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El viento invernal soplaba ferozmente la ventana, queriendo entrar en la gélida habitación. El morado se movía ansioso en las cobijas, sin ser capaz de conciliar el sueño correctamente, como solía hacerlo. La única acompañante que tenía era la luz de la luna, que se colaba por las ventanas.

El insomnio se apoderaba de sus cuencas ojerosas, estando incómodo, después de mucho movimiento sin éxito, se dispuso a observar el techo fijamente con atención. Merodeo por esos recuerdos de aquel día en el que pudo conocer finalmente al dueño de esa mirada ardiente.

No pudo evitar que una sonrisa se le escapara, se sentía tan feliz de simplemente revivirlo en su mente. Dijo que también tenía interés en él ¡Aún no podía creerlo! todo estaba saliendo mejor de lo que pensaba, y su cerebro era tan lento como para tardar en procesar toda esa información.

Abrazó su almohada que se mantenía fría, con algo de ansías de cubrir esa sonrisa que no paraba de hacerse cada vez más notoria. Quería conocerlo más a fondo, todo de él si es posible, le emocionaba la simple idea de dedicarle horas de su vida a ese tipo que se robó sus pensamientos en ese momento.

Quería hablarle, así sea por texto, pero King quién era el único que obtuvo su número no le había escrito hasta ahora. Eso le hizo preguntarse que estaría haciendo en ese momento. Bueno, no de una forma siniestra, tenía curiosidad de saber más de él, aunque probablemente en estos instantes esté en el quinto sueño, o quién sabe.

Sus pensamientos acerca de él fueron perturbados por el sonido de entrada en su teléfono móvil que reposaba en su mesita nocturna. Hizo una mueca al oírlo, sin estar complacido ¿Quién sería a estas horas? escondió su rostro en la almohada. Se le hizo un tanto extraño, pero a la vez la curiosidad se apoderaba de él cómo parásito.

No se contuvo más y con algo de pereza desplazó su mano hasta la mesita y agarró el aparato móvil. La luz excesiva de la pantalla le impedían ver con claridad. Solo pudo presenciar un mensaje de un número que desconocía.   Sus ojos se perturban al ver aquellas letras ¡Era él!

“¿Estás despierto?”

Con algo de torpeza se acomoda en una mejor posición para poder escribir con más comodidad. Tecleaba con emoción y nerviosismo, pero le pareció un tanto curiosa la hora. Pero no lo juzgó, también le escribiría a altas horas de la noche por sus problemas de insomnio.

Al comienzo eran mensajes un tanto breves, pero con el pasar de los minutos la conversación fluyó como agua de cataratas. Hablaron de diversos temas, o de sus gustos, que raramente se asemejaban entre sí y generaba una profunda conexión y comprensión.

¡Se sentía tan cálida la conversación! La más fluida que pudo experimentar. Los mensajes del naranja le alegraban, era como si de alguna manera, le entendieran. Aunque sus ojos no querían cooperar, de alguna forma se caían del cansancio, le generaba malestar. Pero eso no le tomó importancia, quería continuar, se convenció a si mismo, de que estaría ahí hasta que amanecerá.

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El ruido de los pájaros mañaneros inundaban las afueras, era buen ambiente para empezar el día, diría él. Se encontraba sentado en el comedor comiéndose su respectivo desayuno que Blue le preparó, pero era con algo de lentitud. Mientras comía, también se encontraba intercambiando mensajes con el naranja. pues le había escrito nuevamente esta mañana.

No podía ocultar su sonrisa, sus chistes y anécdotas le generaban risas. Esa misma noche había disfrutado esa charla, le generaba conmoción y emoción, quería ir hacia todos y hablarla. Aunque debido a eso, su desayuno se enfriaba, tenía que terminarlo antes de que le regañaran.

En el fondo había miradas curiosas, anhelaban saber que era lo que pasaba.

—Oye Red ¿Has notado a Purple que ahora está mucho en el celular? Me genera curiosidad —Second alzó una de sus cejas, observando como el morado movía hábilmente los dedos para escribir.

—Mmh, vaya, tengo una idea de quién podría ser —sonrió a su compañero de forma pícara, como si le transmitiera el mensaje mediante su mirada.

El naranja de baja estatura le regaló un fuerte codazo por estar jugando. No tardó en que el rojo se echará a reír de su reacción. Era algo entrometido, de eso no había dudas, y este no desperdició momento para recalcarlo.

—Vaya Purple, se te nota más feliz de lo normal —comentó casualmente el azul acercándose a la mesa, no pudo evitar que se le escapará una sonrisa.

