• CAPÍTULO 9 | ENTRE LAS LUCES DE NEÓN.

—¡Hermione Jean Granger! Debemos ir y no vas a poner ninguna excusa, ¿me oíste?

Ginevra Weasley siempre había tenido un carácter de temer, sus hermanos solían decir que poseía el carácter de Molly, pero multiplicado por mil, lo que en resumen significaba correr peligro si te interponías en su camino o le llevabas la contraria en lo que ya se había colado en su cabeza.

La pelirroja y la castaña se habían hecho amigas después de que esta última prácticamente viviera en su casa durante los veranos en el tiempo en que asistían a Hogwarts. Por ende se trataban como hermanas.

Mione, no tiene caso que le lleves la contra. De lo contrario querrá lanzarte algún objeto o alguna maldición confundidora— acotó Luna mientras hojeaba una revista.

Ambas brujas habían invadido el despacho de Hermione y ahora se encontraban paradas en el hall principal del ministerio de magia, pues la castaña sentía que no era apropiado que estuvieran chillando en la mitad del departamento de cooperación mágica internacional, menos de un tema tan banal por el que Ginny decidió ir.

—¡Deja esa revista y ayúdame a convencerla, Luna!—le exigió, consiguiendo que la rubia diera un respingo ante el tono exigente.

La aludida suspiró, cerrando la revista Corazón de Bruja que tenía en la mano y observó a su amiga con aprehensión y expresión de regaño. Ginny era muy terca cuando quería serlo y era difícil decirle que no a la más mínima de sus ocurrencias.

—Por favor, no me dejes sola con Ginny en aquella discoteca, te lo imploro—pidió Luna con apremio, después de todo sólo iría para acompañar a su pelirroja amiga; una discoteca no era para nada su ambiente.

El Galaxy Garden iba a abrir pronto y se había convertido en el bar y discoteca más popular en el mundo mágico. Tenía una reputación muy importante y exclusiva pues la primera casa se hallaba en medio del mundo mágico parisino y ahora habría decidido abrir sus puertas en Londres al notar que las personas con magia también necesitaban de un antro donde relajarse y vivir algunas experiencias muggles que solían suceder a plena noche.

Obviamente que la divertida e intrépida Ginevra necesitaba conocer el ambiente que se vivía en un antro de ese tipo; antes había viajado al mundo muggle sólo para presenciar las desenfrenadas fiestas que celebraban en medio de las luces, el alcohol y las sustancias ilícitas.

—¿Tú por qué quieres asistir? ¿Todo está bien con Harry?— interrogó Hermione de inmediato. No le hacía mucho sentido que a estas alturas de su vida planeara salidas de chicas cuando solía andar siempre colgada del brazo de su flamante esposo.

—¿Acaso no puedo querer un poco de diversión con mis mejores amigas?

—Pues sí, puedes. Pero es raro— dijo Hermione riendo, notando que la aludida había evitado el tema y la pregunta directa que ella había hecho, saliéndose por la tangente.

—¿Entonces es un sí?—La cara de Ginny estaba llena de ilusión y al percatarse de que Hermione accedió dio saltitos como una niña pequeña.

El trío de mujeres caminó hacia la salida, pues la castaña ya debía regresar a trabajar si es que ese día viernes quería salir temprano y alcanzarlas en el sitio acordado a una hora prudente para que Ginny no colapsara de estrés. Tenía que reconocer que le hacía falta una salida de chicas, en la que no tuviera que preocuparse por nada, por nadie, por dar una imagen correcta. Sólo quería disfrutar y reír y sabía que junto a ellas podría hacerlo.

—Nada de ir con estos trajes elegantes, Hermione—le advirtió la pelirroja con expresión intimidante—, te informo que andaré con un vestido en la cartera en caso de que quieras llegar con alguna de esta vestimenta de señora correcta.

—¿Tienes algún requerimiento más?— preguntó la castaña con ironía mientras fruncía en ceño con aprehensión.

—Que uses ese vestido negro con lentejuelas que no usas casi nunca—acotó con expresión coqueta—, ¿cómo sabes si el día de hoy termina siendo un día de cacería para tí?

—Creo que ya está hablando tonterías—sugirió Luna tomando del brazo a la pelirroja—, nos vemos en la noche, Mione.

—Las quiero— contestó Hermione al momento de despedirse de ellas—, nos vemos en la noche ¡llevaré una falda hasta los tobillos!—bromeó para hacer rabiar a su amiga.

