30.

Advertencias.

El siguiente capítulo contiene pedofilia y violación. Como la vez anterior, las políticas de wattpad prohíben dicho contenido escrito de forma positiva, así que aclaro antes de continuar que TODO LO NARRADO EN ESTE CAPÍTULO NO ESTÁ ESCRITO DE FORMA POSITIVA, LOS ABUSOS Y VIOLACIONES SEXUALES SON CRITICADOS Y SIEMPRE VISTOS COMO LOS ACTOS HORRIBLES QUE SON.

- Señor Shin le volvió a preguntar quién era, pero Muñequito no podía dejar de mirar el cuerpo ensangrentado del perrito frente a él.

Lo arruinó. Lo arruinó por ser un mal muñeco, por ser desordenado, por no ser perfecto, así que ahora debía pagar las consecuencias.

Apretó sus dientes al sentir el dolor estallando detrás, ahogando su voz por completo. Bueno. Él sería bueno. No un buen chico, pero sí un buen muñeco. Los muñecos buenos no eran castigados y él ya no quería más dolor.

―Estoy enfurecido contigo ―le gruñó Señor Shin mientras se movía contra él, enviando más sufrimiento por toda su espina dorsal―, tener que irnos de ese lugar por éste otro...

Muñequito fingió no comprenderlo, incapaz de observar hacia otro lado que no fuera Bisco muerto y cubierto de sangre.

Perrito. Rojo. Sangre.

Los recuerdos se mezclaban en su mente y no pudo evitarlo: vomitó la papilla que comió obligadamente cuando llegó.

Señor Shin gritó de la ira aunque no dejó de moverse, sólo restregó su mejilla contra ese maloliente vómito, ensuciándolo y haciéndolo llorar en silencio.

"Lo siento", quería decir aunque no lo hizo, "perdóname, por favor. Seré bueno pero ya no lo soporto".

Cuando Bisco dejó de respirar ese monstruo agarró su cuerpo pequeño, caliente todavía, y se lo puso en brazos. Muñequito no dejaba de mirarlo con ojos abiertos en shock, sin entender lo que acababa de ocurrir, sin comprender porque ese animalito no se movía y tenía sus ojos cerrados.

Muévete. Por favor, muévete.

Pero no hacía nada, sólo estaba quieto.

Señor Shin lo agarró del brazo, sacándolo de allí apresuradamente. Fuera, estaba ese otro hombre que conocía –el de un ojo extraño, ¿cómo se llamaba?– y lo arrastraron hacia el auto mientras hablaban con velocidad. Shin le ordenó a ese tipo que limpiara el cuarto, que eliminara las pruebas, para luego subirlo al auto, yendo hacia otro lugar, a otro motel de mala muerte para que no les encontraran.

Ahora estaba pagando las consecuencias de sus actos. De sus errores.

Muñequito quería que todo eso acabara aunque una parte suya sabía que no se detendría. Muñequito quería regresar con ese hombre y esa mujer que lo llenaban de abrazos inocentes y besos dulces. Quería estar con esos muchachos con quienes se sentaba y le hablaban cariñosamente, haciéndolo reír por las bromas que hacían. Quería estar con ese chico más alto que él, con un bonito lunar en su nariz, que le decía cosas bonitas al oído y le hacía feliz. Todos ellos le hacían tan feliz.

"Seré bueno si me dejas volver con ellos", sollozó en su mente, "te lo ruego, déjame volver con ellos".

Señor Shin era tan malo con él.

Escuchó su gemido y cómo se retiraba provocando que el dolor estallara una vez más. Se derrumbó sobre ese viejo, sucio colchón, oyendo ese murmullo de que saldría a fumar y que no se atreviera a ser malo otra vez. Lo vio salir del cuarto con su celular en sus bolsillos y poniendo llave, dejándolo completamente solo.

Se arrastró por la cama, agarrando la papilla que Shin compró, sus manos temblando cuando la echó a la palma de su mano y la extendió hacia el hocico de Bisco. Recordaba vagamente que el cachorrito no comía si no era de su mano.

―Come ―susurró apenas, temiendo que Shin llegara―, Bisco, come...

El animalito no se movió y Muñequito jadeó con las lágrimas cayendo por su rostro.

―Come ―insistió con su voz ahogada―, Bisco, toma, comida...

