Epílogo; Mixtape: Oh.
―¿Has pensado en la carátula del álbum?
SungHoon levantó la vista hacia la chica por su pregunta, apagando la computadora antes de voltearse hacia ella por completo.
―Algo sencillo ―fue lo que respondió poniendo una expresión pensativa―, que sea... monocromático.
―Entonces deberías verlo pronto ―contestó la chica―, a finales de la semana debes entregar tu idea. Estás corto de tiempo, SungHoon.
Soltó un bufido aunque una sonrisa se extendió por su rostro ante lo que se vendría las siguientes semanas. Su primer mini-álbum, trabajado completamente por él, saldría en poco más de tres meses. El tracklist ya estaba listo desde hace mucho, prácticamente desde que debutó seis meses atrás con un sencillo digital que rompió todos los charts de Corea del Sur.
Pocas personas le tuvieron realmente fe, más cuando dijeron que le iban a debutar con veinticuatros años. Ya estaba algo viejo –según muchos CEO's– para saltar al estrellato, pero el talento que poseía era en definitiva innegable así que decidieron arriesgarse.
Una gran decisión: SungHoon debutó bajo el nombre de Ice en su pequeña compañía donde se desempeñaba principalmente como compositor y productor de otros grandes éxitos, ahora teniendo su propio momento para brillar. No podía estar más feliz en su vida.
Aunque...
Rascó su nuca para alejar ese pensamiento breve de su mente. Ahora debía preocuparse solamente de su futuro mini-álbum.
―Vas a grabar conmigo, ¿cierto? ―le preguntó a la chica―. Quiero tu voz en algunas canciones, Adora.
Ella sonrió, poniéndose de pie mientras agarraba su bolso. Le había comentado antes que tenía una cita con su novio más tarde.
―Voy a pensarlo ―dijo la mujer caminando hacia la salida―. Deja todo apagado, SungHoon ―antes de salir lo miró―, y feliz cumpleaños, espero que la pases bien.
SungHoon hizo un gesto de agradecimiento, apagando el resto de los equipos cuando su celular sonó en una llamada. Al mirarlo vio que se trataba de HeeSeung.
―Hey, hola ―saludó a su amigo.
―¿Sigues en el estudio? ―se quejó HeeSeung―. ¡Es tu cumpleañoooooos!
―Debía terminar unos asuntos pendientes ―replicó SungHoon―. Por otro lado, el señor Bang ha dicho que quiere verte para regañarte.
―¡Siempre me regaña ese hombre gordo de...!
SungHoon ignoró todas las ofensas que HeeSeung empezó a soltar contra el móvil. Ambos entraron a la misma empresa ubicada en un lugar central de Seúl sólo que con un año de diferencia; HeeSeung fue aceptado primero porque nunca dejó el mundo del rap por completo así que ya tenía varios contactos gracias a su dedicación una vez salió del colegio.
SungHoon, por otro lado, se sintió en ese tiempo como si estuviera en un barquito de madera en medio de una tormenta marina: inestable y desorientado. El instituto acabó, no sabía qué hacer con su vida y el constante recuerdo de Riki estaba sobre sus hombros.
Ni-Ki deshaciéndose en lágrimas en sus brazos, llorando destrozado.
Decidió tomarse el año y trabajar, tratar de retomar muchas cosas que dejó por sus padres y salir de ese pequeño agujero en el que cayó. Luego de muchos meses comenzó a escalar para salir de ese hoyo.
HeeSeung le comentó que en la empresa estaban buscando compositores así que SungHoon postuló, quedando poco después y trasladándose a la capital. Su mejor amigo debutó bajo el pseudónimo de SeungH con veinte años, alcanzando gran éxito también.
―Oye, ¿me estás escuchando?
Rodó los ojos.
―Claro que sí, siempre te escucho ―mintió SungHoon.
―Genial ― HeeSeung se escuchaba relajado y contento―, ¿qué tal si vienes a cenar más tarde? ¡Jay quiere que vengas a comer con nosotros!
―¿De verdad?
―Bueno, no tan así ―admitió HeeSeung―, dijo que podías venir si no ensuciabas la entrada y no volvías a tomar té de su tazón.
SungHoon se rió avergonzadamente al recordar ese episodio de meses atrás: se sirvió un té en el tazón que pertenecía a Jay y el novio de HeeSeung estuvo molesto toda la tarde.
―Está bien, pero llegaré sobre las ocho ―contestó SungHoon―, iré a una galería de arte donde están exhibiendo unas fotografías y...
―¡Aburridoooooooooooooooo! ―se mofó HeeSeung―. Avísame cuando vengas, ¿vale? ¡No se te ocurra llegar tarde, sabes cómo se pone Jonggie!
―Si voy tarde, entretenlo con tu pene gordo ―replicó SungHoon.
―¡De eso no te preocupes!
