04
Entrada del Diario.
25-08-195X
Mi hermano siempre ha sido mi mayor apoyo. Desde que tengo memoria, ha estado ahí para mí, protegiéndome, guiándome... asegurándose de que nada malo me ocurra. Supongo que es natural. Después de todo, en este mundo, donde los espíritus y los rumores acechan en cada rincón, uno no puede darse el lujo de ser descuidado. Y él, más que nadie, lo sabe.
Es paciente conmigo. Demasiado. Siempre dice que no debo preocuparme por estas cosas, que él se encargará de todo. Que mi única prioridad debería ser estar a salvo. "No tienes que cargar con esto", me repite una y otra vez. Pero, ¿cómo podría no hacerlo? ¿Cómo podría dar la espalda a todo lo que nos rodea, a todo lo que podría arrebatarnos?
Lo entiendo, de verdad. Entiendo que no quiere que pase por lo mismo que él. Pero, ¿qué pasará cuando él no esté? ¿Si alguna vez lo necesito y no puede llegar a tiempo? Si no entreno, si no me fortalezco, entonces jamás podré proteger aquello que amo. Y eso... eso es algo que no puedo aceptar.
Estoy agradecida. De verdad lo estoy. Amo a mi hermano con todo mi corazón, y sé que lo que hace es por mi bien. Pero no quiero ser solo la hermana pequeña a la que debe proteger. No quiero ser una sombra que se esconde detrás de él. Quiero caminar a su lado, enfrentar lo que venga juntos... y, si es necesario, ser yo quien lo proteja a él.
Pero él no lo entiende. O no quiere entenderlo.
Tal vez, algún día, pueda demostrarle que no soy tan frágil como cree.
Recordarle que aunque sea una niña de siete años, mi mente esta preparada para enfrentarlos.
Tomomi despertó entre sueños, una sensación extraña pesando sobre su pecho. Abrió los ojos lentamente, notando cómo el sueño aún se aferraba a sus parpados. Se incorporó, confusa, observando el entorno. Estaba en la enfermería. La luz tenue de la habitación le hizo dar cuenta de lo tarde que era. A su lado, sobre la mesilla, había una hoja de papel doblada. Sin pensarlo, la tomó, desplegándola con calma, sus ojos recorriendo las palabras escritas.
"Mi-chan, ya nos hemos ido, discúlpanos... UxU. Era tarde, y sensei dijo que se encargaría de llamar a tu familia. No te preocupes, todo está bien. Nos vemos mañana en la escuela. -Te quiere XX, Nene."
El papel, con la caligrafía de Nene la alivió por completo. Tomomi lo sostuvo en sus manos por un momento, procesando la familiaridad del mensaje, pero su mente aún estaba nublada por los recuerdos de lo sucedido.
—Estás despierta. —La voz de Tsuchogomori la sacó de sus pensamientos. El profesor estaba sentado en una silla giratoria frente a la camilla, observándola con una calma palpable—. Les dije a esos chicos que se fueran, ya era tarde y tú no despertabas. Llamé a tu casa; vendrán a por ti. Es peligroso que una chica regrese sola, más alguien como tú.
Tomomi se levantó, aun sintiendo la pesadez del sueño en su cuerpo. Lo miró fijamente, con algo de confusión en sus ojos. No comprendía bien por qué él se mantenía tan calmado, como si todo lo sucedido fuera normal. Pero en el fondo, algo en su interior le decía que había algo más. Algo que él no estaba diciendo.
—Hey... —comenzó Tsuchogomori, con voz suave, pero cargada de una preocupación que no había mostrado antes—. ¿Cómo te encuentras?
Tomomi no respondió de inmediato. Se quedó en silencio, el peso de la pregunta flotando en el aire. Observó al profesor, intentando encontrar algo más en su mirada, pero sus palabras no querían salir. Un silencio incómodo se instauró entre ambos, el cual el profesor rompió con un suspiro.
—¿Sabes? —dijo, su tono más cálido, como si estuviera recordando algo lejano—. Tú me recuerdas mucho a un estudiante mío de hace años. Cuando quería preguntarle cómo estaba, siempre me evadía o simplemente se quedaba en silencio. Como ahora.
Tomomi levantó la vista, sorprendiéndose al escuchar esas palabras. Algo en su interior le decía que esas palabras eran más profundas de lo que parecían. Como si el profesor estuviera hablando de algo que iba más allá de un recuerdo.
