𝐈𝐧𝐭𝐫𝐨𝐝𝐮𝐜𝐜𝐢ó𝐧
«Es curioso como el tiempo se vuelve más lento al hacer una fila», pensó Sariel.
La fila avanzó con normalidad y los diversos números que aparecían en la pantalla cambiaron. El chico miró la hora en el reloj digital en uno de los muchos carteles electrónicos del lugar y bostezó, se estiró un poco y observó de forma cansada sus alrededores. Aunque sus energías estaban enervadas, al igual que los otros, podía ver e identificar a una pequeña vista la cantidad de seres presentes en la habitación.
Uno de ellos le devolvió una mirada incómoda, al parecer no le gustaba que lo miraran de reojo, menos si están a altas horas de la madrugada. Era un joven de pequeña altura de peinado algo raro; apenas y podría considerarse un estilo de cabello permitido por la organización para la que trabajaban.
«Trabajo intenso —pensó fatigado —. Supongo que tendré que acostumbrarme». En cualquier otro momento, aquella palabra habría sido estresante el siquiera escuchar o meditar acerca de tal palabra, pero hoy día, necesitaba un aumento. Se encontraba en La orden de la Posteridad y Precepto, abreviado como O.P.P, una institución encargada de vigilar, investigar, consultar, recopilar información y, por supuesto, interferir y auxiliar otros universos.
Una mujer mayor se acercó a su lugar, colándose en la fila, poniéndose por delante de él.
«Maldigo los valores que me han inculcado», pensó Sariel, frustrado.
Sus padres siempre le dijeron que debía cederles el puesto a los necesitados, claramente, esto incluye a los ancianos como ella. Y no es solo por lo inculcado por los que lo criaron, el cuerpo humano que ha poseído desde joven también es poseedor de virtudes bastante marcadas y ayudar o apoyar a otros es uno de ellos.
La anciana tembló un poco por el aire acondicionado que inundaba la habitación, algo que hizo a Sariel recordar parcialmente a su madre, que a pesar de que está muerta, la sigue rememorando con cariño.
Antes de que pudiera siquiera percatarse, la encargada de atender a su fila le hizo algunas señas. El tiempo realmente dura lo que quiere, si es aburrido pasa lento, pero si es divertido, pasa rápido.
—Credencial, por favor —dijo, evaluando parcialmente al chico con la mirada.
El mencionado rebuscó en los bolsillos de su pantalón en búsqueda de un objeto, su tarjeta de identificación; maldice si se le olvidó en casa. Al encontrarla, la entregó de forma inmediata, quería irse de ese lugar.
La chica pasó un escáner por encima del código de barras de la tarjeta, en su monitor apareció la información que tenían de Sariel.
—Parece que te ha tocado un encargo algo difícil —digitó de forma rápida con el teclado —. Aunque con tu amplia experiencia debería de ser pan comido, ¿no? —dio un click con el mouse, haciendo que la impresora a su lado comenzará a trabajar —. Buena suerte —extendió su mano para entregar la hoja resultante de la impresión en conjunto con su tarjeta.
—Gracias a usted —tomó la cuartilla y su credencial; para luego irse de ahí.
Mientras se dirigía a la puerta de salida, una que estaba a varios metros de donde se encontraba antes, leía la hoja que se le había entregado. La mayor parte del contenido era irrelevante, solo mero protocolo, uno que de tanto leerlo ya se lo sabe de memoria, lo que realmente importa era el mundo asignado.
«Naruto», encontró el nombre, suspiró al hacerlo.
Conocía ese universo, o bueno, lo recordaba un poco. Cuando era pequeño solía observar junto a su hermana y su perro. No esperaba que alguna vez en su vida tuviera que trabajar con ellos, pero bueno, el mundo es como una caja de pañuelos, o algo así decía su padre.
Al salir del establecimiento, se dirigió al conjunto de edificios del otro lado de la esquina. La organización para la que trabajaba les proporcionaba a sus empleados un lugar para vivir, eso era uno de los muchos beneficios que tenía estar asociado a la OPP.
Al entrar en el vestíbulo, se deleitó con el perfecto ambiente, ni muy frío ni muy caluroso. Sariel se desplazó hacía al ascensor, el acercamiento duró poco, estaba cerca de la entrada. Al entrar, intentó cerrar la puerta para no ser interrumpido e irse a dormir, sin embargó, un joven le hizo algunas señas para que lo detuviera.
Lo hizo a regañadientes.
A veces, cuando está en un estado de agotamiento intenso, cree que sucumbir a la influencia de su cuerpo es más un obstáculo que un fastidio. Ya no logra recordar del todo porque decidió inculcarle enseñanzas tan 'buenas' al que sería su cuerpo.
—Gracias, gracias —jadeó repetidas veces dentro del ascensor —. ¿A qué piso vas?
—120 —dijo, secamente.
—Oh, yo también voy ahí —sonrió y presionó el botón correspondiente —. Nunca te había visto por los pasillos.
—No salgo mucho de casa —la puerta se cerró y comenzaron a ascender.
Unos segundos de silencio comenzaron, aunque finalizó con la pregunta del chico:
—¿Y qué universo te asignaron?
—Naruto —respondió, no le importaba revelar información de esta índole, después de todo, al igual que él, y todos, en general, trabajan para la OPP.
—Oh, te toco el del niño zorro que quiere ser Hokage —dijo con cierta nostalgia en su voz —. ¿Quieres saber cuál me encargaron a mí?
«No me podría importar menos —pensó, agotado —. Falta poco», inspiró un poco el agobiante aire que quedaba, pronto llegarán a su piso.
Su cuerpo humano no tiene necesidades básicas. No necesita comer, beber, respirar, dormir o alguna otra necesidad primaria. Sin embargo, hay mucha diferencia entre no tener la necesidad y poder hacerlo. Suele usar mucho las tres primeras y pocas veces la cuarta, pero le gustaría hacer más esa última.
Él adora comer, la mejor capacidad que le dio este cuerpo es alimentarse. Algunas bebidas son bastante refrescantes y deliciosas, es su segunda capacidad favorita. La tercera es respirar, no sabe por qué, pero le calma que el oxigeno entre a sus pulmones. Dormir es un caso interesante; le ayuda a recomponerse y a calmar el estrés por el trabajo, ojala pudiera dormitar más.
El joven al no escuchar una respuesta, decidió decirlo igualmente:
—¡Me tocó una galaxia inmiscuida en los caminos de la fuerza!
—Ah.
—Bueno —las puertas del ascensor se abrieron —Te dejo. Suerte con tu trabajo, que la fuerza te acompañe —salió, silbando animadamente.
«¿Cómo puede estar tan energético en plena madrugada?», pensó extrañado, no podía comprender los ánimos de su colega.
A pesar de no tener necesidades primarias, todavía podía agotarse mentalmente. Para recuperarse normalmente dormía, pero sabe que con no realizar ninguna acción compleja su cuerpo se recuperara solo en poco tiempo. Sin embargo, el hecho de ver que otros están tan animados a estas horas y después de un largo día de trabajo, le desanima, le hace creer que no tiene mucha resistencia.
Volvió a bostezar, realmente estaba cansado, o tal vez tenga hambre, no ha comido en horas. Ha acostumbrado a su cuerpo tanto a realizar esas actividades que se le hace anormal no haberlo hecho ya.
Se adentró en los pasillos de su piso, eran realmente amplios, aunque era normal, hospedaban a cientos, por no decir miles, de entidades provenientes de diferentes universos que renunciaron al suyo por trabajar aquí, aunque sea por una paga promedio.