—¡Claro! ¿Sabías que ese chico del que te comenté días antes me escribió? —respondió mirándolo con algo de emoción, un brillo en sus ojos apareció.

—Me alegro por tí —volvió a sonreírle con calidez, sintiendo por el morado conmoción—. Deberías hablarnos de él alguna vez.

Dijo tocando su propio mentón, y en eso Purple le sonrió, para luego abandonar la cocina dejando a solas al menor.

Todo esto era cómo una bendición, hablarle al que le gustaba sin ninguna interrupción. Podría hacer esto todo el día, hasta tener la oportunidad de volverle a ver.

A continuación de los días mejoraron su comunicación, al igual que su relación. Lo único que hizo Purple era hablar de éste, como si su vida dependiera de él.

Bajo la nieve con la compañía del rojo, ambos balanceando sus cuerpos encima de los columpios. Sus ojos rubí centrados en el morado, que no paraba de parlotear acerca de su “amado”.

—¿Ya te he contado lo grandioso que es? Tienes que conocerlo alguna vez —declaraba con felicidad en su voz, mientras se columpiaba cada vez más fuerte, disfrutando del ambiente y el clima feroz.

—Por como lo describes suena estupendo, tienes que presentarlo en cualquier momento —dijo en buena onda, aunque su columpiado era un tanto lento.

Ambos se sonrieron, ignorando por completo como caía más nieve en el terreno.

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Más tarde, en la parte trasera del hogar, ambos individuos se encontraban juntos, uno sentado encima de una roca, observando cómo el otro ataca.

—¡Aparte de atractivo, también es bromista! ¿No te has detenido a pensarlo? Quizá y con suerte también sea detallista —comentaba con ilusión inquieto sobre el peñón, hundido en sus pensamientos, sin prestarle realmente atención.

—Sí, suena...cool —respondió en voz alta, algo jadeando, ya que se encontraba entrenando, y le hablaba mientras golpeaba un muñeco de saco, con los nudillos algo blancos. Concentrado en su objetivo, mientras el morado relataba acerca del sujeto atractivo.

Al menos tenía alguien para entretenerse mientras sudaba frío.
No tardó en que Second derribe al pobre saco, y el menor pare por un momentos sus relatos.

—¡Buen trabajo! —el morado aplaudió felicitándolo, estaba de más decir que lo hacía con entusiasmo. El naranja le sonrió, y en eso Purple se acercó—. Me pregunto si él también sería igual de fuerte ¡Eso sería tener mucha suerte!

Entrelazó sus propias manos, la emoción que sentía era casi heredado. Second suspiró algo cansado, mientras el menor daba saltitos en el prado.

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—¿Qué haces Blue? —el morado se apoyó en la encimera con curiosidad, mirando con detenimiento la actividad del azul.

La cocina se encontraba silenciosa, lo que más le agradaba al de ojos zafiro.

—Ando aburrido, por ende me puse a hacer un pastel —dijo sin prestarle mucha atención, poniendo una fresa encima del pastel—. Hablando de eso ya terminé ¿Quieres probar?

Un delicioso olor acorraló los sentidos del menor, era un olor combinado con fresas y hecha con mucho amor. No podía negarse a una petición como esa.

—Claro —intentó actuar lo más indiferente, escondiendo que se moría por probar al menos un poco, no quería que lo tomara por loco.

Dudoso probó un trozo, y el momento en que su boca hizo contacto con la crema y demás, en sus ojos nacieron brillitos, complacido con el sabor excelente.

—¡Esto es lo mejor, Blue! —exclamó con regocijo, mientras saboreaba la torta y el azul le miraba fijo, procesando su reacción.

—Gracias... —desvió la mirada con un poco de vergüenza, pero sin dudas halagado.

—Así de dulce es él... ¡Oh, me muero por verlo otra vez! —no perdió un segundo en volver a mencionar aquella figura anaranjada, que le traía la mente enamorada.

Blue solo le sonrió, y más tarde se retiró. Iba probar nuevas pociones, y claro, el morado curioso le siguió el paso.

—¡Woah! Las pociones son tan increíbles... —comentó Purple concentrado en como el líquido de fuerte coloración caía en aquel recipiente cristalino—. ¿Quién diría que podría hacer cosas tan increíbles en solo unos minutos, o incluso segundos?

Se detuvo a mirar la creación de estas detalladamente. Sin faltar la pila gigante de las pociones completamente vacías en un rincón.

Le era curioso.

—Escuché que hay una poción de amor... quizá podrías probarla... —sugirió el morado juguetón, pestañeando varias veces. Al parecer este no tenía ningún temor.