—¿Está hablando de Yugi Amane? —preguntó, finalmente, su voz baja, casi temerosa de lo que pudiera escuchar.
El rostro de Tsuchogomori cambió al instante. Su expresión se tornó más seria, sus ojos brillaron levemente antes de que dejara escapar un suspiro. Parecía que había esperado esa pregunta.
—Entonces... tú lo viste. —El profesor habló con una gravedad inusual en su tono.—Al igual que esa otra miko.
—Noriko-san, también estaba ahí.
Tomomi sintió su corazón latir con más fuerza. No podía ignorar lo que había presenciado: la imagen de Amane sosteniendo la piedra lunar y entregándosela con una promesa bajo la luz de la luna. También recordó el vínculo entre Noriko y Amane, una promesa compartida en la quietud de la noche.
—Visto lo que has presenciado, te habrás dado cuenta de algo más. —Tsuchogomori continuó, mirando fijamente a Tomomi—. No solo viste el recuerdo de Amane, también viste el de Noriko. La promesa que hicieron.
El aire se volvió denso. Tomomi permaneció en silencio, la mandíbula apretada. Las palabras del profesor la dejaron sin respuesta. ¿Por qué ella había visto aquello? ¿Por qué había sido testigo de algo que otros no habían presenciado?
—Es curioso... —dijo Tsuchogomori, mirando al frente con una expresión pensativa—. Yashiro Nene solo vio el recuerdo de Amane entregando la piedra. Pero tú... tú has visto algo más. Has visto el vínculo entre ellos. Has visto un recuerdo del pasado. Eso... no es algo que debieras haber presenciado.
El tono grave del profesor caló hondo en Tomomi. Un nudo se formó en su estómago. ¿Por qué ella, de entre todos, había visto algo que Nene no había presenciado? ¿Por qué se le había revelado a ella esa conexión profunda entre ellos?
—¿Por qué? —preguntó Tomomi, su voz suave, pero cargada de una curiosidad creciente.
Tsuchogomori la observó, un brillo extraño en sus ojos.
—¿Por qué ese niño idiota no la recuerda? —preguntó Tomomi, la cual no solía perder el control—. ¡Él no sabe nada sobre ella! ¡No recuerda nada! ¡Al principio pensé que era una mentira! —dijo, frustrado, golpeando la mesa—. ¡Pero no es así! Se está vinculando cada vez más con Nene. Todos esos sentimientos... no son para ella.
El profesor la miró perplejo. No comprendía todo lo que decía, pero algo en su interior le decía que había algo más detrás de esa frustración. Algo que no estaba dispuesto a decir.
—Tú... —El profesor la miró fijamente, serio—. ¿Sabes algo sobre ella?
—¡Deja de hablar como si fuera una maldita incógnita! —respondió Tomomi, algo molesta, incapaz de contener su irritación.
Tsuchogomori la miró sin inmutarse, como si esa reacción fuera algo esperado.
—Está bien, al principio también creía que él solo estaba bromeando, pero... —suspiró, mirando el escritorio, como si la respuesta estuviera más allá de las palabras—. Él no recuerda a Yoshino.
—¡¿Cómo es posible que no la recuerde, pero sí recuerde, que mató a su hermano?! —gritó Tomomi, alzando la voz sin poder evitarlo.
El profesor la observó por un momento, luego suspiró profundamente.
—Dime, ¿por qué sabes tanto sobre ellos dos? —La mirada de Tomomi era desafiante, pero había algo más en ella. La necesidad de comprender.
Tsuchogomori permaneció en silencio por un momento, antes de dar un paso hacia ella.
—Sensei, si averigua algo, avíseme. —Tomomi no podía soportarlo más, y antes de que él pudiera decir algo más, dio media vuelta y corrió fuera de la habitación, dejando al profesor en silencio, con la preocupación de lo que podría haber desatado.
El sol se ocultaba lentamente en el horizonte cuando Tomomi salió de la academia. El cielo se teñía de tonos naranjas y morados, y una brisa fresca agitaba su cabello. A pocos metros, apoyado contra la verja de entrada, su hermano, Keitaro, la esperaba con los brazos cruzados y una expresión tranquila.
—Llegas tarde.—comentó él en tono neutro cuando se acercó.
—Estaba terminando algunos deberes.—respondió ella sin mirarlo directamente.
—Sabes que eso es mentira, Tomo, ese viejo araña me llamó.—ella miró hacia otro lado.—Vámonos, puedes tomar mi mano.—dijo mostrando su mano contraria.
