XII. Anzῡ
La oscuridad suele ser traicionera. Aingeal lo sabía, aunque su realidad se viera afectada por los recientes pensamientos que llegaban a ella como rayos emergentes de energía, necesitaba de su presencia, así como llamarlo en sus sueños o por medio de ellos, tratando de invocar alguna fuerza poderosa, se dedicó a susurra entre sus propias sombras, algún mensaje para que fuera llevado hacia su única preocupación. Azriel. Es en lo único que pensaba, y para ser honesta, era más difícil no pensar en él cuando la última vez que lo vio, las cadenas la arrojaron al suelo entre gritos de súplicas, y las manos oscuras le hacían gritar temiendo por todo.
──Aún piensas...── Tamlin la miró sin saber como decirle que lamentaba llegar tan tarde. ──No fue tu culpa.
──No me ayuda tu compasión.
Tamlin hace una mueca.
──Mo es como si fuera una muestra de lo que siento.
Aingeal hizo otra mueca.
── ¿Podemos concentrarnos en encontrar a Anzῡ?
──Claro, ¿cómo encuentras a un pequeño dragón curioso? ──el rubio la mira.
──Arrojarte de animal salvaje sería una buena idea, no crees, ¿sentido desarrollado?
Tamlin le miro mal, realmente suspiro negando.
──No fue...
── ¡Ellos se intentaron aprovechar de mi! ──la albina se quejo con lágrimas en sus ojos.
Tamlin tomó con cuidado sus mejillas, pasando sus dedos con cuidado, sin negarle su contacto de la piel rugosa con la que ella había nacido. Acaricio cada escama azulada que estaba vacía debido a su salvaje intento por salvarse en el pasado. Los Sefnies, los soldados de Hybern, todo en años de guerra sin comienzo, y gritos ahogados llenos de desesperación.
──No se lo que sientes ahora, ángel ──susurro él. ──Pero déjalo salir ──súplica y ella baja su cabeza, pero sus manos no la dejaron hacerlo del todo, es más, la dulce semi dragón se envolvió en su tacto, mientras liberaba su tormenta interior.
«¿Por qué llora?» Elysium preguntó entre gruñidos, esto ser pequeño no le gustaba. Se supone que los dragones son fuertes, feroces e invencibles, no del tamaño de un gato como si fueran una mascota.
Edda quería enterrar sus dientes en él, sacudirlo, pero se echó de patas al pasto, como si estuviera cómodo.
«Llorar no es algo malo, a veces las personas lo necesitan», Edda responde como si supiera del tema, aunque la única vez que lloró fue porque Aingeal tiro sus cáscaras. Bueno, ¿hacer berrinche cuenta como llorar?
Elysium gruño, mientras que Edda seguía echado en el pasto, sin embargo, podía notar la mirada afilada del dragón oscuro hacia el rubio. Era bastante adorable, claro, si lo veías de otro dragón, pero Edda era el de palabras que apoyaría una mirada mordaz que reclamaba posesión sobre algo. Los objetos (o personas) eran libres de hacer lo que quieran, ¿pero para qué explicarle eso a un dragón terco? Perderías el tiempo. Mientras a él le dejaran una olla llena de Nycvar, sería feliz. Estómago lleno, corazón feliz. ¿O así no era el dicho? No importa, se entendía el concepto.
«¿Los vamos a ver abrazados todo el día?» preguntó Elysium intentando no sonar territorial. ERROR. Edda lo notó.
«Oh, el dragoncito esta celoso como la pasta amarilla que tiene seca entre los dientes, que asquerosamente lindo», Elysium lo miro mostrándole las primeras chispas de su fragante fuego violáceo. «Quiero decir, sus dientes blancos como las nubes» Ely no pareció cambiar su amenaza, en primera instancia, Edda deseaba poder tener la ventaja de correr. «Bien, ya entendí, te gusta tu orgullo, pero a ella no, así que-», entonces el fuego morado le tocó las escamas, haciéndole saltar en un vuelo alto, muy alto para su gusto, vio estrellas, nubes, una flecha y cayó al suelo panza arriba.
Elysium le observó caer ladeando su cabeza.
«¿Sigues vivo?» Fue lo único que preguntó.
Edda se incorporó enojado, sacudiendo las escamas moradas secas, y sus chispas de fuego azulado se mostraron, chasqueó molesto.
«¿Qué clase de pregunta es esa cuando una flecha casi me atraviesa?» Edda se queja.
«Si, sigues vivo», y Edda enloqueció aventándose dando vueltas por el pasto.
Las garras se mezclaron, sin embargo, una pequeña azulina alzó su atención, cuando los vio pelear, se acercó, hasta que estuvo cerca y les saltó encima. Ambos dragones terminaron expuestos hasta caer al pasto, y Anzῡ solo dio vuelta hasta acurrucarse en la tierra suelta. Ambos se miraron y luego a la dragona, extrañados. En eso, las lágrimas de Aingeal dejaron de caer, y cuando ella se abrió paso para verla, los otros gruñeron celosos al ver como Anzῡ no se molestaba siquiera en mirarles, y Aingeal... Bueno, estaba muy ocupada con la dulce dragona, que con los dos escamosos celosos.
«La odio», Elysium gruño mientras sus garras aún estaban aferradas a la tierra.
Edda le observó divertido, el brillo en los ojos del lagarto volador indicaban su diversión sin importar cuantas escamas se le cayeran.
«Oh, la amas, pero aún no lo sabes», se burló ganándose otro baño de fuego violeta en sus escamas.
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