Muñequito lo agarró sin importarle si ensuciaba su pelaje –daba lo mismo, ya estaba sucio– y lo apretó contra su pecho, meciéndose a pesar del dolor.

―Por favor ―lloró roto para siempre―, por favor...

Pero nadie contestó. Muñequito sabía que ya nadie iba a responder nunca más y era sólo su culpa.

♡❜

JeongIn había sido el primero en derrumbarse para sorpresa de todos.

La llamada se cortó y hubo un instante de tenso y pesado silencio, como si pudiera cortarse con un cuchillo cuando el adulto comenzó a llorar sin control alguno. YuNa lo abrazó con lágrimas en los ojos mientras HyunJin apretaba sus labios y Eric marcaba unos números.

Jake miró a los tres adolescentes con ojo crítico en tanto SooBin se apresuraba en ir hacia los padres descompuestos.

―Agua con azúcar ―dijo con un tono que no admitía réplica―, ¿pueden traer, chicos?

Los muchachos se apresuraron en ir hacia la cocina.

Las manos de SungHoon temblaban sin control alguno, JungWon parecía a segundos de romper a llorar y SuNoo lucía más pálido que nunca, moviéndose por la habitación a paso inseguro.

SungHoon no quería pensar en lo que acababa de ocurrir, no quería creer en la posibilidad de Riki...

Tuvo que sentarse cuando un mareo lo atacó y recibió un vaso con agua que bebió, el sabor dulce del azúcar bajando por su garganta. SeonWoo era el que lucía más entero de los tres aunque su aspecto seguía siendo bastante... deprimido.

JungWon abrió la boca para decir algo pero entonces–

SungHoon comenzó a llorar.

Primero soltó un ruido bajo, un sollozo, y ya no pudo detenerse más, las lágrimas borboteaban de sus ojos sin control alguno así que cubrió su rostro con ambas manos como si de esa forma pudiera parar el llanto aunque sólo aumentó.

SungHoon sintió tanta culpa, tanto arrepentimiento por la forma en la que actuó los últimos minutos que vio a Riki, el rostro del menor frente a él con una expresión de sufrimiento y él sólo se negó a escucharlo, a ceder, porque tenía miedo. Tenía tanto miedo cuando Ni-Ki vivió gran parte de su vida también aterrorizado y con un horror más grande.

Una pequeña parte suya parecía decir que eso no era su culpa, que él no tenía nada que ver con eso, pero bajo toda la situación parecía más fácil para SungHoon auto-culparse por lo sucedido y llorar. Llorar para quitarse su propia decepción hacia sí mismo.

Si SungHoon hubiera comprendido a Riki no habrían discutido.

Si SungHoon hubiera cedido al inicio ellos estarían juntos.

Si SungHoon hubiera sido más rápido, Riki no se habría perdido.

¿Qué más podía hacer sino culparse?

Recibió un abrazo aunque no fue necesario que mirara para saber quién era: JungWon le habló en voz baja, acariciando su espalda con suavidad.

― SungHoon hyung... ―murmuró el menor de los tres―, está bien que llores, no sientas vergüenza por eso.

SungHoon ni siquiera era capaz de hablar, de responderle porque sólo podía llorar por toda esa jodida, horrible situación. Por el pensamiento de su chico, su lindo Ni-Ki, en manos de un monstruo. ¿Cómo era posible que existieran personas tan bastardas en el mundo, capaces de hacerle tanto daño a gente inocente?

JungWon iba a decir algo más pero entonces su celular sonó en señal de un mensaje, así que se alejó y vio el número.

Lo abrió con el ceño levemente fruncido.

Número desconocido:

Hey, niño bonito.

El lugar que me describiste.

Motel Bella Luna.

Te envío la dirección.

SuNoo, detrás de él, también leyó el mensaje.

Ambos se miraron mientras SungHoon agarraba una servilleta y hacía sonar su nariz, ya más calmado. Necesitaba liberar toda la frustración y desesperación de alguna manera, siendo el llanto su mejor opción.

―¿Chicos? ―balbuceó al mirarlos.

―Tenemos algo ―farfulló JungWon apenas, y SungHoon leyó el mensaje―, podemos...

―Sé dónde queda ―soltó SungHoon―, en la periferia. Es... ―se puso de pie frotando sus ojos―. Vamos. Vamos.

