Día cinco: Promesas
Au mafia
El ruido de los tacones hacían eco en la madera cada paso que daba era más ruidoso que el anterior. Caminaba con elegancia y seguro de si mismo. Una seguridad envidiable y hasta cierto punto daba temor.
Nunca pensó que llegaría el momento de decirle adiós a todo lo que hizo, a todo lo que tuvo que sacrificar y a todo lo que está echando por la borda. Pero, si de algo estaba seguro es que no se lamentaría pues lo estaba haciendo por algo y por alguien.
No por nada conoció a ese chico de cabellos flama y ojos hipnóticos que trabajaba en una farmacia, no por nada falsificaba las recetas medicinales para que pudiera seguir viéndolo, así que sí, por Kyojuro dejaría todo.
— ¡Akazaaaa!— Exclama un rubio de ojos arcoíris.
El mencionado se da la vuelta y recibe torpemente el "abrazo" de su compañero.
— ¿A dónde vas con tanta prisa?— Le pregunta sonriente. El pelirosa muestra una mueca de disgusto, se remueve hasta soltarse del abrazo.
— Voy a ver al jefe, ¿Esta en su oficina?— Cuestiona. El rubio se queda pensativo para después sonreír.
— El jefe siempre está en su oficina, es una pena que ya no nos podamos divertir como antes — Menciona pegándose cuál chicle al rostro del de menor estatura.
— Ugh, para mí es un honor no tener que ver tu horrenda cara —
— ¡Oh vamos! Para mí es una inmensa tristeza que dejes todo por ...¿Cómo se llamaba? Ah si, Kyojuro —
Desde que le ha servido a la mafia uno de los inconvenientes que siempre ha tenido que lidear es, que aunque quieras tener todo bajo secreto siempre te tienen en la mira. No hay nada que puedas mantener oculto siempre todos se enteran.
Akaza agarra de la solapas la camisa de Douma con fuerza.
— Escúchame bien no te acerques a el, no lo toques
— Akaza tranquilo, jamás le haría daño, mucho menos a esa mariposita que tienes en tu casa — Le guiña el ojo.
Los ojos del pelirosa se agrandan y lo sujeta con más fuerza hay peligro en sus ojos, aquella insinuación solo le da a entender que va por su hija y no lo puede permitir. Sabe el extraño fetiche que tiene el tipo con las mujeres.
— Si la tocas te juro, te juro por todo lo que estoy dejando que te mato — Lo amenaza para después soltarlo.
— ¡No te preocupes eso no sucederá!— Exclama con alegría desde donde está viendo como el menor se va.
Soyama sabía la clase de problemas que tendría una vez que dejara la mafia, los beneficios de ella ya no los tendría como en un principio le fueron otorgados.
El, tiene que proteger a su familia cueste lo que cueste. Se lo prometió a Kyojuro y para poder vivir una vida pacífica, sin muertes, sin secuestros, sin cobrar, sin persecuciones y sin miedo le prometió a su esposo salir de su trabajo con tal de darle la vida que le prometió.
Y por eso, se encontraba frente a la oficina de su jefe. Muzan, un hombre sin escrúpulos, un hombre de lo más cruel, alguien egocéntrico que no tenía la más mínima empatía sobre la vida, alguien que observaba la ciudad desde un sillón rojo de cuero mientras bebía una copa de vino y en una mano llevaba una pistola. Así era Muzan y justamente así lo esta viendo.
Se arrodilló cabizbajo sin voltear a verlo el ruido de la ciudad lo acompañaba y en cierta parte le daba la tranquilidad y la valentía de enfrentarse al pelinegro. Espero dos minutos y cuando sintió que el contrario lo miraba alzó la vista.
— Akaza — Pronunció su nombre.
— Mi señor — Respondió con nervios. Los ojos rojos lo penetraban profundamente.
