↻⊲ Capítulo 1 ⊳↺
En un mundo con más de 7,951 millones de personas, encontrar a tu alma gemela parece casi imposible, especialmente en un pequeño estado como Aguascalientes, México. Sin embargo, cuando dos almas están destinadas a encontrarse, las probabilidades y la lógica se desvanecen. A través de una conexión inexplicable y una sensación de familiaridad que desafía al tiempo y la razón, dos personas descubrirán que el amor verdadero no se encuentra buscando entre millones, sino estando listo para reconocer esa chispa cuando finalmente aparece. Enfrentando pruebas, dudas y los caprichos del destino, aprenderán que lo más difícil no es encontrar a esa persona especial, sino mantenerla en un mundo lleno de incertidumbres.
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Nunca fui de los que creían en el destino. A mis 22 años, mientras caminaba por los pasillos de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, con mi mochila colgando del hombro y mis libros de psicología apretados contra el pecho, mi mente estaba más ocupada en las teorías de Freud y los casos clínicos que en la idea de encontrar el amor.
Soy un chico sencillo, con una mirada que dicen es profunda y una sonrisa que aparece rara vez, pero que, cuando lo hace, ilumina todo a mi alrededor. Aguascalientes, con su encanto provinciano y su ritmo tranquilo, siempre me ha parecido el lugar perfecto para alguien como yo, alguien que prefiere el sonido de las páginas de un libro al bullicio de una gran ciudad.
Pero hoy, algo se siente diferente. Mientras atravieso el campus, paso junto a un grupo de estudiantes que discuten animadamente sobre una película romántica. Sin saber por qué, las palabras "alma gemela" resuenan en mi cabeza, como si una parte de mí, oculta y silenciosa hasta entonces, hubiese despertado.
Las clases transcurren como de costumbre, pero no puedo sacudirme esa sensación extraña. En uno de mis descansos, decido ir al pequeño café que está justo al lado de la universidad, un lugar que he visitado un sinfín de veces para recargar energías con una taza de café antes de seguir con mis estudios. Es una especie de ritual, una pausa en medio de la vorágine del día.
— Nico —me llamó Luis al momento de entrar a la cafetería. No negaré que me sacó una leve carcajada; este idiota no podía vivir ni un solo segundo lejos de mí.
— ¿Ahora qué pasó? —pregunté mientras me acomodo en la silla. Luis y yo somos mejores amigos desde el kinder; nos conocimos muy pequeños y somos inseparables.
— La pinche maestra no me aceptó el trabajo; dijo que no era lo que esperaba, pero le entregué lo mejor que pude. Además, ¿Cómo mierda no va a ser bueno mi trabajo? —Luis estudia diseño gráfico, y lo que yo sé de ese tema es lo mismo que él sabe de las teorías cognitivas, así que sí, básicamente estamos jodidos.
— Dios, ¿por qué siempre me preguntas eso? No sé cómo funciona esto, y además, si yo te digo que está chingón tu trabajo, me vas a decir que "eso es cierto, pero la maestra Guillermina no sabe apreciar tu arte", y sabes que no lo entiendo. Pero, a ver, muéstramelo —
El dibujo no es malo, para mí gusto diría que tiene un bonito concepto, tomando en cuenta que es un paisaje de una serie que vió hace poco.
— Mira, Luis —dije mientras trataba de calmarlo—. No te estreses tanto. A veces la gente no entiende lo chido que es tu trabajo.
— Sí, ya sé —suspiró, pasando una mano por su cabello despeinado—. Pero me esfuerzo un chingo y la maestra no lo ve. ¿Qué onda con eso?
— A lo mejor no sabe apreciar lo que haces —le respondí, tratando de hacer que viera el lado positivo. — Tú haces cosas increíbles, y si no lo ve, pues que se lo guarde.
— Tú sí sabes cómo levantarme el ánimo —dijo, soltando una risa a medias.
— Eso intento —sonreí. — Además, tengo algunas ideas que podrían ayudarte. ¿Has pensado en hacer algo diferente para tu próximo proyecto?
— Sí, pero no sé por dónde empezar —admitió, frustrado.
— ¿Qué tal si pruebas algo más conceptual? —sugerí. —
— Eso podría funcionar—dijo, pensativo. — Pero no sé si la maestra lo entendería. A veces creo que solo quiere ver cosas más "estéticas".
— No te preocupes por eso —le dije, animándolo—. Recuerda que ellos solo intentan guiarnos y ofrecernos consejos. Además, puedes hacer algo que te guste y usar los consejos de la maestra.
— Tienes razón—respondió, sonriendo un poco—. Gracias, Nico. Siempre sabes qué decir.
— Para eso están los amigos —le contesté—. Y si necesitas ayuda, aquí estoy.
— ¡Perfecto!—exclamó, ya más animado—. ¿Te gustaría darme tu opinión cuando tenga algo listo?
— Claro, siempre estoy aquí para ti—respondí—. Vamos a hacer que tu proyecto brille.
Luis asintió, y una sonrisa volvió a aparecer en su rostro. En ese momento, me di cuenta de lo importante que era nuestra amistad. Con todo lo que estaba pasando, siempre podía contar con él, y viceversa.
Mientras veía a Luis relajarse un poco, no pude evitar sentir una pequeña chispa de felicidad. Pero, en el fondo, mi mente seguía dándole vueltas al tema de las almas gemelas.
— ¿Y si nunca llego a conocer a alguien especial? —pensé en voz alta, aunque sabía que sonaba un poco melodramático. Si Dios no me dio la relación de preparatoria y no funcioné con algunas personas, menos me va a dar el noviazgo de universidad.