—No es necesario, ya no soy una niña.—él la miró con mala cara y ella continuó su andar.
Sin más, comenzaron a caminar juntos por la acera. Durante unos minutos, solo se escuchaban sus pasos resonando en las calles casi vacías. La luz de los faroles comenzaba a encenderse, proyectando sombras alargadas en el camino. Fue entonces cuando su hermano rompió el silencio con una pregunta inesperada.
—Tomomi... ¿Te estás relacionando con el Séptimo de los Misterios?
Ella frunció el ceño y lo miró con incredulidad.
—¿Qué? ¡Yo no tengo nada que ver con ese infiel! —respondió con fastidio, la joven solo mostraba ciertas emociones faciales cuando se trataban de cosas que la afectaban en gran medida.
—Nene y tú...—pronunció—Estáis impregnadas de su pestilencia.—dijo refiriéndose a la esencia del espíritu.
—Suenas como Minamoto mayor.
—No coincido en muchas cosas con ese idiota, pero en esto sí.—dijo frunciendo el ceño, su mirada, observaba la oscuridad en las calles.
—No importa, el caso es que no tengo una relación con él.
—Pero Nene sí.—le dijo provocando que ambos se detuviesen.
Tomomi sintió un escalofrío recorrer su espalda al notar el tono serio de su hermano.
—¿De qué hablas?
Él suspiró y metió las manos en los bolsillos antes de continuar.
—Vi cómo ese espectro rescataba a Yashiro Nene. Dijo algo como: "No pueden tener a esta chica porque ella me ama a mí", parece que Nene ha formado un contrato con él, sospecho, que con una escama de sirena, es por eso que esos estúpidos peces vinieron a por ella.
Tomomi se detuvo abruptamente, sus ojos abiertos de par en par, había estado tan ocupada buscando respuestas que no se dió cuenta de que su amiga se había envuelto en gran medida con el septimo.
—¿Qué...? —susurró.
—Sí. Al parecer, tu amiguita se confesó de alguna manera a él. —Su hermano se giró para mirarla con atención—. Además, he estado siguiéndolos durante algunos días... y esos dos parecen demasiado cercanos.
—¿En qué sentido? —Tomomi sintió cómo un malestar desconocido se instalaba en su pecho.
—Tu lo sabes, alguien como Nene no debería acercarse a un espectro asesino, mucho menos al líder de los Siete Misterios. —Su hermano hizo una pausa antes de agregar—: Además, él también dijo algo más. "Es la primera vez que una chica se me confiesa".
Tomomi apretó los puños con fuerza, sintiendo que la sangre le hervía en las venas. No podía ser. No podía haber dicho eso. Su mente la llevó de inmediato a aquella persona... Yoshino Noriko. La amiga de la infancia de Yugi Amane, aquella que en vida pareció albergar sentimientos por él. Aquella que... murió.
El enojo la cegó por un instante. Recordar a Noriko, recordar su trágico final y la manera en que su existencia se desvaneció de la memoria de Amane, era demasiado.
Su hermano notó su expresión sombría y frunció el ceño.
—¿Por qué te molestas tanto por los sentimientos de un muerto? ¿Por qué te enfada lo que ese espectro diga o haga? Puedo entenderlo si hablásemos de Nene.
Tomomi inhaló profundamente, su mirada volviéndose afilada y fría.
—Porque no puedo perdonar a Yugi Amane. —Su voz fue un susurro helado—. Por su culpa, Noriko murió... y eso hizo infeliz al abuelo.
Su hermano la observó con seriedad, sin responder de inmediato. Sabía que no era solo odio lo que su hermana sentía. Había algo más profundo, algo que quizás ni ella misma era capaz de reconocer todavía.
—Nene no puede volverse más cercana al séptimo.—sentenció.
—Tampoco es como si pudiéramos prohibirle estar con él.—dijo suspirando—Ella es bastante testaruda.
—¿No te molesta?
—¿El qué?
—Ella te gusta, ¿no?
—¿Quién?—preguntó incrédulo.
—Nene.
Keitaro se quedó en silencio brevemente, entonces comenzó a andar.
—Debemos irnos antes de que mas espectros nos acosen.
Tomomi juró haber visto una profunda oscuridad en los ojos de su hermano.
Keitaro y Tomomi eran inseparables. Desde que quedaron huérfanos tras el trágico accidente que arrebató la vida de sus padres, fueron criados por sus abuelos en un antiguo santuario. Tomomi, desde pequeña, había demostrado el mismo don que su madre: la capacidad de ver y comunicarse con los espíritus. Keitaro, en cambio, era como su padre, ciego ante aquello que acechaba en la oscuridad.