Salieron de la cocina atropelladamente hacia el comedor, donde los adultos seguían en pasmado y pesado silencio. SungHoon fue el primero en interrumpirlo cuando las miradas se posaron en ellos:

―Sabemos dónde lo tiene ―dijo con su voz ahogada, provocando que HyunJin se pusiera de pie y Eric abriera la boca―, nosotros...

―¿Dónde? ―chistó YuNa―. ¡¿Dónde?!

SungHoon se sobresaltó por el grito y SooBin agarró a la mujer con suavidad de la muñeca.

―Calma, SooBin ―le dijo el psiquiatra con tono cansado.

La adulta parecía dispuesta a mandarlo a la mierda, sin embargo, el celular de JungWon volvió a sonar en un mensaje.

Iron:

Corrijo. Se están moviendo.

Loco trabaja al lado como mecánico. Los ha visto salir.

El auto no tiene patente.

Se quedó el tipo del ojo raro allí.

JungWon:

¿Puede seguirlo?

¿Es posible?

Le pagaré si es necesario.

Iron:

Me encanta cuando hablamos de dinero.

Ya está en ello.

JungWon casi reclamó cuando Eric le quitó el celular y leyó sus mensajes, entrecerrando sus ojos en una señal de irritación.

―Les dijimos ayer que no debían involucrarse en esto ―le espetó a JungWon, que se encogió en su lugar por el miedo.

SuNoo soltó un gruñido de enojo, atrayendo al menor contra su cuerpo, dispuesto a agarrarse con el policía aunque fuera mayor que él.

―¡Por dios! ―gritó Jake exasperado―. Eric, ¡olvídalo! Tenemos algo, ¿puedes empezar a moverte?

Eric hizo un ruido, mitad bufido mitad grito también, sin entregarle el celular a JungWon a pesar de sus débiles protestas.

― HyunJin, ve con dos de mis hombres y SooBin hacia el motel Bella Luna ―dijo Eric―, necesitaré...

―Yo conozco los barrios periféricos ―le interrumpió SungHoon de pronto en voz baja, llamando la atención del hombre―, me... los conozco muy bien: calles, callejones... vías trampas...

Cuando SungHoon se dedicaba de lleno al rap, con sólo catorce años, recorrió todos esos lugares con HeeSeung o sus amigos al escapar de la policía. Se los sabía muy bien, casi con los ojos cerrados.

Además, no podía quedarse...

―Iremos contigo ―dijo JeongIn entonces hacia Eric.

―No ―dijo el policía.

―Sí ―replicó YuNa―, no te atrevas a dejarnos fuera de esto. No más. Estoy harta de quedarnos aquí sin hacer nada más.

Eric parecía dispuesto a protestar pero se dio cuenta de que estaban perdiendo el tiempo así que sólo soltó un chasquido de dientes.

―Al auto, vamos ―apuntó a SungHoon―, sígueme. Si molestas, te devolveré ―miró a los otros dos chicos―. Ustedes se quedan. No llevaré a nadie más. JaeYoon, hazte cargo de ellos.

―Que aburrido ―bufó Jake aunque asintió, agarrando a JungWon y SeonWoo de los hombros para que no se movieran, que protestaron un poco más aunque tampoco sabían qué más decir.

―Comunícate conmigo cada tanto ―le dijo a HyunJin cuando salieron―, no quiero nada de sorpresas. Si Choijung actúa, dispárale pero déjalo con vida. Ese hijo de puta nos va a servir.

HyunJin asintió con un gesto, yendo a su auto con dos hombres de Eric. El policía le hizo un gesto a otra patrulla para que lo siguiera.

―Dime que va diciendo ese chico ―dijo Eric entregándole el celular de JungWon.

SungHoon podía sentir su estómago dando vueltas y anticipándose hacia lo que podría ocurrir en cualquier momento. Lo único que tenía claro era que deseaba encontrar pronto a Ni-Ki, envolverlo en sus brazos y no soltarlo jamás. Una mirada a los padres del menor bastó para saber qué estaban pensando lo mismo.

El celular sonó.

Iron:

Motel Eclipse.

Loco pasó de largo para no llamar la atención.

Es todo. No puedo ayudarte más.

JungWon:

Gracias.

Te hablo después para la cita.

Se sintió avergonzado escribiendo lo último pero supuso que JungWon respondería algo así.