Se detuvo al llegar a su zona, a pesar del agotamiento, pudo reconocer con facilidad la puerta de su apartamento. Era una puerta de madera básica, sin nada en especial, lo único era lo que estaba del otro lado.
Sariel se acercó a la puerta y empleó las llaves para abrirla, y entró. Fue recibido por el acercamiento impetuoso de un perro parecido al de una raza de pastor de brie; el pelaje grisáceo con algunas puntas blancuzcas a pesar de ser extrañas, no lo eran tanto como la vela que tenía en su cabeza.
—Hola Briard —acarició un poco al animal —. Pareces animado. ¿Saliste a absorber la energía vital de alguien?
Un ladrido raro y distorsionado parecido a un chillido, esa fue la respuesta del animal.
—Supongo que eso es un sí —sonrió levemente —. Voy a comer y luego a irme a dormir, espero y no intentes absorber la poca energía que me queda —con sus dedos tocó un poco las ojeras que tenía.
El perro extraño meneó un poco la pequeña cola que tenía y se desplazó de forma rápida por toda la habitación, estaba jugando.
Avanzó hacía una pequeña máquina y se sentó en la silla cercana. Abrió la tapa del aparato y colocó la hoja que le dieron dentro de esta, volvió a cerrarla y la encendió. Una luz tintineante apareció, había empezado el proceso para poder trabajar con el universo asignado.
Sariel se levantó del asiento, su estómago rugía del hambre.
«¿Qué debería de comer hoy?», se acercó a la cocina, había muchas opciones, casi infinitas de hecho.
Normalmente alguien le cocinaría una rica comida y él disfrutaría comiéndola con su compañía, pero ella estaba tan cansada que sería un abuso de su parte pedirle eso. La mando para su casa y le dijo que ni se le ocurriera pasarse por aquí hasta estar mejor.
No obstante, para eso está el mejor invento del mundo. Una maquina que convierte las moléculas de agua en comida. La organización la sacó de un universo raro. No sabe quien fue el inventor de tal innovación, pero lo respeta.
«¡Ya sé!», escribió lo que quería en el teclado virtual, era una forma de insertar el codigo de comida.
Se decantó por un Omelette, hacía mucho que no comía uno, de complemento tenía arroz.
«Se me había olvidado que debía especificar el tipo de Omelette—masticó lentamente, saboreando los... ¿champiñones? que había dentro de su pedido —. Al menos el café si tiene el punto de azucar que me gusta», pensó, bebiendo un poco del contenido de la taza.
Mientras 'reponía' unas pocas energías alimentándose, repetidos pitidos salían de la máquina.
—Ay, no jodas, ¿se dañó? —dejó de comer y fue rápidamente a ver qué pasaba.
Sariel rascó sus grisáceos cabellos, sus ojos colores cian se abrieron ampliamente al leer el aviso.
"La acción no se puede completar porque una de las entidades seleccionadas supera al invocador"
—Odio mi vida —se deprimió, cayendo al piso decepcionado de sí mismo —¿Cómo que hay alguien más fuerte que yo en un puto mundo de ninjas? —quería llorar, su hermana tenía razón, era una deshonra para su familia.
No. Se negaba a creer tal afirmación, debía de haber un jodido error en el proceso. Reconoce que es el más débil de su familia, pero de eso a ser superado en poder por un personaje de un mundo como ese hay un nivel enorme. Solo conoce a cinco o seis, pero a dos de ellos no los traerá y los otros no alcanzaran tal nivel hasta su futuro.
—Veamos quien es el desgraciado.
Tardó un rato, pero lo había encontrado, el ser en cuestión era:
—Ōtsutsuki Toneri —gruñó indignado, claro que se iba a tratar del alienígena friendzoneado.
Ahora sí que no sabe qué hacer, no esperaba que tuviera que traer a ese tipo, y sí, lo acepta, ese simp es más fuerte que él, cosa que le ofende mucho.
Debía de traerlo a como dé lugar, si es que sus superiores así lo quieren, pero ¿Cómo puede traer a alguien más poderoso?
Podría convencerlo de venir, pero no confía en su habilidad de carisma, nunca fue muy bueno en eso; era bastante conocido en algun que otro mundo que ha visitado, pero es más por lo que ha hecho que por su labia. Tampoco es bueno manipulando, nunca ha gustado del hecho de influir en otros para que hagan cosas por él; tanto él como el cuerpo que posee creen que es algo que solo haría alguien con malas intenciones. Al final del día, él solo es un tipo 'normal' dentro de una familia llena de seres poderosos, solo su madre lo comprendía, cosa irónica pues era la más fuerte de ellos.
Antaño le habría pedido ayuda a su padre, pero él fue asesinado por su hermana. Su madre murió tiempo después solo porque su esposo falleció y ella decidió 'morir'. No quiere molestar a su pareja, es muy tarde, y su hermana...
—¡Carajo!
A veces ser curioso y preguntón tenía sus ventajas.
Según los estándares de muchas personas, eso era algo malo, pero él no lo consideraba así. Al fin y al cabo, era solo un aprendiz. Su maestra tampoco lo ve como algo negativo, es más, a veces ella halaga como conserva su capacidad de asombro.
Antes de ser convocado a ese mundo, era solo un pequeño niño que se aprovechaba de algo que lo hacía 'especial' para obtener lo que tanto añoraba, pero cuando llegó aquí, se dio cuenta de que en verdad no tenía el talento y lo 'único' que lo hacía especial era su ignorancia. A pesar de que actualmente tiene 13 años, no ha pasado mucho desde que fue convocado, recuerda haber llegado a la escasa edad de 10.
Gannon exhaló un suspiro mientras observaba una pequeña esfera. Su maestra estaba a su lado, ambos estaban vigilando lo que sucedía en un reino humano en alguno de los incontables universos, solo había un detalle, estaba en llamas, y siendo invadido por monstruos de apariencia horrible que ni en sus peores pesadillas podría imaginar.
—Es fascinante como los humanos ansían el poder, ¿no crees? —la mujer dijo, mientras sus brazos estaban cruzados por detrás de su espalda —. Es una codicia que hasta mi raza, una especie de demonios, carece.
Gannon tembló un poco, no sabía qué responder, al menos que pudiera contestar tal pregunta, en su cabeza solo abundan interrogantes.
—¿Qu- Qué fue lo que sucedió?
—Su codicia llegó hasta tal punto de llegar a vender las almas de todo un reino —respondió —, pero cuando ese poder no era lo que se esperaban, simplemente desaparecieron y dejaron que sean arrasados.
—¿Por qué las buenas personas deben pasar por tanto sufrimiento, por los pecados de otros? —el joven cuestionó, mucha gente inocente morirá por culpa de unos codiciosos.
Por breves instantes, la demonio, recordó levemente a su hermano. Él también hizo una pregunta similar en el pasado.
—Interesante pregunta, una correcta de hecho —admitió con una leve sonrisa —. Sin embargó, me temo que no tengo una respuesta concreta.
—¿Para qué querían poder? —preguntó, tal vez si sabe los motivos pueda llegar a una resolución.
Si es franco, siempre ha preferido el conocimiento... tal vez es porque, en su mundo, ya tenía poder, no uno político, pero un poder que lo hacía 'especial' sí tenia.
—Ganar una guerra.
—¿Qué es una guerra?
—La guerra es política. Una forma de diplomacia violenta.
—¿Y por qué se produce?
