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<<𝐏𝐄𝐑𝐒𝐄𝐂𝐔𝐂𝐈𝐎𝐍>>


●P.O.V DE CHASE●


Jackson Street, Bahía Aventura (CA).
Noviembre 20, 2024

09:13 PM

Hacía ya casi tres horas que el sol se había ocultado. Ahora reinaba la noche. Y la luna, junto a las estrellas, iluminaban mi hogar; la pacífica, así como recientemente modernizada y extendida ciudad costera de Bahía Aventura. Mientras que los únicos dos negociantes de Jackson Street —un suburbio del área noreste— apresuraban en cerrar sus tiendas de abarrotes, los pocos niños, de entre seis y ocho años, que permanecían fuera, por su parte, se despidieron de sus amigos al oír el llamado de sus padres y, por consiguiente, se dirigieron hacia sus respectivos hogares.

Ahora Jackson Street, así como muchas otras calles de un radio de dos kilómetros se quedaron vacías, desiertas. Tan desiertas que lo único que podía oírse a lo lejos era el canto de los grillos.

<<Siempre tan puntuales. ¡Noviembre es su época, sin duda!>>

No faltó mucho para que las casas, todas de dos pisos, pintadas de blanco y con tejas de color azul oscuro, quedaran a oscuras. Ahora las únicas fuentes de luz, además de las estrellas que apresuraron en destacar sus más famosas constelaciones: "Orión", "Tauro", "Columba", "La Osa Mayor" y "El Cachorro Moteado", eran las farolas ancladas en las aceras y las luciérnagas, que combatían a muerte contra una ligera ventisca proveniente del sur.

Sí, todo apuntaba a que sería otra típica noche como cualquier otra, apacible y silenciosa. Silencio que murió cuando, a las nueve con treinta y dos minutos, aumenté, sin querer, el volumen de la ya estruendosa sirena de mi vehículo patrulla al tiempo que jalaba la palanca de tracción, derrapando el asfalto. Estaba llevando a cabo una persecución. Y para cuando estuve a sólo tres metros del vehículo robado (una camioneta blanca, por cierto), grité:

—Ruaff. ¡Megáfono!

De mi mochila azul, que hasta el día de hoy se había mantenido intacta, emergió una garra metálica sujetando el aparato solicitado. Lo colocó por delante de mi hocico.

—¡Conductor....—empecé a decir a través del megáfono. Con un tono firme y autoritario—, deténgase ya!

Pero el aludido, un can de identidad desconocida y principal sospechoso de los recientes ataques en Bahía Aventura, optó por ignorarme y, en un intento por garantizarse un escape exitoso, apresuró en aumentar la velocidad.

<<Pésima jugada>>

Sin apartar la vista del camino, retiré mi pata derecha del volante y, a tientas, localicé la palanca de tracción y la jalé hasta el tope, triplicando, y cuadriplicando, la velocidad de mi patrulla, rebasando los 150km/h. ¡Menos mal que Rocky tuvo la amabilidad de implementar esta nueva función la semana pasada! Mi estruendosa sirena no tardó mucho en hacer que los residentes de Jackson Street, somnolientos y en pijama, salieran de sus hogares para averiguar de qué se trataba tal escándalo.

Pude advertir una innumerable cantidad de expresiones de desconcierto conforme iba avanzado.

—¡Vuelvan a sus casas! —les ordené a los curiosos. Algunos lo hicieron. Mientras que otros, en cambio, apresuraron en sacar sus teléfonos móviles y, tras encender sus cámaras, grabaron todo. Volví la vista al frente y exclamé—: ¡Conductor, deténgase ahora!

Pero por segunda vez, el fugitivo canino me desobedeció. Llegó al final de Jackson Street, derribó una cerca de alambre y, poco después, hizo añicos una caseta de seguridad vacía antes de torcer a la derecha y tomar Sheyla Avenue. No tardé mucho en seguirle el paso.

.............

Al cabo de diez minutos, en los que mi ruidosa sirena despertó a más residentes, y poco después de atravesar una extensa serie de calles y avenidas, el fugitivo y yo arribamos al Área Industrial de Westerm. Un punto gris de Bahía Aventura de catorce hectáreas cuadradas, con forma de pentágono, donde yacen ubicadas una gran cantidad de infraestructuras abandonadas. Algunas más grandes que otras.