El más alto decidió cortar porque sabía que HeeSeung se podía poner peor si quería. Agarró la mochila y salió de su pequeño cuarto que servía como estudio en la empresa, caminando por los pasillos hacia la salida, despidiéndose de las pocas personas que quedaban. Eran casi las cinco de la tarde.
Una vez salió al exterior agarró el primer bus que le podría acercar a la galería dónde se llevaría a cabo una exposición de fotografías. Dos semanas atrás le llegó una invitación por su correo –algo raro para esos días donde todo se comunicaba por internet–, anunciándole del evento que se llevaría a cabo y estaría por un mes abierto para el público.
Señor Park SungHoon:
Es de nuestro agrado invitarlo a la exposición fotográfica que se llevará a cabo el día 12 de septiembre del presente año en la Galería Gongpyeong. Uno de nuestros más talentosos artistas, Kid, ha solicitado su presencia y es un honor para nosotros contar con su presencia. Debido a esta exposición la galería se mantendrá abierta hasta las 19:00 horas, aunque puede asistir durante todo el día.
Director de la Galería Gongpyeong.
A SungHoon le llamó la atención de toda la situación, pues cuando ingresó a internet descubrió que la exposición estaría un mes, no sólo un día, ¿para qué le solicitaban un día en específico, en especial en su cumpleaños? Por otro lado, ¿qué artista era Kid? Cuando lo buscó no encontró nada.
La curiosidad lo estaba matando.
Una vez en el bus revisó los mensajes que le llegaron ese día por su cumpleaños: WonYoung lo felicitó, ahora su hermana menor estaba terminando de estudiar para ser profesora de canto en Daegu además de que estaba saliendo con un chico llamado ChangMin. Sus padres le llamaron en la mañana por lo que no esperaba un mensaje de ellos. Incluso RyuJin le envió un correo con una cortés felicitación, lo último que supo de ella es que acababa de graduarse de Medicina en la universidad más prestigiosa de Corea y pronto iba a casarse. De JungWon poco sabía porque apenas le veía, lo único que llegaba a enterarse era gracias a JongSeong, que estudiaba haciendo un Magíster en Astronomía.
SungHoon mordió su labio inferior porque no había un mensaje de la persona que realmente quería, como cada año lo ansiaba. Iba perdiendo la esperanza a medida que el tiempo pasaba.
Suspiró por el cansancio bajándose a pocas cuadras de la galería, caminando hacia ella. Sintió un poco de vergüenza a medida que se acercaba pues notó que no estaba vestido para la ocasión, las personas a su alrededor llevaban trajes o vestidos elegantes mientras que él sólo vestía unos jeans junto a su playera. Incluso el guardia, cuando entró, lo miró como su fuera un delincuente.
Le preguntó las indicaciones acerca de la sala dónde se llevaría a cabo la exposición a la secretaria, que le pidió la invitación antes de decirle que estaba en el segundo piso. SungHoon le agradeció con una sonrisa educada antes de subir, entrando al enorme salón.
Vio unos aperitivos en una mesita de la esquina junto a varias personas que observaban las fotografías que había en la pared, vislumbrando con un solo vistazo que se veían bastantes profesionales. Cuando pasó al lado de quien debía ser la persona que armó todo el evento alcanzó a escuchar sus palabras:
―... quería un concepto de lo ‹‹precioso›› ―decía el hombre a su público―, así que muchos fotógrafos trabajaron desde su propia perspectiva. ¿Qué es lo precioso para mí? ¿Qué es lo precioso para ellos? ¿Qué es lo precioso para ustedes, damas y caballeros?
SungHoon trató de pensar en su concepto de precioso. Precioso era Ni-Ki cuando sonreía con su sonrisa, sus ojos arrugándose. Precioso era Ni-Ki al momento de colgarse de él, llenándole el rostro de besos, su rostro inocente y lleno de una bonita dulzura que estremecía su corazón. Precioso era Ni-Ki llorando en sus brazos una última vez.
El rubor pintó su cara por sus pensamientos. No era bueno que siguiera esa línea de ideas porque le pondrían muy triste.
Las fotografías se hallaban ordenadas por artistas, pues las primeras eran a color, llamativas, aunque SungHoon se sintió algo decepcionado porque eran las típicas de alguien que le puso poco esfuerzo: un atardecer, un bosque, una playa...
Con las segundas pareció animarse más, pues eran paisajes distintos; en unas había lluvia cayendo, en otras una fogata a medio apagar.
Las terceras le gustaron bastante, el artista viajó por el mundo a zonas de guerra y retrató a dos personas homosexuales besándose en Moscú. A una niña iraní sonriendo con un oso de peluche roto. A una familia de migrantes sirios re-encontrándose en Francia.
Con las cuartas...
SungHoon se congeló al ver dos sonrisas que se le hicieron extrañamente conocidas. ¿Esos no eran...? ¿Acaso...?
Leyó el título de la fotografía. Estaba en blanco y negro.
Amistad, por Kid.
La sonrisa perezosa y de gatito eran inconfundibles.
Tembló cuando miró la segunda.