—Motivos sobran —miró a su aprendiz —: la religión, la filosofía, los recursos, los terrenos, la venganza, el placer, e incluso el amor.
—¿Y no pueden resolverse de otra forma?
—De poder se puede, pero el conflicto es parte de la naturaleza humana.
—¿Y por qué?
—Siempre habrá personas que no podrán entenderse unas a las otras. Ideales que se contrastan, personas tercas que no cambian de opinión, muchos factores que hacen imposible una unión absoluta. Y eso no es malo, es algo bueno.
—¿Niegas que los humanos son crueles? —preguntó, mientras ladeaba confundido.
—No —negó con fuerza —. La mayoría de las razas lo son. Yo he sido cruel. Las civilizaciones son crueles —respondió, mientras dirigía su vista a la esfera de nuevo —. Tal vez todos merezcamos morir, pero tal vez... todos puedan mejorar también. Si exterminamos a todos, acabaríamos con la crueldad, puede ser, pero, asimismo eliminaríamos la bondad a la que se puede aspirar.
—¿Se puede mejorar? —interrogó extrañado, no había visto nada de eso en lo que ha vigilado.
—La mayoría de los mundos están llenos de constantes cambios —con un movimiento de su mano, cambió la imagen que aparecía dentro de la esfera.
—¿Constantes cambios?
—El concepto de justicia y maldad cambia constantemente dependiendo de la historia y de las circunstancias —volvió a cambiar la imagen —. Así como la luz y la oscuridad, la belleza y la fealdad. Una de ellas no puede existir sin la otra.
—¿Y qué se debería hacer entonces?
—Debes aceptar ambos extremos en la balanza y mantener un equilibrio. Aunque el primer paso es intentar conocerte a ti mismo.
—¿Conocerme a mí mismo? —no podía comprender mucho, así que anotó en el cuaderno algunas de las respuestas de su maestra.
—Ningún árbol crece hasta el cielo sin que sus raíces alcancen el infierno —respondió impasible, sonrió débilmente ante la pregunta de su aprendiz —. Con el tiempo serás un hombre más sabio que yo, Gannon.
—Gracias a sus enseñanzas, señorita Belial...
—Y gracias a que sabes pre- —antes de terminar, fuertes golpes sonaron desde la puerta.
—¡Hermana! —una voz dijo del otro lado de la puerta —¡Sé que estás ahí! —otros dos golpes se produjeron —¡Si no abres entraré por la fuerza!
Una vena se remarcó en la frente de la chica, realmente era estresante tener un hermano menor tan inepto.
—Gannon, espera aquí —forzó una sonrisa tranquila, y se volteó para dirigirse a la puerta.
—Herma- —fue interrumpido al ver la puerta abrirse —Hola —dijo asustado, al ver la expresión de su familiar —¿Puedo entrar? —preguntó nervioso, rascando su nuca.
Sariel y Belial se encontraban sentados, el uno frente al otro. Gannon se encontraba sirviendo té, en un juego de porcelana bastante prolijo en sus decorados.
—Mira, sé que técnicamente no nos llevamos muy bien que digamos — Sariel carraspeó un poco —, pero requiero de tu ayuda de forma urgente.
Ella por su parte, solo bebió de la taza que su estudiante le había entregado. Era delicioso, un té hecho a partir de la tristeza de un ser de corazón puro. Una delicia exótica.
—Se me fue asignado un universo —imitó a su familiar y cogió la taza para sorber un poco de ella —. Y no puedo traer a alguien porque... ya sabes —el chico hizo una mueca, el té era muy amargo, como si de un chocolate oscuro o un café sin azúcar se tratase. Aunque no negara que el color azul marino le es bastante peculiar.
—Así que vuelves arrastrándote, pidiéndome ayuda para traer a alguien solo porque es más fuerte que tú —dijo pensativa, aunque había cierta diversión en su voz.
Su hermanito siempre fue tan débil, desde que era pequeño se podía notar su falta de voluntad, poder y valentía. Él mismo aceptó que era inútil y, en un intento desesperado, fabricó con cierta tecnología un cuerpo humana que lo ayudara a progresar. En cierto modo, funciono, aunque no lo hizo tan poderoso como esperaba.
Aunque eso sí, admite que no esperaba que ese cuerpo humano tuviera tal influencia en su familiar. Después de poseerlo notó diversos cambios en el carácter, temperamento, pensamientos y hasta de moralidad en él. La verdad, prefiere más a esta versión de su hermano que la que tenía cuando eran niños, aun sí es el resultado de una combinación con ese humano artificial.
—¡No me voy a arrastrar! —dijo levantándose de golpe, sus manos chocaron con la mesa —¡Yo tengo orgullo como ángel!
—Y yo como una Kyn, mi estimado —dijo con sequedad, ofendida de que crea que es el único con una decencia que mantener. Además, su hermano en su juventud tampoco es que haya tenido mucho orgullo que digamos.
—Disculpe la intromisión, pero... ¿Qué universo te fue asignado? —Gannon preguntó con curiosidad, mientras dejaba unos pequeños platos con postres en la mesa.
—Naruto —suspiró con cierta decepción —. Aunque la verdad hay una razón detrás de todo esto —frunció el ceño —. Un idiota dejo prendida una de las habitaciones experimentales y se invocó por error a un elenco de ese universo, fue algo fallido, y como compensación me toca a mi arreglarlo.
—¿Y qué pasó con ellos?
—Los devolví al mismo punto en que se fueron y les borre la memoria —bufó —¡Si en algún momento encuentro al responsable voy a matarlo!
Belial se extrañó por un momento, su hermano no sería capaz de hacer eso, a menos que... La mujer miró fijamente a su familiar, iluminando sus ojos, solo veía la oscuridad de Sariel y no un brillo intenso, así que estaba solo, por lo que podía...
—¿Con qué fuerza? —Belial murmuró con burla.
—Aish —rodó sus ojos —¡No soy tan débil!
—Claro... ¿Entonces por qué fue que viniste?
—Hija de puta.
—Tenemos la misma madre.
—¿Es normal tener problemas para invocar a alguien? —Gannon cuestionó, la verdad él es muy novato en esto, no sabe casi nada.
Sariel lo miró con extrañeza, que alguien no sepa esto es una rareza, a menos que...
—Belial... ¿Te volviste pedófila y secuestraste al niño de algún universo para satisfacer tus deseos?
La mujer se atragantó, ruborizada, ese maldito se iba a ganar un golpe.
—Mira pequeña escoria —arrugó su ceño con enfado —¡Es mi jodido aprendiz!
—Aunque tal vez en un futuro... —Gannon murmuró, ensoñado por la posibilidad tan maravillosa que le acaban de sugerir.
—¡Un informe acerca de la codicia del ser humano de 100 cuartillas para mañana! —ordenó con fervor, realmente no quería saber porque demonios Gannon había dicho eso.
—¡Sí señora! —llevó su mano derecha con los dedos juntos hacia la sien y se fue corriendo a su habitación.
—Que malos gustos se trae ese muchacho —Sariel dijo, con mucha sorna.
—Mal gusto será la que guste de ti, desgraciado.
Lo peor es que no pude decir mucho aquí, ya que, sí existe alguien que gusta de su hermano de esa forma. Hasta pareja son, o eso cree recordar. Aun así, para ella, su verdadera forma es horrorosa.
—Yo soy atractivo.
Su apariencia, objetivamente, es hermosa. Él mismo creó el aspecto y las propiedades de su cuerpo humano, así que, en términos generales, es hermoso. Lo único que sería "cuestionable" sería su elección en el rostro, que escogió uno de tipo andrógino, pero, igualmente calza, total, no tiene órganos sexuales.