El resto del día en el ministerio estuvo tranquilo, se dedicó a firmar papeleo correspondiente a algunos proyectos que ya estaban en marcha y revisó algunos detalles del proyecto «escuelas» para evitar pasar por alto algún requisito impuesto en la reunión pasada.

Muy pronto tenía en mente visitar a sus padres, hacía ya un tiempo que no pasaba por allá y quería mantener el trabajo a raya para evitar que algo del ministerio frenara su paseo a casa de los señores Granger. Extrañaba a su madre en demasía y quería contarle lo orgullosa que se sentía por estar a cargo de actividades tan importantes dentro de su empleo. Deseaba saber como iba la nueva clínica dental que estaban implementando y ayudarles con algo de magia en caso de ser necesario.

Los días viernes todos salían temprano, era una costumbre ya que la mayoría de las personas viajaba o simplemente necesitaba descansar urgentemente después de una semana agotadora. El labor en el ministerio siempre sería intensa y con una carga importante, pues eras la cara visible de la magia ante cualquier conflicto, Hermione sentía el peso sobre sus hombros, no obstante los proyectos iban viento en popa y no permitiría que esa condición cambiara bajo ningún punto.

Decidió que al menos ese viernes dejaría el papeleo en el olvido temprano, quería divertirse, por lo que se iría a casa para tomar un relajante baño de burbujas y sumergirse en el agua para disfrutar de los pequeños placeres de la vida. Caminó por los pasillos haciéndose notar, el sonar de sus tacones no dejaba indiferente a nadie.

Después de todo, era la heroína del mundo mágico, algo que nadie olvidaría jamás. Pasarían los años y se continuaría hablando de ella como si lo que realizó junto a sus amigos años atrás, fuera una proeza reciente.

A veces sentía que necesitaba de una vida más simple, sin preguntas que contestar ni historias que contar. Se preguntaba cómo habría  sido su vida si es que Dumbledore no hubiera golpeado a su puerta esa mañana que jamás olvidaría.

Cuando supo que era una bruja.

—¡Crookshanks!—saludó con efusividad a su animal una vez llegada al apartamento—¿cómo estuvo tu día, cariño? ¿comiste de las croquetas de atún que tu humana te hizo con amor?

Hermione era una creyente férrea de que el amor que sentía por ese animal era lo más sincero que tenía en ese instante. Nadie la amaría y acompañaría de manera más desinteresada que ese gato que tenía desde los trece años.

El animal se quejó luego de mantenerse mucho tiempo en sus brazos y exigió la libertad que tenía hasta antes que ella llegase de la oficina.

—¡A veces dudo si realmente eres feliz al verme llegar a casa! Te recuerdo que el apartamento es mío y tú eres quien debe agradecerme el haberte rescatado de esa tienda con ruido de búhos por todo el lugar.

El gato maulló mientras castaña lo acunó entre sus brazos hasta que logró zafarse de su agarre para volver a jugar en el rascador que le Hermione le había conseguido. La joven suspiró y miró la hora, no quería atrasarse, sin embargo necesitaba un momento de relajación; por ende no dudó en sumergirse en la bañera durante un rato para calmar sus pies y cuerpo agotados por el trabajo.

Luego de un rato sintiendo las pompas de jabón reventar en su piel, se decidió enjuagar con agua tibia y salir del baño para prepararse un bocadillo ligero antes de ir con sus amigas. Habían quedado en juntarse en el centro de Londres para llegar juntas al lugar.

Necesitaba despejar su cabeza, necesitaba un tiempo de desconexión, donde sus pensamientos se pudieran apagar y sólo sentir que su cuerpo era quien disfrutaba, alejado de las ideas que solían recorrer su mente y la atrapaban en escenarios que solían atormentarla en más de una ocasión.

Ahora había tomado el gusto de arreglarse para salir, antes encontraba que la apariencia era algo superficial, sin embargo con el paso del tiempo aprendió a amarse y mimarse a sí misma y concentirse eran cosas necesarias para aceptarse y conocerse. Por lo maquillarse de vez en cuando con colores llamativos se había vuelto una especie de ritual que le estaba comenzando a gustar mucho.

Decidió hacerle caso a Ginny y tomó el vestido que sugirió, se calzó sus tacones favoritos y dentro de su pequeña cartera conjuró el hechizo indetectable de extensión para poder guardar una chaqueta y no andar con ella toda la noche, pretendía quedarse hasta tarde, por lo que la prenda sería necesaria en base avanzara la hora y tuviera que volver a casa.

Una vez que estuvo lista no dudó en desaparecer y llegar al sitio acordado. Sabía hacerlo muy bien y estaba relajada, por lo que no sufriría ningún tipo de daño.

