Cinquantasette.

Estaba lloviendo a cántaros afuera.

NI-KI preparaba galletas sobre la mesa de la cocina.

Tomaba un poco de la masa que había preparado y la estiraba para cortarla en distintas formas con los moldes que SungHoon le había dado para su cumpleaños.

Tenía galletas de flores, de gatitos, de perros, de estrellas y de corazones ¿O estoy olvidando alguno? No, creo que esos eran todos.

SungHoon también lo había dejado a cargo de su mascota mientras salía con Jake, así que Lucky no había salido de la habitación del de cabellos caramelos en toda la tarde.

Sunoo jugaba con el perro en la sala.

NI-KI metió las galletas al horno y puso una alarma en su móvil para cuando estuvieran listas.
Se dirigió a la sala con el mayor y se sentó sobre la alfombra para ver como Sunoo acariciaba al canino.

Pronto Sunoo estuvo sentado a su lado, escondiéndose bajo sus brazos para evitar el frío de la habitación.

Un trueno pareció partir el cielo, NI-KI dio un saltito y terminó cayendo por completo al suelo con Sunoo encima.

—No me gustan los truenos.

NI-KI cubrió su rostro con sus manos y Sunoo lo abrazó diciendo que todo estaba bien.

Los minutos pasaron, y ellos seguían en la misma posición. Hasta que el teléfono de NI-KI sonó.

-¡SUNOO! ¡Las galletas!

El de cabellos caramelos corrió a la cocina y luego de sacar la bandeja, tuvo que aguantar la risa escandalosa de Sunoo. Estuvo a punto de tirarle el anillo de su mano en la cara.

Definitivamente, no se parecía en nada al perrito de SungHoon.

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