02
El sol de la mañana iluminaba el pequeño jardín del párvulario, rodeado de árboles con flores que desprendían su dulce fragancia. Los niños jugaban y reían, pero Nene se encontraba apartada, sentada bajo un árbol, mirando a sus compañeros desde la distancia. Los murmullos y risas ajenas le llegaban como ecos, pero nada de eso la hacía sentirse mejor. Las palabras crueles de los demás seguían resonando en su mente.
"¡Mira esas piernas! ¡Parecen de daikon!"
Le dolían, pero se obligaba a no llorar. Sus piernas eran lo que más le avergonzaba, tan diferentes a las de los demás niños. Y ahora, en lugar de correr y saltar como ellos, se sentía atrapada en su propia incomodidad.
De repente, un sonido suave y casi imperceptible llegó a sus oídos, por alguna razón le pareció incluso escuchar un suave sonido de cascabeles. Alzó la vista y vio a una niña de cabello verde menta, con ojos azules claros que reflejaban una calma inusitada para alguien de su edad. Su cabello era corto, hasta los hombros, y lucía lacio, con un flequillo que caía suavemente sobre su frente. Un prendedor en forma de flor, del cual Nene desconocía que tipo, adornaba su cabello, dándole un aire delicado y sereno.
—¿Eres Yashiro Nene-chan? La niña se acercó con una sonrisa amable, casi imperceptible.
Nene la miró sorprendida.
—S-sí, soy yo. ¿Y tú?—ella sabía quién era, le había parecido sumamente linda y todo el mundo hablaba de ella, la niña más bonita de clase.
—Me llamo Kunishige Tomomi—respondió la niña, sentándose a su lado con una gracia tranquila. —Te he visto aquí sola. ¿Por qué no juegas con los demás niños?
Nene se encogió de hombros, evitando la mirada de Tomomi.
—No me gusta jugar con ellos... siempre se burlan de mí.—Tomomi asintió lentamente, comprendiendo más de lo que Nene podía imaginar.
—¿Por tus piernas?—Nene se tensó, sorprendida por la comprensión de Tomomi.
—Sí... dicen que parecen de daikon...— murmuró, mirando al suelo, como si las palabras de los otros niños pudieran atravesarla de nuevo.
Tomomi sonrió suavemente, un gesto que parecía iluminar su rostro.
—Eso es tonto. No importa lo que digan los demás. Todos tenemos algo que nos hace especiales.
Nene la miró con ojos curiosos, sin saber qué pensar. ¿Cómo podía Tomomi ser tan segura de sí misma? ¿Cómo podía hablar con tanta confianza?
—¿No te molesta que te digan cosas raras?—preguntó Nene con una ligera duda en su voz, Nene sabía que aunque era la niña más linda de la clase, siempre hablaban mal de ella, aunque desconocía los motivos.
Tomomi se encogió de hombros, como si no fuera un tema importante.
—Al principio sí. Me decían rara, pero luego me di cuenta de que está bien ser diferente. No todos tienen que ser iguales.
Nene la observó en silencio, sintiendo que algo dentro de ella comenzaba a cambiar. Tomomi parecía tan segura, tan tranquila, como si ya hubiese encontrado su lugar en el mundo. Y Nene deseaba poder ser como ella, aunque no sabía cómo.
—Gracias.— murmuró, sin poder evitar una pequeña sonrisa.—Es raro que alguien me diga algo tan... amable.
Tomomi sonrió nuevamente, esta vez más ampliamente.
—No tienes que dar las gracias. Solo sé tú misma. Eso es lo más importante.
Por un momento, ambas permanecieron en silencio, disfrutando de la compañía mutua. Después, Tomomi se levantó con entusiasmo.
—¡Vamos a jugar!—sonrió— No importa lo que digan los demás, yo voy a jugar contigo, Nene-chan.
Nene la miró, sorprendida por la invitación. A pesar de su timidez, algo en el tono de Tomomi le dio la confianza que necesitaba. Se levantó lentamente, sintiendo por primera vez en el día que la vergüenza no tenía tanto poder sobre ella.
—¡Sí! Vamos a jugar.— Sonrió, con una chispa de emoción que no había sentido en mucho tiempo—¿Puedo llamarte Mi-chan?—ella asintió contenta de hacer su primera amiga.
Las dos niñas corrieron juntas hacia los demás, y aunque Nene sabía que las críticas no desaparecerían por completo, en ese momento comprendió algo importante: no estaba sola.
Tomomi había mostrado la manera de seguir adelante, con una sonrisa y una actitud que no necesitaba la aprobación de nadie.
En otra ocasión, le preguntaría sobre ella, por qué eso hacían los amigos, ¿no?
El timbre del final de la clase resonó por todo el pasillo de la secundaria. Tomomi y Aoi se levantaron de sus asientos y comenzaron a hablar animadamente sobre lo que harían después de clases, mientras que los muchachos de la clase las observaban como si fuesen ángeles.
Las dos chicas eran realmente populares en la escuela, y Nene ya estaba acostumbrada a tener dos amigas que constantemente eran el centro de atención, ya sea por su belleza o por sus personalidades tan singulares. Aunque ella intentaba restarle importancia a los murmullos a su alrededor, no podía evitar escuchar las risitas y las miradas furtivas.
