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Mañana insípida y grisácea en el hogar, nevaba sin parar en las afueras. Todos se encontraban en la sala de estar, haciendo sus deberes matutinos. Mientras que Blue se hallaba en la cocina preparando el desayuno.
El molesto ruido del tenedor teniendo contacto constante con el plato de vidrio solo era dueño de sus oídos en ese momento, moviendo la comida sin comerla realmente. Tenía la mirada fija en los restos de panqueques como si fuesen lo más interesante del mundo. Había perdido el apetito estos días, sin saber que hacer, lo único que podía caber en su mente eran aquellos ojos anaranjados que podía recordar con tanta facilidad.
—¿Qué pasa, Purple? —cuestionó el azul acercándose al comedor donde el morado se encontraba sentado, en total distracción. Estaba de más decir que le preocupaba su estado un tanto deprimido, si así se le puede llamar.
—Nada... solo pienso en... —pensó por un momento, inmóvil—. Cosas —titubeó jugando con el desayuno sin siquiera levantar la vista al azul que estaba frente suyo. No quería hablarlo, pero a la vez quería una solución, algo que lo saque de esta situación.
—Mientes —entrecerró sus ojos sin creer sus palabras y tomó asiento al lado de él, buscando una conexión para ayudarle, porque aunque la mirada de Purple transmitía todo lo contrario, sabía que rogaba por su ayuda—. ¿Qué pasa? Sabes que puedes contarme.
El menor se quedó callado un tanto pensativo en hallar las palabras correctas, soltando un gran suspiro agotador mientras dejaba el trinche de metal encima del recipiente, sin terminar aún la comida, sintiéndose incómodo, procedió.
—¿Qué harías si estás pensando en algo demasiado y no puedes sacarlo de tu cabeza? —preguntó de forma directa, toda su atención yendo a los iris color cielo de su contrario.
—Oh... ¿se trata de eso, no? —suavizó su tono al igual que su rostro, mirándole de vuelta con la mismas vibras, como si leyera su mente y lo que pasa allí en esos instantes—. Bueno, una de las formas más eficientes que tengo para distraerme es ir al lugar que más me gusta y despejarme con las maravillas que habitan ahí.
Siguió describiendo a detalle como se distraía a si mismo de los problemas, en eso, Purple se inspiró, oyendo atentamente sus palabras. Y supo inmediatamente que hacer.
—Creo que eso es lo que deberías hacer, no todos tienen las mismas formas, pero nunca está de más probar cosas nuevas —se encogió de hombros, y en eso el morado se levantó de su asiento repentinamente.
—Gracias Blue... —agradeció en voz sutil dirigiendo su paso al segundo piso, subiendo las escaleras con algo de lentitud.
Realmente su raciocinio no estaba en funcionamiento en ese momento, caminaba como si fuera automático, sin siquiera ejercer esfuerzo. Se dirigió a su habitación y sacó el abrigo de piel más grande que encontró y lo acompañó con un ushanka. Le haría caso a Blue y saldría un rato a despejarse, por fortuna, el clima era aceptable en esos momentos y podría salir sin problemas, claro, con la vestimenta adecuada para no morir de una hipotermia.
Sin más rodeo salió de aquella casa y fue rumbo al parque, sin muchas expectativas que la de solo distraerse. Sus pasos eran serenos y sin prisa, absorto en sus pensamientos sin despegar la vista del pavimento.
No quedaba muy lejos el parque, pero tampoco estaba cerca, era un punto aceptable, el lugar adecuado, diría él.
De igual forma, sus esperanzas de volver a encontrarse con aquellos ojos que le robó toda la atención eran casi nulas, absortas.
Ese día en específico el parque era algo solitario, el único sonido que podía identificar era el sereno caer de los copos de nieve y el viento pasivo. No oía exclamaciones infantiles como solía ser del característico parque, solo tranquilidad, justo lo que buscaba.
Después de caminar un rato encontró una banca posicionada en frente del pavimento, curiosamente no había nieve excesiva encima de él. Así que se tomó asiento sin problemas, soltando un suspiro gélido en el proceso. El frío clima le agradaba, a diferencia de las otras estaciones, el invierno solía ser solitario. Única razón por la que le gustaba.
A pesar de la serenidad del ambiente, sintió un vacío repentino en su alma. Algo faltaba en su vida pero no sabía qué o quién, era incapaz de sentirse feliz. Ese sentimiento abrumador al cuál no comprendes por ende no puedes hallar solución era lo que le pasaba, y le fastidiaba. Hizo una mueca de incomodidad demasiado concentrado en sus pensamientos.
Pronto, todo rastro de conflicto interpersonal se esfumó al oír unas pisadas en el pavimento, profundas y firmes, y cuando menos se lo esperó, alguien tomó asiento al otro extremo de la banca, dejando un gran espacio entre los dos individuos.
