↻⊲ Capítulo 13⊳↺

Estábamos listos para irnos a la escuela. Después de despedirnos de mi familia y haber empacado el almuerzo para ambos, caminamos hacia la esquina de mi casa, donde estaba la parada oficial de camiones. Nos sentamos en las banquitas y saqué mis audífonos inalámbricos para poner un poco de música.

—¿Qué vas a escuchar? —sonrió Josh al verme conectar los audífonos a mi celular.

—¿Alguna vez has escuchado a Caifanes? —sonreí y le entregué uno de los audífonos.

—¿Caifanes? —negó levemente y se colocó el audífono.

—Bien, te los presentaré —dije, mientras ponía "Viento", una de mis canciones favoritas junto a "Oye mi amor".

Josh cerró los ojos mientras la música comenzaba a sonar. Lo observé de reojo, esperando su reacción. Había algo especial en compartir canciones que te acompañan en momentos importantes, como si al escucharlas juntos, esos momentos se volvieran compartidos también.

—Está... interesante —dijo tras unos segundos, con una sonrisa medio burlona.

—¿Interesante? —reí, dándole un ligero codazo—. Es todo un clásico, ¿sabes? Deberías apreciarlo más.

—No, en serio, me gusta —respondió, esta vez sonando más sincero—. No suelo escuchar música en español, pero esto suena bien.

—Pues aún te falta mucho por escuchar —le dije, cambiando a "Afuera", otra canción que sabía que le llamaría la atención.

Josh asintió con la cabeza al ritmo de la canción, mientras ambos nos sumergíamos en el ambiente de la parada, con el sol recién asomándose entre los edificios y los camiones que pasaban. El silencio entre nosotros no era incómodo; más bien, estaba lleno de esa comodidad que solo se da cuando conoces bien a alguien.

El camión finalmente llegó, deteniéndose con un chirrido suave. Nos levantamos y, aún con los audífonos puestos, subimos juntos.

Ambos seguíamos escuchando música mientras el camión avanzaba lentamente por las calles. Las canciones de Caifanes aún sonaban en nuestros oídos, pero sentía curiosidad por saber qué era lo que Josh escuchaba en su tiempo libre. No lo había visto escuchar música tantas veces, así que aproveché la oportunidad.

Saqué mi teléfono, pausé la canción y se lo entregué.

—Ahora quiero escuchar lo que tú sueles oír —dije, con una sonrisa divertida.

Josh me miró, algo sorprendido, y luego desvió la vista al teléfono que le había pasado. Sus dedos dudaron por un momento sobre la pantalla. Pude notar una ligera vergüenza en su expresión, como si estuviera pensando si realmente debería poner lo que le gustaba.

—Bueno, esto es un poco diferente a lo que escuchas tú... —murmuró mientras comenzaba a buscar entre sus listas de reproducción.

—No te preocupes, seguro me gustará —respondí con confianza, aunque la curiosidad ya me picaba bastante.

Finalmente, tras unos segundos, Josh seleccionó una canción. El sonido de ritmos rápidos y electrónicos llenó mis oídos, acompañado por una energía que me hizo sonreír casi al instante. Reconocí el estilo, pero nunca había escuchado algo de ellos directamente.

—Stray Kids —dijo él, ahora más relajado—. Es mi grupo favorito.

—Me gusta —respondí, mientras asentía al ritmo de la música—. Tienes buen gusto.

Josh soltó una pequeña risa, tal vez aún un poco avergonzado, pero la sonrisa que se formaba en su rostro mostraba lo mucho que le importaba esa música. Lo miré de reojo y me di cuenta de lo importante que era para él compartir algo tan personal conmigo.

—¿De verdad? Pensé que dirías que es raro —comentó, su tono algo más ligero.

—Para nada —respondí, dándole un suave golpe con el hombro—. Además, si es algo que te gusta, ya tiene mi aprobación.

Josh me devolvió la sonrisa, y juntos seguimos escuchando las canciones de su playlist, disfrutando del viaje y la conexión que se formaba a través de la música compartida.

El camión seguía su ruta, el paisaje pasando lentamente por la ventana, pero en ese momento estábamos en nuestro propio mundo, conectados por los ritmos de Stray Kids que llenaban nuestros oídos. Cada canción parecía tener una energía única, y aunque era distinto a lo que solía escuchar, había algo en la música que me hacía entender por qué era su favorita.

—Esta canción es "God's Menu" —dijo Josh, mirando hacia la ventana, aunque claramente estaba atento a mi reacción—. Es una de las más populares.

Asentí, dejándome llevar por la intensidad de la música. Los cambios de ritmo, los coros pegajosos, todo encajaba perfectamente. Era el tipo de canción que te inyectaba energía, como si pudieras enfrentarte a lo que fuera.

—Esto es increíble —dije después de un rato, sonriendo—. Tiene algo... no sé, que te llena de energía. Ya entiendo por qué te gusta tanto.