Su madre había sido una sacerdotisa poderosa, al igual que muchas de las mujeres de su clan, pero su destino había sido cruel. Desde muy joven, había sido tutelada por el abuelo de los mellizos, quien al ver el peligro que esto conllevaba, le prohibió continuar con sus prácticas, Keitaro de niño desconocía el porqué, pero con el tiempo aprendió que se debía a la muerte de aquella joven, Noriko. Sin embargo, ella no dejó de ejercer su labor, protegiendo a aquellos que no podían ver ni defenderse de los entes. Su hija, Tomomi, siempre la admiró por ello, y al principio, Keitaro también. Pero cuando vio el destino de sus padres, su perspectiva cambió.
Desde su infancia, Keitaro había sido testigo del acoso incesante que los espíritus malignos ejercían sobre su hermana. Sombras que se cernían sobre ella en la penumbra, susurros que la atormentaban en sueños, y accidentes inexplicables que la rodeaban. Keitaro intentaba protegerla, pero su impotencia era abrumadora. Su abuelo compartía su miedo, por lo que, cuando Keitaro le pidió que le negara la formación a Tomomi, el anciano accedió. Sin embargo, el destino era inquebrantable: con el tiempo, ante la insistencia de Tomomi y la intensidad con la que las entidades la buscaban, su abuelo terminó cediendo, resignado a que debía aprender a protegerse por sí misma.
Ese día, Keitaro dejó de sonreír. Si Tomomi estaba destinada a seguir el mismo camino que su madre, él no podía evitar odiar el hecho de que su amor no bastaba para alejarla de ese destino. Pero no fue solo el miedo lo que lo consumió, sino la frustración. Él no podía ver lo que ella veía, no podía luchar contra lo que la acechaba. No podía hacer nada más que observar.
Todo cambió en su octavo cumpleaños.
En medio de la noche, cuando las luces del santuario estaban apagadas y el mundo dormía, una voz lo llamó, él había comenzado a sufrir de insomnio recientemente. Era suave al principio, casi reconfortante, pero con un tinte de algo antiguo y peligroso. Lo condujo fuera, hacia la linde del bosque sagrado. Allí, entre los árboles y el antiguo lago, una sombra apareció ante él.
—Tú quieres protegerla —susurró la voz—. Pero eres débil. Invisible. Insignificante para ellos.
Keitaro no respondió, pero su silencio bastó para que la entidad entendiera su deseo más profundo.
—Haz un trato conmigo —continuó el ente—. Y nunca más estarás ciego ante el mundo de los espíritus.
En ese momento, Keitaro supo que su destino, al igual que el de Tomomi, había sido decidido mucho antes de que él tuviera elección.
—Te concederé tu deseo , Kei-chan.—dijo la voz—Para ello, debes entregarme algo a cambio.
—¿Qué es lo que quieres?
La brisa nocturna se filtraba por los pasillos vacíos de la Academia Kamome, meciendo suavemente las cortinas desgastadas de las ventanas abiertas. Tsukasa se balanceaba sobre sus talones, con las manos entrelazadas tras la espalda, observando a Sakura con una sonrisa juguetona.
—Oye, Sakura-chan... —murmuró de repente, inclinándose un poco hacia ella.
—¿Qué? —respondió la chica, sin apartar la mirada del pasillo oscuro que tenían delante.
Sin previo aviso, Tsukasa estiró una mano y atrapó un mechón de su cabello verde, enredándolo entre sus dedos con curiosidad.
—Siempre he pensado que tu cabello es bonito. —Hablaba con un tono despreocupado, pero en su rostro se dibujaba una expresión pensativa, casi nostálgica—. ¿Sabes? Hace muuuuucho tiempo, la chica que me gustaba tenía el cabello parecido al tuyo.
Sakura parpadeó, girando apenas el rostro para mirarlo de reojo.
—¿La chica que te gustaba? —preguntó con una ceja en alto—. No sabía que te habías enamorado alguna vez.
Tsukasa se rió con esa voz melodiosa y un poco burlona que lo caracterizaba.
—¡No es algo tan raro, ¿no?! Aunque más que "gustar", era... ¿cómo decirlo? Me fascinaba. Su pelo corto le quedaba tan bien... —Acarició distraídamente el mechón de Sakura antes de soltarlo con suavidad—. Por eso creo que no deberías dejártelo crecer.