Aoi, siempre tan dulce y con una sonrisa encantadora, sabía cómo ignorar a los demás con una mirada tan fría que era capaz de hacer que cualquier conversación se disipara en un segundo. No necesitaba decir nada; su actitud hablaba por sí sola, y aunque era adorada por todos, nadie se atrevía a acercarse demasiado, o más bien, se acercaban y salían mal parados, siendo rechazados o siendo escarmentados por Aoi Akane su amigo de la infancia, lo cual las dos amigas sabían que está perdidamente enamorado de ella.
Por otro lado, Tomomi, a pesar de ser tan hermosa como su amiga o incluso más, tenía una especie de aura que la hacía diferente. Su rostro tenía una expresividad mínima, tan inmutable, que era como si fuera una muñeca corriendo una maratón: una que no sudaba, no respiraba, no mostraba ningún signo de cansancio. Sonreía lo justo, y cuando algo la enfadaba, sus ojos parecían brillar con una fuerza que causaba escalofríos. Aoi a veces bromeaba con que esa mirada era capaz de hacer temblar hasta a los profesores, o haciendo llorar a sus compañeros, y Nene, su amiga de toda la vida, lo confirmaba sin dudar.
Nene recordó aquella vez en que un chico comenzó a burlarse de ella, como solían hacerlo, apuntando a sus piernas con risas crueles. La niña de cabellos claros no supo exactamente cómo ocurrió, pero aquel niño jamás volvió a dirigirle una palabra de odio o burla.
Con el tiempo, lo comprendió.
Momo no era una chica que alzara la voz ni se defendiera de forma directa. Pero su mejor amiga tenía algo que iba más allá de las palabras: una presencia tan intimidante que podía silenciar cualquier burla con una sola mirada.
A veces se preguntaba quién era más aterradora entre las dos.
¿Aoi-chan, la rompecorazones? Con su sonrisa encantadora y despreocupada, destrozaba los sentimientos de cualquiera que osara confesarle su amor, dejando corazones en ruinas con una amabilidad casi irónica.
¿O Mi-chan, la hermosa muñeca de porcelana? Su apariencia delicada podía engañar a cualquiera, pero si llegabas a cruzarte con su mirada cuando estaba enfadada, sentirías un frío escalofrío recorriéndote la espalda, como si te convirtieras en piedra bajo su furia contenida.
Pero Nene, aunque rodeada de amigas tan admiradas, no compartía el mismo nivel de popularidad. Era conocida por sus piernas daikon, lo que la hacía un blanco fácil para las burlas, sobre todo entre los chicos.
Aunque sus amigas siempre le decían que ella era bonita, la realidad era que ella también quería ser popular, quería ser deseada, admirada. Y aunque sus amigas la aceptaban tal como era, la presión de su vida adolescente, de la escuela y la mirada de los demás siempre estaban ahí, recordándole que algo seguía faltando.
Por ello, le tomó mucha atención en su momento a una de sus queridas amigas, Akane Aoi, a la cual, decía repetidas veces que no le agradaban las historias de terror, pero que si eso animaba a Nene lo haría encantada, sobre los siete misterios de la escuela, para después pedirle un deseo al misterio No.7 de la academia, Hanako-san del baño.
—Hoy después de clase vamos a la pastelería, ¿verdad?—habló la de cabellos menta sin expresión, pero con gran entusiasmo aparente, ella alzó su brazo una y otra vez, haciendo sonreír a Aoi, que ya estaba acostumbrada a sus rarezas— ¡Tienen unos dulces nuevos que seguro nos van a encantar!—dijo Tomomi, levantando los brazos en el aire, sin mostrar una expresión concreta, como si la emoción estuviera en sus palabras más que en su rostro.
—¡Sí, sí! ¡Hace tanto que no vamos!— Aoi asintió con una sonrisa brillante, juntando sus manos, emocionada por la idea.
Nene, que había estado escuchando en silencio, no parecía tan animada. Miraba hacia el suelo, su mente claramente atrapada en pensamientos ajenos a los dulces. Ella ya hacía un tiempo que no pasaba ratos de ocio con sus amigas, por cierto espectro, Aoi notando su actitud, frunció el ceño.
—Nene-chan, ¿qué ocurre?— preguntó Aoi, preocupada por su amiga. Nene levantó la mirada, sorprendida por la atención de Aoi, y rápidamente negó con la cabeza.
—No, no es nada.—respondió con una pequeña sonrisa que no convenció a nadie.—Solo estaba pensando en algo.
Aoi no parecía convencida, pero dejó el tema por la paz, pensando que tal vez Nene solo necesitaba algo de tiempo para relajarse.
—¿Sigues pensando en lo que pasó con el senpai? ¿Lo del rechazo?—Momo miró a Aoi y después a Nene.
—Es por eso que no deberías confesar tus sentimientos a todos los chicos atractivos que te encuentras.
Nene se tensó ligeramente, pero rápidamente volvió a su tono habitual.
—No. Ya no me importa.—dijo, aunque algo en su voz delataba que aún no estaba completamente tranquila con el asunto.
Pero en realidad, Nene no podía dejar de pensar en algo mucho más importante. Sus amigas no sabían que ella había realizado uno de los rituales de los siete rumores de la academia, encontrándose con un espectro, concretamente el séptimo, el cual concediría cualquier deseo que le pidieras siempre que claro, le entregaras algo valioso a cambio. Desde que conoció a Hanako, su vida había dado un giro extraño, y el incidente con la escama de sirena, que unió sus destinos con el espectro, seguía dando vueltas en su mente.
—No quiero estar unida a un espectro pervertido como él... —Pensaba mientras trataba de sacudirse esos pensamientos.
