ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 8: ¿ɴᴇᴇ-ᴄʜᴀɴ?

El rubio se detuvo, era obvio que se refería al café de la peliverde.

Se ocultó detrás de una pared para seguir oyendo, de ser por él cada persona que le pereciese jodidamente sospechosa estaría tras rejas, pero sabía que su jefa le reprendería dándole trabajo comunitario, y no era específicamente amigable cuando eso sucedía.

—¿Mmmm?, ¿como planeas hacerlo?— le preguntó una voz femenina.

Él unico hombre allí soltó una risa macabra.—Vámonos, hablaremos de esto en otra parte, la paredes tienen oídos...— pasó un brazo por los hombros de la chica y se fue perdiéndose en la oscuridad.

Katsuki salió de su escondite pero lo único que visualizo fue sus siluetas perdiéndose en la oscuridad.

Debí ser mas silencioso...—golpeó su cara con su mano, efectivamente no le iban bien los casos sigilosos.

—Deku, eres un maldito imán que atrae el peligro...—bufó. Pequeñas gotas cristalinas comenzaron a empaparlo lentamente. —Será divertido patearles el trasero...—se coloco la capucha que traía su chaqueta y emprendió camino.

Quería salvar las vidas de las personas con una gran sonrisa en la cara...

pero no pude...

Aún así ahora puedo hacer felices a las personas con una taza de café y un delicioso pastel...

Aquellas palabras no salían de su mente. Ya no quedaba gente así en el mundo.

Esa inútil era una verdadera joya: su timidez, su amabilidad, sus sonrojos, su torpeza...todo en ella era PERFECTO.

—¿que mierda? —sacudió su cabeza para ahuyentar esos pensamientos, no entendía por qué de la nada la comenzó ver así. —Bah, Deku es Deku, no tiene nada de especial, a excepción de ese pelo de mierda—Dijo para convencerse a sí mismo.

Mañana —si se le daba la gana— hablaría con ella sobre su café y el peligro que corría, ahora sólo quería recostarse y ver "Netflix" con una buen plato de Katsudon picante.

—Sho aquí tienes, está es la ropa que dejaste la vez pasada que dormiste aquí...—le entregó una muda de ropa con olor a lavanda.

—La lavaste, Gracias.—mencionó tomando las prendas, aunque prefería mil veces el olor a vainilla y coco que Izuki llevaba en ella —a excepción de su cabello siempre olia a menta—.

Se retiró al baño para darse una buena ducha caliente.

Cuando Todoroki era pequeño le encantaban los días de lluvia; se los pasaba con la pecosa viendo la serie de su superhéroe favorito mientras los dos se cubrían con una cobija y bebían chocolate caliente. Aquellos hermosos momentos no los cambiaría por nada del mundo, y aún continuaban haciendo eso.

Al día siguiente...

La lluvia había dejando una sensación fresca en las calles; El sol se aproximaba e iluminaba esa alborotada melena de color verde, O como su amado le decía: color esperanza.

De niña, Izuki repudiaba su cabello, los rizos le tapaban la cara y nunca se mantenían en su lugar, además, sus compañeros le molestaban a diario por su color inusual, refiriendose a ella como "Cabello de vómito", "cabeza de arbusto" -Prefería que Kacchan le dijese "Deku" al apodo antes mencionado-.

Eso fue hasta que Shoto le dijese que tanto sus ojos como su cabello le encantaban por que imitaban el color de la esperanza: "verde". Desde ese entonces Izuki adora su cabello y sus ojos, sin contar las adorables constelaciones que se alojaban en sus rosadas mejillas.

Sonrió bobamente al recordar ese preciado recuerdo.

—Bueno, Uraraka no llegará hasta la tarde...—dijo revisando nuevamente el mensaje que contenía la información dicha. —A trabajar!—. Se dio ánimos a sí misma y se puso en marcha.

Luego de hacer su rutina diaria, volteó el cartel de la puerta dejando ver en letras rojas la palabra: "abierto".

Sus primeros cliente fue nada más ni nada menos que una enano pervertido con cabello morada acompañado de un alto y musculoso albino con un peinado que cubría su frente.

La pulga violácea se la pasaba levantándole la falda, a la pobre no le quedó de otra que noquearlo y pedirle a su acompañante que se lo llevase al hospital.

—Me disculpo, no quise ser tan brusca...—dijo inclinandose ante el albino que llevaba un tapaboca debido al frío —o eso quería pensar ella, la gente tenía fetiches raros con la ropa a veces—.

—No te preocupes, gracias por su servicio la torta de chocolate estuvo deliciosa..—imitó el acto de la ojiverde y se llevó al gnomo en sus brazos.

Antes de irse, el enano de jardín abrió levemente los ojos —uno morado debido al golpe— y le tomó de la camisa a la peliverde.

