↻⊲ Capítulo 7 ⊳↺

La pista de baile seguía llena de vida, pero la canción terminó y la música se calmó un poco. Josh y yo nos alejamos del bullicio y nos dirigimos al balcón, buscando un respiro de aire fresco. El espacio era tranquilo, y la vista de la ciudad iluminada debajo de nosotros era un contraste agradable con el ambiente festivo dentro de la casa.

Nos apoyamos en la barandilla, y me sentí aliviado por la pausa. Josh se volvió hacia mí, su mirada sincera.

-¿Cómo te sientes? -preguntó, su tono preocupado pero amable.

-Un poco borracho, la verdad -admití con una sonrisa-. Pero bien. Ha sido una noche divertida. ¿Y tú?

Josh se rió suavemente, su risa era contagiosa.

-Yo también estoy un poco mareado, pero me alegra haber venido. Ha sido genial conocerte. -Hizo una pausa, como si estuviera eligiendo sus palabras-. Sabes, me he dado cuenta de que no sabemos mucho el uno del otro. ¿Qué te parece si aprovechamos este momento para conocernos un poco más?

Asentí, sintiendo que la conversación era una oportunidad para profundizar nuestra conexión. Me volví hacia él, buscando un equilibrio entre la curiosidad y el deseo de compartir algo más personal.

-Claro, me parece bien. -Miré hacia el horizonte y comencé-. ¿Alguna vez has tenido una relación que realmente haya marcado una diferencia en tu vida?

Josh se inclinó un poco, mirando pensativo hacia el suelo antes de responder.

-Sí, pero la mayoría han sido bastante cortas. No solían durar mucho porque, honestamente, solíamos buscar cosas diferentes o simplemente éramos demasiado jóvenes para saber lo que realmente queríamos. ¿Y tú? ¿Tienes alguna relación que haya sido especialmente significativa?

Me detuve un momento, pensando en cómo responder. Mis experiencias amorosas habían sido variadas, pero pocas habían sido verdaderamente duraderas.

-Sí, he tenido varias relaciones, pero también han sido bastante cortas. A veces siento que he sido un poco noviero o cabroncito, porque solía saltar de una relación a otra sin realmente encontrar lo que buscaba. Muchas veces, era porque buscábamos cosas diferentes o simplemente no estábamos en el mismo lugar emocionalmente. Creo que esas experiencias me han enseñado mucho sobre lo que quiero y lo que no quiero.

Josh me miró con comprensión, asintiendo lentamente.

-Me pasa algo similar. Creo que es difícil encontrar a alguien que esté en la misma sintonía que tú, especialmente cuando todavía estamos tratando de averiguar quiénes somos y qué queremos. A veces, esas relaciones cortas son necesarias para conocernos mejor a nosotros mismos.

Asentí, sintiendo una conexión en nuestras palabras. La conversación era sincera y reveladora.

-Exactamente. A veces siento que hemos estado tan ocupados buscando una conexión real que nos olvidamos de disfrutar el proceso y aprender de él.

Josh sonrió, su mirada cálida.

-Sí, y es bueno saber que no somos los únicos que hemos pasado por esto. Al final, supongo que cada experiencia nos prepara para lo que está por venir.

-Oye, mencionaste antes que eres de Bogotá. ¿Cómo es vivir allá? Nunca he estado en Colombia, pero me encantaría conocer más sobre tu ciudad.

Josh sonrió, claramente entusiasmado por hablar de su hogar.

-¡Bogotá es increíble! Es una ciudad vibrante, llena de cultura y modernidad. Hay una gran cantidad de museos, parques, y la comida es fantástica. El clima también es genial; es templado durante todo el año, sin embargo aproximadamente de entre 9 a 5 hace un clima templado y se siente algo de calor, lo que es un gran cambio respecto al calor que hace aquí en Aguascalientes.

Lo miré con interés, queriendo saber más sobre su experiencia.

-Eso suena genial. ¿Qué es lo que más extrañas de Bogotá mientras estás aquí?

Josh se rascó la barbilla pensativamente antes de responder.

-Bueno, definitivamente extraño la comida. Los ajiacos y las arepas son insuperables. También echo de menos la calidez de mis amigos. Aunque aquí he conocido personas geniales, siempre hay algo especial en la forma en que la gente cercana de mi ciudad se relaciona entre sí.

-Entiendo eso. A veces, las pequeñas cosas que solíamos dar por sentadas en casa son las que más extrañamos. -Sonreí-. ¿Y qué tal Aguascalientes? ¿Cómo te ha parecido hasta ahora?

Josh pensó por un momento antes de responder.

-Me gusta mucho. Aguascalientes tiene un encanto tranquilo, especialmente comparado con Bogotá. La gente es amigable y hay una buena mezcla de tradición y modernidad. Me sorprendió un poco el tema de la seguridad; Bogotá suele tener un mayor nivel de inseguridad en las calles, pero aun así tiene mucho que ofrecer.