Le dijo a Eric sobre los últimos avances y se fijó en la dirección que Iron le envió. Bien. Conocía la calle muy bien, sino se equivocaba hizo varios grafitis por allí cerca con HeeSeung.

Mordió su labio inferior y le envió un mensaje rápido a su mejor amigo. Apenas había hablado con él por los nervios y la ansiedad, el más bajo preocupado por la situación aunque permaneciendo con JongSeong para no provocarle más temor. Por las pocas palabras que intercambiaron supo que el chico de cabello rosa estaba más alterado que nunca e incluso tuvo una pequeña crisis que HeeSeung tuvo que contener.

―Gire a la izquierda ―le indicó empezando a reconocer las calles― y siga derecho ― SungHoon mordió su labio inferior―. Tal vez... deberían apagar las sirenas. Eso podría...

―Increíble. Un niño mandándome ―masculló Eric.

―Hazlo ―espetó YuNa―, no quiero ningún error. Quiero a Riki a salvo conmigo.

Eric no reclamó nada más, apagando la sirena y hablando por el comunicador con sus compañeros que iban más atrás.

―Está a pocas cuadras ―dijo SungHoon minutos después―, a unas cinco, no sé si va a...

―Seguiremos a pie ―dijo Eric―, los vehículos van a llamar la atención de todo el mundo. Ahora, ustedes ―se volteó hacia SungHoon, YuNa y JeongIn ―, se van a quedar aquí, no quiero...

―¿Realmente esperas que lo hagamos? ―balbuceó JeongIn―. ¡Estás hablando de nuestro hijo!

―Dios, ¡pueden destituirme por atreverme a llevarlos! ―dijo Eric―. ¡Ya estoy en grandes problemas! No sé cuántos hombres tendrá Shin o cuán armado está, si cometo algún paso en falso es probable que esto termine mal.

―No debe tener a nadie ―soltó SungHoon entonces―, quiere pasar desapercibido y no lo hará si tiene a muchas personas ―el chico podía sentir su adrenalina subiendo a mil, su mente trabajando como un motor. Riki siempre le decía que era muy inteligente, ¿iba a decepcionarlo ahora?―. Hay que aislarlo, cubrir toda la cuadra y no dejarle salida, él...

―Santo Jesús ―murmuró Sohn―, eres sólo un niño, chico.

SungHoon lo sabía, lo tenía claro. Era un simple adolescente que lo arruinó todo pero quería a su Ni-Ki consigo otra vez. Quería tenerlo a salvo e impedir que le siguieran haciendo daño.

Eric lo miró un instante antes de quitarse el cinturón de seguridad y bajarse del auto, el resto siguiéndole sin dudarlo un poco. Del vehículo policial que les seguía se bajaron también tres policías más.

La radio de Eric sonó y respondió de forma inmediata: la voz del detective habló con rapidez.

―Tengo a Choijung ―dijo HyunJin con tono agitada―, herido y maniatado pero vivo. Tus hombres están revisando el cuarto en el que estaba Shin.

―¿Algo que decir?

―Saca a Riki de allí con rapidez ―respondió el detective―, hay mucha sangre en este lugar.

Eso fue suficiente para YuNa, que se giró y caminó con rapidez hacia donde debía estar el motel. JeongIn le tomó la mano y Eric se apresuró en alcanzarlos.

―Tienen que permanecer fuera ―dijo el policía―, el protocolo...

―¡Me importa una mierda ese protocolo! ―gritó YuNa―. ¡Ese monstruo tiene a mi hijo y no dejaré que pase un segundo más con él! ¡Estoy harta de quedarme esperando sentada cuando Ni-Ki está con ese bastardo!

―Si no obedeces me veré en la obligación de detenerlos por interferencia policial ―amenazó Eric.

SungHoon se estaba poniendo nervioso bajo toda esa situación.

―¿Realmente... ―farfulló apenas― van a... a ponerse a discutir aquí cuando Ki...? ―no pudo seguir hablando, su voz quebrándose.

Los adultos lo miraron en helado silencio, el aire estático entre ellos un momento.

Eric levantó su radio.

― HyunJin, necesito que vengas ahora. Deja a Choijung con JuYeon, es de confianza ―habló mirando a YuNa.

―Entendido.

― Shim ―continuó Eric y una policía se adelantó―, necesito tres chalecos antibalas, ahora.

