Quarantacinque.
Sunoo y NI-KI habían vuelto a Seúl luego de un tiempo.
Lucky había crecido mucho, por lo que fue difícil mantenerlo quieto en el viaje.
Pero ahí estaban, iniciando un nuevo día juntos.
Aún no habían decidido cuando sería la ceremonia de su compromiso, y obviamente sería fuera de su país natal.
Sunoo había conseguido un trabajo, pero su día había una completa tortura. Le habían dado mucho que hacer en la empresa, había tenido que cumplir doble turno, no había podido llamar a NI-KI, había un tipo que lo odiaba y se había encargado de hacérselo saber al botar su almuerzo a la basura y Sunoo no entendía su comportamiento de niño de primaria... En fin, todo mal.
Al finalizar el día, subió a su auto y tuvo el impulso de llamar a NI-KI o a su hermano.
Pero él era fuerte, sabía que podía con todo esto.
Manejó hasta su hogar sin despegar su mirada del camino y con música algo fuerte para poder despejarse.
Cuando llegó, tomó un respiro antes de abrir la puerta. No quería que NI-KI lo viera en ese estado.
Pero al abrir la puerta, no esperó encontrarse con NI-KI esperándolo, con un pequeño pastel casero con una vela encendida. Tenía puesto un gorrito de cumpleaños y su cabello había cambiado a un tono rosa con algo de azul.
—No lo olvidé.— NI-KI le extendió el pequeño pastel que decía "Feliz cumpleaños Sun."
—En realidad, yo lo olvidé.— Sunoo no aguantó más y lloró cayendo a los brazos de NI-KI. Dios, no podía amar tanto a ese chico.
Su día había sido una mierda pero NI-KI lo había arreglado en menos de un segundo.
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