-Sí, no te diré que aquí es un lugar súper seguro, pero al menos en mi experiencia, jamás he pasado por un momento de inseguridad o algo parecido. No digo que no exista, pero al menos a mí nunca me ha pasado nada. Aunque sí hay que tener cuidado con los lugares a los que vas y en los que entras, sobre todo si sabes que hay zonas con mala fama. -Me reí-. Aunque Aguascalientes puede ser más pequeña comparada con Bogotá, tiene su propio ritmo y personalidad.

Josh asintió, con su expresión relajada.

-Exactamente. También he notado que hay una gran variedad de comida aquí. Aunque no he probado tantos platillos mexicanos como quisiera, lo que he probado ha sido excelente. -Sonrió-. ¿Tienes algún lugar favorito aquí en Aguascalientes?

-Sí, hay varios. Me gusta mucho ir al centro histórico, especialmente por la tarde. También disfruto de los mercados locales; es una buena manera de experimentar la vida cotidiana y probar comidas frescas. -Hice una pausa-. ¿Hay algo que te haya sorprendido particularmente sobre la vida en Aguascalientes?

Josh se rió suavemente.

-La tranquilidad del lugar me sorprendió. Aunque es una ciudad con su vida social, la sensación de paz es algo que no esperaba. También me sorprendió la calidez del clima durante el día. ¡Es mucho más cálido que Bogotá!

-Sí, el clima puede ser un cambio grande. -Me reí-. A veces, el calor es difícil de acostumbrarse, pero al final te terminas adaptando.

Josh asintió, su mirada mostrando aprecio por la conversación.

-Definitivamente. Y creo que es genial que estemos aquí, intercambiando historias de nuestras ciudades. Es una forma maravillosa de conectar, ¿no crees?

-Totalmente. -Respondí con una sonrisa-. Me alegra que hayamos tenido la oportunidad de hablar así. A veces las mejores conexiones se forman en los momentos más inesperados.

La conversación continuó mientras seguíamos disfrutando del aire fresco del balcón. La noche seguía siendo joven, y mientras charlábamos sobre nuestras vidas y experiencias, me sentía cada vez más conectado con Josh. Era una conversación sincera que me dejaba con una sensación de gratitud por haber conocido a alguien con quien compartir estas charlas.

-¿Te gustaría retomar nuestro recorrido turístico después de los exámenes? No pude mostrarte más cosas hace unas semanas, pero tal vez después de los exámenes pueda enseñarte algunos lugares interesantes.

-¡Sí! Eso me encantaría, realmente me gustaría ir contigo. -Sonrió.

-¿Te gustan los castillos medievales? Hay un castillo aquí y posiblemente te agrade. Es bonito, y tal vez podamos entrar o ver algo similar.

-Eso me encantaría. -Dijo muy emocionado. Yo solo besé su mejilla. Tenía ganas de hacerlo.

Ambos estábamos muy cerca; sus labios a solo centímetros de los míos, y podía sentir su cálida respiración acariciando mi piel. A pesar de la tensión en el aire, no pude evitar sonreír.

-Quiero besarte -susurré, casi sin aliento.

-Hazlo -respondió con una suave sonrisa mientras sus manos se deslizaban lentamente por mi cuello.

Me estremecí ante su toque, pero mantuve mi compostura.

-No te negaré que lo deseo -admití-, pero no soy fan de hacerlo cuando estoy borracho... Quiero recordar cada segundo cuando te bese.

Ambos nos separamos rápidamente al escuchar la voz de mi hermano.

-Nico, mamá está llamando para saber si ya vamos a casa. -Dijo, sosteniendo su teléfono móvil en la mano.

-Dile que sí, que nuestro abuelito Mario vendrá a recogernos. -Le respondí. Luego me volví hacia Josh, que estaba a mi lado-. ¿Te gustaría que te lleve a tu casa? Si prefieres, puedo pedirle a Oliav que le avise a mi abuelito para que te lleve también.

Josh vaciló por un momento, dudando.

-No, no quiero molestarte. -Dijo con una sonrisa-. No quiero que tengas que cambiar tus planes por mí.

Sin embargo, yo estaba decidido a asegurarme de que Josh llegara a casa sin problemas. Miré a mi hermano, que ya estaba a punto de hacer la llamada.

-Oliav, por favor, dile a abuelito Mario que si no es mucha molestia, también lleve a Josh a su casa. -Le pedí.

Oli asintió y se alejó para hacer la llamada. Josh me miró con una expresión de gratitud.

-En serio, no quería causar ningún problema. -Dijo.

-No es un problema en absoluto. -Sonreí-. Me alegra tener la oportunidad de pasar más tiempo contigo. Además, es una forma de agradecerte por venir esta noche.

