32: Izuki

—esto... Es muy raro, nunca nos había sucedido...—decretó la enfermera confundida. Pestañeó varias veces intentado asimilar lo que ocurría en la sala.

—¡sigue viva!, ¿no siente el puto calor que desprende su cuerpo?, los muertos no hacen eso, ¡joder!, dese cuenta, tiene una temperatura óptima de 40 grados, ¡esta hirviendo de la fisbre!, ¿que no lo ve? —Bakugo agitaba la mano de la pecosa frente a los violáceos ojos de la enfermera asustada.

Ella había hecho el chequeo de la paciente Midoriya, y en el caso de que hubiera estado apuntó de etiquetarla como fallecida era algo demasiado grave. De ser que ella no este muerta, Takeyama tendría problemas, y más frente al escandaloso cenizo que no hacía más que llamar la atención.

Coloco sus dedos en el cuello de la pecosa tomando su pulso nuevamente. Miró a la nada suspirando, mientras quitaba la mano, una vez más, no tenía caso. —.. No tiene pulso... —susurró la enfermera, aún no caía en lo que le sucedía a la menor.

—y una mierda, está viva, ¿puede explicarme sino el porqué ella sigue teniendo la temperatura corporal de una persona viva y más aún? , además sus ondas cerebrales son normales. Ella—no—está—muerta, maldita sea. Está viendo y no ve. —gruñó caminando de un lado a otro en la habitación lanzando improperios sin sentido.

—¡Claro que lo veo no soy Idiota!, escuche, no la enviaremos a la morgue por ahora. Solo haremos eso hasta que tengamos noticias, le haremos unos estudios, pero, Dios Santo, ¿que esta sucediendo?...—la rubia se apoyo en la pared tratando de ordenar sus ideas. Sentía que en cualquier momento le daría un síncope. —b—buscaré ayuda. Quedate con ella.—dicho esto, la rubia salió del lugar.

Katsuki solo se quedó junto a Deku, ya eran más de las tres de la mañana, por lo que el sueño lo estaba venciendo.

—joder, Deku. Eres un maldito imán de problemas—finalmente, el sueño cayó sobre sus párpados. Estaba seguro, de que Izuki iba a despertar. —eres demasiado terca para irte así...

Todoroki miraba somnoliento al pequeño Kota. Todo con él iba bien, solo había que dejarlo descansar. El bicolor y Uraraka tomarían turnos para hacerle compañía y cuidarlo, por si algo llegara a pasarle.

Se sentía raro, sus ojos ardían demasiado de la cantidad de lágrimas que habia derramado, y en su pecho había una sensación demasiado extraña que lo hacía sentir tremendas ganas de seguir llorando.

Era injusto. ¿Por qué Izuki tenía que morir?, ella tenía a tantas personas que la amaban en ese lugar, era la sonrisa de muchas personas amargada, como Bakugo, por ejemplo. Mientras que él, sólo era un hombre que estaba allí solo porque su padre lo había dicho y así debía hacerse. Él, que tantas veces intentó quitarse la vida, por aquel hombre que odiaba, siquiera podía llamarsele vida a aquello. Él sólo era la muñeca perfecta de Enji Todoroki, y sentía que en su vida nada de nada valía la pena. Que todo lo que sucedía ya era predecido por que su padre así lo quería y así debía hacerse sin ningún contratiempo, por su padre era abogado, por su padre se casaría con Momo, por su padre ahora debía ir a vivir a Estado Unidos, por su padre, debía alejarse de Izuki, pero, ¿que era Izuki para él? Nunca le dolió tanto separarse de alguien, nunca había llorado por alguien de tal forma.

Esa era la clave, Izuki era la escepcion de todos esos nunca. Izuki era su risa, su llanto, su calor. Ella lo era todo para él, y Jamas se había dado cuenta.

Estando con la pecosa, las cosas más impredecibles le pasaban, era un mundo totalmente nuevo, pintado con una paleta de colores totalmente distinta a su gama de grises habitual. Y a eso, Todoroki Shoto le encantaba.

