—Papá Sunoo, ¿Cómo conociste a NI-KI?

—¿Por qué lo preguntas, JaeJae?

—Porque su amor es muy bonito.

Sunoo sonrió y terminó de doblar la ropa de su hijo para sentarse en la cama a un costado del pequeño. Lo abrigó bien para que no pasara frío en la noche y se dispuso a contarle la historia.

—Pues... A mi me gustaba mucho la pintura, pero la única manera de aprender más de ella era ir a un curso.

El pequeño asintió. NI-KI venía caminando por el pasillo, pero se detuvo frente a la puerta entreabierta al escuchar la voz de Sunoo.

—Yo odiaba levantarme temprano, aún así asisti a ese curso. NI-KI llegó tarde y me saludó, pero yo no le presté atención en ese momento. Me arrepentí obviamente, era un chico precioso que siempre llegaba tarde a clases.— NI-KI intentó no reírse ante la manera de narrar de Sunoo.— Creo que desde ese momento supe que me había enamorado, porque NI-KI hacía todo bien, dibujaba, bailaba, era atento y simpático a la vista de cualquiera. Pero él no lo sabía, por eso me prometí hacerle ver que era mejor que cualquier cosa en el mundo.

—¡Ustedes eran muy cursis!

Sunoo se sintió algo avergonzado, pero asintió aún sonriendo. Le gustaba mucho recordar esas pequeñas cosas de cuando era aún más joven que ahora.

—Ve a dormir y otro día te cuento más ¿Bueno?
Es tarde.

—Oki doki.

El bajito se retiró al apagar la luz y cerró la puerta lentamente, encontrándose con un sonrojado NI-KI afuera. Intuyó que había escuchado su improvisada explicación y no pudo evitar que el color viajara a sus mejillas igualmente.

—Así que. .. ¿Te enamoraste de mi ese día?

—Y-yo... Sí.

—Eres tan adorable.

NI-KI tomó la mano de Sunoo para guiarlo a la habitación. No tardaron en acostarse juntos para darse ligeros besos antes de dormir. El alto se durmió bajo los cuidados de Sunoo, las caricias en su cabello aún así no cesaron, porque al mayor le gustaba mimar a NI-KI en cualquier momento.