Habíamos pasado unos tres edificios cuando un ruido, casi imperceptible, me hizo bajar la vista de inmediato. Y la parpadeante luz roja, situada al lado izquierdo del medidor de combustible, me puso en alerta. ¡Joder! No era el momento. Solté un golpe al tablero al tiempo que volvía la vista al frente. La camioneta blanca había ganado velocidad. ¡Doble Joder! ¡Tengo que detener a ese can! De una u otra forma. Pero vivo, eso sí. No podía perderlo a él; mi mejor pista en cuatro años de silencio... y mi mayor oportunidad de dar con "ella".

Una idea pasó por mi mente:

<<Llegó el momento de poner a prueba otra de las nuevas funciones de mi vehículo>>

Escudriñé los doce botones, agrupados en dos filas verticales, yacientes sobre el radio, y apreté uno de ellos: el segundo de la primera fila, de color grisáceo, con la silueta de una pistola impreso en su centro.

Lo que pasó a continuación transcurrió en cuestión de diez seis segundos. Se oyó un pitido y, a la par, la rejilla metálica de mi vehículo se partió en dos. Ambas partes metálicas se movieron hacia los laterales, y del pequeño espacio oscuro que quedó en medio emergió una enorme garra metálica, sujetando un arma de táctica: Una Glock 37.

<<Increíble>> —pensé, ligeramente anonadado.



:::PRESIONE EL BOTÓN AZUL:::



Pegué un bote al oír esa voz metálica. Me recompuse de inmediato e hice lo indicado. Miré el tablero, localicé el botón y lo presioné.

La garra metálica, sin perder tiempo, comenzó a mover la Glock 37, colocándola punta abajo, en un ángulo de 45°. Con mucho cuidado, con precisión. Localizó el blanco y, tres veces, jaló del gatillo. Fue cuando se oyó un fuerte silbido al que le siguió una detonación ahogada. ¡Pum! La garra movió ligeramente el arma hacia la derecha y, nuevamente, repitió el proceso. Jaló del gatillo tres veces, vaciando el cargador. Se oyó una segunda detonación. Y un trozo de caucho salió volando por los aires. Hubiera apostado a que esa pieza negra y maltrecha del tamaño de una cabeza humana quedaría atrapada en mi parabrisas, pero rebotó contra la ventana frontal de mi vehículo y se desvió hacia arriba, hacia el techo.

Pude oírla golpetear contra la superficie de metal unas dos veces. Luego, ya no. Probablemente se había caído. Apreté el botón grisáceo y la garra metálica desapareció. Volví a concentrarme. Me centré en el camino, en mi objetivo. Y tras confirmar que las ruedas traseras de la camioneta blanca estaban pinchadas, no pude evitar esbozar una sonrisa.

<<Ahora no podrás escapar>>

Y tenía razón.

La camioneta blanca, como era de esperarse, empezó a zigzaguear. Primero a la izquierda, luego a la derecha. Un par de botes metálicos atiborrados de basura y pilas de cajas llenas de papeles, situados en las aceras, salieron volando por los aires durante el proceso. Fue cuando mi vehículo, poco a poco, comenzó a perder más velocidad.

Hubiera soltado un juramento, pero no era necesario. No faltó mucho para que la camioneta blanca acabara chocando contra un poste de luz. El estrépito resonó en toda el área.

Mi vehículo se detuvo finalmente, quedando a una distancia de cuatro metros del área del accidente. Tomé nota mental de usar el depósito de gasolina que traía en la cajuela una vez que capturara al sospechoso. Volví a la realidad. Fruncí el ceño. Abrí la puerta y me apeé de inmediato mientras me acomodaba el gorro. Pero antes de que pudiera decir o hacer nada —cómo sacar mi arma reglamentaria, siquiera—, él apareció. De la ya inservible y destrozada camioneta, salió una figura canina, encapuchada y esbelta. Trataba de mantener el equilibrio al tiempo en que se llevaba una pata a la cabeza...., y musitó algo ininteligible.

Me le quedé viendo en silencio durante largo rato en lo que pensaba cómo proceder con rapidez pero con discreción. Hasta que él, lentamente, se volvió sobre su hombro. Su capucha era grande, tanto que la oscuridad interna de la misma le tapaba la parte superior de la cara. Aun así, podría jurar que él, tras advertir mi presencia, abrió los ojos como platos. Nos mantuvimos así durante unos tres segundos más. Luego, y ya presa del pánico, se volvió al frente y apresuró a correr, adentrándose, erróneamente, en una fábrica.