—pero ya no estas, Izuki... No tiene caso—soltó volviendo a llorar.

Acarició la mejilla del menor, sonriendo, en verdad agradecía que se le haya dado una segunda oportunidad para vivir, Izumi apenas era un niño, y todo él irradiaba la bondad y gentileza que Izuki traía consigo, era un niño escépcional que tuvo la misma suerte al encontrase con aquel luminoso ser con pecas y rizos verdosos.

—¿como reaccionarás cuando te lo diga? Kota...—dijo sin pensar-nadie puede vivir sin ella...—se apoyo en el brazo del menor, intentaría dormir un rato, aunque sea unos minutos quería dejar de llorar y pensar en ella.

—¿de—decirme que?, tío...—el azabache se frotaba su ojos somnoliento. Soltó un bufido y rápidamente abrazo su abdomen, realmente le dolía aquellas punzadas que le daban cuando hacía el menor de los movimientos.

—no te muevas mucho, te han cosido la herida, podría abrirse. Llamaré a una enfermera. Recuestate y espera aquí. —espetó dándose la vuelta.

Kota estaba confundido, ¿por que estaba en el hospital?, ¿por qué tenía suturas en su estómago?, y lo más importante, ¿dónde estaba Izuki?

Rápidamente recordó lo que había sucedido en la montaña. Kota rápidamente tomó la mano del bicolor deteniéndolo.

—¿Kota?...—el susodicho empezó a llorar aferrándose a la mano del mayor. —¿que es lo que te sucede?, ¿te duele?

El azabache negó con su cabeza—¿Izuki?, ¿dónde está mi hermana?—limpio sus lágrimas con el dorso de su mano. —Tío, Izuki sería la primera en estar a mi lado, ¿donde está?...¡quiero abrazarla!—solto precipitadamente al chico bajando de la camilla quitándose todos los tubos que tenía pegados al cuerpo sin pensarlo.

—Mierda, ¿Kota que haces? Vuelve a la cama, no puede andar por allí así como así—El bicolor se sorprendió, ¿como le diría a Izumi que su hermana estaba muerta?, no lo soportaría y más estando en aquel estado crítico. —ella está bien. No te preocupes, pero recuestate.

—quiero verla, aunque sea una vez. Primero que nada, no le he visto desde que se perdió en las montañas, por favor, quiero que me diga que estaré bien.—sentenció el menor ignorando los ruegos del más alto.

Aquellas palabras quebraron al mayor totalmente, y sus ojos heterocromaticos sólo lloraron aún más, delantandolo cruelmente.

—entonces... Está... —soltó en un hilo de voz.

—Kota... —se acercó a él, lo apretujo suavemente en sus brazos.

—¡lo sabía!, Shindo dijo que le haría daño, yo intente detenerlo pero él, de la nada enloqueció... —solto entre sollozos apenas entendibles.—fue mi culpa. Yo debí protegerla...

Todoroki se sintió aún mas culpable por las palabras que soltaba Kota entre sollozos. No, no era así. En primer lugar no debió haber dejado que Kota se quedara solo. Pero, ¿que hacía aquel chico en las montañas?, ¿y por qué quería a Izuki? Muchas cosas necesitaban aclararse, pero ni siquiera el niño entendía lo que sucedía allí.

—no es cierto, Izuki, no murió por eso. Kota, todos sabemos que la quieres a Izuki más que a cualquiera. Pero nadie podría haberla salvado.—Izumi ya no soportaba más noticias terribles.

Salió de la habitación corriendo, quería ver a la pecosa rápidamente.

Sus esmeraldas brillantes de abrieron lentamente. Aquella luz intensa la cegó por un momento, Pestañeo varias veces tratando de adaptarse a la claridad del lugar.

—¿Izuki, cariño, eres tú?...

La pecosa sintió aquella voz resonar en su cabeza, su corazón cosquilleó un momento, y sus ojos se aguaron levemente. Esa dulce voz, aquel melifluo que la calmaba cuando era niña.