— Rara a la vez apareces por aquí, solamente cuando hago una reunión es cuando te veo y cuando me informas tu bitácora. Pero hoy es el día de descanso, todos salen por ahí a embriagarse en un bar, tener sexo con las prostitutas del distrito rojo, fiestas y más fiestas pero tú...estás aquí.
Soyama escuchaba con atención cada palabra dicha por el otro, cada palabra se encajaba como una daga una y otra sin dejarlo respirar, eran como balas.
Kibutsuji bebió de la última gota de su copa y volvió a posar su vista a un recuadro grande.
— Ah, el maestro Keizo. Lo recuerdo muy bien entrenaba a mis demonios a cambio de seguridad y dinero para comprar las medicinas de su hija, Koyuki ¿Lo recuerdas Akaza?— Preguntó.
— ... Sí mi señor — Confirmó apretando sus puños.
Dolía un infierno, era su antigua familia antes de ser masacrada por el "rey demonio" como solían llamarlo las demás organizaciones, quién ahora veía el cuadro con una sonrisa estúpida. Cuando era niño conoció a un señor que enseñaba artes marciales en una escuela de gran elite, Akaza era un niño pobre que vivía en las calles y cuando fue atrapado por robar una manzana ese señor llamó su atención.
Keizo, lo adoptó como si un hijo fuera, le dió comida, techo, ropa, educación y sobre todo le encargó la salud de su hija. Koyuki era una niña hermosa y talentosa muchas veces después de hacer sus labores veía a la fémina desde una esquina ver videos antiguos donde ella bailaba ballet, cantaba, y tocaba el chamisen con una alegría inmensa, con un talento que cualquiera que la viera quedaría admirado. La fuerza y la agilidad con la que movía sus piernas al bailad y sus dedos al tocar su instrumento, era envidiable.
Totalmente talentosa.
Pero después Koyuki estallaba en un llanto maldiciendo su enfermedad hasta quedarse dormida, Akaza por su parte compartía el mismo sentimiento, pues el no pudo ayudar con la enfermedad de su padre y es algo con lo que se ha estado arrepintiendo por mucho tiempo.
Ojalá tuviera el poder de atrasar el tiempo e impedir que su maestro entrará a la mafia, ojalá la tuviera para en ningún momento el hubiera entrado a ese trabajo con tal de ayudar a Koyuki, a su prometida. Pero su maestro se enfocaba en hacer lo posible para que tuviera tratamiento a su cáncer.
Sabe que si no lo hubiera hecho estarían en la misma situación, pero es algo imposible, porque aunque el no lo hubiese querido su maestro se aferraria hasta lo más mínimo y sucio como lo es la mafia.
Akaza jamás comprendió porque su maestro decidió tomar esa decisión, porque su maestro siendo una persona fiel a sus principios se rebajaría a ese nivel.
Nunca lo comprendió y si tuviera la posibilidad de preguntárselo por tercera vez tendría la misma respuesta :" No tengo más opciones Akaza"
Ahora su maestro junto con su prometida murieron por traición y por desobediencia a las órdenes dictadas por Muzan, y él como discípulo y sobreviviente le tocó pagar las consecuencias.
— Sé porque estás aquí Akaza, realmente me sorprende que tengas la valentía y la osadía, admiro esa parte tuya muchacho. Pero dime la razón por la que quieres dejar todo — Lo mira. Soyama siente que le falta el aire ¿Así se sentía su maestro antes de morir a manos de este hombre?
El no quiere morir quiere vivir, quiere pasar toda una vida con el amor de su vida, hacerle el amor a Kyojuro tantas veces pueda, pasar tiempo con su hija, vivir la vida que soñó. Así, con dificultad se puso de pie, teniendo cara a cara a Muzan Kibutsuji.
Con la frente en alto y con una decisión que jamás se haya visto.