Me reí de eso. Tenía que ser realista; por el momento, lo más importante eran mis estudios y salir pronto de la universidad.
Decidí ponerme los audífonos y me dejé llevar por las melodías de "Tu jardín con enanitos" de Melendi. La música siempre me ayudaba a concentrarme y, de alguna manera, me recordaba que las cosas buenas llegan cuando menos las esperas.
Mientras escuchaba la canción, abrí mi computadora y comencé a revisar algunas tareas de la clase de Psicología del Desarrollo. La maestra siempre ponía trabajos interesantes, pero también desafiantes. Sabía que tenía que dar lo mejor de mí para que no se fuera por la borda el esfuerzo de todos estos años.
Con cada tarea que revisaba, me sentía un poco más tranquilo. Al final del día, lo más importante era avanzar y disfrutar del viaje, aunque el amor se quedara en segundo plano por ahora. Revisaba mis tareas, me sumergí en el contenido de la materia. La Psicología del Desarrollo siempre había sido fascinante para mí. Las teorías sobre cómo evolucionamos a lo largo de nuestra vida y las etapas que todos pasamos me hacían reflexionar sobre mi propia historia.
De repente, una notificación de mi computadora interrumpió mis pensamientos. Era un mensaje de uno de mis compañeros de clase, preguntando si íbamos a estudiar juntos para el próximo examen. Sonreí al leerlo. Aunque no era el tipo de interacción que buscaba, siempre era bueno tener a alguien con quien repasar.
— Bueno, Nico, una cosa a la vez —me dije a mí mismo—. Primero, termina estas tareas y luego ves qué haces.
La canción seguía sonando en mis oídos, y las letras parecían resonar con mis pensamientos. A medida que avanzaba en mis trabajos, me sentí un poco más tranquilo. Había mucho que aprender, y me daba cuenta de que cada tarea me acercaba un poco más a mis metas.
Sin darme cuenta, el tiempo pasó volando. Terminé de revisar una tarea y me sentí satisfecho. Pero, al mirar el reloj, me di cuenta de que era hora de tomar un descanso.
Decidí hacer una pausa y me levanté de la silla. Caminé hacia la ventana y miré hacia la calle. Aguascalientes se veía animada, con la gente caminando y disfrutando del día. Sentí un ligero alivio al ver que el mundo seguía su curso, ajeno a mis preocupaciones.
— Bueno, Nico, ya hiciste un buen trabajo hoy —murmuré para mí mismo.
Con renovada energía, volví a mi escritorio y abrí la siguiente tarea. Era un análisis sobre el desarrollo emocional en la adolescencia, un tema que me intrigaba profundamente. Mientras escribía, una sonrisa apareció en mi rostro, sabiendo que cada paso que daba era un avance en mi camino académico. La sensación de logro era suficiente para motivarme a seguir adelante.
★
El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, pintando el cielo de tonos anaranjados y morados mientras me sentaba en uno de los jardines de la universidad. La atmósfera era tranquila, y el sonido de las hojas meciéndose al viento creaba un ambiente perfecto para leer. Tenía en mis manos un libro que había estado esperando terminar desde hacía semanas, pero mis pensamientos seguían divagando hacia el examen que se acercaba.
Estaba sumergido en la lectura cuando sentí una presencia a mi lado. Al levantar la vista, vi a Anyelin acercándose con su característica energía.
— ¡Hola, Nico! —saludó con una sonrisa—. ¿Estás estudiando o solo disfrutando del paisaje?
— Un poco de ambas —respondí, cerrando el libro—. Solo revisando el tema para el examen de Psicología del Desarrollo. ¿Y tú?
— Ah, yo también. Pero ya me estoy agobiando. Hay tantas teorías que recordar —dijo, sentándose a mi lado—. Aunque, para ser sincera, no puedo dejar de pensar en el nuevo anime que salió.
— ¿Cuál? —pregunté, curioso.
— Se llama "Jujutsu Kaisen". ¡Está increíble! Los personajes son geniales y la animación es de otro nivel —respondió, entusiasmada.
— ¡No me digas! La primera temporada me encantó. ¿Ya viste la segunda?
— Sí, la estoy siguiendo al día. También he estado viendo K-dramas, como "Crash Landing on You". Es tan romántico y divertido a la vez —comentó, con una expresión soñadora.
— No he visto ese, pero he oído que es buenísimo. Últimamente he estado atrapado con "Itaewon Class". ¡Esa serie es un viaje! —dije, sintiendo la emoción de hablar de algo que ambos disfrutábamos.
Anyelin asintió rápidamente, sus ojos brillando con entusiasmo.
— ¡Exacto! Y ni hablemos de los videojuegos. Estoy jugando "Final Fantasy VII Remake" y no puedo dejar de pensar en lo épico que es.
— ¡Esa es una obra maestra! La música, los gráficos... es todo un deleite. — me reí—. También estoy en una fase de "The Legend of Zelda". La historia es tan envolvente.
— La música de Zelda es legendaria. Siempre que la escucho, me transporta a mi infancia —respondió con nostalgia.
La conversación fluyó de manera natural entre nosotros, moviéndonos de un tema a otro. Hablamos de nuestras bandas favoritas, de los libros que habíamos leído recientemente y de las canciones que no podíamos dejar de escuchar. Era un recordatorio perfecto de por qué me gustaba tanto pasar tiempo con Anyelin: compartíamos intereses similares y nos entendíamos de inmediato.
Mientras el cielo se oscurecía, me sentí afortunado de tener a alguien como ella con quien compartir estas pequeñas cosas. La jornada de escuela podía ser pesada, pero momentos como este hacían que todo valiera la pena.
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