—Rompiste el corazón de la pulga.— soltó volviendo a quedar inconciente

Finalmente salieron del acogedor café dejando a la mesera con cara de rechazo.

Sus segundos clientes fueron su par favorito: "Eijiro y Denki", menudo dúo. Como siempre haciendo bromas y cosas sin sentido, a Midoriya le encanta, ilumina aun más su día.

En la mañana hubo mucho movimiento, y grandes cantidades de familia visitaron "Izuki's Café". A ella le encantaba tratar con niños, se le daba muy bien, muchos de ellos preguntaban por que el tono de su cabello, a los pequeñitos le gustaba mucho.

Llegó la tarde y su amiga castaña apareció.

Le informó sobre el incidente que le ocurrió, su madre se había fracturado la pierna y debia quedarse a cuidarla en tanto su padre trabajaba.

Lamentablemente no regresaría hasta que su madre sanara, pero visitaría el café de vez en cuando para ayudar.

A Izuki no le importó, después de todo su "tía" o como ella le llamaba y consideraba, era una de las personas a las que más quería en el mundo.

—Adiós Ochako— la saludaba con la mano, la castaña hacia lo mismo mientras que con su otra mano cargaba una bolsa con el pastel que les enviaba la sonriente pecosa.

Al llegar la hora de cerrar, Un crío azabache se le acercó, a Izuki se le hizo algo extraño, pues sus padres no estaban con él, ni ningún otro mayor, esto despertó un poco de curiosidad en ella. Aunque el niño sólo le hizo la pregunta que todos los menores le hacen.

—¿Tu cabello es real?...—la verdosa asintió sonriente. —¿Como lograste tener ese color?!

—Pues....como muchas verduras...— sonrió al pequeño pelinegro que portaba una gorra roja de la cual salían unos cuernitos.

—¡genial!—exclamó.

—Hey!, ten...—saco de la bandeja una galleta entregándola al infante, él la recibió con un brillo en sus ojos devorando la al instante. Tendrá hambre?...—pensó la peliverde, el pequeño se veía desesperado por otro bocado más. —¿Tus padres donde están?...—le preguntó sin rodeos.

Aquella sonrisa que la galleta le dejo al niño se desvaneció, sus ojos comenzaron a cubrirse de infinidades de lágrimas.

—Ya no están...se fueron a apagar incendios en el cielo, O al menos eso me dijo mi tía...— comenzó a jugar con su camisa. No hasta que hizo está acción la ojiverde se percató de que el azabache no traía zapatos y su ropa estaba totalmente sucia.

—¿Y tú tía angelito?...—estas palabras terminaron por romper al pequeño.

Se arrojó a las piernas de Izuki y lo lloro sin cesar.

—No lo sé!, lo único que recuerdo de ella es que me dejo en la esquina de este café ayer a la noche, vage por toda la cuadra. —gritó—Ayúdame señorita!, tengo frío, y muero de hambre.

Los ojos de la pecosa se cistalizaron, aquella escena rompía su corazón en pedacitos. Sólo era una criatura, no merecía sufrir así.

¿que hago ahora?!, es obvio que lo abandonaron!, piensa Izuki...piensa..

Acaricio la cabeza del infante intentando calmarlo y se puso a su altura.

—Tranquilo te ayudare, ¿Si?, ahora solo cálmate...— ya era tarde y debía cerrar, así que optó por que valla a casa con ella. Le colocó su chaqueta para que pasase más frío y lo cargo en su espalda.

Al llegar a la casa, se apresuraron a entrar, el olor a lluvia ya se olia y no querían mojarse.

—¿Quieres ducharte?, tengo ropa de los hermanitos de Asui aquí, si quieres puedes cambiarte esa...— señaló sus prendas. —También prepararé Katsudon, ¿te gusta?...— preguntó sonriente, intentaba levantar el ánimo del crío.

—Si, gracias. Mi nombre...— llamo la atención de la peliverde al tomar su camisa para detenerla.—Mi nombre es Kouta Izumi, hermana ¿cuál es el tuyo?....

La sonriente mesera sintió que su corazón daba saltitos de alegría, siempre quiso un hermano y el hecho de que él pequeño le llamase hermana la inundaba de dicha.

—Izuki Midoriya. — sonrió y revolvió los cabellos del pelinegro.

—Izuki, gracias, me salvaste la vida. Pensé que moriría de hipotermia. — abrazó a la pecosa.

Esa hermosa sensación en su cuerpo la alteró: "Salvaste mi vida"... Algo que siempre quiso hacer, ayudar a las personas. Aunque sólo haya sido una, se sentía increíble.

—No es nada, pequeño.

Ohayo!, espero les haya gustado :3, perdón por la tardanza!, Pero la inspiración no llegó hasta hoy :/

Me rompió el corazoncito, realmente no quería poner a la tía de Izumi como la mala, que monstruo cruel. Pero no quedaba de otra!

Sin más que decir:

Nos vemos!

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