Le tomó desprevenido, no pudo procesar hasta que las pisadas estaban lo suficientemente cerca. Sin disimular un poco, se giró confuso y a la vez curioso de saber quién tuvo la grandiosa idea de salir a las calles solitarias al igual que él.
Al verlo, confirmando de que era real y no un sueño, se quedó sin aire y estático, sus pupilas siendo iluminadas cómo si acabara de encontrar oro perdido en la mina. Aquel hombre de cabellos anaranjados quién creyó que jamás volvería a ver ahora estaba sentado al lado suyo, aunque sin que el supiera de su presencia, debido a que éste se encontraba concentrado en su teléfono.
Sintió que el alma se escapó en ese momento, ya que fue incapaz de mover un solo brazo o articular una simple palabra como un “hola”. Solo se quedó viéndolo fijamente, así cómo miraría a una joya, brillante y valiosa.
Su cabeza daba vueltas, sintiendo algo abrumador en su interior. Debía hacer algo, no podía desperdiciar una oportunidad por segunda vez, no podía volver a cometer el mismo error.
Queriendo salir del trance, balbuceó algo inaudible en voz baja, queriendo decir algo, pero sus cuerdas vocales se encontraban en su contra.
Se maldijo a si mismo.
Antes de si quiera volver a intentarlo, al parecer el contrario se había percatado de esa pesada mirada embobada encima de él, mirando de reojo a su dirección casualmente.
Y como si Dios lo hubiese escuchado, habló por él.
—Uhm... Hola —saludó con algo de inquietud, con aquella voz profunda que recordaba como si fuese ayer—. ¿Se te perdió algo?
En cuánto le devolvió la mirada, pudo apreciar por segunda vez esos ojos naranjas tan llamativos cómo la primera vez. Sus iris morados se dilataron con un brillo que jamás pudo haber imaginado, eran preciosos esos ojos.
—Yo... —intentó buscar unas palabras para no quedar como un raro, pero era totalmente incapaz con esa mirada encima suyo, como si le mirara todo de él.
—Yo recuerdo haberte visto... —espetó el más alto, ladeando su cabeza sutilmente, voz monótona, intentando recordar con verle su cara embobada—. Eres el de ese día... ¿Tu billetera, no?
¿En serio lo recordaba? Quería brincar de ahí y salir corriendo de tanta emoción y vergüenza a la vez.
—¡Sí! sí... —exclamó algo inquieto, sin poder controlar su nerviosismo—. En realidad no era mía... era de mi... amigo.
Desvió su mirar, evitando aquellos ojos juzgadores y profundos.
—Ya veo... —sin despegar su vista del menor, guardó su aparato móvil en uno de los bolsillos de su abrigo de piel, y volvió a retomar—. ¿Qué coincidencia, no? ¿Cómo te llamas?
Le sonrió de lado con calidez. Purple quería estallar en ese momento, era una pregunta de lo más normal posible, pero para él es como un sueño hecho realidad.
—P...Purple... —musitó inseguro, está vez tomando el valor para devolverle la mirada curiosa. El adverso sin embargo notó su timidez y nervios. Su sonrisa haciéndose más notable.
—Qué lindo nombre —alagó sutilmente, su atención yendo directamente a sus ojos color uva que se morían por él—. King Orange, o “Orange”, como quieras llamarme, ambos están bien.
Hizo ademán restándole importancia. ¿King Orange? el morado se aseguró de grabar ese nombre, al igual su rostro, observándolo con suma atención. De repente King se levanta y mira nuevamente de reojo a Purple, invitando a éste levantarse de igual manera.
Haciendo caso omiso se levanta de igual forma, quitándose un poco de nieve en su hombro de forma casual, ambos comienzan a caminar por el pavimento sin rumbo alguno.
—Me llamas la atención, aunque no te he visto a excepción de esa vez ¿Eres de por aquí? —intentó seguir la conversación con normalidad el más alto.
—¿Ah? Bueno... no tanto, no suelo pasarme mucho por aquí —sus nervios se fueron desvaneciendo, cobrando mas confianza con el contrario—. ¿Qué hay de tí? Se ve que sí eres de aquí.
—Vivo muy cerca del parque y suelo venir a leer por aquí, aunque este día fue la excepción —desvió la mirada con sencillez en su tono, tranquilo y sereno.
Hubo un silencio incómodo, pues Purple tardaba de procesar toda esta situación, y con la mirada pérdida en el camino, habló nuevamente.
—¿Crees que deberías estar hablándote? —paró en seco, girando con lentitud hacía el anaranjado, mirándolo con mucha atención. Un tanto inusual su comportamiento, diría alguien normal.
—¿Disculpa? —alzó una de sus cejas, sin poder comprender lo que quería decir su mensaje.
—Me suelen decir que no me hable com extraños, fácilmente podrías secuestrarme en cualquier momento.
La mirada de Purple se tornó sería, ojos bien atentos que no se despegaban de él. De todas las reacciones que pudo esperar, King soltó una leve risa.
