05.

- Ni-Ki a veces soñaba con el momento en el que despertaba en el hospital, aturdido, sin saber dónde estaba ni por qué estaba acostado cuando solía estar sentado siempre.

Siempre.

Su orientación era un desastre en ese instante, sobretodo porque apenas recordaba algo de lo ocurrido horas atrás, su mente siendo un lío de ideas inconexas que no podía desentrañar con facilidad.

Levantó la vista, viendo que en su brazo había una aguja enterrada, y el pánico se apoderó de él.

Su mano tembló cuando agarró ese extraño artefacto y se lo arrancó, punzante dolor estallando en su brazo mientras sangre escapaba de la herida, pero no lo preocupó en ese instante, sólo podía pensar en averiguar dónde estaba a pesar de que una de las primeras reglas que le habían enseñado era asesinar la innata curiosidad que podía tener.

Salió del cuarto, viendo el pasillo vacío, y al volverse a mirar por la ventana notó que era de noche. Arrugó el ceño, confundido, su cuerpo moviéndose automáticamente, y comenzó a caminar por el lugar, pensando en qué estaba haciendo allí.

Lo último que recordaba era como unas manos callosas lo sostenían por las axilas, dejándolo sentado en el lugar de siempre y la oscuridad hacía acto de presencia, sus piernas pegajosas, su ropita destrozada.

Una mujer vestida de blanco le devolvió la mirada, sorprendida, y vio sus labios moverse, pero el pequeño niño no entendió nada.

Retrocedió cuando la mujer dio unos pasos para acercarse, asustado, pero antes de poder correr, la enfermera lo agarró del brazo deteniéndolo.

Su primer instinto fue morderla salvajemente, gruñendo como un animalillo acorralado, y pudo ver la expresión de dolor en su rostro. Pero ya lo había soltado, así que se giró, corriendo de allí.

No llegó lejos, por supuesto: unos hombres vestidos de negro aparecieron, agarrándolo, tratando de calmarlo, pero Ni-Ki recordaba el miedo, el pánico, el temor.

Una persona normal gritaría; Ni-Ki sólo lloró.

Despertó entonces empapado en sudor mientras su pecho subía y bajaba por el pánico, repitiéndose a sí mismo que no estaba en el hospital, que no estaba en la comisaría, y que, por supuesto, no estaba en esa horrible casa que había sido su pesadilla durante tanto tiempo.

No, estaba en su hogar, estaba en casa de sus papás y abuela, estaba a salvo.

Aun así Riki se bajó de la cama, su rostro empapado en lágrimas, y corrió al cuarto de sus padres, viéndolos dormidos en la cama. Se acercó, titubeante, indeciso sobre despertarlos porque, a veces, producto de la bruma del sueño y del miedo, pensaba que esas personas allí acostadas también le harían daño.

― ¿Nini?

Vio a su madre abrir los ojos, media dormida, y abrió la boca, pero por supuesto no salió palabra alguna.

YuNa parpadeó, viendo a su hijo de pie ante ella, y se sentó en la cama, estirando su brazo para alcanzarlo. Notó como se encogía, pánico en sus ojos, pero no hizo otro movimiento para así no asustarlo: se había acostumbrado a esos episodios, no le eran nada nuevo.

― ¿Qué pasó, bebé? ―preguntó YuNa, despertando de paso a su esposo―. ¿Tuviste una pesadilla?

Ni-Ki la observó, sus labios temblando, y dio un paso indeciso.

Antes de darse cuenta se lanzó a los brazos de YuNa, llorando en silencio, y su mamá, por supuesto, no dudó en atraerlo a su pecho, moviéndose para dejarlo entremedio de ella y JeongIn que le hizo espacio, arropándolo con las frazadas.

―Estamos aquí, príncipe ―murmuró JeongIn con cariño, dejando que Ni-Ki lo abrazara y acurrucara contra su cuerpo como un gatito―, siempre estaremos para ti.

Asintió por inercia, pero sus expresiones amorosas, llenas de infinita ternura, eran suficiente para él, para que su corazón se calmara y sintiera algo de alivio en medio de todos esos confusos y dolorosos sentimientos.

♡❜

JungWon le sonrió a Jay mientras Ni-Ki, a su lado, terminaba de copiar la tarea mientras mordía su lengua en señal de concentración.