—Eso es porque finges tener una apariencia agraciada, si dejaras esa pantalla, sólo verían a un jodido ser de 4 rostros, cuatro mil alas, al igual que un cuerpo formado en su mayoría por ojos y lenguas.
—Arpía de mierda —chasqueó su lengua, indignado —¡Tú también finges tu apariencia!
Al igual que él, su hermana superficialmente era una mujer de un aspecto dotado de hermosura; figura alta y esbelta, cabello relativamente largo azabache con mechones verdosos y cejas reducidas, rasgos finos y detallados, porte elegante y, sobre todo, una tez aceitunada. Sin embargó, en el fondo solo era una mujer alta de piel negruzca con ciertos detalles rojizos, sino mal recuerda, también tiene dos pequeños cuernos curvos; en resumen, muy malos gustos tienen los muchachos de hoy en día.
—Al menos mi verdadera forma es humanoide, a diferencia de ti, criatura amorfa —siseó indignada, ella solo se disfrazaba porque no le gustaba su apariencia normal, no como su hermano, que no le queda de otra.
—Puta —insultó frustrado, le gano con eso —¡¿Al menos podrías decirme si me puedes ayudar o no?!
Ella se frotó su mandíbula momentáneamente, a pesar de que haga comentarios secos, sarcásticos, y crueles con respecto a su hermano, la verdad es que lo aprecia mucho.
—¿Qué me puedes dar a cambio? —preguntó, si lo va a ayudar al menos necesita una excusa para hacerlo.
—¡No jodas, Belial! ¡¿Acaso es que ser familia no te basta?!
—El trabajo no se mezcla con la familia.
—¡Literalmente nacimos con trabajo! —defendió su argumento.
Era verdad, ellos eran una anomalía en la organización. Ellos nacieron en ese mundo, ajenos a los otros universos, alejados de sus dimensiones originales, o bueno, de los de sus padres.
Antes de que nacieran, sus padres habían sido elegidos para trabajar en la OPP, abandonaron sus universos para venir a este, un mundo únicamente dedicado y que sirve de base para la institución. Con el tiempo se conocieron, y cómo los irresponsables que son, los tuvieron a ellos. No es que fuera malo, pero se supone que venían a trabajar, no a reproducirse.
Ya que al nacer no tenían ningún mundo al que pertenecer, pudieron quedarse, a cambio claro, de que en un futuro ellos tomarán el lugar de sus padres cuando dejaran de ser útiles a la OPP.
—Hmmm, ¿y si te ayudo a cambio de que me dejes llevar a Gannon? —Belial propuso, está oportunidad podría servirle.
—¿Eh? ¿Por qué? —Sariel juzgó con la mirada a su hermana —¿Acaso tú...?
—No te equivoques —frunció el ceño —. Solo es para que pueda aprender más a profundidad acerca de otros mundos.
—Bueno, supongo que podría ser una especie de pasantía —se frotó su quijada, dubitativo —. Acepto tu condición.
—Que así sea, hermanito —dijo, para luego volver a sorber un poco de su taza de té.
—Esta es la información del sujeto —chasqueó sus dedos, provocando que apareciera un sobre —. Es un ser celestial, por lo que tiene una fuerza realmente considerable.
—Hmmm —abrió el sobre, sacando un documento detallando el perfil del Ōtsutsuki —. ¿Es ciego?
—Le iba a dar ojos, pero...
—No hace falta, yo se los proporcionaré —dijo tranquilamente, mientras seguía leyendo —. Oh, cierto... está enamorado de una humana —expresó con diversión —. Bueno, ¿cuándo empieza esto?
—El encargo comienza... —le susurró a su hermana —¿Crees que puedas traerlo para ese entonces?
—Lo tendrás antes —respondió calmada, mientras ponía dos de sus dedos en su mentón —. Por cierto, debes de recordar mi comportamiento sádico, ¿crees poder controlarme?
Belial tenía una naturaleza algo malvada cuando trataba con los humanos, era bastante rara, pero debía de lidiar con ella. Su padre también era una especie de demonio en su mundo, algo que su hija heredó. Sariel se asemeja más a su madre, que era un ángel que tomaba la forma de una mujer hermosa, a pesar de que en verdad era un ser amorfo que variaba en apariencia dependiendo de quien la observara.
Sin embargo, aquí el problema no era la raza. Era la extraña capacidad de Belial para alimentarse de las emociones de los demás. Si una cantidad, relativamente grande, de seres sienten alguna emoción que, ella, considere negativa, puede resultar en una gran tentación.
—Bueno, mientras no intentes corromperlos o matarlos, creo que todo estaría bien.
—Entonces te veré ese día. El extraterrestre vendrá conmigo, al igual que mi aprendiz, tú te encargas de los demás, ¿entendido?
Este alzó su pulgar, dándole la razón.
—Fufufu, bueno, esperare ese día con ansias... Por cierto, llévala. Me reemplazara cuando veamos cosas que me disgustan, ¿sí?
—Lo iba a hacer de todos modos...
Belial, ese fue el nombre que su padre le dio cuando nació. Un nombre que a su parecer era bastante trillado para un demonio, pues literalmente existen muchas variantes de un príncipe del infierno con ese alias.
Su raza, sin embargó, no acostumbra a tener nombres, no existe la individualidad, por lo que cualquier denominación era bien recibida.
Ella pertenecía, o al menos en mayoría de rasgos, a una especie de humanoides demoníacos moradores de un plano infernal, por lo que el nombre le queda, en parte.
Ganancias corruptas, la desobediencia, la rebeldía, el orgullo, y quién sabe qué más, eso es lo que representa su nombre, eso le disgusta en parte. Solo por ser un demonio debe de ser asociada a estos términos, y lo peor es que tienen razón, a ella le gusta hacer eso.
Profirió un suave gruñido, incapaz de seguir viendo a su aprendiz intentando desentrañar otra de sus muchas preguntas. Era un buen chico, le gustaba que fuera curioso y mantuviera su capacidad de asombro a esa edad, pero también le producía desespero como se centraba tanto en responder una de ellas, que era imposible pasar a otra lección hasta que acabara.
—El derramamiento de sangre genera más sangre, la violencia genera más violencia, el odio crea más odio. Ha pasado a lo largo de la historia, en muchos mundos, y parecen no aprender. En realidad, somos criaturas realmente estúpidas.
Había estado anotando en su cuaderno, intentando encontrar una respuesta acerca de una solución a ese problema, su maestra dijo que los humanos pueden mejorar, pero él no ve eso, al menos no que sea a largo plazo. No hay una conclusión definitiva, y eso le estresa.
—¿Por qué no confías un poco más en ellos? —le preguntó a su aprendiz, manteniendo una expresión aburrida en su rostro.
—Su excelencia, usted siempre me ha dicho que los humanos mejoran con el tiempo, pero... no he visto nada parecido en lo que se me ha permitido ver. Por mucho que avance en la línea del tiempo, no puedo lograr llegar a esa conclusión.
—Debes esperar, debemos de observar lo que hacen, no podemos hacer nada más. No somos dioses y, aunque lo fuéramos, no tendríamos el derecho de acabar con ellos.
En cierta medida mentía, la organización sí tenía la potestad para ordenar tal cosa. No era algo común, ni por asomo, pero de ser capaces lo harían. Sin embargo, debe mantener un 'fachada' con su aprendiz. Desea que él sea más que ella, alguien mejor. Y para eso, debe evitar que piense igual que ella.
