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En la majestuosa mansión Phantomhive, conocida por sus misterios y secretos, Sebastian Michaelis, el impecable mayordomo, desempeñaba su papel con una perfección casi inhumana.

No había tarea demasiado compleja ni desafío demasiado grande para él. Pero, en una noche que parecía destinada a cambiar el curso de las cosas, algo inesperado perturbó su imperturbable calma.

Anzu Noritoshi, una invitada de alto rango, llegó a la mansión. Su presencia era imponente, evocando la elegancia y el poder de una antigua guerrera. Con una belleza enigmática y serena, Anzu, con su kimono finamente tejido y adornado, parecía una figura sacada de un sueño.

Desde el momento en que Anzu cruzó el umbral de la mansión, Sebastian sintió algo diferente. Una inquietud, una sensación que no era habitual en su corazón demoníaco.

Observó cada uno de sus movimientos desde las sombras, sus ojos afilados siguiendo la delicada danza de su figura mientras se movía por los pasillos. No era solo belleza lo que veía en ella; era algo más, algo que encendía una chispa dentro de él, una chispa que no había sentido en siglos.

El gran salón estaba decorado con lujosas cortinas de terciopelo y candelabros de cristal, proyectando sombras suaves sobre los rostros de los invitados. La cena se había servido y los murmullos llenaban el espacio, mezclándose con la música suave de un piano que tocaba en una esquina.

Anzu se movía con una gracia etérea entre los invitados, su risa ligera llenando el aire como una melodía hipnótica.

Sebastian, siempre en control, se encontraba a sí mismo incapaz de apartar la mirada. A medida que la noche avanzaba, su fascinación crecía. No era una emoción que reconociera fácilmente; era un deseo de entender, de descubrir qué era lo que hacía a Anzu tan diferente.

Tan intrigante.

Finalmente, cuando la música disminuyó y la multitud comenzó a dispersarse, Anzu se retiró a uno de los balcones, buscando un momento de soledad bajo la luz de la luna. Sebastian vio su oportunidad y la siguió, moviéndose con la silenciosa elegancia que lo caracterizaba.

⠀─⠀¿Disfrutando de la velada, señorita Noritoshi?⠀─⠀preguntó Sebastian con su habitual tono suave, que escondía sus pensamientos más profundos.

Anzu giró la cabeza, sorprendida por su aparición, pero sonriendo con esa calma que parecía natural en ella.

⠀─⠀Sí, el ambiente aquí es único. Hay algo en esta mansión... algo que parece estar vivo en las sombras.

Sebastian se acercó, quedando a su lado, mirando hacia el jardín iluminado por la luna.

⠀─⠀La mansión Phantomhive tiene muchos secretos. Pero a veces, son los visitantes los que traen consigo la verdadera magia.⠀─⠀comentó, sus palabras envolvían un significado oculto.

Ella lo miró, sus ojos reflejando la luz de la luna, llenos de curiosidad.

⠀─⠀¿Me está diciendo que traigo magia conmigo, señor Michaelis?

Sebastian sonrió ligeramente, su expresión un enigma en sí misma.

⠀─⠀Podría decirse que su presencia ha añadido algo... diferente a esta noche. Algo que no puedo evitar encontrar intrigante.

Anzu, sin apartar la vista de él, dejó que un pequeño silencio se acomodara entre ellos antes de responder.

⠀─⠀Y si eso fuera cierto ¿Qué haría usted con la intriga, Sebastian?

Sebastian, sorprendido por la forma en que ella pronunció su nombre, sintió un ligero temblor en su fachada de compostura.

⠀─⠀La curiosidad, señorita Noritoshi, es una emoción que rara vez me afecta, pero usted parece tener una habilidad especial para despertar lo inesperado.

Anzu rió suavemente, un sonido tan delicado como el susurro de las hojas en el viento.

⠀─⠀Quizás porque yo también siento algo inesperado aquí. Hay algo en usted que va más allá de ser un simple mayordomo.

Él la observó con atención, fascinado por su percepción y por la calma que mostraba.

⠀─⠀Me complace que lo note. Pocos ven más allá de la fachada.

En ese momento la luna brilló mucho más intensamente, como si quisiera resaltar la conexión que estaba naciendo entre ellos.

Ambos quedaron en silencio, disfrutando de la compañía del otro y del misterio que parecía envolverlos como una suave neblina.