—¿mamá?—se volteo encontrándose con aquella regordeta dama de cabellos verdes.

Instantáneamente se lanzaron a los brazos de la otra.

—¡Izuki!, como te he extrañado...—la mayor se separó de la pecosa dedicándole una amplia sonrisa. —pero... ¿Que es lo que haces aquí?...—pregunto totalmente extrañada.

La pecosa comenzó a mirar a su alrededor, era un lugar muy blanco, literalmente todo allí era de ese color lo único que se podía ver con claridad era una puerta de madera con la puerta semiabierta que parecía flotar en la nada.

—no lo sé, ¿donde estoy exactamente? —ladeo la cabeza aun más confundida.

—cariño, este lugar no tiene un nombre exacto, no es el cielo. No. Es un lugar donde venimos, nosotros, ya sabes, los que cuidamos los destinos amoroso, cuando fallecemos, somos traídos aqui.—explico la mayor.

Luego de un momento de procesarlo, Inko soltó el grito al cielo.

—¿¡Queeeeeeeee?!, Izuki, ¿¡estas muerta?!, ¿¡que?!, ¡¿como?!—la ojiverde comenzaba a impacientarse. —¡Izuki Midoriya apenas tienes 19 años, ¿como es posible?—Inko tomó su cabeza preocupada.

—yo... No lo sé, mamá. Estoy demasiado confundida.—la mayor tomo de la mano a su hija, comenzando a caminar hacia aquella la puerta. —lo último que recuerdo es a Uraraka, diciendo que Kota... Había muerto...—su voz se hizo fina al final de la oración.

—hablaremos de esto adentro. —espetó la Inko abriendo la puerta. —vamos...

—¿adentro?—preguntó siguiendo a su madre.

Sin embargo, algo detenía a Izuki, parecía no dejarla pasar para aquel lugar detrás del pasaje.

La mayor comenzó a tirar del brazo de su primogénita para que entrara, pero por muchas fuerza que hiciera, no la dejaba. Había algo que se lo impedía, e Inko creía tener una idea de lo que era.

—¿Uh?, Izuki, cariño. ¿Aun no tienes hijos?—preguntó Inko, la pecosa negó con la cabeza, alegando que apenas era una adulta. —¿y no le has heredado a nadie el don?

—¡mamá!, ¿por que lo haría?

—es lógico, eres joven, eso lo haces cuando estás al borde de la muerte, o cuando concedes a un niño propio, pero, si no hay alguien en la tierra reemplazando te, ¡Dios mio!, ¡no puedes morir!—exclamó la mujer comenzando a caminar de un lado a otro.—Dios mio, Dios mio.

—deja de hablar como si no tuviera el derecho a hacerlo... —soltó Izuki poniendo cara de poker.

—¡es que no puedes!, cariño, ¿no lo entiendes?, nadie de la familia Midoriya puede morir si alguien vivo no tiene el don. ¡Esas son las reglas!, ahora estas atrapada entre la vida y la muerte—comenzo a sacudir a su hija de un lado a otro.

—uh...¿No estoy muerte ni viva?, ¡quién Carajo a ha hecho estas reglas!...—espetó confundida, Inko asintió. —¿que debo hacer para... volver... a vivir?—la pecosa estaba totalmente confundida, no entendía nada de lo que su madre estaba diciendo, y parecía que cada información que le proporcionaba se le mezclaba y seguía sin poder armar el rompecabezas.

—ya sabes. Como en los cuentos de hadas. Pero no necesariamente un beso del verdadero amor. No. Necesita ser un beso de una persona que realmente te necesita en su vida, y te ama mucho-sonrio tomando la mejilla de la pecosa. —Izuki, hay muchas personas que te aman allí abajo. Se que no tardarás en regresar a allí.


Kota simplemente corría en el pasillo ignorando todos los gritos que lanzaban la enfermera y Todoroki. Uraraka, que había ido a buscar café para mantenerse despierta vio al menor pasar a su lado, luego a su amigo heterocromatico.