Aunque en cierta parte le parece un desperdicio matar a los humanos. Tal vez es porque ellos son su principal fuente de alimento, pero aunque no lo fueran cree que sería un desperdicio. Pueden ser útiles, a veces.
—Eres una demonio y aun así hablas así, ¿acaso nunca tuviste una naturaleza malvada?
—La tengo, y a veces me satisface hacer uso de ella —asintió, mientras se acercaba a su aprendiz —. Sin embargó, juré hacerte un hombre sabio, una mejor persona de lo que yo podría aspirar a ser. No te pido que tomes mis lecciones al pie de la letra, te solicito que las interpretes a tu manera.
—Maestra, ¿realmente aprenderé algo observando el universo de Naruto?
—Eso no depende de mí, sino de ti —extendió su mano, dándole un toquecito en la frente.
—¿Eso qué significa? —preguntó, mientras veía como su tutora se alejaba, hacía la sala principal del apartamento.
—Lo descubrirás más tarde —abrió un baúl con unas extrañas inscripciones —. Hola, compañera —sacó una cimitarra negra dentada con ciertos detalles rojizos. Era su espada secundaria, no tiene caso llevar la principal, sería demasiado fácil, quiere ponerse un reto.
—¿Para qué es el arma? —Gannon ladeó su cabeza con confusión, ¿acaso van a matar a alguien?
—Vamos a traer a alguien, y esta espada nos ayudará en caso de que se haga el difícil.
—¿? —volvió a ladear la cabeza, esta vez para el otro lado, no comprendió muy bien.
—Vámonos, procura no alejarte mucho de mí —sonrió cálidamente, mientras caminaba hacía la salida.
Gannon se ruborizó, realmente quería mucho a su maestra, en muchas formas. Siguió a Belial, sin importarle que no tenía ninguna arma con la que defenderse, él sabía que ella nunca permitiría que le hicieran daño.
El portal al otro mundo que se abrió ha sido cerrado. Con vistas a un planeta azul, era un satélite desierto e inhóspito, la luna. Sobre ella, había un edificio que fue construido en la antigüedad, y que se parecía a un templo.
«El castillo de Toneri —observó la estructura —. Es hora de trabajar», una sonrisa divertida apareció en su rostro, hacía años que no hacía esto.
Desde que fue ascendida en el trabajo, solo la llaman para realizar encargos de una dificultad muy elevada, por lo que, en su mayoría, no tiene mucho que hacer, tal vez por eso desde que es la maestra de su aprendiz la vida se ha vuelto más interesante.
—¡¿Estamos en una luna?! ¡Auxilio! ¡No respiro! —Gannon dijo histéricamente, comenzó a corretear por todo el lugar —¡Espera! ¡¿Por qué puedo respirar?! Es más... ¡¿Por qué puedo hablar?! —se agarró la garganta, tocándola algunas veces.
—La luna de este universo es bastante rara. Es normal, que puedas hacerlo.
—Pero mi señora, según la ciencia...
—Sí... me temo que la ciencia no se aplica mucho aquí, al menos la que se usa en otras realidades.
—¿De verdad?
—S-
Su respuesta fue interrumpida al aparecer, detrás de ella había algo.
Cuando Belial giró su cabeza, había un hombre grande y horrible de casi dos metros de alto. Llevaba una larga capa, y la mitad inferior de su cara estaba oculta con vendajes. En las proximidades, muchos más se acercaban.
«Odio que no tengan esencia vital», pensó molesta, mientras desenvainaba su cimitarra.
Si fueran seres vivos los habría detectado a metros de distancia, pero como son meras marionetas controladas por una esfera de control no pudo ni siquiera sentirlas acercarse.
—Se-señorita Belial —Gannon tembló al ver al hombre, realmente parecía alto y peligroso.
—Tsk.
La cimitarra golpeó a su oponente en el estómago, rompiéndolo, si fuera un ser vivo estaría desgarrando y destrozando sin esfuerzo la carne.
Cuando alzó la mirada, veinte enemigos o así estaban en el cielo.
Las marionetas descendieron a la vez, atacándole.
—¡¡Ahhhh!! —Gannon gritó alarmado al ver tantos enemigos, los superan en número, y con creces. Intentó mover sus manos, tratando de usar su poder, pero estaba sellado; maldice el día en que su maestra le dijo que iba a negarle usar sus habilidades solo para enfocarse en otros aspectos.
Belial solo respiró un poco, algo irónico si se tiene en cuenta dónde estaba. Los dedos que agarraban la empuñadura de su arma se tensaron y, por su puesto, apretaron más fuerte la cimitarra.
Múltiples cortes curvos superpuestos crearon un vórtice ascendente. En sucesión, cortó a los enemigos a la mitad.
—Calamidad de los justos: Remolino —dijo tras realizar el ataque.
—¡Genial! —Gannon abrió su boca, formando una especie de 'O'.
Los enemigos que se encontraban delante, que no habían asaltado a Belial junto a las otras, comenzaron a realizar el mismo sello de manos.
«¿Qué están haciendo?», Gannon se preguntó, nunca había visto que para hacer uso de una habilidad debas hacer cosas raras con las manos.
Los muñecos empezaron a arrojar burbujas resplandecientes. Belial solo extendió la palma de su mano izquierda, creando un escudo imperceptible que la protegió de los ataques al absorberlas. A pesar de eso, aquellas que no impactaron en el escudo, explotaron.
«¡Eso estuvo cerca!», el joven palideció, si no se hubiera puesto rápidamente detrás de su maestra, ya estaría muerto.
Una andanada salvaje de cortes fue lanzada metros hacia adelante. Los enemigos restantes fueron totalmente abrumados por tal técnica.
—Ganancias corruptas: Belicosidad perpetua —mencionó impasible, observando cómo caían derrotados, se volteó y miró a su aprendiz, estaba pálido.
—Es- Eso fue increíble, su excelencia —se reprochó internamente el tartamudear al principio —. ¿Qué eran esas cosas?
—Marionetas, sirvientes creados por los que antiguamente habitaban este satélite para cumplir las funciones que les asignaron.
—¿Son muñecos? —preguntó confundido, extrañado, nunca había visto algo así.
—Sí —extendió su mano izquierda, abrió su palma, la cual se envolvió con un aura de color verdosa —. Mira —de repente, una de las muchas partes cortadas de las marionetas, fueron hasta ella y, se quedaron flotando en la cercanía.
—¿Y cómo se mueven? —tocó repetidas veces la parte del muñeco, estaba inerte, sin vida.
—El marionetista utiliza unas esferas de energía para controlarlas —respondió —. Vamos, debemos seguir adelante —dejó de mirar a su alumno y caminó hacía el castillo.
—Sí señora —antes de cumplir la orden, se llevó un pequeño trozo, tal vez pueda replicar esta tecnología extraña otro día.
Se adentraron en el castillo, en guardia. El palacio de Toneri era enorme. Se habían encontrado todo tipo de marionetas trabajando, incluyendo mujeres, hombres, niños, etc.
A Gannon le parecía realmente detallista por parte de los que antiguamente poblaban esa luna que se tomaran la molestia de hacer diferentes modelos de marionetas, además de asignarle una función a cada una.
Nuevos oponentes habían llegado ante ellos, parecían tener la apariencia de dos chicas; sus bocas se abrieron y empezaron a crujir como lo que en verdad eran, títeres.
