“Madre

No quiero comer.

No me dejes el desayuno preparado en las mañanas porque no lo llevaré.

No dejes el almuerzo sobre la mesa cubierto con plástico para que las moscas no se paren, porque no lo comeré.

No vengas con comida chatarra en la noche —después de tu trabajo— porque, todo lo contrario, la tirate por el retrete.

Y sí me obligas a comerla, saldrá por donde dentro.

No soy Mía, madre, no me obligues a serlo.

Madre tengo anorexia, pero no te preocupes, yo puedo controlarlo”.

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