―Enseguida, señor.

La mujer volvió segundos después con los chalecos, entregándoselos a YuNa, JeongIn y SungHoon.

― Bang y Shim ―llamó otra vez―, necesito que ingresen al motel y saquen a la persona que esté en recepción. Si hay otras personas igual sáquenlas, que dejen el lugar vacío.

―Sí señor ―balbucearon los dos policías, adelantándose para cumplir con la orden.

― Jung ―agregó hacia su último hombre―, revisa el perímetro, otras posibles entradas y salidas.

El policía aludido se apresuró en cumplir la orden.

Los tres adultos junto con SungHoon empezaron a caminar hacia el motel, viendo que a medida que se acercaban la gente estaba saliendo, algunas parejas quejándose. Bang sostenía a un hombre, diciendo que se trataba del recepcionista.

―Mi-mis je-jefes me han dicho que deje entrar incluso a... a me-menores de edad... ―balbuceaba el hombre.

―Podrían ser acusados como encubridores de pedofilia y violación ―replicó Eric.

El recepcionista palideció, a segundos de desmayarse, y Shim apareció de pronto.

―Se ha dado cuenta ―dijo la mujer―, así que se encerró en el cuarto. Dejé mi radio, señor, por si desea...

―Gracias, Shim, quiero que estén atentos. Debemos ser cuidadosos con nuestro proceder ― Eric llevó su propia radio a sus labios―. Shin, ¿me oyes?

Silencio estático al otro lado de la línea. A pesar de las quejas y las conversaciones a su alrededor, entre ellos sólo había tensión y nervios.

―Soy el policía Sohn Eric ―continuó el hombre―, quiero hablar contigo, ¿me escuchas?

Otra vez no ocurrió nada hasta que Eric abrió la boca para volver a decir algo.

―No le haré nada a Muñequito sólo si me dejan salir con él e irnos ―habló Shin con calma―, si no es así, lo mataré así como maté a su perro.

SungHoon sintió su estómago revuelto, el desayuno subiendo por su tráquea. YuNa estaba llorando otra vez en tanto JeongIn palideció con rapidez.

―Podemos llegar a otro acuerdo ―ofreció Eric.

―No me interesa otra acuerdo ―Shin se rió―. Sólo quiero a Muñequito para follármelo más veces de las que he hecho ahora.

El ruido estático volvió.

―¿Shin? ¡Shin!

Pero no hubo respuesta alguna.

JeongIn tuvo que sostener a su esposa, a segundos de desmayarse y SungHoon tragó la bilis porque realmente no quería descomponerse en ese momento, a pesar de que las palabras que ese bastardo dijo seguían resonando a su alrededor.

Eric no tuvo tiempo para responder porque en ese momento llegaron dos personas más: HyunJin y el policía Jung. Le hizo un gesto a su hombre para que hablara.

―Una salida trasera de emergencia que da hacia los estacionamientos, allí está el auto de Shin ―dijo Jung rápidamente―, y el estacionamiento tiene sólo una salida. Da para la otra calle.

―Es suficiente para trabajar. Cúbrela ―Jung no tardó en obedecer―. HyunJin, quiero que entres con Bang al lugar y te encargues de sacar a Shin de allí. Iría yo, pero voy a distraerlo con mi intento de negociación. No confío en nadie más que en ti para esto.

―Me das lo más difícil ―bufó HyunJin, mientras se ponía un chaleco antibalas que Shim le ofreció.

―Probablemente luego de esto me destituyan ―confirmó Eric con un suspiro―, pero no voy a esperar más. No puedo dar más tiempo. Shim, la habitación.

―Habitación dieciséis, señor.

―Trataré de hacerlo rápido ―dijo HyunJin recargando su arma.

Antes de que alguno pudiera decir otra cosa, HyunJin fue con rapidez hacia el edificio. SungHoon lo vio desaparecer y él sólo quería que esa horrible pesadilla acabara pronto porque ya no lo soportaba.

Él sólo quería que Ni-Ki estuviera otra vez a su lado.

♡❜

Muñequito no comprendía lo que estaba ocurriendo, sólo que Dueño estaba muy enojado, lo podía ver en su expresión.