El centro de Londres se hallaba repleto de gente, asumió que todos estaban ansiosos por entrar al nuevo club nocturno. Observó lado a lado para ver si Ginny o Luna estaban por allí, sin embargo no las vislumbró, decidió quedarse junto a un café céntrico, cercano al sitio, debían pasar sí o sí por ese lugar, por ende las vería en cualquier ocasión.

—¡Hermione!—gritó Ginny apenas la vió y agitó su mano para indicar el lugar donde se hallaba.

La castaña sonrió cuando las vió y fue en su dirección para encontrarse con ellas.

—¡Mírate! ¡Te ves divina!— le habló Ginny haciéndola girar sobre sí misma.

Estuvieron allí piropeándose por unos minutos y decidieron caminar para hacer la fila que había fuera del local. Era increíble la forma en que las personas reconocían a Hermione y susurraban a su paso, era algo a lo que la bruja jamás se acostumbraría honestamente.

—No pensé que vendría tanta gente, ¿no nos podemos ir?

—¿Qué dices, Luna?— chilló Ginny cuando llegaron a la entrada—, necesitamos divertirnos y este es el sitio ideal para hacerlo.

El guardia preguntó sus nombres y con la varita colocó un sello en forma de ibisco para identificar a quienes serían parte de la fiesta que dentro estaba arrasando. Al entrar se percataron de que el lugar era inmenso y una infraestructura elegantísima, estaba edificado de granito oscuro, lámparas colgaban del techo y algunas plantas exóticas decoraban las mesas y barras que estaban dispuestas por todo el lugar.

La pista de baile estaba repleta de magos y brujas que disfrutaban del ritmo del dj, quien poseía una mesa extravagante, realizando mezclas de sonidos increíbles y exóticas. Hermione se sintió algo abrumada por el ambiente, no solía frecuentar ese tipo de lugares, ni siquiera cuando iba a Australia a ver a sus padres.

—Veo que hay mucho de todo en este sitio— comentó Hermione al notar que varias personas fumaban algo que no era tabaco exactamente y bebían de manera descontrolada.

El Galaxy Garden era una mezcla de elegancia y descontrol del que pocos podían resistir.

—Nosotras deberíamos pedir champagne, para brindar por esta aventura— solicitó Ginny acercándose a la barra.

—Tú estás actuando muy extraña, ¿estás segura de que puedes beber?

—Hermione, no seas aburrida. Estar vestida así te indica que debes dejar de lado a la persona correcta e intachable que vive dentro tuyo. Hemos venido a divertirnos, una copa no me hará daño.

El grupo de chicas comenzó a beber luego del brindis y el ambiente y la atmósfera se relajaron, podía decirse hasta que había un tipo de encantamiento que mantenía a las personas bajo un efecto de relajación constante, donde parecía que anduvieras pisando las nubes, como si estuvieras en el espacio exterior pero en la Tierra.

Las chicas rieron y comenzaron a analizar a la presencia masculina del lugar. Luna se mantuvo risueña y viendo cuáles podrían ser futuros partidos para Hermione, pues ambas amigas estaban dispuestas a que Hermione se fuera de cacería aquel día, después de todo era la única soltera del grupo.

—Ustedes son bastante intrépidas, yo no puedo dejar de pensar que pueden ser psicópatas o asesinos en serie. Sólo lo dicen porque tienen una pareja estable y que conocen desde los once años—bufó en sus oídos.

Luego de unos minutos mirando a un moreno de ojos azules que yacía apoyado en las escaleras. Ginny les golpeó el hombro a ambas disimuladamente.

—Miren quien viene allí con su pandilla tal como si estuvieran en Hogwarts.

Hermione levantó la vista y pudo ver como Draco, Gregory, Theodore y Blaise entraban en el sitio, siendo observados por la mayoría de las chicas del antro. No se podía negar que se veían atractivos y todos eran bien parecidos a los ojos femeninos.

La castaña pudo sentir el nerviosismo fluir en su piel al darse cuenta de que el rubio vestía esa camisa blanca que le quedaba tan bien. Un objeto tan simple y común le quedaba perfecto.

Si tan sólo sus amigas supieran lo que ellos ya habían hecho varias veces. Probablemente querrían darle de cachetazos y lanzarle crucios.

—De prisa— comentó Hermione mientras se terminaba el champagne—, vamos a bailar ¿a eso hemos venido no?

