Ventinove.

El curso de Artes de NI-KI terminaba en dos clases más. Clases en las cuales el alto no podría asistir.

NI-KI debía irse.

Al menos por un tiempo, y Sunoo no lo sabía porque el menor se lo había ocultado durante un mes completo. No quería herirlo y sabía que las despedidas eran muy dolorosas, independiente del tiempo en que no fueran a verse.

Después de millones de llamadas al de mechas, este decidió apagar su móvil, pues iba camino al aeropuerto con sus padres.

Sunoo se aburrió de intentar comunicarse con él y llamó a uno de sus amigos, JungWon.

—¿Aló, Sunoo?

—Si, soy yo. —Tosió un poco antes de continuar. —¿Has sabido algo de NI-KI? No contesta mis llamadas.

—NI-KI está camino al aeropuerto.

A Sunoo casi se le resbala el móvil de las manos, por lo que tuvo que tomarlo con ambas.

—¿Qué? ¿Cómo que está camino al aeropuerto?
¿Se va?

—Ouh... Entonces no te lo dijo. Lo siento. Pero aún puedes alcanzarlo.

Sunoo no sabía si alcanzaría a llegar verdaderamente, pero ya se encontraba en un taxi, yendo lo más rápido posible a buscar al menor. JungWoon le había dado la dirección, el número de vuelo y la hora para poder encontrarlo.

Sólo esperaba poder llegar a tiempo.

Se bajó desesperado del auto, y corrió pasillo por pasillo, mirando por todos lados.

—¡NI-KIE!

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