Individualmente, no eran muy fuertes. Pero había muchos. Belial siguió venciéndolos, y seguían viniendo. Las marionetas no tenían miedo a la muerte para empezar. Si fueran humanos o algún ser pensante habrían sabido la diferencia de fuerza entre ellos y su oponente, y habrían estado preparados para huir. Pero no era el caso. Se enfrentaron a ella con toda su fuerza, en vano.
«Y pensar que Sariel tuvo que pedirme ayuda con esto —casi se sentía ofendida de que su hermano fuera tan debilucho —, aunque bueno, me sirve para educar a Gannon», meditó, al menos sacará algo de provecho de esto.
De repente, sintió la presencia de un ser con vitalidad, y no cualquier vitalidad, era la de un ser celestial. Nunca había notado una presencia similar, era sin lugar a duda, él.
«Te encontré, niño», sus ojos escarlatas se iluminaron.
—Su excelencia ¿Qué sucede? —preguntó preocupado, cuando su maestra ilumina sus ojos es porque sus emociones se descontrolan un poco.
—Encontré a nuestro objetivo —notificó con una sonrisa sádica, quiere enseñarle la desesperación; «¡No!», se dijo así misma, debe darle un buen ejemplo a su aprendiz, no debe sucumbir a su naturaleza maliciosa; —. Debemos evitar usar la violencia, lo mejor será tratar de convencerlo —su expresión cruel cambió a una cálida y compasiva.
En la habitación del castillo donde el fuego quemaba en la hoguera, incontables marionetas colgaban de las paredes, y la llama iluminaba la sala de rojo. Un hombre, Toneri, estaba sentado en una silla, siendo iluminado por la lumbre.
Hasta ahora, había tenido un día rutinario en su aburrida existencia. El último sobreviviente de su clan, un Ōtsutsuki de la rama secundaria, un hombre aburrido sin nada que hacer que no fuera vigilar lo que sucede en la tierra o 'disfrutar' de los banales espectáculos de sus marionetas.
Hoy algunos de los muñecos dejados atrás por sus ancestros intentaron recrear una historia en la que un muñeco había obtenido vida gracias al deseo de un anciano, el niño quería ser de verdad, hecho de carne; desgraciadamente, las nulas expresiones de los intérpretes no fueron lo suficientemente buenas para producirle alguna emoción.
Sin embargó, inesperadamente sintió como su conexión con las marionetas que le servían fue cortada, como si los hilos que tácitamente tenía como titiritero se le fueran arrebatados. No fueron solo unas cuentas, fueron la mayoría, sin importar el diseño o trabajo asignado, todas fueron destrozadas.
Nunca se esperó un ataque, ni de la humanidad, ni de los otros seres celestiales que venían de otras partes del cosmos. Eso le estresó, pero a la vez le emocionó, podría destruir a alguien con sus propias manos. Muchos pensarían que es como un niño que se enfada porque le dañaron sus juguetes, y no lo negara, lo es.
El entusiasmado Toneri abrió los ojos... y en sus cuencas no tenía ojos.
Tan solo fueron unos cuantos segundos para que los extraños llegarán a él, y por lo que podía percibir, no estaban para nada cansados. Sus marionetas lo más seguro es que fueron un juego para ellos.
Intentó 'ver' a los intrusos, a pesar de que el destino de los integrantes de su rama del clan sea prescindir de sus ojos para dárselos al arma que destruirá la tierra, él puede percibir su entorno recolectando chakra en su mente, pudiendo actuar con más rapidez y precisión que si lo hiciera con ojos.
«¿Humanos? —se percató —. Escorias estúpidas, ¿de verdad creen poder ganarle a un dios?», pensó en su soberbia.
—Ōtsutsuki Toneri —la chica avanzó —. Has sido escogido, felicidades.
No hubo respuesta de su parte. Sin embargó, se estaba preparando para acabar con las cucarachas que invadieron su territorio.
—Bien, como sé que no escucharías a una 'humana', que lo entiendo, son en su mayoría unas escorias estúpidas llenas de defectos, solo te propondré dos cosas, y luego podrás decidir qué hacer con nosotros, ¿estamos? —propuso, mientras sacaba de su gabardina una invitación —. Por favor, léela, y luego le diré mi propuesta —la carta flotó hasta llegar donde Toneri.
«"Escorias estúpidas llenas de defectos"», Gannon pensó con intriga, su maestra le advirtió que ese tipo tenía una opinión muy mala acerca de la humanidad, ¿es así como los ve? ¿y por qué se ve reflejado en ese pensamiento?
Toneri se mostró reacio a cumplir tal petición, pero de la nada, la carta de abrió sola, y en una explosión, en su mente una corta explicación fue dicha:
"¡Has sido invitado!"
Felicidades, has sido escogido para ver acerca de tu futuro. En un lugar alejado de tu universo existe un sitio en el que podrás saber acerca de lo que te depara a ti y a otros. Será una oportunidad única que no podrás rechazar.
Toneri se sacudió, meneó el hombro y dio un respingo. Dirigió su 'mirada' a la chica, esa mujer no era humana, eso le quedó claro, pero aun así...
—Supongo que no vendrás a pesar de la oportunidad que se te ha dado —Belial se frotó la mandíbula —. Bueno, entonces te daré dos propuestas que seguro te harán replanteártelo.
Toneri hiperventiló con fogosidad, poco a poco abrió sus párpados, y por primera vez en su vida, podía ver usando el sentido de la vista, tenía ojos. Ya que no creyó lo que estaba percibiendo, parpadeó varías veces, luego de comprobar la veracidad de sus nuevos órganos, los abrió al completo, y se quedó mirando la palma de su mano. Finalmente se centró y mostró una sonrisa de satisfacción.
—Puedo ver... ¡Realmente puedo ver!
Toneri de repente agarró una marioneta –de las pocas que le quedaban –cercana por el cuello, y la acercó a la fuerza. Sus caras se acercaron, y él fijó su mirada en la cara inexpresiva de la marioneta.
—Así que esto significa... ¡ver cosas!
Su vida no había sido obstaculizada hasta este punto. A pesar de que su destino como miembro del clan Ōtsutsuki era que le quitaran los ojos al nacer, pudo percibir su entorno recolectando chakra en su mente, y pudo actuar con más rapidez y precisión que al ver con los ojos. Sin embargo, definitivamente había una gran diferencia entre —ver— y —ver—. Fue en este día que Toneri supo por primera vez la alegría y la emoción de ver las cosas.
«Quiero... mostrarte también, padre...», recordó parcialmente a su padre, le hubiera gustado que él también tuviera ojos con los cuales pudiera sentir lo mismo que él.
—Como prometí, órganos con la capacidad de recibir estímulos luminosos de nuestro entorno. Ahora, con respecto a la otra parte, ¿qué piensas? —preguntó, con un tono seductor. Su mano mantenía cierto fuego verdoso, como si de un trato o pacto demoniaco acabara de realizarse.
«La señorita Belial es impresionante», Gannon observó la escena con asombro.
Acababa de devolverle la vista a un invidente que carecía de ojos, es como un milagro, aunque uno muy conveniente.
Toneri iba a responder, pero fue interrumpido por un malestar en sus globos oculares.
—¡Ungh! —en un instante, se agarró a su rostro y se levantó. Sacudió con dolor sus hombros—. Jejeje, los ojos se están moviendo de nuevo... Maravilloso. Este es un Byakugan increíblemente puro. —murmuró contento.
No sabía cómo es que esa mujer había conseguido tal kekkei genkai tan fresco y puro, como si fueran recién sacados de las cuencas de un integrante de la rama principal del clan Hyūga.