—Eres muy arriesgado, Purple —alzó una ceja cuestionando su mirada, toda su atención yendo a él.

—Solo bromeo, no creas que hablo en serio —se echó a reír, era obvio que bromeaba—. No soy tan cruel y superficial.

Se encogió de hombros el menor, le restó el importancia, pues realmente tampoco le importaba.

Aún así miró de reojo nuevamente las pociones, quizá podría probarlas en alguna otra ocasión.

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—¡Yeeellow! —se quejó el morado, tirándose en la cama como una delicada almohada—. Déjame ayudarte, te prometo que no arruinaré nada.

Se encontraba en la habitación del amarillo, quién estaba un tanto ocupado en... ¿cosas intelectuales?

—¿En serio? —fue su única pregunta, sin tomarse la molestia de voltear para mirarle.

—Sí, me considero inteligente —se sentí en la cama, infló su pecho con algo de orgullo, firme ante sus propias palabras.

—¿Cuánto es dos más dos?

Hubo un silencio desolador, solo el clima del invierno entre ellos dos.

—... ¿tres? —titubeó dudoso—. ¡Oye, eso está difícil!

Se quejó con sarna. El más alto no hizo nada, solo rodó los ojos sin perturbar su calma. El morado se rindió, soltando un grande suspiro para volver a tirarse nuevamente a la cómoda, provocando el mayor ruido posible.

—Bueno, está bien, no podré ser inteligente —inició confesando, derrotado—. Pero tengo inteligencia emocional ¿Crees que eso sea lo mismo?

—No me preguntes a mí.

—Lo que si sé esque estoy enamorado, a diferencia de los inteligentes —jugueteó con al almohada, entrando en un tema más profundo.

—Los inteligentes si pueden enamorarse —alzó una de sus cejas volteando a ver al morado, algo intrigado de esa extraña afirmación suya.

—¿Acaso te enamoraste? —ladeó la cabeza, acorralando a Yellow con sus palabras.

—No he dicho que yo —frunció el ceño, sin caer en su juego—. Pero ellos también tienen sentimientos.

—Lo sé, solo quería molestarte —sonrió y en eso el amarillo se volteó—. Aveces me pregunto si él también sería inteligente igual que tú.

—Existen varios tipos de inteligencia, por ende yo creería que sí, de algún modo —esta vez Yellow fue quién se encogió de hombros, pensando en las posibilidades.

Purple de solo pensar en King siendo inteligente le era atractivo.

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No hubo día en que Purple no metiera al característico sujeto de ojos anaranjados en cualquier conversación, los días habían pasado remotos, y se moría por verlo otra vez.

Esa tarde se encontraban en la sala de estar, cálidos gracias a la chimenea del lugar. Red y Green jugaban videojuegos con dos consolas, mientras que Purple los admiraba en silencio.

Bueno, no se podría decir en silencio, porque parloteaba sin parar.

—Reddy, eres malísimo —comentó el morado agarrando un puñado de palomitas del tazón que se encontraba en su regazo viéndolos jugar.

—¡Me desconcentras! —se quejó con molestia en su voz, solo fijando su atención en la pantalla que tenía enfrente.

—Acéptalo Red, eres malo de todas maneras —se burló el verde sonriendo mientras apretaba los botones de su consola hábilmente.

Red gruñó y sus mejillas se tornaron rojizas del coraje, avergonzado. A diferencia del contrario, presionaba los botones con violencia.

—¿Como sea, ya les hablé de que hoy King me escribió? —se llevó una palomita de maíz a su boca, con una sonrisa dibujando su rostro.

—Sí, ya lo dijiste cómo siete veces —se atrevió a decir Green, alzando una de sus cejas, transmitiendo una emoción que Purple no podía identificar, pero si sentir aunque éste se encontrara sumamente concentrado en el videojuego que tenía enfrente.

—Mmh... bueno, lo vuelvo a decir entonces —se encogió de hombros, amaba hablar de aquel tipo que superaba sus expectativas—. ¿Sabían que ama mucho los gatos? Eso es tan lindo, igual vive solo, seguro tiene más de un gato acompañándolo, que bonito.

Relató con suma ternura en su voz y mirada, entrelazando sus manos con admiración.

—Espera... —el verde que tomaba la delantera en el juego se detuvo en seco, casi como si se convirtiera en una estatua—. ¿Vive solo?

Se volteó a verlo frunciendo su entrecejo con inquietud, cómo si le acabarán de contar la muerte de alguien.

—¿Huh? Creí que lo había dicho hace mucho —dijo indiferente el morado, saboreando más de sus palomitas saladas.

