno de los jóvenes, Jesse Pierce (mujer rubia y centinela de 18 años), miró a July Harris y preguntó:

—¿Qué ha sucedido?

—¡Han escapado! —soltó July con furia—. ¡Zuma y su amigo han escapado de la habitación!

—¿Y cómo pasó eso? —preguntó David Raskin, centinela de 18 años—. La habitación tiene un sistema de alerta, al igual que todas las puertas del edificio. No pudieron salir de aquí sin activar la alarma. 

 —¡Ahora no me importa saber como lo lograron! Salgan de aquí y búsquenlos. No deben salir de esta isla. ¡MUÉVANSE, YA!

.............

En la parte trasera del edificio del Área de Pruebas, una rejilla (situada en la pared, a un metro y medio del suelo) comenzó a sacudirse. Posteriormente, dicha pieza de metal fue empujada. Y cayó al suelo. Al tener el paso libre, el capitán Turbot salió del ducto de ventilación. Aterrizó de pie fuera del lugar. 

Luego, levantó ambos brazos. Y en cuanto el labrador salió del ducto, el dueño del Flounder le atrapó con éxito. Le bajó, colocándolo en el suelo. Y tras dar un par de vistazos a sus alrededores, descubriendo así que no había nadie en los alrededores, miró al can y dijo:

—Es nuestra oportunidad. Hay que huir de aquí. 

—Aún no —añadió Zuma, mientras daba un par de toces—. Debemos rescatar a Marshall y a los demás prisioneros. 

.............

—¿Hay un barco? —preguntó uno de los prisioneros. 

—Así es —respondió Marshall—. Mis amigos llegaron aquí en él. Lo atracaron en el área sur de la isla. Si llegamos a ese barco, podremos huir de aquí. 

—Pero, ¿habrá espacio para todos? —preguntó Jennifer "Jenny" Ashford. 

—Claro que sí —respondió el manchado—. Hay espacio para todos. Pero debemos ir primero por mis amigos y......

En ese momento, Marshall enmudeció. Y pidió al resto que hicieran lo mismo. Con ayuda de su agudo oído, pudo oír a un par de sujetos acercándose al edificio. 

<<Los centinelas>> —pensó. 

Discretamente, se acercó y se colocó al lado derecho de la puerta. Dio un suspiro e, instintivamente, se puso en posición de pelea. El picaporte comenzó a moverse. Los prisioneros notaron esto, y la sensación de miedo que creían disipado volvió a invadirles, acrecentándose a mayores magnitudes. 

A continuación, la puerta se abrió. Y en cuanto el can ingresó, Marshall se le acercó por detrás y lo derribó.  

—Quítate de encima, Marshall —dijo Zuma. 

—Ah, Zuma —reaccionó. Y tras levantarse, ayudó al labrador a ponerse de pie—. Lo lamento en verdad. Pensé que eras uno de los centinelas. 

—No hay problema —agregó el labrador. Luego tosió, sólo que esta vez, expectoró un poco de sangre—. Amigo.....me inyectaron algo.....n-no......no me siento bien.  

—Resiste, Zuma —adicionó Marshall, mientras ayudaba a su amigo canino a mantenerse de pie—. Te conseguiremos ayuda. Y por cierto ¿y el capitán Turbot?

—Aquí mismo —respondió Horacio T. desde la puerta, manteniéndose sujeto al borde de madera—. Debemos irnos ya.....—y comenzó a toser con brusquedad. 

Dos de los 24 prisioneros se acercaron donde el capitán, y le ayudaron a mantenerse de pie. Luego, todos juntos, comenzaron a salir del lugar, dirigiéndose ahora hacia la selva. Pero antes de que pudiera ingresar al área vegetativa, un tiro al aire hizo que todos se detuvieran en seco. 

Casi al unísono, los prisioneros se volvieron lentamente hacia su izquierda. 

A sólo unos 30 metros, se encontraban los 14 centinelas. Pero sólo una de ellos tenía un arma en la mano, apuntando al grupo de los prisioneros. 

—¡No intenten nada! —exclamó Sarah Lewis—. Si huyen, no dudaré en disparar. 

Marshall, que yacía al frente del grupo de los prisioneros, le pidió a Zuma que tratara de mantenerse de pie. Luego, se acercó a Jennifer y, casi en susurro, le dijo:

—Los matarán igual. Deben huir de aquí. Yo los distraigo. Ustedes corran. 

—Pero, Marshall......

—Nada de peros —le apremió—. Sólo hagan lo que les digo. En cuanto los distraiga, ustedes corran a la selva, y no miren atrás. 

Sucesivamente, el dálmata comenzó a caminar. Y tras haber recorrido unos cuantos metros de distancia, se detuvo. Tanto los centinelas como los prisioneros quedaron desconcertados por esto. 

<<¿Qué está haciendo?>> —pensó Zuma al verlo.

Poco después, el can moteado bajó la vista (discretamente) hacia el suelo. Entonces lo notó. A sólo unos centímetros de sus patas delanteras, yacía una pequeña piedra. En esa milésima de segundo, una idea pasó por su mente. 