«Debo llevármelo antes de que esa cosa madure en un Tenseigan», Belial chasqueo sus dientes, impaciente; —¿Y bien? ¿Vendrás a nuestro humilde evento? —dijo de forma cordial —. Le recuerdo que una de las invitadas es la princesa del Byakugan.
—Padre —murmuró Toneri en voz baja.
Hace mucho tiempo, cuando su padre seguía vivo...
Toneri y su padre vivían juntos, sólo los dos. Muchas marionetas trabajaron para ellos, pero eran realmente sólo muñecos. Él quería amigos humanos. Al pasar por la cueva, su padre lo llevaba a la aldea escondida entre las hojas varías veces. Los dos espiaban a menudo a sus parientes lejanos de sangre, el clan Hyūga, desde un escondite.
—Mira, esa chica. Su nombre es Hyūga Hinata. Concéntrate y siéntela bien.
El padre y el hijo sin ojos juntaron su chakra en la frente y observaron a la joven jugando en el jardín.
—Sí, es una chica muy linda.
—Dentro de diez años, ven por ella. ¡La convertiremos en tu novia!
Su padre, que había sonreído felizmente cuando lo dijo, ya no estaba allí.
Volviendo a sus sentidos después de recordar a su padre, Toneri contempló las llamas en la chimenea.
—¡Quiero verte! Hinata... Quiero ver tu bello rostro con estos ojos —Toneri dijo como si estuviera poseído.
—¿Qué le pasa? —Gannon le susurró a su maestra.
—Le falta afecto —respondió en el mismo tono —. Y la persona de la que quiere conseguir tal cosa, está fuera de su alcance —añadió manteniendo la voz baja.
«O sea que no es correspondido o algo así», Gannon ahora siente lastima por ese hombre lunar.
—¡Gustosamente acepto ir contigo! —dijo, sus ganas de ver a Hinata le ganaban a su raciocinio —. No me importa ver el futuro de los humanos —admitió —¡Pero si ella está ahí, gustoso voy!
—Por favor. Después de usted —su mano se extendió hacía la nada, abriendo un portal en el acto —. Espero y disfrute de su estadía —sonrió, falsamente.
Gannon solo se inclinó, también debía de agradecer la colaboración del Ōtsutsuki.
El trío continuó caminando unos cuantos minutos, cada uno de ellos embelesados en su propio mundo, sin dejar de poner atención al ambiente que atravesaban. Finalmente se detuvieron ante unas grandes puertas, cerradas para evitar presenciar lo que se encontraban al otro lado de estas.
—¿Es enserio? —los ojos de Gannon no daban crédito a lo que veían —¿Puertas de un cine?
—Técnicamente son las puertas de las salas donde se proyectan las funciones —Belial volteó a verlo directamente a los ojos. Al parecer su aprendiz andará de preguntón otra vez; igual para eso lo trajo, será una buena experiencia.
—Claro que se dé dónde son —el menor respondió, bufando —, a lo que me refiero es que si son necesarias para lo que vamos a hacer —enfatiza su punto mientras señalaba a Toneri y a la puerta al mismo tiempo.
—Bueno... creo que depende del anfitrión —admitió, mientras se encogía de hombros —. Mi hermano tal vez pensó que, de no tenerlas, molestara la luz que se filtra del pasillo —enunció la posibilidad más lógica de ese momento.
El Ōtsutsuki miró brevemente lo que parecía ser una lección entre aquellos que lo trajeron, siendo más en aparte de la chica. Apartó la vista mirando curiosamente la puerta que estaba enfrente suya, justo en el momento que una aparente vena palpitaba en la sien izquierda de la joven. Haciendo caso omiso del repentino aumento de las voces, se acercó lentamente a la cromada puerta rojiza apreciando cada uno de los detalles que enmarca.
En el dintel de la puerta aparecía un grabado poco ortodoxo, su contorno se semejaba a un árbol, pero este parecía más imponente que uno común, se trataba del árbol divino. Su fornido tronco parecía agrietado, las resquebraduras recorrían gran parte de su superficie, originándose en un mismo punto, el centro del torso. El llamativo espacio generado en el epicentro enmarcaba un solo fruto redondo.
Inspeccionando otras partes del absorbente árbol, hizo acto de presencia delgadas líneas, tan finas que podrían quebrarse. Estas se originaban desde las gruesas raíces del árbol divino, generando un detallado patrón de círculos que iban disminuyendo su diámetro hasta llegar al umbral de la puerta.
En el primer círculo se podía apreciar lo que parecía ser grabados confusos para él hasta cierto punto, detallando la silueta de tres figuras. La silueta en el centro se parecía a una mujer que aparentaba mirar de frente, tenía un largo cabello, una túnica parecida a la suya y largos cuernos emergentes de la coronilla de su cabeza. La silueta que se postraba en el lado izquierdo en cambio está de perfil, se podía apreciar lo que parecía ser un velo, al igual que la primera figura este parecía tener un cuerno curvado y el mismo tipo de túnica. La última figura relegada hasta la derecha estaba completamente de espaldas, alejada de los otros dos individuos. Parecía estar fornido a pesar de solo apreciarse la espalda, usaba un tipo de gabardina como chaqueta denotando el contorno arqueado que se ubicaba su cuello y al igual que los otros dos parecía tener cuernos, solo que en este caso era solo uno.
«Por alguna razón esta imagen me produce incomodidad —giró levemente su cabeza para percibir cualquier otro detalle que pudiera pasar desapercibido —, el de la derecha parece como si lo hubieran apartado», su vista siguió contemplando por unos segundos más, hasta que pasó al siguiente círculo.
En el segundo círculo se apreciaban nuevamente tres figuras y algunos detalles adicionales que rodeaban a cada una de esta. La primera llamó su atención, se trataba de Hagoromo Ōtsusuki. Durante sus años en solitario estudió las profecías y grabados que permanecieron intactas después de las incesantes guerras que extinguieron a su pueblo. En muchos de aquellos grabados se hacía mención del Sabio de los seis caminos, el hermano de su antepasado. Este parecía estar sentado en medio de dos muchachos. Ambos miraban de frente, pero sus rostros estaban cortados por la mitad, sin tener rastro alguno de la parte faltante. La figura del lado derecho parecía usar algún tipo de coletas en su cabello, transmitiendo una mirada de muerte sin tener los ojos detallados. Del otro lado se encontraba una figura que transmitía un aura más amable, teniendo un tipo de bandana que rodeaba la punta de su cabeza. Encima de cada una de las figuras parecía vislumbrarse un símbolo, siendo una luna encima del joven con mirada de mala muerte y un sol con el que parecía un tonto sonriente.
«Por ningún lado veo a mi antepasado —Toneri examinó nuevamente el círculo para cerciorarse de no haber omitido ningún aspecto relacionado a Hamura —¿No debería estar Rikudou Sennin junto a su hermano? —estaba algo decepcionado de que el tallado no hiciera ninguna mención del fundador del clan de la luna —. Por lo menos está la luna y el sol», se percató.
El tercer anillo mostraba dos personas de perfil, solo que esta vez se miraban entre sí, como si estuvieran a punto de empezar una disputa. Detrás de cada una de las dos figuras principales había un grupo reducido de personas, luciendo un tipo de armaduras gruesas y de varias piezas. En el centro de las dos figuras parecía haber un extenso valle y en el fondo de este una silueta irreconocible.
Antes de que pudiera pensar algo relacionado con el tercer círculo, algo lo empujó por la espalda, chocando directamente con la puerta.