De repente, Aoi, sin saber lo que realmente sucedía, hizo una pregunta que cortó sus pensamientos.
—¿Le pediste un deseo a Hanako-san?
Nene se tensó de inmediato, Tomomi las miró confundida.
—¿Qué?—respondió rápidamente, con los ojos algo más abiertos de lo normal. —No... no le he pedido nada. Ella comenzó a sudar al sentir la mirada afilada de su amiga peliverde, Tomomi le había repetido encarecidamente que no hiciese ningún extraño ritual.
Tomomi, que hasta ese momento había estado callada, la observó en silencio. Su mirada estaba atenta, casi analítica. Aunque no decía nada, en su mente empezaba a entender por qué Nene había cambiado.
—Ahora entiendo. —Pensó para sí misma.— Eso explica el cambio en su aura.
Sin embargo, Tomomi no mencionó nada en voz alta. No era algo de lo que quisiera hablar abiertamente, y menos con Aoi, que no tenía idea de lo que estaba pasando.
Nene, claramente incómoda por la situación, se levantó rápidamente.
—¡No ha pasado nada chicas!—exclamó nerviosa. —Tengo cosas que hacer. ¡Nos vemos luego Mi-chan, Aoi-chan!—Sin esperar una respuesta, salió apresuradamente del aula.
Aoi miró a Tomomi, un poco confundida.
—Ne Mi-chan, ¿crees que Nene-chan está ocultando algo?
Tomomi se quedó en silencio por un momento, observando como Nene se alejaba por el pasillo. Luego, sin inmutarse, respondió en su tono habitual, plano y sin emoción.
—No lo sé. Pero... algo está pasando.
Aoi frunció el ceño, notando que Tomomi parecía estar pensando en algo más.
—¿Sabes algo más, Mi-chan?"
Tomomi miró a Aoi por un momento, sin mostrar ninguna emoción en su rostro.
—No.—respondió simplemente, sin ofrecer más detalles.—Mejor olvidémoslo por ahora. ¡Dulces, Aoi!—agregó, volviendo a su actitud más alegre, aunque no más expresiva facialmente, como si todo hubiera sido parte de un malentendido.
Aoi se quedó pensativa, pero finalmente sonrió, dejando el tema de lado.
—¡Tienes razón! ¡Dulces!—Aoi frenó repentinamente y miró a su amiga—Por cierto—ella la miró de vuelta—¿Kei-chan?
—Oh, él debe estar en el consejo todavía.—Aoi sonrió.
—Alguién como Kei-chan en el consejo estudiantil, nadie lo creería.
—Y nadie sigue sin creer la razón por la cual él forma parte de él.—respondió su hermana, Aoi rió suavamente.
—Eres mala, ¿los mellizos deberían apoyarse?
—¿Porqué suena a pregunta?—la miró incredula.
—No se...—río nuevamente, entonces suavemente, Tomomi sonrió, haciendo que Aoi la mirase al caminar.
—¿Qué pasa?
—100 puntos.
—¿Huh?
Aoi sabía que aunque dijesen que Tomomi era una muñeca sin sentimientos, ella tenía una de las sonrisas más bonitas que había conocido.
Tomomi había llegado tarde a la escuela, como era de esperarse, porque anoche se quedó despierta hasta tarde revisando unos documentos antiguos en su teléfono. Aunque nunca solía mostrarse preocupada por estas cosas, su rostro impasible siempre contradecía la serenidad que trataba de proyectar. Al llegar al pasillo, vio a Nene corriendo fuera del aula, los ojos llenos de lágrimas y la expresión de alguien que estaba huyendo de algo, o de alguien.
"¿Qué estará pasando ahora?" pensó Tomomi con calma, observando a Nene alejarse rápidamente. Aunque su amiga nunca había mostrado ese tipo de reacción, algo en su interior le decía que debía averiguar qué sucedía. Tomomi se acercó lentamente al aula, sus pasos ligeros y suaves, como si no tuviera prisa por nada.
Al llegar a la puerta del aula, observó que la puerta estaba entreabierta. No dudó en asomarse un poco, dejando caer sus cosas sobre el pupitre y sin hacer ruido. Dentro, un grupo de compañeros murmuraba entre ellos, claramente intrigados por el comportamiento reciente de Nene.
—¿Vieron cómo actuó hoy? Se veía rara, ¿no?— comentaba uno de los chicos, mientras otro se inclinaba hacia él con una mirada curiosa.
—Sí, casi parece que estuviera buscando a alguien.— respondía una chica, mirando hacia la ventana con nerviosismo.
Tomomi se asomó un poco más, pero no entró. Los murmullos aumentaron.
— ¿Y esa tal Aoi que mencionaba? No hay nadie así en esta clase, ¿verdad? — preguntó un chico con tono burlón, mientras reía un poco.
— ¡Sería una broma! Quién sabe...— respondió otro compañero, riéndose también.
Tomomi se quedó allí, observando con calma mientras sus compañeros murmuraban sobre Nene y la tal Aoi. Sin embargo, algo dentro de ella hizo clic cuando escuchó el nombre de Aoi. Al principio, pensó que tal vez era solo una coincidencia, pero en cuanto lo escuchó de nuevo, un escalofrío recorrió su espalda.
—¿Aoi? ¿La Aoi que conocemos?—pensó, frunciendo el ceño mientras sus ojos se fijaban en el pupitre vacío de la chica mencionada. La extraña sensación de confusión que la había invadido minutos antes se transformó en algo más oscuro, una inquietud profunda que no podía ignorar. Aoi nunca había sido una persona especialmente fácil de olvidar, ni mucho menos un simple rumor. La sonrisa tranquila de su amiga, su calma ante cualquier situación... ¿cómo podía ser que nadie la recordara ahora? ¡Ella era la más popular de la escuela!