Después de un tiempo, ella rompió el silencio con una pregunta que lo tomó por sorpresa: ⠀─⠀Dígame, Sebastian, ¿Cree usted en el destino? ¿O piensa que todo está bajo nuestro control?

Sebastian, normalmente rápido con sus respuestas, se tomó un momento para considerar sus palabras.

⠀─⠀El destino es un concepto complicado. Algunos creen que está escrito, mientras que otros luchan contra él, pero yo...⠀─⠀hizo una pausa mientras la miraba directamente a los ojos.⠀─⠀creo que hay fuerzas más allá de nuestra comprensión, incluso a aquellos que pensamos que tenemos el control.

Ella asintió, sus ojos volviendo a mirar la luna.

⠀─⠀Tal vez esta noche es una de esas fuerzas en acción.

Sebastian no respondió, pero en su interior, sentía que Anzu podría tener razón.

Había algo en esta noche, en esta mujer, que despertaba algo en él que no podía negar, un deseo de descubrir más, de acercarse más a esa luz que ella irradiaba.

Con la llegada de la medianoche, la velada llegó a su fin. Los invitados comenzaron a despedirse, pero la conversación entre Sebastian y Anzu quedó grabada en el aire, un susurro de promesas y secretos compartidos en la penumbra de la noche.

Sebastian observó mientras Anzu se alejaba, su figura desapareciendo en las sombras de la mansión. Una sonrisa enigmática se vio en su rostro.

Sabía que este encuentro no sería el último. Su fascinación, nacida de una mezcla de curiosidad y algo más profundo, le aseguraba que el destino de ambos estaba, de alguna manera, entrelazado.

Y así, la noche se cerró con la promesa de más encuentros y más misterios por desvelar. La mansión Phantomhive volvía a sus silencios y sombras, pero en los pensamientos de Sebastian, Anzu Noritoshi se había convertido en un enigma.

Una que estaba ansioso por desentrañar.


























Unos días después del primer encuentro en la mansión Phantomhive, Ciel, el joven amo, organiza un baile de máscaras en honor a Anzu Noritoshi, intrigado por la impresión que la misteriosa mujer ha dejado tanto en él como en su demoníaco mayordomo.

La mansión se transforma con una decoración que evoca un ambiente etéreo, con cortinas de terciopelo azul oscuro, luces tenues de candelabros dorados y velas flotantes que crean sombras danzantes en las paredes.

Sebastian, siempre impecable, se prepara para el evento con más anticipación de lo normal. Su mente, normalmente enfocada en servir a su amo, está distraída por pensamientos de Anzu. Sabe que esta noche podría ser su oportunidad de entender el enigma que ella representa para él, y, quizás, de sucumbir a esa fascinación que creció desde su primer encuentro.

Anzu llega al baile con un elegante vestido de seda púrpura oscuro, con bordados de oro que brillan a la luz de las velas. Su máscara, finamente labrada con detalles de plumas y gemas, oculta parcialmente su rostro, dándole un aire aún más misterioso.

A pesar de la multitud él la reconoce al instante, su presencia inconfundible para él. Sus ojos, tras su propia máscara, la siguen mientras se mueve entre los invitados, su risa suave mezclándose con la música clásica que resuena en la gran sala de baile.

Ciel, siempre el anfitrión impecable, invita a Anzu a unirse al baile. La música cambia a una melodía lenta y cautivadora, y los invitados comienzan a girar en la pista. Mientras Anzu baila con gracia, Sebastian no puede resistir más.

Desliza su camino hacia ella con una elegancia que parece natural, como si cada paso estuviera coreografiado por su deseo de acercarse a ella.

⠀─⠀¿Me concede esta pieza?⠀─⠀pregunta Sebastian, su voz es suave, con un toque de desafío.

Anzu, sin dudar, toma su mano.

⠀─⠀Será un placer, señor Michaelis.

Mientras bailan, la tensión entre ellos se hace palpable.

Cada movimiento está cargado de una energía contenida, una conexión que va más allá de las palabras. Sebastian la guía con precisión, sus manos firmes en su cintura y su espalda, acercándola más con cada giro.

Anzu no puede evitar sentir el calor que emana de él, un calor que desafía la frialdad de su apariencia normalmente controlada.