—Bueno... —se cubrió la boca con una de sus manos, intentando ocultar su sonrisa del repentino rumbo que tomaba la conversación—. También eres un extraño para mí y podrías sacarme una navaja ahora mismo si pudieras, si eso te da seguridad.
Purple no pudo contenerse y se echó a reír acompañado del naranja, suavizando el ambiente. Era una forma un tanto extraña de salir de ese silencio, pero fue un caso exitoso, o eso dirían.
Siguieron caminando como si nada acabara de pasar. Cabe decir de más que esa “broma” les sentó bien, y al parecer les ayudó a comprender de que tienen el mismo humor.
Se detuvieron enfrente de una cafetería matutina, y King volvió a romper el silencio.
—¿Quieres que te invite? Me gustaría conocerte más —sonrió pícaro, rebozando confianza en su ser sacando su billetera sin quitar su mirada del bajito.
—C...claro —titubeó con dificultad, sus mejillas tornándose de un cálido color rosado opaco. Esa sonrisa reluciente acompañada de esos ojos naranjas le generaba cosquillas en su estómago. No había ninguna manera de que se negara a una invitación como esa.
Se adentraron en el lugar y observó con detenimiento el ambiente; era cálido y cómodo a comparación de lo que es afuera, junto con una estética que consideraría decente. Tomó asiento en una mesa enfrente de King y ordenaron algo sencillo. Un té para ambos les apetecía en una mañana como esta.
Mientras esperaban, los pensamientos que Purple creyó extintos volvieron a la vida. ¿Era esto una cita? No se tomó el tiempo de preguntarle al que tenía enfrente suyo ahora mismo, quién miraba el ventanal con suma atención. Los nervios volvían a apoderarse de él, por ende le resultaba casi imposible mantener estático en su asiento, un tanto inquieto.
—¿Te gusta la nieve? —preguntó King sin despegar la vista de la ventana que tenían al lado, fijando su atención en como caían lentamente aquellos copos de nieve hasta desvanecerse. La repentina pregunta hizo respingar al morado de su asiento, volviendo a mirarle—. Realmente es raro encontrar a alguien fuera de su casa en este clima por aquí.
—Ah... bueno... la realidad es otra —una mujer volvió con dos té calientes y los posicionó en la mesa sin antes irse amablemente. En eso el morado aprovecha, agarrando la taza con ambas manos y tomando un sorbo, buscando las palabras adecuadas, y en eso, continuó—. El invierno me hace sentir solo, por eso decidí salir al aire libre.
King lo escuchaba atentamente, viendo ese rostro sereno que tomaba su té con tranquilidad, a diferencia de hace unos momentos.
—Es bueno saber que no soy el único que también se siente solo —sonrió para evitar que el ambiente se vuelva triste, también tomando de su té con una mano.
—¿No tienes amigos? —el morado se le dificultó ocultar su asombro, pues le parecía extraño que alguien apuesto cómo él dijera eso, pero pronto se arrepintió —. Lo siento... no debí decirlo así...
Desvió su mirada tratando de tragarse su vergüenza. Pero a King no le afectó realmente, en eso volvió a sonreír.
—No te preocupes, pues realmente no tengo. Vivo solo y me dedico a otras cosas... —no pudo evitar desviar su mirada también, haciendo notar que no quería continuar el tema.
¿Vive solo? Eso rebotó en los pensamientos de Purple... ¿Era mayor de edad? Preguntarle sería indecoroso en su opinión... aunque él tampoco le ha preguntado. Sin embargo su voz profunda y rasgos le delataban, asumió que era alguien jóven ¿No debe estar mal... verdad? Sacudió su cabeza intentando emitir esas preguntas, no era tiempo de pensar en eso, debía aprovechar cada segundo de esto.
Un ruido les interrumpió la conversación. El teléfono de King comenzó a sonar en su bolsillo, una llamada, supuso.
—Discúlpame... —se levantó sacando el aparato móvil y se alejó del sitio para atenderlo.
Al morado le dio curiosidad, pero sería poco ético husmear en donde no debía meterse, no era Red o algo por el estilo. Sonrió ante esa comparación. En eso, King no tardó en volver.
—Debo irme, tengo unos cuántos asuntos que atender —hizo ademán para llamar a la mesera y pedirle la cuenta, se notaba un tanto apurado.
—E...espera —antes de que se fuera, Purple un tanto nervioso lo detiene tomándole del hombro—. ¿Me puedes dar tu número? Quisiera que nos volvamos a encontrar, en otra ocasión...
titubeó jugando con sus manos, algo indeciso de su pregunta, evitando todo contacto visual.
—¿Claro... pero... me das el tuyo mejor? Así te llamo yo cuando pueda —el morado asintió con una sonrisa y se lo dio sin problemas.
—Adios, Purple —se despidió guiñándole el ojo afuera de la cafetería, antes de desvanecerse en la lejanía.
El menor se quedó estático en su sitio, moviendo su mano en despedida con lentitud, un poco embobado de esos ojos antes de que le dieran la espalda.
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