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Él jóven púrpura padecía poco conocimiento acerca de lo que es el "amor sano". Siempre ansió con experimentar aquellos sentimientos quisquillosos, sensaciones nuevas y otras conocidas como "maripositas" o eso le murmuraban a él. Pese a todo, mantenía en pie su creencia de que el amor es no sano, sino que también es capaz de presentarse en distintas formas, al final...sigue siendo un sentimiento hacía alguien, por más leve que sea.
Incluso el repudio o desprecio.
Voces familiares le aconsejaban que no esperase a que ese sentimiento llegue, simplemente... fluye cuando menos te lo esperas. Y sin darse cuenta, pasó; su débil corazón fue tomado por alguien fuera de su alcance. Consciente de esto, junto a las advertencias y recomendaciones de sus seres queridos, solo se precipitó a ignorar todo lo anterior en casi su totalidad, pasando por alto cualquier barrera que se lo impidiera, solo siendo guiado por cada latido de su inexperto corazón.
No era algo nuevo. El amor te genera tanta ilusión que te vuelve un completo incapaz de pensar correctamente; un insensato carente de razonamiento, cegando ojos que ya se encontraban ciegos.
Al principio la sensación es grata... pero el golpe de realidad pronto le incrusta el pecho, llevando a conclusiones y decisiones incorrectas pero que consideras en tal punto de ceguera; culpa, angustia y arrepentimiento de consecuencia, una sensación indescriptible de amargura e infelicidad gobernando a las víctimas.
Dedos cubiertos de un líquido rojizo, la confusión inundando sus pensamientos restantes, dónde aún conserva la consciencia que confirmó como perdida.
Adolorido, perdido ante los ojos de Dios, queriendo acabar todo lo que empezó.
Sentimiento de estupidez e imprudencia remota en él, sensación solitaria y vacía; el gélido ambiente siendo su único acompañante. Llegando a formular unas débiles palabras, titubeó.
—Feliz cumpleaños a mí... —sollozó felicitando a su propia persona en posición fetal sobre el suelo, balanceando su peso sucesivamente de forma ansiosa, abrazando sus rodillas como si de su vida se tratase.
Enterrado en la vil soledad, líquido embarrando sus rodillas desnudas decoradas de distintos hematomas.
—Feliz Cumpleaños....a mí..
Mechones violáceos lisos y desordenados, poca estabilización del sueño con ojeras en sus párpados inferiores. Siguiendo su balanceo ansioso, logra captar una segunda voz; está vez una grave.
—Feliz cumpleaños a tí... —una figura familiar apareció poniéndose de cuclillas encarando al jóven, felicitando con voz dulce y profunda al adorable cumpleañero cabizbajo.
Alzó levemente sus iris amatistas buscando encontrarse con aquellos ojos ajenos. El autor de aquella voz siguió su cantarín mientras este observaba de forma atenta, mirada en pánico encontrándose con los del mayor.
—Feliz cumpleaños...a tí... —arrastró mano pálida hacía la mojada mejilla derecha del menor, empapando sus dedos de sangre que no son de ninguno de los dos. Roce gélido y delicado que hizo erizar su piel al instante, sin apartar la vista de aquel ente amado.
Cantaba con delicadeza casi musitando, forma en la que se le cantaría a un niño con problemas para dormir por los monstruos nocturnos. Aquel brillo en sus ojos que creía extintos volvieron a la vida con solo observar con detenimiento al mayor. Le encantaba e hipnotizaba esa voz con un dueño que solo le dedicaba una leve sonrisa sanadora. Mientras su miedo se desvanecía, paz y calma empezaba a crecer en su ser; elevando lentamente aquella comisura de sus labios con satisfacción.
¿Era este su salvador...
O el comienzo de su perdición...?
Finalizó su canto cumpleañero, pero sus miradas fijas seguían en pie.
Perdió el control de si mismo. Una gracia le invadió de repente. Risitas cortas provenientes del cumpleañero resonaron en el vacío, transformándose a unas enloquecidas y traviesas. Sentía escalofríos; toques repentinos en su cuerpo, nerviosos e incontrolables.
Salir juntos.
Comer juntos.
Hablar juntos.
Dormir juntos.
Todo juntos...
Dio fin a sus risas y con torpeza acunó el rostro del adverso sin ninguna delicadeza; totalmente opuesto a como lo hizo el adverso. Lo miró de manera fija y seria como si tratara de decirle algo. Pero pesar de eso, el mayor solo demostraba su imperturbable indiferencia manteniendo esa sonrisa.
Con voz quebrada
le suplicó.
—N...nunca me dejes...
Por favor.
Lágrimas se deslizaban por su piel demacrada, con mejillas rojizas de tanto dolor. Sin obtener alguna respuesta contraria, el "invitado" en su lugar sonrió con más amplitud, acariciando con dulzura el cachete del menor, ignorando el agarre violento anterior que le dedicó.
Un "invitado" inesperado que nadie invitó, pero aún así anhelando su presencia.
Pétalos de rosa de coloración color negruzca; secos y débiles a punto de carbonizar comenzaban a descender con lentitud de aquel vacío que no poseía entrada ni salida.
Al momento de caer, solo se desvanecían en el suelo, y en el aire asfixiante del lugar donde las viles almas sin ninguna pizca de inocencia reposaban.
Soltó un leve suspiro, y musitó; sonriendo levemente, mirándole con los ojos más sinceros que conoce.
—Lo prometo.ㅤ
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