Cuando la música llega a un crescendo, las luces de la sala bajan un poco, bañando el salón en una luz tenue y plateada.

Sebastian aprovecha este momento para guiar a Anzu fuera de la pista de baile, llevándola a un rincón más oscuro del salón, cerca de una ventana abierta que da al jardín iluminado por la luna.

⠀─⠀Hay algo que quiero preguntarte desde nuestro último encuentro⠀─⠀comenta el demonio, su voz apenas un susurro.

Anzu lo mira, su expresión calmada pero curiosa, invitándolo a que prosiga.

Sebastian la mira fijamente, sus ojos brillando con una intensidad que hace que el tiempo parezca detenerse.

⠀─⠀¿Por qué siento que hay algo más entre nosotros que no logro entender?

Anzu sonríe, un gesto suave pero lleno de significado.

⠀─⠀Tal vez porque buscas respuestas en un lugar donde las preguntas aún no se han formulado.

Él, atrapado en el enigma de sus palabras, siente que el momento es ahora o nunca.

Lentamente, inclina su cabeza hacia ella, acercándose hasta que sus labios casi rozan los suyos.⠀─⠀Entonces tal vez es hora de dejar de hacer preguntas.

Antes de que ella pueda responder él cierra la distancia, sus labios encontrando los de Anzu en un beso suave pero lleno de una pasión contenida.

Es un beso que habla de curiosidad, de deseo, y de algo más profundo, algo que ni siquiera él puede nombrar.

Ella responde con una mezcla de sorpresa y aceptación, su boca abriéndose bajo la presión de sus labios, devolviendo el beso con igual intensidad.

El tiempo parece detenerse mientras ambos se pierden en el momento, sus cuerpos inclinados el uno hacia el otro en la oscuridad de aquel lugar apartado.

La luna sigue brillando, iluminando suave su beso, como si el mundo entero hubiera conspirado para este preciso instante.

Cuando finalmente se separan ambos inhalan profundamente, tratando de recuperar el aliento.

Anzu sonríe, sus ojos brillando con algo que podría ser diversión o desafío.

⠀─⠀Parece que algunas preguntas encuentran sus respuestas por sí solas ¿No es así?

El deminio sonríe, una expresión rara para él, llena de un reconocimiento que va más allá de las palabras.

⠀─⠀Tal vez existen más preguntas aún por descubrir.

Anzu se inclina ligeramente hacia él, como si compartiera un secreto que solo ellos dos entendieran.

⠀─⠀Entonces, supongo que deberemos seguir buscando, Sebastian Michaelis.

Y con eso, se aleja suavemente, dejándolo con una promesa de más encuentros y misterios por descubrir.

Mientras la música resurge en el salón, Sebastian se queda observando, sabiendo que la noche ha cambiado algo dentro de él.

La fascinación que siente por Anzu ha crecido, convirtiéndose en una llama que no puede extinguir.



























Días después del baile de máscaras, la mansión Phantomhive está inmersa en un silencio inusual.

Ciel ha salido por un asunto importante, dejando a Sebastian encargado de la casa. Anzu ha estado explorando más de la mansión, intrigada por los secretos que podría albergar. Ha habido una tensión palpable en el aire desde que ambos se besaron, una tensión que ninguno de los dos ha abordado abiertamente.

Una noche, Anzu se encuentra vagando por los pasillos oscuros de la mansión. Guiada por una intuición inexplicable, llega a una puerta oculta en uno de los pasillos menos frecuentados. La puerta parece vieja y desgastada, como si no se hubiera abierto en décadas.

Empujada por la curiosidad abre la puerta, revelando una escalera que desciende a un nivel inferior.

A medida que desciende, siente que la temperatura baja y el aire se vuelve más pesado, cargado de una energía oscura. Al final de la escalera, se encuentra con una biblioteca oculta, con estantes llenos de antiguos tomos y artefactos que emiten un brillo tenue.

Sebastian, quien ha sentido su presencia, aparece silenciosamente detrás de ella.

⠀─⠀No muchos encuentran este lugar, señorita Noritoshi.⠀─⠀dice con una voz suave pero cargada de una extraña seriedad.

Anzu se vuelve hacia él, sorprendida pero no asustada.⠀─⠀¿Qué es este lugar?⠀─⠀pregunta, sus ojos recorrían la vasta colección de libros y objetos.