Poco después, Oli regresó, confirmando que todo estaba arreglado. Mi abuelito Mario llegaría pronto para llevarnos a todos a casa. Josh y yo salimos al exterior, donde esperábamos el coche.

-Gracias por ser tan considerado. -Dijo Josh con tono sincero-. Me has hecho sentir muy bienvenido.

-De nada. -Respondí-. Me alegra que hayas disfrutado la noche.

Estar en casa era reconfortante; me sentía a gusto en mi cama, con mi pequeña Layla acurrucada a mi lado. Sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que habíamos hablado en la casa de Luis, ni en cómo había actuado de manera tan... ¿coqueta? Le había confesado, en un estado de semiebriedad, que quería besarlo. No era un secreto que me sintiera obligado a ocultar, y, siendo sincero, sí deseaba besarlo, pero no en ese estado. Quería que el momento fuera memorable.

Miré mi teléfono y le envié un mensaje avisándole que ya había llegado a casa. No me respondió, así que supuse que ya estaba dormido. Me quedé mirando la pantalla hasta altas horas de la madrugada. Aprovechando que era sábado, decidí dormir hasta tarde, finalmente apagando la luz alrededor de las tres de la mañana. No me juzgues, siempre he sido un búho.

Al despertar, el sol ya estaba alto en el cielo, filtrándose a través de las cortinas y pintando la habitación con un cálido resplandor. Layla, siempre madrugadora, ya estaba despierta, moviéndose inquieta a mi lado. La acaricié suavemente mientras mi mente volvía a los eventos de la noche anterior.

Me levanté lentamente, intentando sacudirme la somnolencia. El recuerdo de lo que había dicho en la casa de Luis seguía presente, y aunque no me arrepentía, había algo en la forma en que lo había hecho que me dejaba un poco inquieto. No era tanto por la confesión en sí, sino por lo que podía significar para nosotros.

Finalmente, decidí levantarme. Después de todo, el día no se iba a detener solo porque mis pensamientos estuvieran enredados. Layla me siguió de cerca mientras me dirigía a la cocina para preparar café. El aroma del café recién hecho siempre tenía la capacidad de calmarme un poco, de hacer que el mundo pareciera más manejable.

Con la taza en la mano, me senté en el sofá y encendí el televisor, buscando algo para distraerme. Pero mi mente seguía regresando a él, a cómo se habían deslizado sus manos por mi cuello, a su suave sonrisa, a la idea de lo que podría haber pasado si hubiera dejado que el momento se desarrollara.

El teléfono vibró en la mesa, sacándome de mis pensamientos. Lo tomé rápidamente, esperando su nombre en la pantalla, pero era solo una notificación de alguna aplicación que había olvidado desactivar. Solté un suspiro y dejé el teléfono a un lado. Decidí que no era el momento de confesarle mis sentimientos, no todavía. Había algo en la anticipación, en la emoción de lo que podría ser, que quería disfrutar un poco más. En lugar de eso, pensé que sería mejor concentrarme en otro plan: la guía turística que había estado pensando para él.

Con el café en la mano y Layla a mis pies, empecé a hacer una lista mental de los lugares que le mostraría en Aguascalientes. Había tantos rincones que me encantaban y que quería compartir con él, lugares que tenían un significado especial para mí y que esperaba pudieran transmitirle algo similar.

Primero, pensé en llevarlo al centro histórico. La Plaza de la Patria, con su fuente y la imponente Catedral Basílica, sería el punto de partida perfecto. La arquitectura y el ambiente del lugar siempre me habían fascinado, y estaba seguro de que a él también le encantaría. Después, podríamos pasear por el Jardín de San Marcos, un oasis de paz en medio de la ciudad. Las tranquilas sendas bordeadas de árboles serían el lugar ideal para una conversación sin prisas.

No podía faltar una visita a los baños termales de Ojocaliente. El relajante calor del agua y el ambiente tan particular de ese sitio lo convertirían en una experiencia única. Podríamos continuar con un recorrido por el Museo Nacional de la Muerte, un lugar intrigante y lleno de historia, que siempre me había parecido fascinante y que sabía que le interesaría.

Y, por supuesto, el atardecer en el Cerro del Muerto. La vista desde allí era algo que no podía describirse con palabras, solo experimentarse. Era un lugar que siempre me había inspirado, y me gustaría estar allí con él cuando el sol se despidiera del día.

Mientras repasaba estos lugares, me di cuenta de que cada sitio que elegía tenía un significado especial, no solo para mí, sino para lo que esperaba construir con él. Este recorrido no sería solo una guía turística; sería un reflejo de lo que quería compartir y, tal vez, una forma de acercarnos aún más.

Sonreí, sintiendo que había dado el primer paso en algo más grande. Aunque aún no le confesaría nada, sabía que este plan era una manera de mostrarle, sin palabras, lo que significaba para mí.

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