𝐔𝐧𝐚 𝐥𝐥𝐚𝐦𝐚 𝐢𝐧𝐜𝐚𝐩𝐚𝐳 𝐝𝐞 𝐚𝐩𝐚𝐠𝐚𝐫𝐬𝐞
we're afire in love
Simplemente sucedió, sin demorar, sin retrasarse un segundo más. Observó primero su rostro, coloreado de rojo; sus ojos, que irradiaban más confusión que molestia y por último, sus labios, con un leve toque rosado a causa de su labial.
Dos segundos fueron suficientes para analizarlo, tres tardó en huir lejos de ahí. Lyla sabía lo que había hecho, y al mismo tiempo desconocía sus propias acciones. Su único propósito era el de ayudar a su jefe, no enamorarse de él y mucho menos tener el atrevimiento de besarlo. Era simplemente una locura, sin mencionar una apuesta muy riesgosa, con sus propios sentimientos en juego.
Para cuando detuvo sus pasos, ya estaba lejos de la base de Miguel. El aire por fin entró a sus pulmones, y el calor de su cuerpo entero se fue disipando. Los pensamientos, sin embargo, llegaron de golpe en conjunto con sus emociones, como una ola que terminó por arrasar toda su cordura. Sintió culpa, por su indebido proceder; luego, la incertidumbre ante las posibles consecuencias de sus actos, y después, la delectación que le provocó ese simple roce de sus labios.
Se llevó una mano a la boca, con desconcierto. No fue planeado, ella solo se puso frente a él para entregarle algo, y terminó cediendo a un impulso tan extraño que la poseyó de repente. Trató de ordenar las cosas en su mente mientras daba una caminata, y tras mucho pensar supo que la única opción sería afrontar lo que fuera a pasar. No había marcha atrás, y ahora todo cambiaría entre ellos para siempre. Pero Lyla no se inclinaba por un buen o mal final, al fin y al cabo, Miguel era un hombre impredecible.
Tras una hora de ausencia total, la figura de Lyla cruzó por la puerta del comando central. Con la intención inicial de disculparse, se dirigió hacia donde ella imaginaba que su jefe se encontraba. El lugar estaba casi desierto, a excepción por aquella chica virtual que aún estaba reparando la máquina interdimensional.
Sus pasos retumbaban en el silencio y se hicieron más lentos a medida que se acercaba a la oficina de O'Hara. Cuando finalmente llegó, ya no le quedaban fuerzas ni para sonreír de la manera burlona en que solía hacerlo. El de hebras castañas estaba frente a las pantallas con las que monitoreaba los universos, pero a juzgar por su expresión, no les prestaba la menor atención. El ruido que hizo la mujer al entrar le obligó a desviar la mirada, y de nuevo su semblante se transformó al verla.
No parecía contenta en lo absoluto. Se había acostumbrado tanto a su forma de ser, tan alegre y burlesca, que a Miguel le costó un poco reconocer a Lyla en esa faceta. Ella permaneció a distancia, como si aquella cercanía que ambos tenían se hubiera diluido por lo sucedido. Él, por su parte, la observó desenvolverse en una sincera disculpa, con un manojo de emociones suprimidas en el interior.
- Sé que suelo molestarte mucho, pero esta vez me pasé. Lo lamento, no tengo idea de lo que hice - Pronunció con dificultad, manteniendo la cabeza gacha -. Pero no sucederá otra vez.
La simple mención de esas últimas palabras lo puso en alerta. Lyla no era la única confundida, pero sí era la única que aparentemente estaba arrepentida por lo ocurrido. Lejos de saber el porqué, Miguel sentía que ya jamás lo olvidaría. Y también intuía que no podría sacarla a ella de su corazón.
- No digas eso - Soltó, con la firmeza de una orden y la suavidad de una declaración. Se acercó en su dirección, haciendo caso omiso a su mirada, más que desconcertada -. Por favor, no digas eso - Repitió. Luego, dio respuesta a la pregunta que hizo Lyla sin decirla en voz alta -. Di que sucederá. Y que esta vez no te arrepentirás.
Ella pareció seguir cuestionando en silencio, "¿De qué hablas?" "¿no estás molesto?" "¿estás seguro de esto?", él la conocía lo bastante bien como para poder traducir el lenguaje en el que hablaban sus bellos ojos claros y, para asegurarse de conectar bien con ellos, la despojó con movimientos delicados de sus gafas rosadas.
Optó por una mejor manera de declarar sus sentimientos, que ya eran bastante obvios. La distancia entre ellos se extinguió junto con la idea de permanecer separados por más tiempo, y a Lyla no le quedó otra opción que replicar su "error" anterior.
Lo besó de vuelta, como si su vida dependiera de ello. El aire se volvió lo menos primordial; la compañía del otro, una necesidad. Miguel la estrechó con fuerza entre sus brazos, como si temiera que fuera a escapar de nuevo, y se rehusó a mantener sus labios alejados de los de ella. Intercambiaban tantas caricias y cariño que creyeron no les quedaría para después, pero tan solo les bastó mirarse por un instante para aceptar la intensidad del sentimiento que los unía. Como una llama incapaz de apagarse.
"Tan solo mírate" murmuró la mujer con una sonrisa al verle la cara, aún más sonrojada que antes. Su cabello estaba también un poco desordenado, y en sus labios impregnado casi todo su lápiz labial. Él, para su sorpresa, compartió su expresión de regocijo e incluso rio. Se le veía tan diferente a lo que usualmente era, como si la vida hubiera regresado a su cuerpo.
Acordaron mantenerlo en secreto, al menos hasta que hallaran la forma de explicarle a todos en la sociedad de que oficialmente Miguel O'Hara, el frío líder calculador, había caído víctima de los singulares y únicos encantos de la que, hasta entonces, fue solo su asistente. Aunque las huellas de besos femeninos en la cara de Miguel no pasaron desapercibidos por nadie, así como muchas otras señales de que entre ambos existía algo que sobrepasaba a una simple relación laboral.
Pero ¿qué importaba la opinión externa? Bastaba con lo que ellos sintieran y, viéndolo de esa manera, entonces lo demás no significaba un problema.
—————
Quiero agradecer de manera especial a EditorialDeluxe por permitirme participar en sus premios ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top