―Los saurópodos son mis dinosaurios favoritos ―le estaba diciendo Jay a JungWon en tono atropellado, sosteniendo el juguete del dinosaurio mientras lo movía―. Eran grandes y enormes y gigantes, pero no se dedicaban a comer carne, eran bastante tranquilos ―tomó aire―. Le pedí a mamá un saurópodo para mi cumpleaños, pero me dijo que era imposible, ¿sabes por qué, Yang JungWon... Wonnie?

El chico sonrió, contento de que Jay le estuviera hablando a pesar de los nervios, de su tono a veces plano y otras veces exaltado. Normalmente Jay se mantenía en silencio, dejando que él llevara toda la conversación, pero cuando JungWon le preguntó sobre algo que le gustara, pareció animarlo a hablar todo lo que quisiera.

―Supongo que es porque están extin–

― ¡Porque mamá no sabe dónde comprar un huevo de dinosaurio que sea barato! ―completó Jay ansioso, pero JungWon no se sintió ofendido por la interrupción―. Mamá no tiene mucho dinero, tiene que trabajar para cuidar de mí porque papá se fue, uh... Mamá siempre dice que fue a comprar cigarrillos, pero no lo entiendo, si puede comprar cigarrillos en la esquina, ¿por qué no ha vuelto?

JungWon parpadeó, repentinamente apenado por las palabras inocentes de Jay, que seguía sosteniendo el dinosaurio con el ceño ligeramente fruncido.

Se sobresaltó cuando Ni-Ki le tendió su cuadernito de notas.

¿De qué hablan?

― ¡De dinosaurios! ―farfulló Jay―. No sé cuál será el sonido de un saurópodo, pero... ―Jay dejó el juguete sobre la mesa, rebuscando en su mochila, sacando ahora otro dinosaurio―. ¡El tiranosaurio hacía Raaaaaawr! ¡Rawr! ¡Rawr!

Ni-Ki ladeó la cabeza, sin escuchar, pero sonreía feliz porque parecía comprender lo que estaba diciendo Jay mientras el chico agitaba el dinosaurio en sus manos, arrugando los labios mientras fingía rugir.

JungWon se reía, divertido al ver a Jay tan expresivo después de un mes de estar asistiendo a clases, y se sintió mucho más conmovido porque comprendió que si Jay estaba hablando tanto y comportándose así era porque, de alguna forma, ya los veía como parte de su círculo interno.

¿Qué otras cosas te gustan, JongJong?

Jay leyó la pregunta.

― ¡Las estrellas! ―balbuceó, para luego repetir en el lenguaje de señas―. Las estrellas, el cielo, la luna, los cometas, el universo entero–

―Miren, el trío de mariconcitos.

Jay dejó de mover sus manos, tensándose repentinamente mientras JungWon levantaba la vista y Ni-Ki parpadeaba.

MinHee les sonreía desde su altura, aprovechando que los amigos estaban sentados contra los casilleros, siendo seguido de sus otros dos compañeros, Serim y JungMo.

JungWon se puso de pie, tomando las manos de Jay y a Ni-Ki para que le imitaran.

―Vámonos ―murmuró, pero antes de dar un paso, MinHee lo agarró del hombro.

― ¿Para dónde vas, JungWonnie? ―dijo sin perder esa sonrisa divertida―. Anda, te venimos a ver a ti y a tus amigos raritos, ¿y así nos agradeces?

― ¡Eh! ¿Qué tienes ahí, retrasado? ―se adelantó JungMo, observando el juguete que tenía Jay en sus manos―. ¿Tienes un dinosaurio de juguete? ¿Cuántos años tienes, enfermo? ¿Ocho años?

―Tengo dieciséis ―farfulló Jay torpemente, su tono temblando.

― ¡Anda, pásalo, retrasado! ―se rió Serim.

Antes de poder detenerlo, JungMo se adelantó y empujó a Jay, arrebatándole de las manos el juguete con brusquedad.

― ¡No, devuélvelo! ―gritó el de cabello rosa, nervioso, sus ojos llenándose de lágrimas.

― ¡El bebé retrasado tiene un juguete! ―se burló JungMo, y Serim se reía con más fuerza―. ¡Anda, ponte a llorar, maricón enfermo!

― MinHee, por favor... ―pidió JungWon mientras Ni-Ki trataba de calmar a Jay, que comenzó a llorar en tanto los otros dos chicos le hacían burla.