—¡¿Entonces parte de mi trabajo es hacer una declaración de renta en la que diga que tanto gaste haciendo una puerta?! —protestó Gannon, irritado por la revelación de su maestra —Es un desperdicio que tengamos que hacer eso. La institución técnicamente es archimillonaria.
—Lastimosamente, debemos de informar que tanto gastamos para que, a su vez, se lleve un seguimiento de lo que se hace con el seguimiento —se incorporó después del empujón que le propició su alumno, el cual va a ignorar, lo comprende, ella también dijo lo mismo hacía años; además, Gannon a veces tiene algún que otro problema con el control de sus emociones —. Además, que tengamos dinero, no significa que se deba derrochar — guardaba las apariencias, no debía dejar que la actitud de su aprendiz comenzará a mermar su paciencia.
—¡¿Y qué sigue?! ¡¿Qué nuestra paga sea tan miserable que debamos de recurrir a otros métodos para ganar dinero?!—enfatizó al acordarse como uno de sus vecinos se quejaba de su salario — ¡Si es así, no quiero trabajar! —acortó la distancia que había con su maestra —. Además, ni siquiera sé porque me escogieron a mí en primer lu-... ¿Dónde está el alíen afeminado? —se desconcertó al no ver ningún rastro de él en el lugar.
—¿Eh? —la mayor giró nuevamente al escuchar la pregunta de su aprendiz, percatándose que la puerta se encontraba completamente abierta —Y ahí se fue la presentación que había practicado —pronunció en voz baja —. Bueno, al menos Sariel se dará cuenta de que cumplí mi parte del trato.
Toneri avanzó unos cuantos pasos después de haber atravesado la puerta con aparente empujón, decidiendo investigar y distanciarse todo lo posible de la riña infantil entre esos dos.
Se encontraban en una espaciosa sala, comparando su tamaño en parte con uno de los salones medianos de su palacio. Admiro unos breves segundos la inmensidad del lugar antes de bajar su vista en las gradas que se posicionaron en frente.
La habitación parecía tener una gran pantalla extensa en la pared que se encontraba directamente donde miraba, pudiendo apreciar cada una de las esquinas sin importar en qué ángulo se encontrase. Había bocinas relativamente medianas repartidas en puntos claves de la habitación, ubicándose tanto en la sección media como en los laterales, siendo diseñadas su distribución para no perderse ningún tipo de sonido proveniente de estas.
Las gradas que iban en forma descendente desde el punto de vista de Toneri, organizaban en medio de estas secciones llenas de sillas acolchadas, teniendo soporte para los brazos y lo que parecía ser orificios para bebidas. Las hileras de filas parecían guardar un espacio aceptable entre las filas venideras, evitando que existiera algún tipo de incomodidad de estar empujando los respaldos de otros asientos.
La curiosidad le ganó y decidió seguir avanzando para apreciar más de ese lugar. Las hileras de filas se encontraban debidamente enumeradas en el suelo que comprendía la hielera de asientos, pudiendo distinguirse de manera amistosa y no ofuscante para la vista. Se acercó lentamente a uno de los sillones para examinarlo más de cerca, sorprendiéndose con lo que vio.
El sillón estaba debidamente acolchonado, envuelto en un tipo de tela fina y pequeños patrones en el centro del respaldo. Si se miraba la cabecera del asiento se podía encontrar un símbolo que era distinguible incluso a unos cuantos metros de la fila en la que se encontraba parado. Este detallo un tipo de hoja que se formaba a partir de una espiral, acercó su mano para tocarla dándose cuenta de que este también se encontraba bordado a la tela del asiento. La textura que sentía en sus manos era bastante cómoda, un tipo de rugosidad que no irritaba la piel entre las yemas de sus dedos.
Alejo su mano para volver a enfocarse en el símbolo, posteriormente volteo a ver que el sillón que se encontraba a la par del que examinaba contaba con el mismo grabado. Se incorporó lentamente y recorrió la hilera en la que se encontraba, topándose con el mismo símbolo en cada asiento. Fijó su mirada en la hilera que se encontraba un escalón más arriba y se volvía a encontrar la insignia.
Su desconcierto se aumentó al ver que unas gradas más arriba, una silla tenía un símbolo diferente en el grabado de las sillas. Al llegar a esta se encontró que la insignia apreciaba ser un reloj de arena, repitiendo el mismo patrón en las sillas subsecuentes de la hilera.
Recorrió las demás filas encontrando emblemas como: ráfagas de viento, una agrupación de nubes, notas musicales, rocas, nubes rojas, entre otros símbolos.
Mientras divagaba por los asientos presentes una insignia le llamó la atención, hacía alusión al clan Ōtsutsuki. Miro a los asientos contiguos, pero estos no se encontraban bordados con algún tipo de insignia.
«¿Por qué este es el único con el símbolo de mi clan? —examinó cuidadosamente el asiento —¿Acaso las insignias indican dónde debe sentarse cada quién?», estaba inseguro de sentarse, puede que le enseñen el futuro y este dictamine su destino junto a su amada, pero esos dos extraños le causaban bastante desconfianza.
Volvió a echarle una mirada al salón y decidió sentarse en el que aprecia ser su lugar. Los cojines eran prácticamente almohadas, se sentía una comodidad absoluta en la espalda y tenía espacio suficiente para estirar sus piernas. Puede que esos dos sean unos completos extraños, pero sí que saben brindar una comodidad a sus visitantes.
—Veo que Belial se las arregló para traerte —Sariel dijo, desde las alturas, había unos tres o cuatro asientos en un balcón posicionado en la parte superior de la sala.
—Supongo que ya viste el lugar —anunció repentinamente la hermana mayor.
«¡Esto es realmente gigante! —Gannon examinó cuidadosamente la habitación en la sala en la que se encontraban —¡¿Acaso yo también tendré uno así?!», retrocedió inconscientemente, hasta ahora todo lo que había usado para ver a otros mundos, era la pequeña esfera que Belial tenía en su apartamento.
—Le recomendamos que se ponga cómodo en ese asiento —Belial dijo, con una sonrisa falsa —. Los otros vendrán dentro de poco, eso incluye, claro está, a su princesa.
«Así que uso a Hinata como moneda de cambio —se percató —¡¿Por qué no se me ocurrió eso a mí?!», Sariel se reprochó así mismo; —Digo lo mismo, Toneri-san. Ponte cómodo, pronto vendrá tu amada.
El Ōtsutsuki al escuchar esa noticia tan satisfactoria, obedeció casi sin rechistar. Solo esperaba poder admirar a Hinata usando su sentido de la vista, seguro era de las mujeres más hermosas de todo el planeta. No... Ha de ser la belleza más grande que ha podido producir la humanidad.
—Bien, tráelos —Belial le solicitó a su hermano —. Gannon, asegúrate de prestar atención.
—¡Sí, su excelencia!
Sariel, de forma rápida chasqueó sus dedos; los diversos documentos marcados con el sello de transporte aparecieron en el piso de la sala. Alzó sus brazos a los cielos, y en la mente del conjurador un fuerte viento comenzó a soplar.
—¡¡Y con mi maldición, prestadme vuestros servicios y sobre estos sellos transportarlos con este maleficio!! —dramatizó y parafraseó la frase que debía decir para la activación de los sellos.
—¿Qué clase de código de activación es ese? —Gannon anotó en su cuaderno, asombrado por la épica frase.
La mayor miró con decepción a su hermano, ¿de verdad esa es su clave?
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