Josh me miró, sorprendido, como si no esperara esa respuesta tan positiva.

—¿En serio? —preguntó, con una pequeña sonrisa que no pudo disimular—. Pensé que sería demasiado para ti.

—Para nada. Aunque... creo que va a tomarme un tiempo entender la letra —me reí, haciéndolo reír a él también.

—Eso puedo solucionarlo. Si quieres, te enseño algunas palabras en coreano —bromeó, aunque en el fondo sabía que lo decía en serio.

—Me parece justo —respondí, dándole un leve empujón con el hombro—. Pero primero me voy a aprender los nombres de los integrantes, ¿no?

Josh soltó una carcajada, y fue en ese momento cuando me di cuenta de lo mucho que le gustaba hablar de esto. Le brillaban los ojos, y esa pasión era contagiosa.

—¡Lo harás! Ya verás, te va a encantar tanto como a mí —dijo, lleno de entusiasmo.

Pasaron algunas canciones más y cada una me sumergía un poco más en su mundo. No era solo la música, sino el hecho de que Josh estaba compartiendo algo que amaba conmigo, algo que lo hacía sentir vivo.

—¿Sabes? —dije, después de un rato en silencio—. Es curioso cómo la música puede decir mucho de una persona. Ahora siento que te conozco un poquito más.

Josh se quedó pensativo por un momento, como si procesara mis palabras.

—Supongo que sí. Nunca lo había pensado, pero... tienes razón. —Sonrió, y luego agregó—. Lo mismo digo, con tus canciones de Caifanes.

Nos miramos en silencio, compartiendo esa especie de entendimiento silencioso que solo surge cuando compartes algo tan personal. No era necesario decir más; la música había hecho su trabajo.

Cuando el camión finalmente se detuvo frente a la escuela, ambos nos quitamos los audífonos al mismo tiempo, sincronizados de una manera casi natural.

—Gracias por mostrarme tu mundo —dije, mientras bajábamos.

—Gracias por dejarme entrar en el tuyo —respondió Josh, sonriendo de esa manera que siempre lograba hacerme sentir cómodo.

Comenzamos a caminar hacia la entrada de la escuela, y aunque el día apenas empezaba, algo me decía que hoy iba a ser diferente. Tal vez fue la música, tal vez fue la compañía, pero una cosa era segura: estar junto a Josh siempre hacía que todo se sintiera más ligero, más fácil.

Después de pasar por la entrada de la escuela, el bullicio del lugar nos recibió. El sonido de los estudiantes conversando, los pasos apresurados por llegar a clase, y el eco de las risas por los pasillos nos envolvieron. Josh me dio un último empujón suave con el hombro antes de irse.

—Nos vemos más tarde, ¿vale? —me dijo con esa sonrisa que parecía iluminarlo todo.

—Sí, nos vemos después —respondí, intentando mantener la calma, aunque mi corazón latía un poco más rápido de lo normal.

Lo vi alejarse mientras se dirigía a sus clases. Me quedé parado un momento, observando su figura desaparecer entre el mar de estudiantes, y cuando ya no pude verlo más, me di cuenta de que estaba sonriendo solo como un tonto. Todo el rato que habíamos pasado juntos en el camión seguía repitiéndose en mi cabeza: la música, las conversaciones, esa conexión que había sentido.

Sacudí la cabeza para despejarme y comencé a caminar hacia el área de psicología, donde tenía mis clases. Pero en el fondo, no podía dejar de pensar en Josh. ¿Debería decirle lo que siento? La pregunta se instaló en mi mente, y aunque traté de ignorarla, era inútil. Sabía que mis sentimientos por él ya no eran solo algo pasajero o una simple amistad. Me importaba más de lo que quería admitir, y cada momento que pasaba con él lo hacía más obvio. Los pequeños gestos, las miradas, las sonrisas... todo me decía que había algo más, pero no tenía idea de cómo abordar el tema. ¿Y si no sentía lo mismo? ¿Y si lo arruinaba todo entre nosotros?

Entré al edificio de psicología y me dirigí hacia el aula, pero mi mente estaba en cualquier lugar menos en mis clases. Me sentía nervioso solo de pensarlo, como si el simple hecho de ponerle palabras a mis sentimientos pudiera hacer que algo cambiara. Me senté en mi lugar habitual, sacando mis apuntes y el libro que necesitaba para la clase, pero las palabras en las páginas parecían estar en otro idioma. ¿Debería decírselo de una vez? La idea de mantenerlo en secreto para siempre me asustaba aún más, pero al mismo tiempo, el miedo de perder su amistad si las cosas no salían bien me hacía dudar. Josh y yo teníamos una conexión especial, y no quería poner eso en riesgo.