—Purple ¿Cuántos años tiene? —una terrorífica seriedad se apoderaba del tono de Green, manteniendo contacto visual con el menor que no se inmutó en lo absoluto.

Al mismo tiempo, Red se percató del descuido de su contrincante, y una sonrisa maliciosa se le formó en los labios, aprovechando a su máximo el momento de oro, moviendo sus dedos en la consola con mucha más agilidad.

—Realmente no lo sé, no le he preguntado y tampoco me ha dicho, pero especulo que tiene como... veinte... ¿veintitres? se ve jóven, eso sí —divagó con inocencia, tocándose el mentón pensativo mientras desviaba la mirada. Pero solo eran especulaciones, podría ser más.

—¿¡QUÉ?! —exclamó Green con horror en su rostro, dejando caer la consola en la alfombra colorida.

—¡SÍ! ¡Te gané, pendejo! —el rojo interrumpió la tensión, saltando del sofá con emoción al tener la partida ganada.

Green no logró captar las palabras de burla por parte del rojo, se encontraba inmóvil intentando procesar la información que Purple le dio.

—¿Estás seguro de eso? ¿De verdad? —la incredulidad le sobraba en su voz, y mucho más aumentaba con la tranquilidad del morado, que seguía tragando.

—Sí... bueno, a parte de jóven también es atractivo —le sonrió al recordar la imagen de King en su mente mientras que Red hacía un escándalo y desastre en el fondo.

—No puedes estar con él, Purple... —intentó salir de esa burbuja de sorpresa, sacudiendo ligeramente su cabeza, intentando sobrellevar la situación con la mejor paciencia posible—. Está mal.

—¿Eh? ¿Por qué? —la ceja del morado se torció con inconformidad. Green lo admiraba por su ingenuidad.

—¡Literalmente acabas de cumplir dieciséis años! —exclamó Green con su paciencia al límite—. ¡Eres menor de edad, no puedes estar con él!

—¿Qué pasó? —Red finalmente dejó de gritar victoria y se acercó a los dos individuos que discutían, o eso creía Green, porque Purple se encontraba sereno, más de lo normal.

—No le veo lo malo realmente, no es tanta diferencia —se encogió de hombros con ignorancia, realmente creía que el verde solo estaba exagerando.

—Te duplica la edad, por el amor de Alan —se llevó ambas manos a su rostro frotándolo, buscando paciencia en su ser—. ¿No sabes que es incluso ilegal? Te podría hacer daño y tu ni en cuenta.

—Oye, ten cuidado con lo que dices  —la serenidad de Purple se desvaneció en un solo parpadear, tomando una posición a la defensiva—. Lo estás juzgando injustamente, él no me haría daño.

Le sorprendía la ignorancia de Purple, pero no podía juzgarlo o culparlo, en estos casos, Purple era la víctima.
Un tema delicado que debía tratar con cuidado.

—Todos estos días ha sido muy amable y caballeroso conmigo, si eso te deja tranquilo —desvió la mirada cruzándose de brazos, ofendido.

—Para nada —obviamente no le tranquilizaba en lo absoluto, el problema no era ese.

—Ok, será mejor que ambos se tranquilicen —se interpuso el rojo entre los dos, intentando calmar la situación—. ¿Qué pasa exactamente?

—Purple se ha estado juntando con un mayor de edad —escupió sin más—. Y no quiere creerme de que sus intenciones no son buenas.

—Espera qué... —la expresión de Red era como si acabara de ver un fantasma.

—¡Por qué si lo son! —exclamó Purple indignado, sintiéndose atacado a pesar de no ser el juzgado—. ¿Si quiera me estás escuchando?

—No sabes de lo que estás hablando, Purple —adquirió nuevamente ese tono serio, apreciando las ojeras que decoraban el rostro del morado—. Aunque lo niegues está mal, y no voy a permitir que salgas perjudicado, por más que no quieras, tienes que cortar lazos.

Lo miró determinante, buscando una pizca de raciocinio en la expresión del menor. No obstante, eso no se encontraba en los planes de éste.

—¡No tienes idea de nuestra relación, Green! —alzó la voz ignorando por completo su petición—. No voy a permitir que controles mi vida.

En eso la conversación finaliza con el morado abandonando la sala de estar a pisadas molestas, sin dejarle chance de replicar al contrario.

El verde entrecerró los ojos, analizando con detenimiento la situación, para luego intercambiar miradas con Red quién seguía perplejo.

—Enano, mejor llama a los demás.

En vez de un insulto o queja el rojo obedeció y se retiró de igual forma en busca de los tres restantes.




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