Al mirar hacia el lugar donde Aoi solía estar sentada, Tomomi vio un vacío inquietante. El pupitre de Aoi ya no estaba ahí. En su lugar, solo había un espacio vacío, como si Aoi nunca hubiera existido en ese lugar, como si su presencia se hubiera desvanecido sin dejar rastro.
Un sudor frío le recorrió la nuca y sus manos empezaron a temblar. Los murmullos a su alrededor continuaban, pero ella ya no podía escuchar nada. Su mente estaba enfocada solo en una cosa: ¿Aoi realmente había desaparecido?
Recuerdos de las historias que había oído sobre el límite de las escaleras de Misaki llegaron a su mente. Un lugar donde las personas que entraban se desvanecían, borradas de la existencia de la realidad misma. Tomomi había creído que los misterios estaban en orden actualmente, después de todo sus familias se habían encargado de equilibrar a los espiritus del pasado, pero ahora, al ver el pupitre de Aoi vacío, no pudo evitar preguntarse si alguna parte de esa historia era verdad.
Tomomi se giró rápidamente, saliendo del aula con una determinación silenciosa. Miró a su alrededor, pero la gente seguía ocupada con sus propios asuntos, sin notar su inquietud. Tomomi se apresuró a recoger sus cosas y dejó el aula sin hacer ruido. Su mente estaba llena de preguntas y miedo.
—¿Aoi... qué está pasando?—pensó, mientras salía del edificio, decidida a encontrar a Nene. Ella sabía que Nene estaba involucrada de alguna manera. Todo ese asunto con Hanako, los espíritus... Tomomi había estado preocupada durante un tiempo, pero ahora su preocupación se había vuelto mucho más grave.
Sin pensarlo dos veces, Tomomi salió tras ella, su pulso acelerado. Ya no podía esperar más para obtener respuestas.
Tomomi era especial.
No porque fuese la niña mas bonita, o porque fuese criada en un templo.
Ella era especial por su don.
Existen humanos que pasan toda su vida sin ver algo sobrenatural, pero ella había sido bendecida con la habilidad de exorcizarlos, aunque su abuelo la sobreprotegiera, o que su hermano estuviese obsesionado con que ella no se acercase a aquel mundo, ella había nacido para conocerlo.
Por eso conocía ciertos trucos, atajos incluso para llegar a zonas con alta carga espiritual, aunque esto era realmente peligroso, ella lo haría, porqué sus dos y mas preciadas amigas se encontraban en peligro.
Tomomi avanzaba a través de un sendero oscuro, rodeada por una niebla densa que parecía tragarse cualquier rastro de luz. El silencio era absoluto, solo roto por el suave crujido de sus zapatos contra el suelo de piedra. No sabía cómo había llegado hasta allí, pero las palabras de sus compañeros, la desaparición de Aoi y el enigma que rodeaba a Nene la impulsaron a seguir adelante. Los límites de las escaleras de Misaki siempre habían sido misteriosos, pero hoy, algo se sentía diferente, como si el aire mismo pesara sobre ella.
Ella vió una puerta alejada al fondo, supuso que esa era la zona inferior del límite. Por lo qué la ignoró abriendo la siguiente.
Finalmente, llegó a un pequeño santuario, cubierto por una capa de musgo y enredaderas que daban un aire de abandono, como si nadie lo hubiera visitado en años. Sin embargo, la presencia de Nene allí le decía que este lugar aún estaba vivo, de alguna forma. Frente a ella, una escalera de piedra subía hacia un rincón oscuro, en la lejanía juraría ver una estructura, algo que le parecía muy conocido, y justo al pie de esas escaleras, estaba Nene.
La joven estaba de rodillas sobre el suelo, leyendo un cuaderno, cubierta con escamas que brillaban débilmente bajo la luz tenue que se filtraba desde algún lugar cercano. Su rostro estaba cansado, pero los ojos de Nene estaban llenos de una mezcla de dolor y determinación. Cuando la vio, una leve sorpresa apareció en su rostro, aunque parecía no esperar que Tomomi estuviera allí.
—Mi-chan... —dijo Nene con voz rasposa, como si le costara hablar. Se levantó lentamente, con dificultad, como si cada movimiento le costara un esfuerzo considerable. —¡¿Qué haces aquí?!—gritó alegre de ver a su amiga.
Tomomi no dijo nada de inmediato. Se quedó quieta, observando a Nene en silencio. La joven parecía estar luchando contra algo, y el hecho de que las escamas en su piel brillaran con un resplandor extraño le dio a Tomomi un escalofrío. Estaba más preocupada por su amiga de lo que quería admitir.
—¿Nene... qué te está pasando? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio. Tomomi no sabía si podía ayudar, pero su intuición le decía que su amiga estaba atrapada en algo mucho más grande de lo que pensaba.
Nene miró a Tomomi, suspiró, y luego asintió con la cabeza, como si estuviera resignada a la situación.
—No te preocupes por las escamas.—pronunció—Es una larga historia, he venido aquí... a buscar a Aoi. —Su voz tembló ligeramente, pero había un tono de resolución en sus palabras. —Ella fue transformada en muñeca, he llegado a este lugar para encontrar el yorishiro.