— Señor le he sido devoto y fiel a usted, he matado por usted, casi muero por usted, pelé por usted, me sacrifiqué muchas veces por usted. Todo ha sido por usted mi señor y usted me ha sido recíproco. — Respira un poco y continúa — Pero, antes mi mente solo era matar y matar no había nadie quien curará mis heridas y tuviera un hombro con el cual llorar, ahora, tengo a alguien, tengo una familia que me necesita. Mi familia me necesita a mi, sano y salvo, sin que cada noche que llegó a mi casa lleve conmigo sangre en mi camisa. Sangre que no es mía. Mi hija y mi esposo son lo más valioso que tengo.
— Tienes razón Akaza, me has sido muy leal a mí. Sin embargo, firmaste un contrato después de la muerte de Keizo lo firmaste con tu propia sangre. No puedes huir de tus responsabilidades —
Siente que es el final ya no habrá marcha atrás seguramente Muzan apuntará con una pistola su frente y adiós. Ni siquiera pudo despedirse de su adorada hija y esposo.
Ni una carta pudo haber escrito, una parte suya creía que su jefe no sería tan despiadado para matarlo sin despedirse de su familia pero era incongruente. Akaza muchas veces vió a viva imagen lo que Muzan era capaz incluso si el matar a un bebé implicaba.
Le dolía, le dolía ese sentimiento más que su mejilla enrojecida por la reciente bofetada.
Ya no vería esos ojos curiosos en forma de búho cada vez que se levantaba. Ese cabello flameante que muchas veces cepillo, la voz de Kyojuro inundando sus sentidos, una voz dulce y angelical.
El sexo mañanero y como lo atrevido que era su esposo al mandarle fotos desnudo cuando terminaba de trabajar. Eso lo animaba y lo encendía.
Las veces que lo hacían fuera del balcón sin pena ajena.
Oh, su hija. Su adorada Ruka. Así la llamaron en honor a la madre de Kyojuro.
Ya no la vería, ya no llenaría su rostro de múltiples besos y abrazos, no la vería crecer, no estaría para ella cuando algún imbécil le rompiera el corazón, no estaría para ellos cuando más lo necesitaran.
Otro golpe fue en dirección a su mandíbula. Escupió sangre, si antes Douma se comportó minutos antes como un "amigo" ahora era lo contrario, no podía levantarse sentía su garganta cerrarse. Su nariz estaba completamente rota debido al puñetazo que fue otorgado por Muzan en un ataque de ira en donde le hablaba sobre lo estúpido que llega a ser uno al enamorarse.
Pero como Akaza solo se enfrascó en recordar recuerdos antes de morir no lo escuchaba.
El último golpe fue en sus costillas, nuevamente escupió sangre. Douma lo agarro de sus cabellos y alzó su cabeza para que mirará por última vez a su jefe.
No le gustaba lo que estaba viendo, se imagino a si mismo morir en un prado con flores y mariposas, vivo, con una pistola en su mano para cuando llegara el momento apuntarse así mismo. Pero no viendo a Muzan.
— Lamento mucho que esto haya terminado así.
El ruido del gatillo se hizo presente...
— No te preocupes, Douma le informará a Kyojuro sobre tu muerte. Dirá que fue en una balacera y desafortunadamente tu cuerpo fue mutilado.
Apuntó.
— Pero te prometo algo Akaza ni Kyojuro ni Ruka tendrán que pagar. Tu hija irá a una universidad prestigiosa y tu esposo tendrá un trabajo como lo había soñado. Con la promesa de que no les haré daño.
Sabía que era una mentira que tarde o temprano se encargaría de su familia. Sabía que Kibutsuji se enteraría sobre su traición, pues se había aliado con el ex esposo de Muzan. Tanjiro Kamado, quién ahora tenía su propia mafia.
Moriría con la certeza de que llegaría a los oídos del pelirrojo y que esté se encargaría de la seguridad de Kyojuro y su hija.
Así que moriría sin preocupaciones...
Su cuerpo cayó inerte mientras un charco de sangre se hacía presente.
No olviden darle sus respectivos créditos al fandomAkaRen (。・ω・。)ノ♡
PD: Necesitaba algo triste...perdón
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