Quería salir de inmediato del radar visual de Malfoy y de cualquiera de los acompañantes de este. Era una mera coincidencia que ambos estuvieran en el mismo lugar, pero si llegaban a cruzar miradas quería retrasarlo todo como fuera posible.

Hermione se dejó llevar por la música y movió su cuerpo al compás de la melodía que sus oídos percibían, sus manos se dejaron llevar y recorrieron su silueta, se mezcló entre sus amigas y la gente que bailaba sola o acompañada.

Necesitaba liberarse, necesitaba relajarse.

Fue a la barra para pedir una copa de vino blanco. De pronto todo parecía más suave, más fino, más sutil.

Se sintió flotando mientras sus pies se movían y sus labios reían de las cosas que hablaba con sus amigas. Tampoco se percató cuando ellas ya no estuvieron a la vista, divisó a Luna conversando con Theo Nott –quien era su amigo desde hace tiempo–, a Ginny no la vió por ninguna parte, pero eso no la desanimó y siguió bailando en un costado de la pista que ahora estaba más llena de personas que cuando había llegado.

—He estado mirando tus movimientos desde que ví que estabas aquí— susurró una conocida voz a su espalda—, debo admitir que me verte bailar me ha conseguido poner inquieto.

Hermione identificó la voz de Draco, se volvió levemente para darse cuenta de que era él y continuó bailando para sí misma. Hasta que sintió cómo las manos del rubio se posaron en su cadera, como siguieron los reveses que su cuerpo daba. Percibió que su espalda estaba pegada a su pecho y se dejó llevar por aquella sensual danza que ahora ambos protagonizaban.

Su piel ardió cuando Draco puso sus labios sobre su cuello, no obstante aún quedaba autocontrol en su sistema. No había bebido tanto como para no saber lo que hacía. Se volvió rápidamente y le hizo frente, las mejillas de Draco estaban coloreadas sutilmente por un tono rosado y sus labios también, tenía una fragancia deliciosa, mezclada con el alcohol que asumió estaba bebiendo.

—¿Por qué tienes que aparecer en todos los lugares a los que voy, Malfoy?

Antes de que pudiera contestar ella echó los brazos alrededor de su cuello y estampó sus labios en los de él, atrayéndolo hacia ella con frenesí. Él correspondió a su beso, de manera hambrienta y posesiva, sus manos aprisionaron su cintura y de pronto lo sintió en todas partes.

No habían dejado de bailar, pero sus lenguas de pronto estaban entrelazadas y por ende no podían pensar más que en el calor que ese beso desprendía.

Habían llegado a un punto en el que estar cerca los encendía y les indicaba que necesitaban saciar la necesidad que sentían el uno por el otro. Ninguno sabía qué era lo que les pasaba, sin embargo la tensión que poseía sus cuerpos cada vez que revoloteaban cerca del otro, se convertía en un estallido de fuegos artificiales.

Draco la condujo entre las personas a un lugar más alejado del club, donde no había tanta luminosidad, solamente llegaban hasta ellos los reflejos de las luces de neón que inundaban la pista de baile. Allí entre algunas enredaderas, Draco la besó con desenfreno, sus manos subían y bajaban por su cintura y ella paseaba sus finos dedos por la espalda del rubio.

Literalmente estaban hambrientos por el contrario ya que sus lenguas no daban tregua a aquellos besos cargados de pasión. Hermione sintió que su cabeza estaba dando vueltas, una parte de ella sabía que eso no estaba bien, o que al menos no era lo que haría estando cuerda.

Draco estaba sintiendo que el corazón se saldría de su pecho, sentía que la sangre le hervía y que deseaba quitar el vestido del cuerpo de la bruja de manera casi inmediata. Ella se veía divina, casi podía sentir su fina piel tibia a través de la tela de lentejuelas que destellaban con las luces.

—No pensé que eras de las chicas que se divertían en estos sitios—susurró sobre sus labios, besando su cuello con algo más que deseo—, pero no sabes lo mucho que me alegro de que fuera así.

Hermione no sabía que responder.

En ningún momento salía de su mente el hecho de que no era posible lo que estaba pasando entre ellos. Que pronto se arrepentirían de estos encuentros llenos de aventura y hormonas descontroladas.

Sin embargo se decidió a besarlo y a morder sus labios, invadida por la lujuria que hasta ese instante había consumido cada uno de los poros de su piel, atrajo hacia ella el cuerpo del mago y este con pesar de deshizo del amarre de sus besos.

—Acompáñame, vamos a otro sitio.

Ella tampoco pensaba que era de las chicas que se divertía en esos lugares.



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