Las palabras de Nene hicieron que Tomomi frunciera el ceño, preocupada por la situación. No entendía completamente por qué Aoi estaba involucrada en todo esto, mucho menos creyó que su amiga estaría tan profundamente envuelta con los espiritus, debía detener todo esto.
—¿Llegaste aquí con la ayuda de Hanako-san del baño? —preguntó Tomomi, sin pensarlo demasiado. Al pronunciar el nombre de Hanako, una extraña sensación la invadió, como si algo en su interior se agitara.
Nene la miró con sorpresa, como si no esperara que Tomomi supiera algo sobre eso. Sus ojos se abrieron más, y por un momento, parecía completamente desconcertada.
—¿Cómo sabes eso...? —preguntó, su voz llena de incredulidad. Su tono se tornó más urgente, como si estuviera tratando de esconder algo. —No... no es algo que deba compartir, pero sí, Hanako-kun... me ha ayudado a llegar hasta aquí.
Tomomi, al escuchar esas palabras, sintió un nudo en el estómago. Había algo muy extraño en todo eso. Sabía que la conexión de Nene con lo sobrenatural era más profunda de lo que había imaginado, pero la magnitud de lo que estaba ocurriendo aún se le escapaba. Las escamas en la piel de Nene, la mención de Hanako, y la desaparición de Aoi... todo parecía encajar en un rompecabezas que Tomomi aún no podía completar, pero podía llegar a comprender.
Tomomi observó a Nene, su expresión implacable como siempre, pero en sus ojos brillaba una inquietud palpable.
—Nene, ¿qué está pasando realmente? —preguntó, su voz seria y firme.
Nene apartó la mirada, como si estuviera evitando el contacto visual. Su cuerpo temblaba ligeramente, y las escamas en su piel brillaban intensamente a medida que hablaba.
—No lo sé... —murmuró con un suspiro. —Todo comenzó con Hanako-san, y luego... Aoi... la perdí, y ahora estoy aquí, buscando respuestas, buscando una forma de salvarla. Pero no puedo hacerlo sola.
Tomomi dio un paso hacia ella, una resolución creciente en su pecho. Sabía que no podía dejar a Nene enfrentar este peligro sola. No importaba qué tan extraño o peligroso fuera el santuario, no importaba cuán oscura fuera la situación; ella estaría allí para su amiga.
—No estás sola, Nene —dijo Tomomi, con una voz suave pero llena de determinación, la chica recordó la primera vez que conoció a Tomomi, conmovida no pudo evitar soltar alguna lágrima. —Voy a ayudarte. Vamos a resolver esto juntas.
—Mi-chan...—entonces la abrazó, provocando que la mencionada mirase de soslayo el libreto en sus manos.
—¿Qué es eso?—Nene se lo mostró nerviosa.
—Parece ser que el rumor está distorsionado.
—¿Cómo?—la de cabellos verdes la observó confundida.
—Una mujer apareció ante nosotros. Al principio pensé que era Misaki-san, pero luego descubrí que Misaki era un profesor de una escuela cercana al santuario. Falleció cierto día, al caer por las escaleras.
—Entonces, la mujer que viste... debe ser un espíritu que ya habitaba este lugar.
El silencio llenó el espacio alrededor de ellas mientras la atmósfera en el santuario parecía volverse aún más densa, como si estuviera esperando algo.
—¿Mi-chan?—preguntó Nene, buscando la mirada de su amiga.—¿Como has llegado hasta aquí?
Tomomi la observó en silencio. Ella siempre había temido decir la verdad.
—Qué niñas tan curiosas.
Aquella voz desconocida les erizó la piel. La energía era palpable, y al voltear, ambas vieron a una hermosa mujer rubia con un kimono delicadamente decorado.
—¿Eres tú quien escribió este diario, verdad? —inquirió Nene con determinación—. ¡No eres Misaki-san!
La mujer esbozó una sonrisa inquietante.
—Era mucho más sencillo de esa forma —respondió con calma—. Debo recrear a Misaki... a través de los miembros de estas muñecas.
—Es por eso que los espíritus nunca aprenden —musitó Tomomi con frialdad.
—Ara, ara... tú eres... —La mujer rubia detuvo su mirada en Tomomi, visiblemente sorprendida—. Una descendiente del templo.
—Por eso tu rostro me resultaba familiar... —susurró Tomomi, como si algo antiguo despertara en su memoria.
—¿Mi-chan? —Nene notó el cambio en la expresión de su amiga: una seriedad y furia que nunca antes había visto.
—Ella es un espíritu Inari —explicó Tomomi, sin apartar la mirada de la mujer—. Son espíritus guardianes de templos, especialmente del que mi familia protege.
—¡¿Eh?! —exclamó Nene, desconcertada.
—Eres un familiar de Misaki —dijo la mujer rubia con un dejo de nostalgia—. Puedo sentir tu sangre...
—Los muertos no comprenden a los vivos, muchos de ellos no recuerdan lo que era vivir, es por eso que acabais haciendo este tipo de estúpideces.
—¿Estúpideces?—la mujer rubia la miró con molestia, entonces unas muñecas kokeshi surgieron del suelo, envolviendo las piernas de Yashiro.
—¡Nene!—Tomomi exclamó sorprendida por su ataque.
—¡¿Por qué haces esto?!—exclamó la rubia ceniza—¡¿Tu lo amabas, no?!—algo resonó en la mente de la de cabellos menta—¡Lo que le hiciste a Aoi-chan, a los otros alumnos! ¡Misaki-san no querría que hicieras algo así!