Sakura resopló, apartándose un poco para que dejara de jugar con su cabello.
—No planeo cambiarlo, si eso es lo que te preocupa —respondió con su habitual tono sereno—. Pero me sorprende que te importe tanto.
Tsukasa ladeó la cabeza, con una sonrisa extraña.
—Pues claro que me importa. Me recuerda a cosas divertidas. A ella.
Sakura se cruzó de brazos y lo miró con desconfianza.
—¿Esa chica... es la que siempre mencionas?
Tsukasa se quedó en silencio por un momento, pero su sonrisa se amplió con deleite.
—Tal vez...—canturreó, girando sobre sus talones antes de seguir caminando—. ¿No te emociona? ¡Pronto la veré otra vez!
Sakura no respondió. En el fondo, sentía un mal presentimiento sobre todo esto. Pero, como siempre, decidió no cuestionarlo demasiado. Al final, Tsukasa solo hacía lo que le divertía... y eso nunca significaba nada bueno.
—¿Por qué esa cara de disgusto?—dijo formando un tres con sus labios.— ¡No es propio de ti estar tan tensa!
La chica peliverde con su vestido impecable y sus ojos fríos, suspiró pesadamente.
—No me disgusta.—dijo, manteniendo su tono sereno—. Solo quiero entender. ¿Por qué insististes en esparcir el rumor de un octavo misterio?
El chico ladeó la cabeza, con una sonrisa burlona.
—¿No es obvio? Quería atraer a dos personitas muy, muy especiales.
Sakura entrecerró los ojos, observándolo con sospecha. No confiaba del todo en él, aunque hacía tiempo que había dejado de cuestionar sus acciones. Aun así, no podía evitar sentir curiosidad.
—¿Y para qué?
Tsukasa se inclinó hacia ella con una expresión aún más traviesa, con las mejillas ligeramente sonrojadas por la emoción.
—Para hacerla salir.
Sakura frunció el ceño.
—¿A quién?
Él entrecerró los ojos y, con una mirada extasiada, casi delirante, susurró con una felicidad desbordante:
—A mi amiga de la infancia... Nori-chan.
Su sonrisa se ensanchó, mostrando sus dientes de manera inquietante. La manera en que pronunció aquel nombre hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Sakura. Él no solía mencionar a muchas personas, una de ellas era su hermano gemelo, Yugi Amane, que actualmente es Hanako-san y la otra es esta joven, de la cual hablaba con una extraña fascinanción, Yoshino Noriko.
Un espectro como él nunca amaría de forma devota o gentil, sabía que Tsukasa en algún punto había generado algún tipo de obsesión por esta chica, lo que no lograba comprender del todo, es como pretendía traerla hasta aquí.
Lo único que sabía, es que un nuevo misterio se estaba tejiendo en la escuela, y esta vez, el objetivo parecía ser alguien que Tsukasa anhelaba ver más que a nada en el mundo.
¡Hey, hey!
¡Estamos de vuelta!
Ha sido unas semanas dificiles en el trabajo, pero porfin he logrado escribir algo.
Siento que sea tan corto, pero como ya había comentado previamente surgirán ciertas intros o capítulos cortos que sean una apertura a nuevos escenarios, en este caso, presentamos a Keitaro él cual siente un gran preocupación por su hermana porque desde niña ha podido ver espiritus, él siempre actua desde las sombras e intenta que Tomomi no se sienta agobiada.
Estamos desvelando mas aspectos sobre Amane y Nori, e incluso Tsukasa.
Por lo que podreís observar, no sigo literal la línea del manga, junto a sus dialogos, ya que muchos aspectos me parecen de relleno y es una historia un poco densa, al mismo tiempo, intento no adelantar demasiado los acontecimientos, ya que necesito saber ciertos aspectos del manga que todavía nuestra mangaka favorita no ha revelado y que será de vital importancia para mi trama, ya que ha sido desarrollada mediante hipotesis que tengo sobre la historia.
Por lo que seguiré esta línea de personaje ve y cuenta o relata a otro para poder guiaros un poco sobre la línea temporal.
Ahora sí.
¡Preguntas!
¿Qué os gustaría que reflejase en el siguiente capítulo?
¿Sentís cierta curiosidad por algún aspecto de la vida de los mellizos o de Noriko?
¿Por qué creeis que Hanako no recuerda a Yoshino Noriko?
¿Hay algún aspecto que veais interesante de los personajes o la historia?
Nos leemos xx
Kana-sensei.
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