OO9; pasado
El clic sutil del cerrojo resonó en el silencio del apartamento cuando Taehyung, con movimientos calculados, abrió la puerta principal. Su mirada vagó un momento hacia los dormitorios en penumbra, asegurándose de que Jimin y Jungkook no se hayan despertado a causa del ruido.
Un leve suspiro escapó de sus labios mientras salía y giraba la llave nuevamente esta vez para bloquear la entrada, como si con aquel gesto estuviera sellando algo más profundo que una simple puerta.
Con paso firme, abandonó el edificio sin mirar atrás. Al cruzar la entrada del complejo, un escalofrío le recorrió la espalda al ser alcanzado por el aire fresco de la mañana. El sol apenas empezaba a despuntar en el horizonte, tiñendo el cielo con un degradado de tonos oscuros y naranjas.
Taehyung ajustó las correas de su mochila sobre sus hombros y dejó escapar otro suspiro. Sus pies parecían conocer el camino por donde se dirigía incluso mejor que su mente mientras avanzaba por las aceras casi desiertas. "¿Por qué sigo haciendo esto?", se preguntó en silencio, aunque la respuesta era tan clara como el frío mañanero que lo envolvía.
No tardó mucho en adentrarse en calles menos transitadas, los edificios altos y modernos dando paso a estructuras más antiguas y desgastadas. Las luces de neón que todavía parpadeaban en algunos negocios pequeños contrastaban con la penumbra que lo rodeaba.
Unos gritos interrumpieron sus pensamientos al pasar frente a una casa pequeña y descuidada.
Una discusión se alzaba a esas horas de la mañana, las voces de una pareja se filtraban a través de las paredes delgadas como cuchillas, llegando hasta sus oídos.
—¡Te dije que no volvieras a gastar el dinero en bebidas! —se oyó la voz de una mujer, cargada de rabia y dolor.
—¡Y te dije que no me retes, maldita sea! —respondió un hombre con furia apenas contenida.
Taehyung se detuvo en seco.
Un escalofrío más fuerte lo recorrió, pero esta vez no era solo por el viento gélido de la mañana. El eco de aquellos gritos, de aquel tono lleno de veneno, lo golpeó como una ola que arrastra recuerdos indeseados a la superficie.
Se abrazó a sí mismo, intentando protegerse del frío exterior e interior, y apresuró el paso.
Finalmente, llegó al barrio donde había crecido, un lugar que siempre parecía atrapado en el tiempo. Las fachadas de las casas estaban descuidadas, algunas con ventanas rotas, otras con puertas desvencijadas.
A medida que avanzaba, sus ojos se enfocaron en una casa en particular, una casa que conocía más que bien.
Taehyung se detuvo frente a la puerta de la casa donde solía vivir. La pintura descascarada apenas ocultaba la madera desgastada que soportaba las marcas del tiempo y la desidia. Con un suspiro profundo, levantó la mano y golpeó suavemente, el sonido hueco resonando en la quietud matutina. Algunas personas empezaban a deambular por la zona, adultos que llevaban bolsas de compras o niños que corrían con risas despreocupadas.
La puerta se abrió al cabo de unos segundos, revelando a una mujer de baja estatura, de unos cuarenta y siete años. Su cabello castaño, corto y desordenado, estaba salpicado de unas pocas canas que parecían contar historias de años difíciles. Su ropa era simple y funcional, aunque desgastada: un suéter de lana con algunos agujeros y un pantalón de tela que mostraba manchas y bordes deshilachados.
Taehyung no pudo evitar fijarse en el moretón que adornaba su mejilla derecha, menos intenso que si fuera reciente, pero todavía visible como una sombra de lo que había sido.
La mujer sonrió al reconocerlo, y su voz se alzó con un cálido tono de bienvenida.
—Tae, hijo mío. Qué sorpresa verte tan temprano por aquí.
Taehyung forzó una sonrisa, ignorando deliberadamente la marca en su rostro. Dio un paso adelante y la abrazó con cuidado, como si temiera romperla.
—Buenos días, mamá —murmuró contra su hombro.
Ella le dio unas palmaditas en la espalda, con un gesto automático.
—Pasa, hijo. Que está refrescando mucho ahí afuera.
El rubio asintió y cruzó el umbral, permitiendo que su madre cerrara la puerta tras ellos. El interior de la casa era pequeño y modesto, con paredes que habían conocido tiempos pasados. La sala, iluminada tenuemente por las cortinas semiabiertas, estaba dominada por una vieja televisión colocada directamente en el suelo, que reproducía un programa matutino que Taehyung no reconocía.