Trató de no moverse a pesar del dolor en su cuerpo, cubierto de sangre –¿era suya o del cachorro?–, además de saber que eso provocaría que Shin se enojara más. Pero estaba muy incómodo, boca abajo pero con su rostro girado hacia un lado, viendo cómo el adulto se movía por el lugar recogiendo algunas cosas.

Minutos atrás entró de golpe, sobresaltándolo aunque sin fijarse en él, cerrando con fuerza la puerta y poniendo la llave.

―Lo has complicado todo ―gritó Shin caminando hacia él, agarrándolo del brazo. Tuvo que apretar sus labios para no soltar un chillido de dolor―, ¡lo has jodido completamente!

Entonces recibió dos golpes en su rostro y ahora no pudo evitar el grito que escapó de su boca cuando el puño conectó en su ojo izquierdo, punzante sufrimiento explotando en su cara. Ahora no podía ver mucho por ese ojo, hinchado y morado, palpitando a cada segundo.

Shin lo soltó luego de descargarse lo suficiente, echándolo sobre la cama y abrió la puerta otra vez, agarrando un pequeño objeto cuadrado y negro. Habló contra esa cosa con quien sabe quién, ignorándolo para echarlo a un lado a los segundos después.

Y sacó el arma.

Muñequito observó la pistola porque no era la primera vez que la veía: como un sueño, como un recuerdo lejano –¿era un recuerdo o no?–, se vio más pequeño, con un entrenamiento avanzado pero cometiendo un error: Shin lo quiso usar tres veces seguidas y él ya no podía más, todo dolía así que trató de alejarse, de luchar contra él. Enfurecido, Shin le gritó un montón de cosas que Muñequito no comprendió porque sólo quería estar lejos de él y... y...

Y de pronto lo había volteado boca arriba sacándole un jadeo sorpresivo y el arma estaba en su boca, fría, grande, sabor metálico en su lengua.

―Quédate quieto ―le dijo con su voz otra vez calmada, metiendo más adentro el arma, haciendo que comenzara a atragantarse―, ¿sabes qué es esto, Muñequito?

No lo sabía, pero tenía claro que era malo. Todo lo que Dueño le mostraba era malo, excepto esas pequeñas cosas envueltas en algo rojo, ¿cómo los llamaba? Caramelos. Sí, los caramelos eran lo único bueno que Dueño le entregaba.

―Es un arma. Una pistola ―Shin sonrió, moviéndola en su boca―. Puedo matarte con ella, ¿quieres que te mate?

Muñequito sólo quería que Dueño se detuviera.

―Ahora, quédate quieto ―le dijo dulcemente―, o te meteré esta pistola por el culo y te dispararé, ¿entendido?

Obedeció. No podía hacer otra cosa más que obedecer.

Muñequito ahora no podía dejar de mirarla y un pensamiento pasó por su balbuceante mente: ¿podía morirse? Muñequito ¿podía irse de ese lugar para siempre? Una parte suya comenzó a ansiarlo, morirse parecía como una buena opción, ¿podía tomarla?

No quería estar más con señor Shin, era malvado y cruel y quería estar lejos de él. Muy lejos de él para siempre.

No quería estar más con señor Shin, era malvado y cruel y quería estar lejos de él. Muy lejos de él para siempre.

Quería estar con Bisco y pedirle perdón.

Antes de poder procesar todo lo que estaba ocurriendo soltó un nuevo jadeo porque las manos de Shin separaron sus piernas y comenzaron a vestirlo con su ropa interior sucia y una camisa vieja. No sabía dónde estaba el resto y no le importaba.

―Tendré que apurar todos mis planes por tu culpa ―gruñía Shin mientras lo vestía―, ¿sabes qué haré apenas lleguemos? Voy a dejarte sordo realmente, romperé tus tímpanos, quizás con eso aprendas...

Mátame. Mátame, por favor, ya no lo soporto más.

Las palabras no salieron de su boca, no hubo respuesta alguna de su parte.

Shin recogió sus cosas y lo puso de pie aun cuando Muñequito soltó pequeños quejidos por el dolor en su cuerpo. Todo en él temblaba por lo que estaba ocurriendo, no lo entendía, sólo quería volver a acostarse y que nadie más le tocara.

Señor Shin se quedó quieto de pronto y llevó el arma a su cabeza, a un costado.

―Si das otro paso más le volaré los sesos a mi Muñequito ―gritó con voz tranquila al aire.

Si Shin hacía eso, ¿significaba que iba a morir? Tal vez podría probarlo.