—Tienes razón—pronunció para después reír—¡por qué Misaki amaba a sus estudiantes!—dijo para después golpearla con una fuerza invisible, unas tijeras aparecieron cercanas a Nene que había caído contra un árbol.—Pero yo quiero que Misaki me regañe de nuevo.
Tomomi cerró sus ojos angustiada, ella no sabía nada acerca del amor, lo más cercano que ella conocía, era el afecto que sentía hacia sus amigas, su hermano y su abuelo. Al escuchar las palabras del Inori, no puedo evitar recordar las de su onee-san.
"Incluso si fuese su rostro molesto o lloroso, desearía poder verlo de nuevo. Haría lo que sea..."
—¡Haría lo que sea para traerlo de vuelta! —exclamó la mujer rubia con furia mientras alzaba sus tijeras.
Tomomi se paralizó. La expresión de terror en el rostro de su amiga la dejó inmóvil.
—¡HANAKO-KUN! —El grito resonó en el santuario, y en ese instante las tijeras se desviaron, clavándose en el suelo con fuerza.
—Número 7... —la mujer habló con tono contrariado mientras giraba su atención hacia la nueva presencia—. ¿Cómo nos encontraste?
—Gracias a estos pequeños.
Tomomi lo vio entonces. Unas esferas luminosas flotaban a su alrededor, moviéndose con devoción, como guardianes fieles. Pero más que guardianes, parecían un Cerbero al servicio del dios del inframundo.
El escalofrío recorrió el cuerpo de Tomomi al posar sus ojos en él: un joven espectro de cabello oscuro, rostro pálido, y vestido con un uniforme escolar antiguo, propio de la academia que ella misma frecuentaba.
Por primera vez en su vida, Tomomi experimentó lo que era la ira.
El joven levantó la mirada, y sus ojos ámbar, incluso magullados y llenos de heridas, brillaron con determinación.
—El misterio número siete de la escuela... Hanako-san de los baños del edificio antiguo... —susurró ella, aterrada ante la revelación.
—¡Hanako-kun! —exclamó Nene, esperanzada, como si estuviera viendo a un héroe caído del cielo.
El espectro cayó levemente hacia el suelo, agotado, y Nene corrió hacia él, intentando sostenerlo.
—¡Eres tan frágil, Número 7! —se burló la mujer rubia, observando con desprecio.
Tomomi bajó la mirada, sus manos temblaban mientras las apretaba con fuerza.
—Hanako-kun... ¿qué hacemos?
El espectro susurró algo al oído de Nene, quien asintió con determinación.
—Debes encontrar su yorishiro y destruirlo. Es la única forma de debilitarla.
Con esas palabras, Hanako se incorporó, sosteniendo al Número 2 con una cuerda que brillaba tenuemente. Fue entonces cuando Nene saltó al frente.
—¡Mi-chan, ayúdame! —gritó, mientras corría escaleras arriba.
Tomomi dudó por un momento, pero al final corrió tras su amiga.
—¡Necesitamos su yorishiro! —exclamó Nene con urgencia.
Tomomi abrió los ojos con sorpresa. Antes de que pudieran avanzar más, unas muñecas emergieron del suelo, bloqueándoles el paso.
—¿Por qué haces esto? —preguntó Tomomi con frustración.
Nene la miró con firmeza.
—¡Es la única forma de detenerla!
Molesta, Tomomi bajó la mirada mientras las muñecas la sujetaban con fuerza. Murmuró unas palabras en voz baja, dejando su mano sobre la cabeza de una de las muñecas. De repente, el agarre perdió fuerza, y Nene aprovechó para saltar por encima.
—¡Allá voy! —exclamó Nene con determinación.
—¡Espera, no lo hagas! —gritó la mujer rubia conmocionada.
Nene se giró hacia ella con el ceño fruncido.
—¡Tú no estás haciendo esto por Misaki-san... lo haces por ti misma!
Las palabras de Nene resonaron en el espacio, dejando a todos impresionados.
Tomomi, a pesar de su frustración, no pudo evitar sonreír al ver la valentía de su amiga.
Entonces, con decisión, Nene rompió el sello de las tijeras. Cuando el espíritu Inari intentó avanzar hacia ella, ya era demasiado tarde.
Hanako se colocó frente a Nene, protegiéndola. Vestido con un atuendo formal, sacó un cuchillo que brillaba con un aura espectral y perforó el cuerpo de "Misaki".
—¡Has abandonado tus funciones! Regresa a tu forma original.
El cuerpo del espíritu comenzó a fracturarse, y la apariencia de Misaki se desmoronó como porcelana rota.
En ese instante, Tomomi lo entendió. No podía seguir paralizada. Debía hacer algo.
Momo abrió lentamente los ojos, parpadeando mientras intentaba adaptarse a la luz tenue. Un dolor sordo latía en su cabeza, y su cuerpo estaba entumecido, como si hubiera pasado por una tormenta que drenó cada gota de energía.
—¿Dónde estoy...? —murmuró con voz ronca, moviendo apenas la cabeza.
—Ah, por fin despiertas.
La voz, suave pero teñida con un dejo de burla juguetona, hizo que Momo girara la cabeza bruscamente. Lo primero que vio fueron unos ojos ámbar brillantes, demasiado cerca de su rostro. Un rostro familiar, aunque extraño al mismo tiempo, con una sonrisa ladina que parecía más peligrosa que amigable.
—¡¿Qué demonios...?! —gritó Momo, retrocediendo instintivamente, pero su espalda chocó contra la pared del pasillo, habían vuelto a su realidad.
