IV. Difamación.
LA CORTE DE LA NOCHE.
Velaris, Ciudad de las estrellas.
La joven de ardientes ojos anunció su llegada mientras guardaba sus alas, escondiéndolas del lord de la corte en la cual se encontraba, sin embargo, una pequeña brisa le acarició la oreja. Confundida, se giró. No había nada cerca, cuando volvió a girarse prefirió ignorar aquello para dirigirse al despacho donde se encontraba un hombre apuesto, o tal vez era porque Viviane le había comentado que fuera cuidadosa con él.
Pamplinas, ¿por qué temerle a un hombre?
──Esa es una muy buena pregunta, ¿tus heridas conservan aun ese color luego de que un hombre te haya golpeado?
O tal vez la advertencia anunciaba sobre su poder.
Lo que le faltaba, un lee mentes alado.
Aingeal lo observó, Edda quien estaba escondido decidió irse a curiosear por el hogar a ver si encontraba algo con lo cual entretenerse, en cambio, ella se sentó delante de él mientras sus ojos parpadeaba intentando hacer lo mismo que el había hecho anteriormente.
── ¿Qué haces? ──preguntó el lord bastante divertido.
──Leer tu mente ──comentó sin vergüenza, Rhysand solo pudo sonreírle divertido.
──Eres una niña muy inteligente, Aingeal.
── ¿Y usted muy chismo, verdad?
El contrario asintió, aunque por dentro se demostrara ofendido, él se encontraba entretenido con la belleza de la pequeña.
── ¿Me puede enseñar a hacerlo?
Rhysand río, era la primera vez en sus quinientos treinta y seis años, sino le fallaba su memoria, esa pequeña niña tenía una gran curiosidad de saber hasta lo imposible.
── ¿Qué ganaría yo? ──pregunto sin quitarle la mirada.
Ella se lo pensó, sonrió poco después.
──Puedo enseñarle a hablar con los dragones.
El lord de la corte presto atención a su pedido, sin embargo, el solo hecho de mencionar dragones llamó su atención debido a que hace milenios que en Prythian no se encontraban avistamientos o nidos de los propios reptiles mitológicos.
── ¿Sabes hablar su lengua? ──preguntó curioso ──. Eso es imposible.
──Así como es imposible leer la mente, yo también tengo mis poderes.
Él la observo tranquilamente, se levantó de su asiento para tenderle su mano, ella la tomo con decisión mientras la caminata se tornaba divertida entre preguntas y respuestas, las responsabilidades del lord eran demasiadas así como la curiosidad resplandeciente por parte de la joven que no para de preguntar sin parar. En su defensa, el hombre ilyrio le había dado la libertad suficiente para preguntar, y viceversa.
──Entonces no perteneces a Prythian ──el lord la miró atentamente ──, además de que hablas la lengua dracónica. Interesante.
──Sí, es una historia complicada.
──Entiendo ──respondió el alto fae ──. Quiero conocerlo, así que tráelo contigo la próxima vez.
Esperen... ¿Dónde se había metido el glotón?
──Es que ese dragón si vino conmigo, pero su apetito... ──el lord la miró divertido, acarició su cabeza hasta que escuchó un grito proveniente del salón ──. Creo que ya sabemos donde está.
Aingeal no espero ni un segundo, fue corriendo rápidamente hasta donde se encontraba su dragón, pero al llegar se llevó una gran sorpresa al ver como dos machos ilirios intentaba atrapar a la pobre criatura que comía sin quitarles la mirada.
── ¿El es mi invitado especial? ──preguntó el alto fae con una chispa de curiosidad en sus ojos.
Era un dragón, un hermosa criatura pequeña que andaba bajo la atenta mirada de su espía mas ágil y su general mas fuerte. Lo malo era que ambos estaban mas perdidos que el animal que parecía apreciar el trozo de carne que robo con ingenio.
──Muy astuto, me gusta.
Aingeal observó aquello con enojo, al parecer el dragón tenía un complejo con recibir ordenes directas de una mujer que lo cuidaba o alimentaba, culpaba a su humor.
──Lindo dragón ──le llamó Cassian quien se acercó, para su mala suerte Edda había dejado de comer logrando aventársele encima, tirándolo de un golpe para olerlo como si estuviera decidiendo si comérselo también o verificar si su instinto le fallaba.
Edda siguió hasta que vio a su dueña, se quitó de encima para ir donde ella y acostarse al lado de sus piernas.
──Así que tú eres Edda ──Rhysand llamó inmediatamente la atención del ser alado, este curioso abrió sus alas, lo estaba amenazando.
──No Edda ──el contrario vio a la chica ──. Ellos son buenos, ¿puedes decirme por qué los generales intentaron atraparte?
El dragón gruñó, señalo el hueso con su cola como si estuviera lanzando una advertencia, moviendo las alas enojado llamando tranquilamente la atención de los ilyrios.
── ¿Qué dijo? ──preguntó Cassian ensimismado, un poco curioso porque la criatura estuviera calmado bajo la presencia de ella.