Suspiré, apoyando la cabeza sobre mi mano mientras el profesor comenzaba la clase. El sonido de su voz era un eco distante en mis oídos. Mis pensamientos seguían revoloteando alrededor de la misma pregunta. Quizás... tal vez debería esperar un poco más. Ver cómo se desarrollaban las cosas entre nosotros. Aunque había señales, no estaba seguro de si Josh sentía lo mismo. Tal vez algún día se daría el momento adecuado para hablar de ello, pero por ahora, solo necesitaba disfrutar de lo que teníamos. Aun así, esa incertidumbre seguía latente, como un pequeño nudo en mi pecho que no sabía cómo desatar.

Al llegar la hora del almuerzo, la cafetería de la universidad estaba tan llena como siempre. El calor afuera, típico de Aguascalientes, hacía que todos buscaran refugio en el aire acondicionado del edificio. Me encontré con Josh, Luis, Anyelin y Noemí en nuestra mesa habitual, donde ya habían comenzado a charlar. Josh me saludó con una sonrisa y me hizo un gesto para que me sentara a su lado.

—¡Ya era hora, Nico! —bromeó Luis—. Estamos teniendo una conversación crucial sobre nuestros crushes más cuestionables.

Me senté junto a Josh y tomé mi bandeja.

—¿Crushes cuestionables? —pregunté, levantando una ceja.

—Sí, ya sabes, esos crushes que no tienen mucho sentido o que te da un poco de pena admitir —explicó Anyelin—. Pero todos tenemos al menos uno.

Crushes cuestionables. Me acomodé en mi asiento, tratando de actuar relajado, aunque por dentro ya sentía que este tema iba a meterme en problemas.

—Ok, entonces, ¿quién empieza? —pregunté, queriendo mantener la conversación lejos de mí.

Josh fue el primero en hablar, como si no tuviera ningún problema con el tema.

—De niño, tenía un crush con Shego, de Kim Possible —admitió, sonriendo—. No sé, siempre pensé que era genial. Incluso siendo la villana.

Nos reímos un poco, y luego Luis tomó la palabra.

—Yo tenía un crush con Bellatrix Lestrange. Sé que era malvada y todo eso, pero había algo en su locura que me atraía.

Anyelin puso los ojos en blanco, aunque seguía sonriendo.

—¿En serio? Bellatrix —dijo—. Al menos podrías haber elegido una villana que no te matara por diversión.

—Eso es parte de su encanto, supongo —respondió Luis, encogiéndose de hombros.

Noemí aprovechó para intervenir.

—Bueno, yo siempre tuve un crush con Anakin Skywalker. Y no me refiero al Anakin del Episodio II, sino al del Episodio III. Sabía que estaba camino a convertirse en Darth Vader, pero algo en él siempre me gustó.

—Esos ojos amarillos —comentó Anyelin, riendo—. Es imposible resistirse.

Y entonces, como si lo hubieran planeado, todos me miraron al mismo tiempo.

—¿Y tú, Nico? —preguntó Noemí, con una sonrisa cómplice—. Seguro que tienes un crush cuestionable.

Aquí vamos, pensé. Mi corazón empezó a latir más rápido mientras me debatía entre decir la verdad o inventar algo. Decidí que la mejor estrategia sería usar la verdad, pero disfrazarla un poco. Me llevé el vaso de jugo a los labios, intentando ganar tiempo, pero claro, terminé ahogándome con el líquido.

Josh me dio unas palmaditas en la espalda, riéndose.

—Tranquilo, no es para tanto, puedes decirnos —dijo, con esa sonrisa que solo hacía que me sintiera más nervioso.

Entre toses, finalmente logré responder.

—Bueno, um... siempre me gustaron los personajes tipo Anakin Skywalker —dije, todavía recuperándome—. Ya sabes, alguien que está dividido entre el bien y el mal.

Todos asintieron, pero Luis se inclinó hacia adelante, con una mirada traviesa.

—¿Solo Anakin? ¿O tienes algún otro crush que encaje en ese perfil?

—Ugh... Draco Malfoy también —admití, rodando los ojos.

—¡Lo sabía! —gritó Anyelin, riendo—. ¡Tú eres del equipo de los villanos!

—No son villanos, solo mal entendidos —respondí, alzando las manos en defensa—. Además, también me gustaba Percy Jackson cuando intenta ahogar a la diosa del veneno con su propio veneno. Eso fue épico.

Luis se echó a reír, golpeando la mesa.

—Eso es un crush cuestionable si he escuchado alguno —dijo, todavía riéndose.

—Oye, no es tan raro —me defendí—. Es que ese momento muestra cuán lejos estaba dispuesto a llegar para proteger a los suyos. ¿Quién no querría a alguien así de leal?

—De acuerdo, de acuerdo, Percy tiene su encanto —concedió Noemí, sonriendo.

Me reí junto con ellos, aunque por dentro todavía me sentía aliviado. Había salido bien, pero definitivamente había estado cerca. Miré de reojo a Josh, quien seguía sonriendo mientras mordía su sandwich. Lo cierto es que mi verdadero crush estaba sentado justo a mi lado.

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