⠀─⠀Es un depósito de conocimiento antiguo, una biblioteca secreta que contiene información sobre lo oculto y lo prohibido.⠀─⠀Sebastian avanza, sus dedos rozando los lomos polvorientos de los libros.⠀─⠀Pocos han sido testigos de lo que se guarda aquí.

Anzu siente una mezcla de intriga y aprehensión.

⠀─⠀¿Y tú?⠀─⠀pregunta.⠀─⠀¿Qué has encontrado aquí, Sebastian?

Sebastian la mira con una intensidad que parece atravesar el tiempo mismo.

⠀─⠀Verdades que la mayoría preferiría no conocer.

Anzu se siente atraída por un libro en particular, uno que parece brillar con una luz interna.

Cuando lo abre, se desata una serie de visiones. Imágenes de un pasado lejano llenan su mente: escenas de caos, destrucción, y un joven Sebastian, no como el mayordomo que ella conoce, sino como un demonio en su forma más pura.

Ella ve cómo Sebastian caza almas, cómo hace tratos oscuros a cambio de sus propios deseos.

La biblioteca se llena con un viento sobrenatural, como si los recuerdos de Sebastian estuvieran siendo arrancados de su mente y proyectados a su alrededor.

Anzu observa, fascinada y horrorizada, mientras Sebastian en su forma demoníaca toma decisiones crueles y despiadadas, mostrando una faceta de sí mismo que nunca había revelado.

Sebastian intenta cerrar el libro, pero este parece estar encantado, atado a todos sus propios recuerdos.

⠀─⠀Esto no lo deberías ver.⠀─⠀dice con un tono sereno.

Anzu, sin embargo, no aparta la vista.

⠀─⠀Esto es lo que eres realmente, ¿No es así?⠀─⠀susurra, más como afirmación que una pregunta.

Sebastian asiente lentamente, resignado a la revelación.

⠀─⠀Soy un demonio. Mi pasado está lleno de oscuridad, de decisiones que tomarían siglos en entenderse. Soy un depredador, un cazador de almas. Pero aquí, en esta casa, bajo este contrato, mi propósito ha sido diferente.

Anzu cierra el libro, pero el silencio que sigue está cargado de las verdades reveladas.

⠀─⠀¿Por qué mostrarmelo todo ahora?⠀─⠀pregunta.

⠀─⠀No era mi intención...⠀─⠀responde, dando un paso más cerca de ella.⠀─⠀pero creo que una parte de mí quería que lo supieras.

》No soy humano, no soy lo que pretendes que sea, sin embargo, desde que te conocí, ha habido algo.. diferente, algo que no logro entender todavía.

Anzu se enfrenta a él, sus ojos buscaban una respuesta.⠀─⠀¿Y eso te asusta?

Michaelis ríe suavemente, una amarga.

⠀─⠀Los demonios no sienten miedo, pero tú... tú me haces cuestionar lo que soy, lo que he sido por siglos.

Anzu, ahora más cerca de él, toca suavemente su mejilla, un gesto que lo toma por sorpresa para luego agregar.

⠀─⠀Todos tenemos sombras, pero lo que importa es lo que hacemos con ellas.

Sebastian, atrapado en el momento, se inclina hacia ella, sus ojos reflejando una mezcla de vulnerabilidad y anhelo.

⠀─⠀Si supieras lo que eso significa para mí...

Antes de que pueda terminar, Anzu se pone de puntillas y lo besa suavemente. Esta vez, el beso no es de deseo impulsivo, sino de comprensión y aceptación. Es un beso que reconoce sus diferencias, pero también su extraña conexión.

La biblioteca oscura, llena de recuerdos y secretos, se siente momentáneamente iluminada por la intensidad del momento.

Cuando se separan, el silencio regresa, pero esta vez es más cómodo, lleno de una nueva comprensión.

Anzu sonríe suavemente.⠀─⠀Parece que tus secretos no son muy aterradores después de todo.

Sebastian, con una rareza en su expresión, asiente.

⠀─⠀Quizás hay más que descubrir sobre ambos.

La puerta de la biblioteca se cierra suavemente tras ellos mientras regresan a la mansión, con la promesa implícita de que, aunque sus caminos estén llenos de sombras, seguirán explorando lo que los une y los separa.

Ahora más que nunca.






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