𝟬𝟮. how low he had fallen

02. que bajo había caído

WELCOME TO PARIS!!!
where will you find love
and possibly your death too


e n t r e   l a   l u z   y   l a  o s c u r i d a d
s o l o   t ú,   m o n   a m o u r
e r e s   e l   p e r f e c t o   e c l i p s e




DUBAI, EMIRATOS ÁRABES UNIDOS
2022

Daniel Molloy era un hombre de investigación. Bueno, lo era ahora. Antes era un hombre de drogas y periodismo barato con relaciones de una noche de por medio. Con un vocabulario que apenas y llegaba a más de 2.000 palabras y relatos mediocres. Pero ahora, con el pasar de los años y olvidándose de aquella juventud para nada resplandeciente, se había vuelto bastante cuidadoso y precavido en cuanto de los relatos que escribía era verdad y cuánto eran mentiras cuidadosamente colocadas para él.

La investigación en casos de periodismo e historia oral era importante, más si se basaba en hechos históricos medianamente no tan lejanos, a ver, la investigación era importante cuando entrevistas a ex-agentes de la KGB que contaban verdades a medias para salvar su pellejo de la opinión pública negativa. Pero con vampiros... era otro tema.

Se pasó el resto de la noche buscando información de una tal Jessica Marino en París de 1945, encontrando apenas retazos en lo más profundo del internet, su equipo en Nueva York estaba en igualdad de condiciones. Algunos carteles en páginas de artistas antiguos, una o dos notas del periódico y... era todo. Nada más de la famosa Jessica.

Absolutamente nada más.

— Real Rashid, ¿estás seguro que esto es todo lo que hay? —. levantó el pequeño cuaderno con las mismas cosas que él había encontrado en internet, más un pequeño par de aros de plumas.

— En lo que a mí respecta, sí. Eso es todo lo que hay —. el mayordomo dijo sin levantar la vista de los diarios de Claudia que estaba acomodando con mucho cuidado. — Y es solo Rashid.

Daniel frunció el ceño y volvió a mirar el cuaderno, la tapa, la contratapa. Era diminuto considerando la forma que Armand hablaba de ella, uno pensaría que tendría más recuerdos si la amaba de tal manera. O si París estaba tan deslumbrado con ella como decía. Entonces... ¿dónde estaba el resto de la información? ¿Qué no le estaban diciendo?

— Mis recuerdos físicos de ella son escasos. —. la voz de Armand no lo alarmó. Pero si tomo el cuaderno con más fuerza, preocupado de que se lo quitara. Quería enviarlo a analizar. — La mayoría se... perdieron con el tiempo. Lo que tienes en la mano es lo último de ella. Y probablemente lo que encuentres en internet también.

— ¿Tú lo pusiste ahí? En internet, me refiero —. preguntó el periodista buscando un punto débil.

— Por mucho tiempo tuve la esperanza que algún historiador la encontrara, investigará su historia, viera todo su potencial y de repente su voz llenará el mundo nuevamente —. el vampiro más antiguo habló con la mirada dolida — Sin embargo, resulta difícil cuando no tengo ninguna grabación de su voz más allá que en mi cabeza. Así que... con el tiempo dejé de intentarlo y terminó en los rincones más oscuros del internet.

— Eres multimillonario, pudiste contratar a alguien que pareciera que investigará, recrear su voz con la inteligencia artificial, subir su canción con algún tiktok de una adolescente medianamente bonita, lo haces viral con bots, luego llega a gente real, listo. —. Daniel se encogió de hombros. Armand no tenía excusa, si realmente hubiera querido que Jessica se hiciera famosa después de su muerte como todo buen artista, lo hubiera hecho.

— Temo que mi recuerdo de su voz se haya distorsionado con el tiempo... — Armand tomó asiento en la mesa de la biblioteca. — Por eso es importante incluirla en este libro, tal vez recordar todo desde el principio sea lo más práctico. Aclarará mi memoria, la gente tendrá curiosidad sobre ella...

— O tal vez no. Tal vez les importe una mierda la cantante humana a la que un vampiro anciano acosaba. Tal vez te cancelen. Tal vez la cancelen a ella y a ti. La humanidad es un misterio, especialmente la humanidad que lee —. Daniel no se tragaba a Armand, algo estaba ocultado...

— ¿Entonces? —. el vampiro cruzó las manos sobre la mesa. Señaló la computadora de Daniel con la mirada, esperando que el periodista también tomará asiento y empezará con la siguiente sesión. Incluso sin Louis ahí. Estaba impaciente.