—Siéntate, siéntate —dijo la mujer, señalando la mesa baja rectangular en el centro de la sala. Rodeada de unos cuantos almohadones desgastados, la mesa era el lugar principal donde se comía, se hablaba y se vivía.
Taehyung obedeció, acomodándose en uno de los almohadones. Su madre se sentó frente a él, pero no antes de tirar disimuladamente de su suéter para cubrir mejor sus muñecas. Aunque sus movimientos eran sutiles, Taehyung los notó.
—¿Quieres algo de beber? —preguntó ella de repente, con una energía nerviosa que parecía llenar el espacio entre ellos—. Tal vez un poco de té o café... aunque creo que solo tengo agua.
Taehyung negó suavemente con la cabeza, sus ojos oscilando entre la televisión encendida y el rostro de su madre, que intentaba mantener una expresión animada.
—No, mamá, estoy bien. No te preocupes por eso.
Ella frunció ligeramente el ceño, claramente incómoda con su respuesta.
—¿Estás seguro? Podría preparar algo rápido. ¿Has desayunado ya? Tal vez...
—No, mamá. No vine a quedarme mucho tiempo, así que no te tomes la molestia —la interrumpió él rubio con voz firme pero tranquila.
El brillo en los ojos de su madre pareció apagarse por un momento, y el moretón en su mejilla se hizo más prominente bajo la luz que entraba por la ventana. Ella se obligó a mantener la sonrisa, aunque ahora parecía un poco más débil.
—Oh... ya veo.
Taehyung desvió la mirada hacia sus propias manos, entrelazadas sobre la mesa, intentando ignorar el peso de la decepción que impregnaba el aire.
Su madre jugueteó con el borde del suéter, sin saber qué decir.
—Sabes que siempre es un gusto para mí verte, Tae —murmuró finalmente, con una suavidad que bordeaba la tristeza—. Aunque sea por un rato.
Él levantó la vista, encontrándose con la mirada cansada de su madre, y forzó una sonrisa que no alcanzó a sus ojos.
—Sí, mamá. Yo también...
El silencio entre ambos era espeso, lleno de cosas que ninguno de los dos se atrevía a decir.
Taehyung deslizó lentamente su mochila de su hombro, dejándola caer sobre sus piernas cruzadas. El viejo suelo de madera crujió levemente bajo el peso del movimiento repentino.
Sacó un sobre blanco, ligeramente abultado, de uno de los bolsillos de su mochila, y lo sostuvo entre sus dedos por un momento, observándolo como si quisiera asegurarse de que estuviera completo. Sin decir nada, lo colocó sobre la mesa y lo deslizó hacia su madre, dejando que descansara frente a ella.
—Aquí hay suficiente dinero para lo que necesites este mes —dijo con voz calmada pero firme, aunque su tono delataba un cansancio que venía de mucho más atrás que aquella mañana—. Puedes usarlo para los gastos de la casa: la luz, el agua, el gas… para ir al médico o comprar medicinas si las necesitas. También hay suficiente para que te compres algo de ropa nueva.
La mujer bajó la mirada hacia el sobre, pero no lo tocó. Sus manos permanecieron en su regazo, apretadas una contra la otra, como si el simple acto de aceptar aquel dinero fuera una carga demasiado pesada. Finalmente, levantó la mirada hacia su hijo, sus ojos oscilando entre gratitud y algo parecido a la culpa.
Abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera emitir sonido alguno, Taehyung la interrumpió.
—Siento no habértelo traído antes —dijo apresuradamente, desviando la mirada hacia la televisión que seguía reproduciendo un programa irrelevante en segundo plano—. Tuve algunos problemas en el trabajo y... bueno, hay una nueva persona viviendo con Jimin y conmigo, así que tuvimos que hacer un par de compras para que estuviera cómodo. Pero, de todas formas, hay dinero suficiente para que te solventes este mes.
La mujer lo observó con atención, sus labios apretados formando una fina línea. Sus ojos, que solían esconder más de lo que revelaban, parecían querer encontrar algo en la expresión de su hijo, pero este evitaba mirarla directamente.
—Taehyung, hijo… —empezó ella con suavidad—. No tienes que hacer esto. Nosotros estamos bien.
—Mamá, por favor —interrumpió él con firmeza, aunque sin levantar la voz—. Solo asegúrate de esconder bien el dinero, ¿sí? No le digas nada a papá.
La mujer frunció el ceño, apartando la mirada hacia el sobre que seguía inmóvil frente a ella. Su mano tembló levemente, como si quisiera alzarse para tomarlo, pero se contuvo.