Volvió la vista hacia los centinelas y sonrió. 

Con facilidad, pateó dicha piedra al aire. Posteriormente, el dálmata dio un brinco de casi metro y medio. Y en cuanto la piedra comenzó a descender, Marshall dio un giro y, con una patada voladora, envió dicha piedra directamente hacia Sarah Lewis, impactándole en el ojo derecho. 

La chica gritó de dolor. Y tras colocar ambas manos sobre la cuenca de su ojo (del que comenzó a salir un fino hilo de sangre), cayó al suelo. Sus colegas se le acercaron, tratando de auxiliarla.  

—¡Corran! —exclamó Marshall a los prisioneros. 

Los aludidos asintieron y, rápidamente, se adentraron en la selva. Marshall, por su parte, se dirigió hacia al Área Éste.

—¡Atrápenme si pueden!

—Maldito seas —espetó Adam Lee, centinela asiático de 17 años. Simultáneamente, se puso de pie. Y tras coger su arma, procedió a apuntar al can. Estaba listo para disparar.  

—¡No dispares! —exclamó July Harris, llegando al lugar—. Lo necesitamos vivo. 

Lee obedeció. Y lentamente bajó el arma. 

—Lastimó a Sarah —dijo Jesse Pierce, mientras mantenía sujeto un pañuelo sobre la herida de su colega. 

—No se preocupen por ella —agregó July—. La vacuna hará efecto en un momento. Mientras tanto, quiero que se dividan en grupos. La mitad capture a Marshall, y el resto encárguese de los prisioneros. Asegúrense de no dejar sobrevivientes. 

Los centinelas asintieron. Y tras dividirse en dos grupos, se adentraron en la selva. 

...............

En menos de dos minutos, Marshall Smith había logrado recorrer una distancia de 400 metros.

<<Creo que los perdí>>

Tras recorrer un par de metros más, el can se detuvo y comenzó a jadear. Sus patas estaban fatigadas. La frente le sudaba. Y mientras tragaba varias bocanadas de aire, miró hacia arriba (hacia la cabeza de una palmera, por cierto) y, en ese momento, una idea llegó a su mente. 

Al cabo de un momento, a dicho lugar llegaron seis centinelas. Todos ellos formaban una sola fila, con Adam Lee a la cabeza. Éste último se acuclilló y examinó la tierra lodosa. Las huellas del dálmata ya no continuaban. 

<<Se ha esfumado —pensó para sí Adam Lee—. ¿Pero cómo?>>

—¿Adónde ha ido? —preguntó otra de los centinelas. Adam lo negó.

—Sepárense —ordenó Adam Lee, mientras se ponía de pie—. Quinn y Christina, vayan al norte. Kathy y Ben, diríjanse al oeste. Amy y yo nos quedaremos por aquí. 

Sus colegas asintieron. Alistaron sus armas. Giraron en redondo y se dividieron. 

Al mismo tiempo, y sin su conocimiento, todo esto era discretamente observado por Marshall, quien se mantenía oculto por encima de las hojas de una gigantesca palmera. 

<<Es mi oportunidad>> 

Aprovechando que su número de enemigos había disminuido, el dálmata decidió actuar. Con ayuda de su entrenamiento en Cachorro Fu, pudo —fácilmente— descender de la cima de la palmera con un sólo salto, aterrizando sobre sus dos patas traseras, quedando por detrás de Amy Jennings (centinela de 16 años). 

Antes de que la fémina pudiera reaccionar, el dálmata le noqueó con un golpe rápido. Para cuando cayó al suelo, se oyó un bajo estrépito. Adam Lee se volteó. Y al momento de ver al can, le apuntó con su arma y comenzó a disparar. 

<<De aquí no sales vivo>>

Pero Marshall Smith fue más rápido. 

Durante esa milésima de segunda, y poco antes de que Adam Lee pudiera disparar la primera bala, el dálmata dio otro brinco, formando un arco en el aire. Como resultado, Marshall quedó a las espaldas de su atacante armado. Este último se volteó y trató de dispararle.

Pero por segunda vez, el can logró salir victorioso. Con suma rapidez, cogió con fuerza la punta del arma automática de las manos del chico asiático y, tras girarla, haciendo que la punta del arma quedara sobre el pecho de Adam, Marshall le miró con seriedad y, sin pensárselo dos veces, apretó el gatillo. 

Tras recibir un total de nueve disparos, Adam Lee abrió los ojos como platos. Luego, y como era de esperarse, un fino hilo de sangre comenzó a escapársele de la boca. Al poco tiempo, cayó de espaldas al suelo. 

Marshall Smith, por su parte, observó la escena con detenimiento. Aún no dejaba de jadear. 

<<¿En serio he asesinado a alguien?>>

Aquel acto le parecía irreal. Como si todo fuera producto de alguna pesadilla. Tras calmarse, y aceptar los hechos, otra idea pasó por la mente del can. 

<<Debo salir de aquí cuanto antes>>

Estaba a punto de salir corriendo. Sin embargo, un extraño gemido le hizo pararse en seco. Se trataba del centinela Adam Lee. Al parecer, aún seguía vivo. Aquello causó extrañeza en Marshall. Se le acercó lentamente, y en cuanto quedó a unos cuantos centímetros del chico herido, su desconcierto aumentó. 

