VII. Dracaenaes.

LA CORTE DEL INVIERNO

Centro de sanadores.

Aingeal despertó gracias a un pequeño bulto en su vientre, sin embargo también influyó la palabra femenina chillona que conocía perfectamente, luego recordó que mantener sus ojos más tiempo cerrados le traería problemas.

──Edda... ──su voz ronca fue suficiente para que el dragón tomara la capa azul terciopelo para colocarse encima. Viviane le miró, pero ella alzó su mano en señal de silencio ──. No hablaré. 

──Esta bien ──la mujer de hebras plateadas se acercó hasta donde se encontraba para abrazarla con cuidado ──. Él vendrá pequeña, estuvo preocupado estos tres días.

Tres días... Tres días inconsciente.  

──Lo lamento, pero... ──ella vio hacia lo lados preocupada, dejando caer su capa, las cicatrices se notaban desde su espalda hasta sus brazos ──. ¡EINARR! ──gritó al no verlo, su dragón le hizo una seña y rápido fue hasta donde el chico se encontraba.

Viviane observaba su espalda con horror, los trozos de piel desgarrados hace años por bestias, y hombres que seguro habían perpetrado su cuerpo con armas de las cuales no se atrevía a mencionar, tapó su boca ahogando un llanto creciente para después caer de rodillas al suelo llorando desconsoladamente. Kallias había entrado al lugar, sin embargo, corriendo se acercó a su esposa quien se aferró a el con solo recordar cada herida en el cuerpo de la joven, mantuvo su vista baja mientras susurraba su nombre algo que al propio lord le había preocupado hasta que unas voces le sacaron de quicio, parecían estar compartiendo felicidad en un momento de tristeza. Se dirigió a paso firme al lugar junto a Viviane, pero su sorpresa fue grande porque estaba contemplando la verdadera felicidad de su protegida. 

De su pequeña criatura inmortal, de la hija que nunca tuvo. 

──Aingeal...──le llamó por lo bajo, sus ojos iban directamente a su cuerpo cicatrizado, algo comenzó a revolverse en su interior. 

La chica por su parte abrazaba al joven sentado en la camilla de plumas y piedras, rodeado de un aroma a flor de invierno que ella amaba demasiado, la voz del muchacho la tranquilizó ocultando sus crecientes lágrimas, en lo que un dragón algo pequeño se giro para observar a Kallias. 

──Te hablan, pequeña ──le dijo el desconocido.

La joven albina se dio vuelta para ver a Kallias, sonrió de oreja a oreja para ir donde él, y abrazarlo con fuerza mientras de sus labios salían millones de gracias por la ayuda. 

──Aingeal ──le llamó el alto lord mientras la abrazaba, tembló.

── ¡No se te ocurra de nuevo! ──gritó Viviane ──abrazándola mientras lloraba ──Nunca más, ¿lo entiendes? 

──Viviane ──ella se acercó tomando sus manos.

──Nunca más ──volvió a repetir la mujer.

──Tranquila, estoy bien ──le susurró la contraria mientras le abrazaba.

──Si bueno, me temo que van a tener que posponer ese "nunca más".

── ¿Quién es él? ──exigió saber Kallias al ver sus heridas.

Aingeal iba a responder, pero el joven se le adelantó.

──Einarr Belezac, general superior del ejército rebelde de los Dracaenaes. 

Los presentes le miraron, Aingeal fue con él, apretó sus manos, el acercó su mano a su mejilla provocando lágrimas en su única confidente, luego apoyando su frente en la contraria, decidió que era momento de contarle porque fue encontrado de esa forma.

──Lo lamento, esa es la única opción que tenía ──susurró al sentir el abrazo de Aingeal, Edda gruñó estando celoso, ellos rieron.

──Einarr, creí que habías muerto ──ella confesó──, recuerdo que te arrastraron hasta allá...

──Créeme Hamingja, es difícil que me maten ──sonrió, aunque ella rozara con sus dedos sobre la venda oscura que recubrían sus ojos, sintió cierto líquido odioso inundando sus ojos rojos, otra vez──. Lo siento tanto, Einarr, estas ciego por mi culpa. 

──Éramos niños Aingeal, los únicos culpables son los que nos han vendido a nuestros enemigos por su miedo a morir, recuerda esto ──el apoyo sus manos en sus mejillas, con un poco de esfuerzo ──, nunca serás la culpable por los daños de otros. Todos tenemos un temor al cual si lo dejamos encerrado, nos causará estragos. 