—No creo que sea necesario esconderlo, Taehyung. Tu padre no…
—¡Claro que es necesario! —replicó él, su tono subiendo un poco antes de que pudiera controlarlo. Respiró hondo, cerrando los ojos un momento antes de continuar más calmado—. Si papá lo encuentra, sabes tan bien como yo que lo gastará todo en alcohol y esas estúpidas apuestas.
Su madre no respondió de inmediato. Sus ojos se llenaron de una tristeza que parecía haberse convertido en su estado natural, una sombra perpetua que cargaba desde hacía años.
—Mamá, sabes que no puedo lidiar con él —continuó Taehyung, su voz bajando hasta un susurro. Sus dedos jugueteaban nerviosamente con las costuras de su pantalón—. Pero al parecer tú sí y no comprendo cómo es que estás tan tranquila...
El silencio que siguió fue abrumador.
La mujer dejó escapar un suspiro largo, uno que parecía arrastrar consigo todo el peso de sus propios años de luchas y sacrificios.
Taehyung desvió la mirada, sus pensamientos llevándolo a lugares que preferiría olvidar. Recordaba su infancia a la perfección, era una época en su vida que debería haber estado llena de risas y juegos, pero que, en su caso, estaba marcada por gritos, golpes y amenazas constantes. No recordaba haber tenido una vida feliz, llena de juguetes y regalos como cualquier otro niño; tampoco recordaba haber salido a pasear con amigos como cualquier adolescente lo haría.
Su vida había estado envuelta en violencia desde que tenía memoria, y aunque durante mucho tiempo pensó que ese era simplemente el curso natural de la vida, todo cambió cuando conoció a Jimin y a su familia.
Tenía catorce años cuando Jimin, lo invitó a su casa por primera vez, aunque fuera para estudiar. Taehyung nunca olvidaría ese día, porque fue la primera vez que vio lo que significaba una familia. La madre de Jimin era amable, atento, y su hogar estaba lleno de una calidez que le resultaba completamente desconocida. Fue también en esa casa donde conoció a Jungkook que apesar de ser un niño un niño de diez años parecía encontrar una felicidad inmensa en los gestos más simples.
Jungkook había sido el primero en abrazarlo sin razón aparente, y aquellos abrazos, junto con los besos juguetones que le daba en la mejilla, habían sido un tipo de cariño que Taehyung nunca recibió de sus propios padres.
Sin saberlo, la familia de Jimin había sido su primer respiro en una vida de caos, y por eso les tenía tanto aprecio.
Pero esa felicidad momentánea se desmoronó el día que una vecina suya los vio a Jimin y a él besándose en un parque cerca de su barrio. La noticia corrió como pólvora, y no pasó mucho tiempo antes de que llegara a oídos de sus padres.
Cuando regresó a casa tras uno de esos días en casa de Jimin, su padre lo había estado esperando. Aquella fue la golpiza más brutal que había recibido hasta ese momento, acompañada de gritos llenos de rabia y desprecio. Después de eso, las visitas a la casa de Jimin se volvieron menos frecuentes, restringidas a momentos en los que estaba seguro de que su padre no lo descubriría. Pero eventualmente, incluso esas visitas cesaron por completo.
Durante los siguientes años, Taehyung empezó a trabajar en un pequeño restaurante local. La dueña, una mujer amable de mediana edad, parecía tenerle un afecto especial, y gracias a ese trabajo, pudo comenzar a ahorrar. Así que cuando cumplió los dieciocho años, tomó la decisión que había esperado toda su vida: se fue de casa, dejando atrás el lugar que había sido su prisión, decidido a buscar la felicidad que tanto había anhelado.
Ahora, sentado frente a su madre, con un sobre lleno de dinero entre ellos, Taehyung no podía evitar sentir que parte de esa prisión seguía atada a él.
Miró a su madre una vez más, pero esta vez no pudo mantener el contacto visual. Su mirada cayó nuevamente sobre la mesa, mientras intentaba encontrar las palabras correctas para decir.
Pero ¿realmente había palabras para eso?
La mujer miró el sobre con una mezcla de emociones que parecían brotar a través de sus ojos cansados. Y luego, con una mano temblorosa, lo tomó y lo apoyó sobre su pecho como si fuera un tesoro invaluable. Sus labios se curvaron en una sonrisa débil, y sus ojos brillaron con una gratitud que no necesitaba ser expresada en palabras, pero que de todas formas encontró salida.
—Gracias, hijo —dijo con voz quebrada, mirando a su hijo con un aprecio sincero—. Te prometo que cuidaré bien este dinero. Y no le diré nada a tu padre.