Daniel lo analizó. Quería investigar un poco más, pero para eso necesitaba saber un poco más. Dejó el cuaderno al lado de su computadora y empezó la grabación. — Sesión número 13, el vampiro Armand y su obsesión con la cantante Jessica Marino.

Armand apretó la mandíbula ante la palabra obsesión, pero no dijo nada. — ¿Dónde habíamos quedado? —.

— Huiste como un cobarde en la noche de navidad —. dijo Daniel con algo de burla en su tono de voz.

— Sí...

PARÍS, FRANCIA
FEBRERO DE 1946

A Armand le tomó más de un mes completo y un poco más volver a pisar La muse sombre. Las razones por las que no debía hacerlo se habían acumulado. La sirena le había hablado, le había dicho que lo había visto cientos de veces, había bajado la guardia por ella, le había hablado. Y la había dejado tirada, o bueno, más o menos.

La verdad es que había sido un cobarde, si. ¿Pero cuál hubiera sido el resultado de él juntándose con el dueño de un bar, un par de artistas mediocres borrachos y su preciosa sirena? Nada bueno, de eso estaba seguro.

Y aunque el aquelarre estuvo gratamente sorprendido de él quedándose todas las noches en las funciones, no hicieron ninguna protesta o algo por el estilo. Ellos creían que él estaba desconfiando de ellos, que los mantendría vigilados por alguna razón que habían acordado no decir, que habían cometido algún error lo suficientemente grande para hacer que su maître, se quedará en el teatro todas las treinta noches y alguna más. Pero la verdad era que, Armand estaba escapando.

¿Y cómo no hacerlo? Escapaba de sus más grandes instintos que le pedían estar cerca de ella, de su voz que lo atraía una y otra y otra vez sin detenerse, como el sonido molesto de una mosca sí hubiera sido sumamente encantador. Huyendo de sus instintos otra vez pero con un paso más adelante en aquel camino hacía la perdición. Le había hablado. Y cada noche, en la que intentaba distraerse a sí mismo en alguna cacería siempre terminaba igual. Mirando los carteles que aclamaban la voz de aquella sirena. Lo estaba llamando, y ella no lo sabía.

De todas maneras, Armand cedió ante esos pequeños impulsos que lo incitaban a pasar por aquella calle de vez en cuando, o por la calle de enfrente. Escuchaba los aplausos para ella cada noche, sus canciones que no habían cambiado en lo absoluto por su rechazo como él pensó que lo harían. Escuchaba su voz de vez en cuando, pasando antes de que ella terminara de cantar. Las primeras dos semanas se limitó a escuchar. Pero sus ansías de verla surgían cada noche más fuerte y para la tercera semana, ya se encontraba viéndola desde las sombras y por el rabillo de la puerta de entrada al bar.

Que bajo que había caído.

Duró así lo que quedaba del mes. Sin embargo, y con todos sus instintos sumidos ante ella, fue inevitable cruzar la puerta de entrada el día que escuchó por primera vez aquella canción que lo dejó de rodillas como a todos los demás. Armand, la persona con más edad de toda la ciudad, el vampiro más poderoso, sumido ante la voz de una simple mortal como si fuera uno más de ellos.

Sonaba imposible, pero ese era el efecto que ella tenía en él.

Vísteme de rojo y tírame tus rosas

Y enfureceré a las bestias con palabras

Es una danza de epítetos sin gracia

Aprendemos a hacer daño a alguien

Armand cruzó la puerta despacio, no quería hacer un ruido que hiciera voltear la atención hacía él, no quería que la sirena lo notará, los demás mortales no importaban, pero ¿ella? ¿Que si notaba que estaba él justo ahí? ¿Luego de la humillación de la noche de navidad? No, solo sería una canción, una canción y se iría. Ojalá pudiera decir que había sido así.

Las personas en el bar La muse sombre se habían quedado en silencio y prestando una atención especial hacía aquella chica castaña con aretes de plumas colgando. Notó que ella no tenía su guitarra al hombro como solía, en cambio abrazaba el micrófono con ambas manos y cerraba los ojos al cantar, cuando una canción era especial, él lo notaba de esa forma.

Consumirán tu dulce resistencia

Y llevarán tu corazón entre sus dientes

Pero siempre los estoy alimentando

Las partes más feas de mí

¿Será que algo había pasado? En su ausencia, Armand no se había cuestionado nunca la posibilidad de que algo le pasara a su sirena. Su mente se había concentrado tanto en pelear contra sus instintos que solo cuando volvió a verla pensó en que pudo sufrir algún daño mientras él no estaba. ¿Y si su último recuerdo de él hubiera sido que la rechazó? ¿Se hubiera podido perdonar algo como eso?