──El le está reclamando a ustedes ──pronunció despacio mirando a los tres seres alados ──. Dice que una mujer le dio comida, era rubia, y que ustedes parecen muñecas vestidas.
La risa del alto lord fue estridente, mientras que Cassian no se reía en lo absoluto.
──También dijo que lamentaba asustarlos, pero exige que dejen de llamarlo serpiente ──el general se rascó la nuca ──. Exige justicia.
── ¿Qué clase de justicia? ──preguntaron los machos presentes.
──Arrancarles las alas, por ejemplo.
Todos miraron al dragón que parecía echar fuego por los ojos, cada quien sostuvo una mirada diferente, pero para sorpresa de todos llegó la responsable.
── ¿Qué ocurre aquí? ──Morrigan vio al dragón y a los otros, negó para luego ver a la chica con una sonrisa ──. ¿Es tuyo, verdad?
──El no es mío, es mi amigo. Trátelo como mi igual por favor.
Todos, hasta el propio Rhysand, habían comprendido de que trataba aquella declaración, sin embargo, una sonrisa adorno el rostro del lord quien simplemente se acerco al dragón pidiéndole disculpas. En cambio, el propio movió sus las y se tumbo en el piso agotado.
── ¿Qué te dijo? ──preguntó Morrigan.
──El acepta las disculpas del lord, aunque dice que tiene sueño, ahora es donde se pone exigente ──ella cargó a la criatura mientras la colocaba en su nuca, a penas lo apoyo, Edda se quedó dormido.
── ¿No te pesa? ──preguntó Cassian un tanto preocupado.
──Lamento decirle, que yo peso mas que Edda cuando está en su formato pequeño.
El general la observó con los ojos bien abiertos, al contrario todos podrían tratarla de una loca, pero no estaba mintiendo.
──Lo lamento ──se disculpó.
──Descuide, Edda no esta enojado con usted, es más curioso que un avrerbak comiendo kilos de piedra ígnea.
Todos veían su sonrisa, pero la duda se sembró en todos.
──Oh cierto, ustedes... ──ella pensó, sintió a su dragón moverse y se quedó quieta por unos minutos ──. Un avrerbak, mejor conocido como riirbak, es un enorme ave que vive en una cueva, se alimenta de piedras volcánicas. Parece mentira, pero tengo muchas cicatrices y sus plumas por si quieren verlas.
Morrigan se acercó a ella preocupada.
── ¿No te duelen? ──preguntó.
──Me duele más que traten a mi dragón como un reptil insignificante, que nadie lo respete o que a mi me traten como una niña indefensa cuando pase toda mi vida aprendiendo a sobrevivir en un campo de guerra.
Morrigan iba a protestar, pero la chica se le adelantó.
──Aprendí a querer mis cicatrices, a amarme como soy ──Aingeal vio como aquellos orbes la investigaban mas allá de sus palabras.
──Te sientes sola.
──Todos llegamos solos a este mundo, si va a decirme algo sin conocerme, creo que debería cerra la boca más seguido ──contestó muy segura ──. No es una falta de respeto hacia usted, pero odio cuando hablan poniendo excusas sobre cuanto tiempo llevo en mi fatal soledad, o quien sabe qué.
Rhysand se metió en medio de ambas mujeres, una mas pequeña que la otra, tomó la mano de la pequeña sin decir una palabra para observarla con un toque de admiración, tristeza, o quizá su propia preocupación.
Aingeal caminó tranquila, en silencio, acompañada del alto lord que solo se tomó la molestia de agacharse después para vendar sus manos, dándole un pequeño gramo de atención a sus heridas.
──Espero verte de nuevo, o en otra ocasión, reina de los dragones.
Aingeal vio sus manos vedadas, agradeció al lord por su visita, para luego ser tamizada su hogar invernal, el único lugar en aquellas tierras donde se sentía segura.
Su casa en las montañas de Dkanni.
LA CORTE DEL INVIERNO
Casa de las montañas.
Su vista estaba nublada por sus nuevos pensamientos, oía el crepitar de la madera con cuidado, moviéndola de a poco mientras sentía el delicioso aroma a su estofado que era esperado pacientemente por su dragón, quien jugaba cerca de la misma chimenea encendida.
──Pronto estará listo, Edda.
El dragón negó, tenía hambre y andaba de insoportable.
──Gracias por la información Aingeal, eres la mejor amiga del mundo ──bufó ella mientras la criatura se colocaba de espaldas a ella.
La joven Terragon simplemente ignoró aquella sutil actitud para susurrar unas cuantas palabras, aun las palabras del lord rondaban en su cabeza, observó sus manos vendadas que aun contenían el fragante olor a la colonia de la rubia, Morrigan, y pensando en que sería una gran idea, solo pudo apoyar sus manos en su corazón para cerrar sus ojos.
Edda se acercó a ella, colándose en medio de su tributo, ella sonrió, aunque confundida por su repentina idea voladora.
──Vamos a comer Edda, luego iremos a dormir.
El dragón sin mucha queja solo asintió para sentarse en su lugar asignado esperando a que le sirvan.
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