MinHee, su compañero de curso, ladeó la cabeza con indiferencia, soltándolo y caminando como si no le aburriera estar allí.

―Vamos, chicos ―dijo MinHee.

Serim y JungMo asintieron, sin dejar de reírse, alejándose a pesar de los débiles reclamos de Jay para que le devolviera el juguete, pero los otros dos chicos lo ignoraron, desapareciendo al doblar en la esquina.

JungWon suspiró internamente por el alivio de que al menos no se hubieran detenido a agredirlos con golpes como solían hacer, al menos con él, para después voltearse. Se sintió culpable al notar a Jay llorando con Ni-Ki consolándolo, y se acercó.

―Te compraré otro dinosaurio, JongJong ―le dijo JungWon agarrándolo de las mejillas.

Jay lo manoteó, sorbiendo por su nariz.

―No, e-ese dinosaurio me... me lo regaló mi... mi abuela... ―lloró.

JungWon mordió su labio inferior, teniendo el fugaz pensamiento de ir al comedor donde todo el mundo debía estar almorzando, y buscar a SuNoo para preguntarle si podía acercarse a MinHee y amenazarlo para que le devolviera el juguete. Sabía que SuNoo se veía delicado, sonriente e incluso débil bajo esa apariencia alegre que tenía, sin embargo, cuando SuNoo se enojaba, daba miedo.

Y sabía también que a SuNoo no le haría gracia alguna que lo estuvieran molestando a él y a sus amigos.

Pero SuNoo debía estar con sus compañeros, ¿cómo iría a molestarlo? Y además SeonWoo se iría ese año, luego él quedaría solo, así que debía aprender por sí mismo a defenderse de esos matones que eran sus compañeros.

Pero MinHee...

Dejó salir el aire, viendo a JongJong todavía sollozando.

―Lo recuperaré ―le dijo para luego girarse hacia Ni-Ki, que le contemplaba inquisitivamente―. Regreso enseguida, Nini, lleva a JongJong al baño para que se calme, ¿bueno?

¿Qué harás? ―preguntó Ni-Ki arrugando el ceño.

Nada, no te preocupes ―contestó JungWon sonriendo mientras agarraba su mochila, apurándose en alejarse de allí.

Caminó por los pasillos vacíos del colegio, saliendo al patio interno y dirigiéndose directamente detrás de las gradas del gimnasio, su corazón latiendo a mil por hora a medida que se acercaba. Se detuvo cuando notó a MinHee apoyado contra la pared de los vestidores, fumando un cigarrillo mientras Serim almorzaba y JungMo jugaba con su celular, el juguete de dinosaurio en el suelo.

―Pensé que tardarías más ―saludó MinHee con tono burlón.

Tragó saliva, sin acercarse.

― ¿Me lo devuelves, por favor, MinHee? ―preguntó hastiado.

MinHee enarcó una ceja en tanto JungMo silbaba.

―Tu putita se está revelando, Hee ―comentó Serim con la boca llena de arroz.

JungWon se tensó ante las palabras del chico.

Yang JungWon era gay, eso lo sabía todo el mundo, porque JungWon no era alguien que gustaba de ocultar sus preferencias. Sin embargo, en el colegio habían también otros dos tipos de personas homosexuales aparte de él: personas como SuNoo, que no eran declarados gay abiertamente pero tampoco se molestaban en ocultarlo, y por otro lado, estaban los chicos como MinHee, que jamás iban a decir que eran homosexuales ni aunque les apuntaran con una pistola en la cabeza.

Antes de estar saliendo con SuNoo, sólo siete meses atrás, JungWon solía tontear sin compromiso alguno con MinHee, siempre y cuando este último lo quisiera. A JungWon no le interesaba porque MinHee no le gustaba de una forma más personal, sin embargo, había averiguado demasiado tarde que era alguien posesivo con lo que creía suyo, y para su propia desgracia, él lo seguía buscando aunque supiera que estuviera en una relación con SeonWoo.

―No soy su putita, terminé con tu amigo tiempo atrás ―le contestó a Serim bruscamente, dando otro paso.

SuNoo, por supuesto, no sabía sobre MinHee porque era lo mejor. Porque así como SuNoo no demostraba que era un demonio cuando estaba enojado, tampoco demostraba ser alguien celoso, pero JungWon sabía mejor que nadie que ese pequeño cuerpo albergaba una gran maldad en su interior.