El antiguo vampiro intentó entrar en los pensamientos de su musa, sin embargo, y como todas las otras veces, su mente se bloqueaba al cantar. Era como una barrera, que se formaba cuando la música empezaba y se derrumbaba con la última nota. No muchos artistas tenían esa habilidad para bloquear su exterior al expresar su arte pero ella podía, por supuesto que podía.

Todas las palabras que me he tragado

Todas las cosas afiladas que he guardado en mi boca

Siempre estoy sangrando

Cuando esas palabras salieron de su boca, el vampiro notó una pequeña gota de sangre saliendo de los labios de su amada sirena. Incluso fuera de ellos, podía notarlo, bombeando cada vez más y más. Recorriendo su boca y manchando la misma como si hubiera salido a una cacería junto al aquelarre y hubiera tomado los más preciados premios.

Armand no podía apartar la mirada de ello.

El deseo de besarla lo llenó de golpe, la necesidad de compartir su sangre, de morder su cuello y saciarse de ella hasta cansarse. De mostrarle lo placentero que podría ser. Se la imaginó a ella, bañada en su propia sangre, dejando que él la llenará de placer y él se llenará de ella a la vez. Compartiendo cada noche juntos y cada día también. Hasta cansarse y volverlo a repetir, una y otra y otra vez.

Llévame a la guerra

Cariño, te reto

Seré la cosa más dulce

Para asustarte alguna vez

Cuando sus ojos se encontraron, lo que Armand sintió fue... inexplicable. Algo imposible de poner en palabras incluso para alguien tan antiguo para él. Su sirena, su Jessica, ahora le cantaba a él y sólo a él. El resto del mundo había desaparecido en la oscuridad de la atracción y la necesidad de demostrar algo más.

Dame una pelea que no pueda resistir

Dame algo para romper con mis puños

Esa era ella, hablándole directamente. Pidiéndole que se acercará, pidiéndole que peleará. Eso era lo que ella quería. Lo estaba cazando, tanto como él la había cazado a ella. Aquella sirena, jugando con el vampiro más antiguo de la ciudad como si no fuera nada. Que descarada. Fue su único pensamiento.

Y mientras ámbar y marrón peleaban en medio de una multitud invisible que apenas y notaba su vaga pelea de sensaciones, Armand comprendió algo que lo dejó paralizado. Asustado como nunca antes y que también, lo dejaba lleno de curiosidad y atracción.

Porque si ella le hubiera pedido, ahí, en ese mismo instante, por el micrófono y frente a todos en el bar, que le diera el don oscuro, él no hubiera dudado ni un segundo en moverse desde su lugar en la esquina hasta el escenario, drenarla frente a todos y convertirla. Él, a quien la idea de crear un novato solía repugnarlo, ahora encontraba cierta excitación en hacerlo, quería hacerlo. La quería a ella.

Quería que Jessica Marino fuera su compañera.

Que bajo había caído.

Si ella tan solo supiera con quien estaba jugando, estaba seguro de que Jessica no se hubiera arriesgado a causar tal sensación en él. No se hubiera permitido mirarlo, no se hubiera permitido cantarle con su boca cada vez más llena de su propia sangre. Pero ella no lo sabía.

¿Encontraría alguna excitación en hacerlo? Cantar de esa manera, con esa mirada, con ese movimiento casi imperceptible que él sí notaba. ¿Ella sé daría cuenta de que él lo notaba? ¿Había puesto en marcha un juego macabro entre los dos?

Llévame a la guerra

Oh, cariño, te reto

La sonrisa de Jessica le dijo que sí.

La pelea de miradas terminó junto a la canción. Con su sirena finalmente cediendo pero habiendo ganado la pelea de sensaciones cuando lo dejó a él sintiendo todas a la vez, cuando los aplausos la rodearon y ella se limpió la sangre de la boca cuando dejó de cantar, no sin antes darle una mirada de reojo.

Para Armand, la provocación fue obvia. Y con gusto, había aceptado aquel desafío que su sirena ponía sobre la mesa.

Si ella quería jugar, jugarían. Incluso si eso llevaba a Armand a corromper la pureza de Jessica, en todos los sentidos posibles. Incluso, si terminaba convirtiendo a esa sirena angelical en una asesina como él.

Que bajo había caído.

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