—¿Qué rayos es esto......?

En ese momento, Marshall fue testigo de algo inexplicable. Los agujeros de bala en el pecho de Adam Lee comenzaron a cerrarse por sí solos. 

<<¿Qué diablos?>> —pensó Marshall con sorpresa. Y antes de que pudiera reaccionar, recibió un golpe tras la cabeza. Cayó al suelo. Y todo se puso negro. 

.............

Al otro lado de la isla, los pocos prisioneros que lograron escapar de la ráfaga de balas de los centinelas llegaron exitosamente a la playa. Los ocho sobrevivientes (incluyendo a Zuma, Horacio T. y Jennifer) se subieron al Flounder. 

Horacio T. —quien era ayudado por otro de los prisioneros, por cierto—, se adentró a la cabina y, velozmente, encendió el barco. En menos de 10 segundos, el Flounder retrocedió. Dio media vuelta y comenzó a adentrarse rápidamente a las aguas del Océano Pacífico.

<<Lo logramos>> —pensaron los prisioneros. 

Los siete centinelas restantes, por su parte, llegaron a la playa. Y en cuanto vieron al Flounder alejándose cada vez más y más, hasta convertirse en un pequeño punto que comenzaba a desaparecer en el horizonte, comenzaron a despotricar, gritando ferozmente a los cuatro vientos. Después de todo, habían fracasado. 

Consecutivamente, la radio de Rose Carter (centinela rubia de 17 años) se encendió. Y una luz roja comenzó a parpadear. Rose cogió el aparato, y tras apretar el botón para recibir la llamada, pero justo antes de pudiera articular palabra alguna, la voz airada de July Harris comenzó a hacerse audible.

—¿Lo lograron? 

Pero Rose Carter no respondió. 

¡¿Ya los mataron, si o no?! —insistió la West Highland Terrier. 

—No —respondió finalmente la centinela—. Lo lamento, July. Algunos lograron escapar en el barco. 

—Pedazo de inútiles.......—espetó. Suspiró y guardó silencio—. ¿Saben que? Ya no importa. Me encargaré de ellos yo misma.  

—Pero.....te acabo de decir que huyeron en el barc.........

En ese momento, y para sorpresa de todos, la tierra comenzó a sacudirse. Simultáneamente, un zumbido ensordecedor comenzó a hacerse audible. 

Resulta que, hacía un par de años, July Harris había instalado un sistema de misiles en medio de la selva. Y con ayuda de su computadora (y con un sistema de vigilancia vía satélite), pudo rastrear el trayecto del Flounder. En cuanto estableció las coordenadas en el sistema direccional del misil, presionó el botón de encendido. 

La cuenta regresiva inició.  

<<Hasta nunca>>  —pensó July Harris. 

En cuanto la cuenta regresiva llegó a cero, de entre los árboles salió disparado un enorme tubo de metal, con un punta casi piramidal. En menos de dos segundos, el misil había recorrido casi 24 metros de distancia, dejando una nube de humo en el proceso. Poco después, el misil dio un giro. Y al igual que como despegó, comenzó a descender con la misma velocidad. 

Tanto los centinelas como los tripulantes del Flounder (que ya había logrado recorrer unos 200 metros de distancia) quedaron anonadados al ver esto. 

En pocos segundos, el misil llegó a su destino, y en cuanto la punta de dicha pieza de metal impactó sobre la cubierta del Flounder, éste último explotó en pedazos. Mientras el navío comenzaba a hundirse, las llamas de fuego sobre las olas comenzaron a acrecentarse cada vez más y más. Como resultado, una enorme nube de humo procedió a formarse sobre el cielo. 

—Problema resuelto —dijo July satisfactoriamente por el radio de Rose—. Ahora regresen. Debemos llevar estas cajas con armas al "Mendacium". Así que muévanse de una vez. 

.............

En medio de toda esta ola de destrucción, llena de fuego y trozos de madera flotando en las aguas del Pacífico, Jennifer Ashford, con Zuma sujeto a su cuello (manteniéndose a la espalda de la fémina), lograron emerger a la superficie. Casi al instante, comenzaron a tragar varias bocanadas de aire. 

A continuación, Jennifer gritó. Después de todo, estaba aterrada. No se había esperado tal cosa. Zuma, por su parte, le ayudó a guardar la calma. Tras lograr esto último con éxito, le pidió a la chica que cogiera uno de los grandes trozos de madera flotante. 

Ella asintió y obedeció. Y en cuanto cogió dicho trozo de madera, Zuma tosió y miró al cielo. 

—El sol será nuestro guía. 

—¿Pero, a dónde iremos? —preguntó la joven alemana. 

—A Bahía Aventura —respondió el labrador—. Debemos llegar y advertirles del peligro. 

—Pero.... ¿en serio crees que lo lograremos?

Zuma se quedó en silencio. 

—Debemos intentarlo al menos —respondió finalmente. 

Y así sin más, la chica asintió y procedió a nadar


[4733 PALABRAS]

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