NI-KI salió con apuro de su hogar. Iba tarde otra vez por quedarse hasta muy tarde dibujando.

No tenía muchas ganas de asistir a la clase, pero debía hacerlo. Después de todo, ésta duraba muy poco.

El rubio abrió la puerta de la sala y quizá fue muy notoria su sonrisa cuando vió a Sunoo, quien estaba sentado manteniendo su expresión seria con la mirada fija en sus apuntes.

No le importó que el maestro le regañara otra vez.

—Hola, tú— susurró NI-KI en dirección a Sunoo una vez que se había acomodado en su lugar.

—Hola, tú— respondió el mayor.

Sunoo lo llevó a un lugar alejado de la escuela, en un pasillo solitario y allí tomó del cuello y juntó sus labios como aquella vez. La diferencia de altura era algo notora, Sunoo debía ponerse de puntitas para alcanzar a NI-KI.

Cuando se separaron, Sunoo sonrió feliz hacia NI-KI. Y el menor definitivamente gustaba de la sonrisa del más bajo.

Ambos caminaron tomados de la mano hacia la salida y se perdieron en algún camino de la ciudad.

—Te extrañé tanto— y el mayor lo comprendía, a pesar de que sólo había faltado un día.

Espero les guste el capituló
¡Besos!
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