—¿Todoroki?, ¿Kota?... ¡Kota!—dejó el café sobre una de las sillas de espera y persiguió a su amigo. —¡Kota no puedes correr en ese estado!—gritó.

Esto ya se había salido de control totalmente, pero a Izumi no le importaba en lo absoluto, se negaban a que viera a Izuki, y era lo que más necesitaba en ese momento.

Se adentro en la primera habitación que encontró y sin pensarlo dos veces se oculto debajo de una de las camillas. Tenía el corazón a mil por hora, y su abdomen le dolía como el demonio, pero lo ignoraba.

Cuando dejó de oír los gritos de los mayores salió de su escondite. No tenía idea de dónde estaba, sólo era una inmensa sala, y en las paredes habían camillas con cortinas cerradas.

—puede que Izuki este aquí...—susurro para si mismo.

Recorrió camilla por camilla. En algunas simplemente no había nadie, y en otras sólo, había personas descansando. Se acercó a la última, deslizando la cortina lentamente.

Allí estaba ella. Serena, parecía un ángel con pecas descansando. Los ojos del menor se inundaron totalmente apenas dejándolo ver.

Izuki ya no estaba.

Izuki había muerto.

Izuki lo había dejado.

Al igual que sus padres.

Kota estaría solo de ahora en más.

Kota volvería a llorar cada noche.

Kota perdió nuevamente a su familia.

Kota estaba roto.

Se acercó lentamente.

No... No te rindas. Por favor Izuki. No cedas.

Estaba temblando.

Aunque el frío queme, aunque el miedo muerda.

Tembloroso tomó su mano.

Aunque el sol se enconda. Aunque calle el viento.

Pero Izuki seguía teniendo aquella calidez en de siempre en ellas.

Aún hay gente que tiene amor para darte. Aún hay vidas que tienes que cuidar.

—Izuki... —gritó el menor lanzándose a ella, abrazándola, lloraba en su cuello. El aroma dulzón de la pecosa seguia intacto, aún tenía ese modo de reconfortarte estando cerca. —por favor, Izuki. No mueras. Prometo ya no comportarme mal. Prometo ya no comer dulces sin tu permiso, prometo dejar de pelear con Bakugo, prometo ser un buen niño, prometo ayudar en el café luego de la escuela...pero por favor no me abandones...

—¿mocoso?... —Bakugo despertó. Frunció el ceño al instante de ver al niño. —no puedes estar aquí.

—¡Dejen de alejarme de ella!-gritó llorando. —¡quiero ver a Izuki por última vez!—volvió a abrazarla.

—Kota...—detrás de él finalmente había llegado Shoto y Ochako hechos un desastre totalmente agitados. —no es bueno para ti... Que la veas así, vamos Kota. —Ochako había tomado la mano del menor.

Y nuevamente, todos volvieron a sollozar. Menos Bakugo. No lo haría de nuevo. Él estaba seguro de que Izuki despertaría.

—vamos, Izumi...—volvio a decir la castaña acariciando su cabeza. —tomaremos chocolate caliente. ¿Si?

Se separó de su hermana.

—te extraño, Izuki. Por favor, vuelve.—beso la mejilla de la pecosa, volteando a ver a Ochako. —vamos...

—joder...¡Ya no lo soportó más!—Bakugo tomó a la pecosa de los hombros depositando un brusco beso en los labios de la misma. —¡si el que yo te esté ame no te da motivos para volver!, ¡al menos hazlo por este mocoso!

El silencio invadió la sala. Todos se habían quedado atónitos por las acciones del cenizo.

—Bakugo...—susurro Ochako. —¡eres un jodido imbécil!, ¿no ves el estado de Izuki? y tu te atreves a besarla!, maldito desquiciado, ¡puerco de mierda! —la castaña se lanzó a golpear al rubio.

—¡Dejame gorda de cuarta! Hago lo que quiero. Y si tienes alguna queja te la puedes meter en—

—Kacchan... ¿Por qué haces tanto ruido?—espetó la pecosa frotando su ojo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top