Dos cabezas juntas pero sólo se veían sus cabellos, no sus rostros, aunque un pensamiento breve cruzó su mente cuando leyó el título.
Familia, por Kid.
YuNa y JeongIn.
Sus ojos se llenaron de lágrimas con la tercera fotografía. Un pequeño perrito acurrucado sobre una cama en una bolita, durmiendo, tan pequeñito que podía ser llevado en brazos sin problema.
Compañía, por Kid.
Bisco. El gruñón y juguetón Bisco.
Con la cuarta fotografía sintió el aire salir de sus pulmones: dos ojos inconfundibles porque él los veía cada mañana frente al espejo. Más jóvenes, menos cansados, más vivos.
Amor, por Kid.
Sintió un tirón de su hombro.
―Hola, Park SungHoon ―murmuró una voz detrás de él.
Una voz que escuchó sólo dos veces: la primera cuando le gritó y la segunda cuando lloró. Pero la iba a reconocer en cualquier parte del mundo porque era inconfundible, lo viera por donde lo viera.
Se volteó y Nishimura Riki le devolvió la mirada, sus ojos llenos de lágrimas antes de tenderle su cuadernito. Un nuevo cuadernito con un lápiz donde había unas palabras escritas torpemente.
Pensé que no vendrías. Pensé que no estarías aquí.
SungHoon leyó las palabras, levantando la vista, escribiendo una palabra antes de dar un torpe paso y abrazarlo.
Lo abrazó por todos esos largos años que no estuvo con él, sintiendo como podía romper a llorar en cualquier instante porque esa situación era demasiado para él y todo lo estaba superando. Porque Riki, que no veía desde hace poco más de siete años, estaba frente a él.
Ni-Ki se tensó un instante por el repentino abrazo antes de relajarse contra él y devolvérselo tímidamente.
― Nini, Nini... ―murmuró SungHoon apenas―, Riki...
El menor apretó los hombres del más alto antes de alejarse. Iba vestido con un abrigo largo junto con una boina sobre su cabello rubio, ambos de color negro. SungHoon notó la cicatriz de quemadura en su mejilla, allí donde ese monstruo lo marcó, pero no le importaba. Él se veía... se veía muy precioso. Precioso. Tan precioso.
Soltó una risa con la vista lagrimosa.
―Eres hermoso ―le dijo―, no importa cuántos años pasen, eres hermoso.
La mirada en el rostro de Ni-Ki se suavizó antes de abrir su boca, aunque sus ojos se movieron por el lugar en un gesto nervioso. Terminó escribiendo en el cuadernito.
No, tú lo eres. Tú siempre serás precioso.
Mi propio concepto de precioso.
El rubor pintó la cara de SungHoon ante sus palabras pero tuvo un pequeño pensamiento: Riki habló y ahora escribía, ¿acaso...?
―¿Podemos hablar? ―le preguntó SungHoon con la voz ahogada―. ¿Po-podemos...?
―Es tu cumpleaños ―susurró Riki―, podemos hacer lo que quieras, Hoonnie.
SungHoon lo agarró de las mejillas queriendo besarlo, pero sólo juntó ambas frentes en un gesto tierno, riéndose. Ni-Ki también se rió.
―Oh, Riki... ― SungHoon no quería soltarlo, no quería alejarlo nunca más―, tu voz...
El menor puso un dedo sobre los labios del más alto para que se silenciara antes de alejarse y hablar con gestos. Por un instante, SungHoon se sintió otra vez como si tuviera dieciocho años frente a un adolescente Riki frente a él.
―No siempre puedo hacerlo ―se disculpó Ni-Ki ―, estoy en ello. En tratamiento constante. Voy pasito a pasito, como un cangrejito.
―No me importa ―afirmó SungHoon, repleto de una infinita felicidad porque realmente no le interesaba―, estás aquí, conmigo. Eso es lo importante.
Era verdad. Todo el resto podía irse a la mierda en ese momento.
Riki lo agarró de las mejillas, apretándoselas.
―Paseemos ―pidió sin dejar el tono bajo, para que sólo SungHoon escuchara―, ¿quieres ir conmigo?
SungHoon podría ir al fin del mundo con Ni-Ki pero sólo afirmó con la cabeza, siguiéndolo para salir de la galería.
Aunque una vez fuera, Riki le agarró la mano. El rubor pintó el rostro del menor pero SungHoon sólo lo aferró con mayor fuerza.
―¿Por qué Kid? ¿Qué significa? ―preguntó SungHoon de pronto.
Ni-Ki sonrió de forma juguetona, soltándole la mano.
― Sigo siendo un niño. ¿Lo recuerdas?, Debutaste con esa canción. Somos unos niños, soy un niño para ti, ¿cierto?
―Siempre ―prometió SungHoon antes de agregar―. Te quiero.
Ni-Ki no dejó de sonreír, dándole la mano una vez más, caminando junto a SungHoon hacia el parque por el resto de la tarde.
Y quizás, de su vida.
6/6
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