ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 26: ᴜɴ ᴍᴀɢɴᴀᴛᴇ ᴇɴᴀᴍᴏʀᴀᴅᴏ.

La alarma comenzó a sonar, una melodía moderna llenaba cada parte del lugar, pero sin duda, era molesta.

En aquella fría y solitaria habitación, repleta de lujos, y chucherías que valen más de lo que alguien podría pagar, residia el multimillonario Shinso Hitoshi.

La apago con un manotazo, casi rompiendola. Se tallo los ojos muentras se levantaba de la cama con pereza.

¿Que puedo decir? Todos, absolutamente todos los seres humanos se ven desastrosos al despertar de una larguísima siesta, claro, menos el chico de purpurinos cabellos. Ese hombre, podría transformar a toda la raza masculina en homosexual.

Bostezo dirigiéndose al baño. Luego de una ducha y cepillarse los dientes ya estaba listo para otro día de trabajo.

Puesto que vivía en el mismo edificio donde ejercía empleo, se ahorraba las horas de camino.

-Puff...-soltó con aburrimiento tomando el volante del auto -más bien, un autazo de primera- quedó mirando su cenicero, solo quedaban restos de cenizas, tenía unas ganas tremendas de prender su cigarrillo.

-Ah...No puedo...-chocó levemente su cabeza contra el manubrio, lanzando un suspiro, aquella extraña ocupaba diariamente sus pensamientos. -se lo prometí.-sonrió.

Estaban los dos frente a frente, ella disfrutando una taza de té verde luego de su ducha. Y él, contemplando la, a ella, y a sus malditas pecas.

Sintió unas tremendas ganas de encender un cigarrillo. Había que admitirlo, era un poco adicto a ellos, pero no mucho.

Sacó la cajetilla de ellos y encendió uno.

-¿mmh? -dirigió sus orbes verdes a él, aun con la boca llena de pastelillos.

Graciosa...pensó el magnate dándole una pitada al tabaco.

Pudo notar como torció sus labios. Como, un gesto de disgusto disimulado a la perfección, de no ser por que él tenía una gran vista. Prefería auto llamarse detallista.

-¿te molesta? -la pregunto pareció haberle sorprendido.

Ella negó sonriendo.

Dios, esa sonrisa.

-Si te molesta, puedo apagarlo. -insistió.

-No es de mi incumbencia. Es su casa, no es correcto que le diga que me molesta una costumbre suya.

-Es cierto. -Lanzó el grisáceo humo.

Se decepcionó un poco, estaba claro que le molestaba el olor agrio del gas.

-Pero, mi madre, decían que aquellos que buscan confort en cosas como eso, están abrazando la muerte, jugando con ella. Eres un hombre joven con una vida por delante.-Soltó con un leve sonrojó.

Mierda, Izuki no te entrometas en vidas ajenas... Se dijo a sí misma.

-Tu madre...tiene bastante razón. Yo hago esto, por que los cigarrilos son mis compañeros. ¿Ves esta sala? Esta así siempre, vacía. Sin nadie. Nunca hay alguien que me espere, o que me de los buenos días. -lanzó el humo por su nariz. Como un suspiro interrumpido por el tabaco. -Me aterra, me debilita, el saber que puedo morir en los brazos de la soledad. Pero, me acostumbre a eso. Dicen que las costumbres matan.

Esta solo...

Ella se levantó de su silla, recorriendo la distancia que los separaba. Se paro frente a él, como un soldado preparaba para acabar con la batalla.

-en ese caso... -sonrió. -deseo que tengas unas buenas noches, Shinso Hitoshi. Deseo que nunca vuelvas a sentirte solo. Si es necesario, te deseare todos los días, las buenas noche, Los bueno días. Por que nadie, ni el peor de los pecadores merece sentir la soledad colgándose por su ser.

¿Cuando había sido la última vez....en que alguien se preocupo por mí?... -Shinso.

Se resistió, con todas sus fuerzas a la tentación.

Arrancó el auto, debía ir a la tumba de su madre, ya se habían cumplido 7 meses desde que pereció, así que le llevaría unas flores. Las más hermosas que pudo encontrar.

La vida de él era algo...aburrida; Rutinaria, solitaria, no había nada nuevo que lo sorprendierá. Solo días grises sin ningún color que los alegrase.

Si bien poseía una cantidad inimaginable de dinero, no tenía con quien disfrutarlo. El dinero no hace la felicidad, decía su madre. Las personas son quienes enriquecen tu vida.

Pero él, se había quedado totalmente solo; su padre había fallecido hacía unos años, aquel hombre era sólo trabajo, jamás pudo disfrutar de un momento con su hijo y su esposa, de las buenas cosas de la vida, un fin de semana familiar, nada. Solo malgastó su vida; y su madre, aquella humilde mujer víctima del capitalista de su progenitor, tan dulce, tan amable, lo había pasado a una vida mejor. Eso lo alegraba, pero sin duda le dolían que no estuviera con él.

Aparcó el auto cerca de un cedro.

-Aqui estas. -espetó arrodillandose frente a la lápida. Con mucho delicadeza dejó el ramo de ortencias en la tierra. Su progenitora habia preferido ser enterrada bajo un árbol, quería sentir que renacia en uno de ellos. -mamá... -susurro con una voz quebrada.

Los recuerdos son de agua....y a veces, se nos escapan por los ojos.

Se sentó junto a aquella piedra. Le contó a su madre todo lo que paso con aquella chiquilla se raros cabellos y hermosas pecas.

-es, simplemente, maravillosa...no te sonríe, te lanza balas, y mueres tan bonito, que no distingues si caes, o te salen alas...

Buscaba con la mirada un cartel que de indicios de su café.

-Izuki's Café... -se repitió a sí mismo para asegurarlo.

Quería verla. Quería que la soledad que se acumuló desde que ella se fue se desvaneciera.

Se freno frente al local con el nombre de ella. Era un toque rústico. Pareces pintadas con un color verde pastel. Bastante acogedor.

La vio por la ventanilla del vehículo, ella, sus Rizos, sus torpes pasos.

Sentía que con cada segundo se enamoraba más.

Era algo irónico. Pero el tener un imperio capitalista atraía a gente hipócrita. Jamás se enamoro de nadie. Nadie era sincero con él, sólo chicas interesadas. Pero aquella muchacha, era diferente. Lo sentía.

Se bajó del automóvil. Con una capucha, para que nadie lo reconociera.

Se sentó en una de las mesas redondas, con un olor a perfume que se te impregna en la nariz, y te relaja.

-Buenos días! -era su fina voz.

Sintió a su corazón latir a mil por hora.

-Izuki... -dijo él.

-Uh, Shinso-Kun. ¡Que alegría verte!-sin descuido ni pudor, lo abrazo.

Todo el perfume de la mesa fue sacado de un sopetón por el aroma a menta que salía de ella.

-Gracias... -dijo estupefacto.

Sin duda. Eres la indicada.

Ella era el arcoiris que pintaría su vida. Que echaría el gris de su alrededor.

Era ella, y no lo sabía. Por que él alma pura, enamora por accidente.

Y aquí ta. No me demore en actualizar si k zi. Me merezco un nobel por eso >:v

Nos vemos uvu.

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