―Quiero a Riki, Shin ―habló una voz al otro lado de la puerta―, por favor, dámelo.

Riki. Riki, ¿quién era ese Riki? Allí sólo estaba Muñequito, Dueño y un perrito muerto. Perrito. Perrito...

―No lo creo ―espetó Shin tirándolo contra él―, ahora quítate de la puerta, voy a salir con mi juguete. Si intentas algo lo mataré.

―Sus padres lo están esperando. Shin, vamos...

Dueño soltó una maldición y disparó a la chapa de la puerta. El sonido explotó en el oído de Muñequito, sobresaltándolo por completo, haciendo que temblara.

La chapa cayó al suelo y la puerta se abrió sola. Al otro lado había un hombre de pie, también con un arma aunque sus manos estaban levantadas, su rostro tranquilo a pesar de sus ojos fijos en Muñequito.

―Me importan una mierda sus padres ―dijo Shin sin soltar un poco a Muñequito―. Ahora, bota el arma y tírala hacia donde yo estoy. Luego entra al cuarto. Y no quieras pasarte de listo, detective HyunJin ―Shin sonrió―, mataré a Muñequito sin problema alguno si es necesario.

El hombre desconocido hizo un mohín, dejando el arma en el suelo y empujándola con un pie hacia donde estaba Shin, que la recogió sin perder la calma. HyunJin levantó sus manos otra vez, ingresando al cuarto y pegándose a la pared izquierda mientras Shin avanzaba por la derecha, aferrando a Muñequito contra su cuerpo.

Salió por la puerta, escupiendo al suelo antes de disparar contra la pierna del detective arrancándole un grito y luego empujó a Muñequito por los pasillos para que avanzara, ignorando sus suaves gemidos de dolor. Iba descalzó pero poco le importó cuando abrió una puerta y salió por allí hacia los estacionamientos. Había varios autos, sin embargo Muñequito reconoció el de Dueño enseguida.

Las piedras se estaban enterrando en las plantas de sus pies pero Shin seguía empujándolo, acercándolo al vehículo, sin dejar de apuntar a su cabeza.

―¡Suéltalo! ¡Maldito cerdo, suéltalo!

Shin se detuvo y lo giró de golpe.

Muñequito, mareado, observó el rostro de una mujer. Una mujer conocida. Una mujer... ¿dónde la había visto? Tal vez en sus sueños. Tal vez en ese sueño donde él no era un Muñequito sino un niño que merecía amor y no odio. ¿Por qué no podía recibir amor siendo Muñequito?

Esa mujer era muy bonita y quería estar en sus brazos.

Entonces se fijó en el hombre detrás de ella, ese adulto alto con ojos demasiado rasgados que también se le hizo conocido, que le tomó la mano a la mujer y le miraba con dolor. ¿Cómo se llamaban? ¿Mamá? ¿Papá? ¿Por qué esas personas lloraban? ¿Por qué...?

Y apareció una tercera persona, un chico joven y guapo que lo hizo sentir más mareado. Eran muchos rostros conocidos, ¿dónde lo vio? Ese niño de sus sueños ¿no tenía eso llamado novio? Tal vez ese muchacho era el novio del niño en sus sueños.

Dos rostros desconocidos ahora que cargaban armas también, a ellos no los conocía, ellos no le importaban. Muñequito quería que Shin le soltara y dejara ir con mamá y con papá y con su novio.

―Oh, ¿eres YuNa, cierto? ―habló Shin y Muñequito notó algo: el brazo alrededor de su cuello temblaba. ¿Eran nervios acaso?―. Felicitaciones, cariño, tú hijo es perfecto.

La mujer soltó un ruido de rabia e hizo el amago de dar un paso pero se detuvo cuando Shin le sacó el seguro al arma.

―No, no ―le dijo con tono burlón―, un paso más y lo mato, preciosa. No querrías eso, ¿cierto?

―Shin, estás rodeado y es mejor si decides colaborar con nosotros ―habló otro hombre desconocido con voz calmada.

―¿Sí? ―Shin se rió―. Prefiero que me dejen en paz de una vez. Muñequito también lo quiere, ¿no? ―Se quedó callado, temblando―. Oh, verdad. Los muñequitos no hablan ―su voz se endureció―. No estoy bromeando cuando les digo que permitan que me vaya o lo mataré. Ya está medio inservible de todas formas.