Taehyung asintió lentamente, su expresión permaneciendo neutral.
Había aprendido hace mucho a no dejarse llevar por el remolino de emociones que siempre acompañaban a sus visitas a aquella casa.
—Espero que así sea, mamá —respondió con suavidad, sus manos descansando sobre sus rodillas mientras la miraba brevemente—. Lo que hay ahí es para ti, para lo que necesites. Nada más.
Ella volvió a asentir, apretando el sobre contra su pecho como si de algún modo pudiera protegerlo de todo lo malo que acechaba en su vida.
—Lo sé, hijo. Gracias de nuevo.
Taehyung bajó la mirada hacia el suelo por un momento, sus pensamientos pesando más de lo que quería admitir.
Tras un par de segundos de silencio, se puso de pie, colocando la mochila sobre sus hombros con movimientos metódicos. Su madre, al verlo levantarse, hizo lo mismo, levantándose con cierta lentitud, como si aquel acto marcara un momento importante que no quería dejar pasar tan rápido.
—¿Ya te vas? —preguntó ella, su voz cargada con una mezcla de tristeza y resignación.
El rubio ajustó las correas de la mochila y miró hacia la puerta.
—Sí, tengo clases en treinta minutos —respondió con un tono que buscaba sonar casual, aunque sabía que esa información no aliviaba el peso de su partida.
Su madre asintió, caminando tras él hacia la puerta, sus pasos resonando ligeramente sobre el viejo suelo de madera. Una vez frente a la salida, ella se giró para mirarlo, su sonrisa era tensa, como si supiera que este tipo de despedidas no hacían más que abrir heridas antiguas.
—Volveré el próximo mes —dijo Taehyung mientras abría la puerta, girándose para mirarla una última vez.
—Te estaré esperando —respondió ella con una sonrisa que intentaba ser más cálida. Levantó el sobre en sus manos y añadió—: Gracias de nuevo por esto, hijo. De verdad. Lo agradezco infinitamente.
Taehyung simplemente asintió con la cabeza con una ligera sonrisa. No tenía más palabras que ofrecer en ese momento, ni la energía para una despedida más prolongada. Dio media vuelta y comenzó a alejarse a pasos rápidos, sin mirar atrás. Sentía la mirada de su madre clavada en su espalda, pero no se permitió detenerse.
Caminó por las calles estrechas del barrio hasta llegar a la parada de autobús más cercana.
Las primeras luces del día ya habían disipado los tonos naranjas del amanecer, y el tráfico comenzaba a incrementarse mientras la ciudad cobraba vida. Se sentó en el viejo banco de madera de la parada, dejando caer su mochila a un lado suyo, y apoyó los codos sobre sus rodillas, inclinándose ligeramente hacia adelante.
El leve bullicio de la zona le rodeaba, pero para él todo parecía estar en un segundo plano. Sus pensamientos eran un eco constante de si lo que estaba haciendo era realmente lo correcto.
Cerró los ojos y dejó que su cabeza cayera hacia adelante, las dudas mordiéndolo como un animal hambriento. Había tomado la decisión de alejarse de esa casa para protegerse a sí mismo, pero siempre sentía que, de algún modo, estaba fallándole a su madre. Y aunque sabía que su padre nunca cambiaría, no podía evitar cuestionarse si debía hacer más.
Un suave viento matutino le acarició el rostro, llevándose consigo algunas de sus preocupaciones, al menos por un momento.
Enderezó su postura y miró hacia el horizonte, justo cuando el autobús que lo llevaría a la universidad doblaba la esquina. Ajustó las correas de su mochila y se puso de pie, listo para seguir adelante, aunque las dudas seguían acompañándolo como una sombra que nunca lo abandonaba.
El autobús se detuvo frente a él con un leve chirrido, y Taehyung subió, entregando las monedas correspondientes antes de dirigirse a un asiento vacío cerca de la ventana. Mientras el vehículo comenzaba a moverse por las transitadas calles, miró hacia afuera, observando cómo el barrio que había marcado su infancia y adolescencia se desvanecía poco a poco a medida que se alejaban.
Sabía que volvería a ese lugar el próximo mes, como siempre lo hacía.
Pero en ese momento, lo único que podía hacer era centrarse en lo que estaba frente a él: sus estudios, sus responsabilidades y, quizás, encontrar un poco de paz en su propia vida.
un capítulo dedicado solamente a Taehyung para que conozcan un poco de su pasado
pd: que no se note
que el minv es mi gusto culposo 😭
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