<<Pésima jugada>>

Estaba a punto de seguirle el paso cuando, en aquel instante, recordé algo. Ladré dos veces. Solté la palabra <<ARMA>>. Y de mi mochila emergió la garra metálica, sujetando mi Glock 37 personal.

.............

La fábrica en la que estaba a punto de adentrarme fue empleada alguna vez, desde Diciembre del 2023 hasta hacía dos meses, por "INDUSTRIAS LALOZ", una empresa ecuatoriana, con el fin de producir y comercializar una nueva línea de automóviles. Pero debido a la mala calidad de los mismos, así como la dura competencia proveniente directamente de Japón y China, "INDUSTRIAS LALOZ" quedó en la quiebra.

Tras cruzar el umbral de la entrada principal, lo primero que advertí al frente de mí fue una serie de escaleras que daban a la segunda planta. Miré a los laterales, y observé unos pasillos.

<<¿En dónde te habrás metido?>>

Puse a mi nariz a trabajar. Olfateé en el aire, de izquierda a derecha, esperando encontrar algo. ¡Lotería! Ya con el rastro obtenido, apresuré en tomar el pasillo derecho. Era largo y estaba sucio; atiborrado de basura, papeles y polvo. Pensé que tendría al can dentro de poco, pero me equivoqué al llegar al final del pasillo, descubriendo dos más. Tomé el de la derecha. Llegué al final, encontré otros dos accesos más y tomé el de la izquierda.

Así estuve por varios minutos, recorriendo dicha red de pasillos, con mi poderosa nariz sirviéndome de guía. Finalmente, arribé a un gran espacio, lleno de máquinas de ensamblaje y cajas atiborradas de piezas metálicas empolvadas y oxidadas situadas en las esquinas. Probablemente me encontraba en el centro de la fábrica. Mi olfato volvió a activarse y de inmediato me hizo caminar derecho hasta unas escaleras de metal. Me acerqué a ellas y, de dos en dos, apresuré en subir los escalones, arribando a la segunda planta.

Miré a ambos lados, y sentí que el universo me la estaba jugando. Dos pasillos, otra vez. Olfateé un poco...., y tomé la izquierda. No había recorrido ni cinco metros cuando, en un tono casi bajo, escuché un juramento.

—Joder.

Ahora con un paso cauteloso, pero sin bajar el ritmo, retomé el trayecto. Dos metros más, descubrí al fugitivo canino delante de un muro de concreto. No pude evitar sonreír para mis adentros.

<<Gracias, Universo>>

Me le seguí acercando, aún con cautela. Para cuando hube quedado a una distancia de tres metros del can, me detuve. Le apunté con mi arma y exclamé:

—No tiene a dónde ir. ¡TÍRESE AL SUELO!

El can, que aún seguía de espaldas, se irguió de inmediato. Cómo si hubiera pegado un bote. Volví a repetir mi petición, levantando aún más la voz. Nada. En su lugar, y sin hacer mucha prisa, comenzó a volverse hacia mí. Intenté verle el rostro, pero su capucha me lo impidió.

<<Muéstrate —pensé, furioso—. Quiero verte la cara, cobarde>>

Cómo si me hubiera leído el pensamiento, el can procedió a retirarse la capucha. El acto en sí pareció ser eterno. Pero cuando finalmente pude verle el rostro —un rostro moteado, por cierto—, sentí que mis mundos habían hecho colisión. El desconcierto me había invadido de repente.

<<Esto es Imposible>>

Aquel rostro que tenía delante, del que destacaba una diminuta cicatriz en la mejilla derecha, no lo había visto desde hacía mucho tiempo. Años, a decir verdad. Tras el "trágico incidente", mismo que afectó a toda la ciudadanía de Bahía Aventura, se concluyó que ese can había muerto. Y sin embargo, ahí estaba. Era como si un espectro...., mayor y con el cuerpo moteado, estuviera frente a mí.

Abrumado por la revelación, intenté decir algo. Más no logré hacerlo.

—Hola, Chase —saludó el can, nervioso, rompiendo el muro de silencio que se alzó entre ambos.

—Eres.... eres tú —solté finalmente. Mi arma aún le apuntaba—. ¿Pero cómo? ¿Qué sucede aquí?! ¡Exijo una explicación!


●FIN DE P.O.V DE CHASE●


[1.924 PALABRAS]

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