El Número Siete estaba inclinado sobre ella, su rostro a tan solo unos centímetros del suyo, con una expresión despreocupada que contrastaba con el caos que había dejado atrás en el otro mundo.
—Vaya, ¿por qué tan asustada? No muerdo... a menos que me lo pidas. —El tono burlón en su voz haría que cualquier chica se sonrojase, pero ella, no era el tipo de persona que se sentiría así por él, menos por ese tipo.
—¡Aléjate de mí! —exclamó, cubriéndose el rostro con las manos mientras intentaba procesar lo que estaba sucediendo.
Hanako se echó hacia atrás, pero no demasiado, todavía lo suficientemente cerca como para que su presencia resultara intimidante.
—Relájate, solo estaba asegurándome de que no hubieras perdido la cabeza allá dentro. Aunque, ahora que lo pienso... —Inclinó la cabeza hacia un lado, observándola como si fuera un rompecabezas que necesitaba resolver—, ¿quién eres?
Momo parpadeó, sorprendida por la pregunta.
—¿Qué...?
—Digo, ¿quién eres realmente? —repitió él, apoyando el mentón en su mano mientras la miraba fijamente—. No todos los días alguien como tú aparece en mi vida, ¿sabes?
El corazón de Momo latía con fuerza, pero no era por las burlas del espectro, ella sabía quien era él, la persona que había estado buscando. Los ojos de Momo comenzarón a brillar con un brillo intenso como el de un animal.
Hanako soltó una risa ligera, inclinando la cabeza mientras la estudiaba con curiosidad.
—¿Siempre eres tan amable? En serio, deberías sonreír más, te haría ver menos... aterradora.
—Cállate, Número Siete. —Momo bufó, reincorporandose. Se sentía débil por haber cruzado el umbral.
—Oye, oye, no es necesario que seas tan cruel conmigo. —Él cruzó sus brazos por encima de su cabeza frontado—. ¿Y bien, me dirás quién eres?
Ella lo miró con una mezcla de desconfianza y disgusto.
—Soy alguien que no tiene tiempo para tus tonterías, eso es lo único que necesitas saber.
—¡Momo-chaaan! —exclamó una voz aguda. Antes de que pudiera reaccionar, su mejor amiga la envolvió en un abrazo, empapando su uniforme con lágrimas y mocos. —¡Menos mal que estás bien!
—¿No debería ser yo quien diga eso? —respondió Momo, mirándola de reojo con una mezcla de exasperación y resignación.
—¡Yashiro, despertaste! —interrumpió alegremente un niño que observaba desde el fondo de la sala.
—Hanako-kun... —pronunció con un leve suspiro al notar su presencia—. ¿Y Minamoto-kun?
—¡Aquí! —respondió Hanako, levantando un muñeco que llevaba en las manos. Acto seguido, se lo entregó a Yashiro con un toque de solemnidad—. Luchó con valentía. —Añadió mientras sacaba un pañuelo y se secaba unas lágrimas que claramente eran fingidas.
—Lágrimas de cocodrilo... —musitó Momo con un tono ácido.
—¡Es tan lindo ahora! —dijo Yashiro con una sonrisa al mirar el muñeco.
Momo asintió, algo menos molesta.
—¿Y los demás?—preguntó la peliverde.
—Ellos volverán a la normalidad... cuando ella haga su trabajo.
—¿Ella? —preguntó Nene con el ceño fruncido, justo cuando el Número Siete levantaba del pellejo a un pequeño zorro que se revolvía débilmente.
—Esta es la verdadera identidad de las escaleras de Misaki, un espíritu Inari. —explicó Hanako con una mirada astuta.
—Ya veo... —murmuró Yashiro mientras observaba al pequeño animal con curiosidad—. Entonces, eso quería decir Mi-chan... parece un zorro.
—Para ser exactos, es una estatua de templo que se mueve. —Hanako señaló al espíritu y añadió con voz burlona—. Vamos, No. 2, discúlpate.
El pequeño zorro giró la cabeza con desdén, emitiendo un suave gruñido. Hanako alzó un cuchillo y lo miró con una sonrisa que no presagiaba nada bueno.
—¿Quieres que te convierta en udon de zorro?
—¡Espera! —intervino Nene, sorprendiendo a todos. Miró a Yashiro, algo desconcertada—. ¿Ellos realmente volverán a la normalidad?
—¡Qué molesta! —chilló el zorro, finalmente hablando—. Sí, mañana por la mañana todos estarán como antes. Ya no me queda más poder.
Nene soltó un suspiro de alivio.
—Menos mal... —murmuró. Pero al escuchar los pequeños gimoteos del espíritu, sacó algo de su bolsillo: una vieja foto.
—¿Qué es eso? —preguntó Tomomi.
—Esto es lo único que queda de Misaki-sensei. —Yashiro se lo entregó al zorro, rozando suavemente su oreja en el proceso.
El zorro la mordió de repente y corrió hacia las escaleras.
—¡No tengo intención de ser tu amiga! —gruñó, volteándose hacia ellos—. ¡Y mi nombre es Yako! La próxima vez que me llames Inari-san, te morderé más fuerte.
—Tal vez deberíamos hacer ese udon de zorro después de todo... —murmuró Momo con una sonrisa gélida.
—¡Venga, venga! —intervino Hanako, alzando las manos en señal de paz.
—Estoy agotada...—dijo la de cabellos cenizas apoyandose en la pared.