Aingeal asintió, mas no dijo nada. 

──Bien, ahora cuéntame ──el sonrió ──. ¿En donde estoy? ¿Qué es este lugar, y por qué le dicen Corte? 

──Responderé siempre y cuando me respondas algo antes.

Einarr suspiró.

──Pregunta, no creo que...

── ¿Quién más vino contigo? ──preguntó curiosa.

El joven se la pensó, rascó su nuca hasta pronunciar algunos nombres.

── ¿Tu quién crees? ──pregunto el muy chistoso.

Aingeal pensó con cuidado, alzó a su pequeño ser alado que se escondió rápidamente en las sabanas dispuesto a dormir.  

── ¿Syrinx Solasia? ──preguntó esperanzada.

──La espía de las rocas, si ──admitió resignado.

── ¿Gerda Astracius? 

──Si, ella también ──hizo una mueca.

── ¿Euanthe Aquerón? 

── ¿Me extrañaste por lo menos? ──preguntó ofendido.

──Tú dijiste que ibas a responder, hazlo.

──Si, si, esta bien ──alzó sus manos ──. Euanthe también, Evonne, Cynfael, y muchos que no sé como se llaman. 

Aingeal aplaudió feliz, sin embargo un ronquido le sacó de sus sueños, alzó la sabana para ver a cierto dragón durmiendo plácidamente.

──Si que duerme mucho ──susurró Einarr, luego levanto su mentón señalándola ──, como tú. 

Ella sintió un calor en sus mejillas, se las cubrió para luego darle un manotazo.

──Cállate, mentiroso.

── ¿Mentiroso por decir la verdad?

── ¿Quieres que te bese también? 

Ahí fue el turno del chico de sonrojarse. 

── ¡Te sonrojaste! ──lo señaló con el dedo.

──Mentirosa ──se excusó él.

──Te estoy mirado, ceñudo. 

Einarr hizo una mueca.

──No soy ceñudo.

Aingeal llevó las manos del chico a su rostro para que se tocara sus cejas.

── ¿Ves que si lo eres, Einarr?

──Te salvas de mis cosquillas, Aingeal Terragon ──le dijo seriamente, ella rio. 

──Aja si, como sea ──ella movió su mano restándole importancia ──. ¿Sabes donde puede estar, Syrinx?

──Lo último que supe de ella ──el chico volvió a suspirar intentando recordar ──. Fue que encontró un refugio en las montañas, cerca de aquí.

Eso fue suficiente para verla corriendo a una velocidad desconocida, ignorando el llamado de Kallias o Viviane, dejando a Edda con Einarr, mientras intentaba reencontrarse con aquellas perfectas obsidianas.

Aingeal corrió por todo el bosque, seguido de los gritos de Viviane quien intentaba seguirla con la misma vivacidad con la que ella corría rumbo a la montaña, sentía calambres en sus piernas generados por el frio, su rostro totalmente rojizo y estirado, ella estaba pasando de pálida a quedarse sin aire por no saber como seguirle el paso. 

La joven de hebras albinas, y de mirada brillante siguió su recorrido hasta llegar a la zona principal, observar hacia los lados mientras sentía una presión en el fondo de su cuerpo. Sus alas, eso ocurría. Deseaban salir a la misma velocidad que provenía el viento a una distancia poco favorable para volar. 

──Bien... ──respiró profundo, a lo lejos escuchó una voz femenina pero fue tarde porque recién cuando se interpuso entre las  nubes, y la fría ventisca fue cuando encontró esa hermosa vista obsidiana. 

Ella ahogo un grito de felicidad, estiró su brazo, sus dedos rozaron la mano de la contraria, descendiendo ambas al suelo cubierto de nieve, ambas lograron dar un cálido abrazo lleno de alegría mezclado con otras sensaciones poco experimentadas. 

──Aingeal ──le llamó eufórica la contraria.

── ¡Syrinx! ──sonrió tan emocionada ──. Estás viva, estas...

── ¿Demacrada? ──Syrinx rio ──. Ellos terminaron peor cariño, no te preocupes por mi.

La joven albina sonrió ante su presencia, sin embargo, observo como Viviane retrocedía un poco, sin embargo, ella tomo su mano evitando que se fuera, logrando así acercarle para presentarle a la única mujer que le curaba sus heridas a la luz de la luna.

──Viviane ──le llamó con cuidado la joven albina ──. Te presento a Syrinx, la futura reina de las Dracaenaes. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top