―Por favor, te lo ruego ―sollozó papá haciéndolo temblar―, es nuestro hijo...

―Es un Muñequito ―Shin sonrió―. A ti igual te conozco, ¿no? Nishimura JeongIn. Y a ti... ―señaló al otro chico―. Park SungHoon, ¿es así? Tú parecías muy interesado en mi Muñequito, ¿te lo follaste? Yo creo que no porque seguía muy apretado cuando lo usé.

SungHoon. SungHoonnie. Sung. Hoon. Hoonnie. Ese nombre le sonaba mucho a Muñequito.

Shin retrocedió con él dos pasos.

SungHoon sentía el vómito en su garganta, pujando por salir. Estuvieron esperando fuera con toda la calma posible, pero entonces hubo dos disparos y las cosas se descontrolaron. YuNa se soltó del agarre de su esposo y avanzó hacia la entrada del estacionamiento, con Eric tratando de detenerla pero la mujer lo agredió –lo había golpeado, santo Dios, golpeó al policía– para seguir avanzando.

JeongIn quiso detenerla también aunque ya todo era un desorden y SungHoon sólo los siguió porque necesitaba saber qué estaba ocurriendo, necesitaba hacer algo, no podía quedarse quieto, no podía–

Eric y la policía Shim los siguieron entre gritos a pesar de que no hicieron caso, entrando a ese lugar, al estacionamiento y viendo a Shin llevando a un maltratado y ensangrentado Ni-Ki contra él. YuNa gritó haciendo que se voltearan y SungHoon deseó por un instante no haber ido.

Riki llevaba sólo su ensangrentada ropa interior, mostrando muslos cubiertos de sangre y piernas llenas de moretones y quemaduras. Una camisa manchada cubría su pecho y brazos, pero su carita estaba hinchada por los golpes, con un ojo morado, heridas cubriendo sus mejillas, sus labios rotos y ensangrentados. El shock era lo único visible en su ojo derecho, la desorientación y confusión parpadeaba a cada instante.

¿Cómo esa persona era capaz de hacerle eso a un niño? No era una persona, era un monstruo, SungHoon lo supo enseguida.

Eric y Shim también avanzaron pero eso sólo hizo enfurecer a Shin, que disparó al aire.

―¡¿Creen que estoy bromeando, imbéciles?! ―les espetó―. ¡Si siguen avanzando lo mataré!

Retrocedió cinco pasos más, ya cerca del auto y Eric dio otro paso.

Shin escupió al suelo y disparó, aunque no a Riki.

SungHoon sintió el aire escapando de su boca antes de soltar un pequeño grito.

Riki abrió –lo más que pudo– sus ojos cuando vio a ese chico caer al suelo, hacia atrás, con un jadeo de dolor.

―¡SungHoon! ―gritó la mujer.

SungHoon. SungHoon. Su SungHoonnie.

Riki sintió instinto primitivo apoderándose de él. Shin había tocado a SungHoon, su chico, su novio, su... su...

Podía permitirle todo pero no eso. No a SungHoonnie ni a mamá ni a papá.

Sin pensarlo demasiado, sólo su instinto tirando de él, Riki abrió su boca y mordió el brazo de Shin Kihyun con fuerza, gruñendo como cuando Bisco jugaba con sus peluches, removiéndose para que le soltara.

Shin soltó un grito sorpresivo y de dolor, aturdido por la acción del niño, soltándolo y empujándolo contra el suelo. Ni-Ki cayó boca abajo, perdido y escuchando cómo el hombre le quitaba el seguro al arma, para quizás...

Otro disparo resonó en el lugar y se volteó, viendo a Shin cayendo al suelo.

―¡Aleja al niño, Shim! ―gritó Eric.

De pronto esa mujer desconocida lo agarró de los hombros pero su instinto seguía a flote y la mordió en sus manos, ella soltándolo ante el dolor.

Ni-Ki se puso de pie con rapidez, viendo a SungHoon siendo sentado por su papá en el suelo, sosteniendo su costado donde no había nada, no había...

A un lado, YuNa lo miraba con ojos llenos de lágrimas.

Dio dos pasos titubeantes antes de correr hacia ella y romper a llorar cuando los dulces brazos de mamá lo rodearon, para siempre esta vez.

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