—Okay, entonces esto es para ti.—el espectro se acercó con una sonrisa burlona hacia ella.
—¿Eh? —Momo apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el Número Siete le plantara un beso en la mejilla a Yashiro.
Momo sintió algo quebrarse dentro de ella. Su rostro se tornó sombrío mientras lo señalaba con una mirada fulminante.
—Aléjate de ella. —dijo con frialdad, abrazando a su amiga como si quisiera protegerla de su proximidad, Nene todavía seguía sonrojada, pero entonces, miró a su amiga.
—E-es cierto... —Yashiro, algo confundida, intentó desviar el tema—. Mi-chan, ¿cómo llegaste hasta las escaleras de Misaki?
—¡Yo también quiero saberlo, Miii-chan! —se burló Hanako, acercándose demasiado.
Sin pensarlo, Momo sacó un rosario de su bolsillo y lo usó para golpear al espectro, causando que este cayera al suelo con una leve quemadura en la mejilla.
—¡¿Qué demonios es eso?! —protestó Hanako, frotándose la herida.
—Es un rosario. En mi familia lo heredan las sacerdotisas. Antes de mí fue mi madre, y antes de ella... —Momo desvió la mirada, sus ojos se tornaron fríos—. El caso es que soy una sacerdotisa.
—¡Eso explica por qué puedes viajar entre límites! —dijo Hanako.
—Exacto. Mi nombre es Kunishige Tomomi.
Hanako, divertido, puso una tirita en su mejilla quemada.
—Eres increíblemente fuerte... Pero, ¿por qué usaste ese andrajoso rosario contra mí?
—Por pervertido. —respondió sin dudar—. Y no es andrajoso, anciano.
Hanako dejó escapar un gemido de dramatismo, mientras una "flecha" metafórica atravesaba su corazón.
—¡Eso fue cruel!
—Yashiro —intervino Hanako, girándose hacia ella—, ¿sabías que las sacerdotisas son como las "novias de los dioses"?
—¿Qué? —preguntó Yashiro, asombrada.
—Poseen altos niveles de energía espiritual y pueden estar en contacto con el otro lado.
Yashiro miró a Momo con lágrimas en los ojos.
—¿Eso significa que cuando éramos niñas y decías que veías fantasmas en el arenero de la escuela... era verdad?
—No. —respondió con tranquilidad.
—Oh, menos mal...
—Pero cuando te dije que veía a la señora Sasaki, tu vecina... eso sí era cierto.
Yashiro se desmayó en ese instante.
Hanako y Momo la miraron. Momo la acomodó en su regazo con un suspiro, mientras presionaba con un dedo su mejilla.
—Mi-chan, ¿por qué me odias tanto? —preguntó Hanako mientras se ponía boca abajo flotando en el aire.
—No me llames así, escoria.
—¡¿Es porque soy un espectro?!—dijo lloroso.
—No.
—¿Eh? —Hanako la miró confundido.
Momo desvió la mirada, con una expresión que nadie pudo descifrar.
—Infiel.
El silencio cayó sobre la sala mientras Hanako intentaba procesar lo que acababa de escuchar.
¡Hey, hey!
Oficialmente, este es el inicio de la historia.
Los primeros versos de la historia 00 y 01, son como flasbacks del pasado, vestigios del pasado de los personajes, puede que a lo largo de la historia veais cosas similares.
Por ahora se nos presenta a Kushinige Tomomo, pero llamemosle Mi-chan. Ella es una de las protagonistas que he creado, después estaría su mellizo que aparecerá en los siguientes capítulos, y después...
¡SORPRESA!
Por ahora hablemos de este capítulo:
Como se ha descrito en el capítulo, Mi-chan pertenece a una familia de exorcistas y sacerdotisas, el templo que custodia en su parte, Yako-chan es en el templo donde se ha críado Mi-chan, es por eso que Yako-chan le dice a ella ''que puede sentir su sangre'', es decir, su conexión con Misaki-sensei, el cual era familiar del abuelo de Mi-chan. No se sabe si de forma directa o indirecta.
Esto es porque la escuela donde Misaki trabajaba como profesor, estaba cerca al santuario de Yako y también es el templo donde se crío Mi-chan.
Dicho esto, Nene siempre creyó que Mi-chan bromeaba con el tema de ver espiritus.
Curiosidades, hablemos de las sacerdotisas:
En la tradición sintoísta, las miko (sacerdotisas) son asistentes en los santuarios y se consideran intermediarias entre los humanos y los dioses (kami). Aunque no se llaman literalmente "novias de los dioses", su rol está asociado con la pureza y la devoción.
A esto quiere hacer referencia Hanako en este capítulo con '' la novia de dios''.
Por otro lado, cuando Mi-chan toca las cabezas de las kokeshi, realmente lo que estaba haciendo, era neutralizar la energía negativa del objeto, pero esto se explicará más adelante.
Última cosa, aunque Tomomi, Mi-chan, es una sacerdotisa, no era capaz de ver a Hanako cuando estaba con Nene en clase, porqué utiliza un accesorio para bloquear su sentido espiritual, o por lo menos un parte. Es por eso, que sentía que Nene estaba conectada con el más allá pero no entendía todavía el orígen.
Explicado esto, que tal si me comentan sus hipotesis, comentarios o preguntas sobre el primer capitulo, sería interesante poder conversar sobre ello, me ayuda a reconocer si el capítulo está estructurado de la forma correcta y no divago en partes que puedes confundir 'no por desconocer la historia' si no por como están escritas.
Os espero <3
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