MinHee se encogió de hombros.

― ¿Quieres el tonto juguete de tu amigo, JungWon? ―preguntó MinHee―. Anda, sabes lo que tienes qué hacer, sé cuánto te gusta comerme la polla, putito.

JungWon sintió como la bilis le subía a la garganta, porque una mirada de MinHee le decía que no iba a ceder con eso.

♡❜

Ni-Ki rebuscó en sus bolsillos, desesperado, encontrando el paquete de pañuelos que su mamá le daba todas las mañanas, y torpemente sacó uno, procediendo a sonar la nariz de Jay que seguía llorando, sosteniendo con su mano el saurópodo como si ese simple gesto fuera suficiente para calmarlo.

No llores, JongJong, me harás llorar a mí ―le dijo llamando su atención.

Jay sorbió, hipando.

― ¿Por qué vas a llorar tú? A ti no te quitaron tu juguete ― Ni-Ki le miró sin comprender, y Jay repitió con torpeza―. ¿Por qué vas a llorar?

Ni-Ki le revolvió el cabello, secándole las lágrimas de su colorado rostro.

Porque si lloras, me rompe el corazón ―le contestó seriamente.

¿Cómo tu corazón se puede romper?

Es una metáfora, JongJong.

Odio las metáforas ―Jay hizo un puchero inconsciente, y Ni-Ki le sonrió al notarlo más tranquilo.

Sin embargo, no duró mucho porque la puerta del baño se abrió y Jay se sobresaltó. Ni-Ki se giró, esperando que fuera JungWon, pero sólo parpadeó cuando notó que era el Presidente de Estudiantes con su amigo, el chico pálido que lucía siempre con sueño.

Los ojos de SungHoon se dirigieron hacia él, confundido, en tanto el otro chico se quedó mirando a Jay.

― ¿Qué está pasando?

― ¿Por qué lloras, Jay?

Hablaron los dos chicos al mismo tiempo.

Jay trató de ocultarse detrás de Ni-Ki mientras él los observaba sin entender.

HeeSeung frunció el ceño mientras Ni-Ki se apresuraba en sacar su libreta, haciendo malabares porque Jay no quería soltarlo.

Nada grave, Jay sólo tuvo un accidente.

No sabía por qué mintió. No sabía por qué simplemente no decía la verdad.

Tal vez porque estar cerca de SungHoon lo ponía nervioso, lo cohibía un montón, lo hacía sentir más torpe que nunca. SungHoon lucía como una persona seria, dura y poco accesible, aunque podía notar cierto tono apagado en sus ojos que lo desconcertaba porque, a pesar de todo eso, a pesar de que SungHoon fuera alguien en ese colegio, lucía infeliz.

Y una parte suya quería conocerlo más, pero también podía leer en los gestos del mayor que él no le era de su agrado.

HeeSeung tomó la libreta, leyendo el mensaje, sin embargo, no lució conforme.

¿Y JungWon? ¿Qué ocurrió?

Ni-Ki se puso ansioso porque nunca fue bueno para mentir.

Mordió su labio inferior.

HeeSeung no parecía demasiado paciente, porque vio cómo dio un paso más, y Ni-Ki pensó que iba a golpearlo así que cerró sus ojos.

Sin embargo, se sorprendió cuando, a pesar de la expresión en su rostro, HeeSeung lo separó con cuidado de Jay, llamando la atención del chico de cabello rosas.

―Hey, Jay-shi ―le dijo con tono dulce.

Jay se crispó.

―No, es Park Jay, ese es mi nombre ―soltó Jay―. Aléjate, apestoso.

HeeSeung sonrió.

―Hoy no apesto, no he fumado ―contestó HeeSeung, pero Jay no lucía conforme―. Venga, ¿quieres olerme? ―bromeó.

Por supuesto, se sobresaltó cuando Jay se inclinó, olisqueándolo, pero se forzó a mantenerse quieto.

―Bueno, sí... ―concedió Jay indeciso.

HeeSeung sacudió su cabeza, mirando a Ni-Ki primero, que le observaba en silencio, y volvió su vista a él.

― ¿Por qué llorabas, Jay? ―preguntó sin perder el tono suave.

Jay se revolvió, sus ojos tornándose llorosos otra vez.

―Mi dinosaurio ―sollozó levantando el saurópodo―. Le estaba explicando a JungWon y Ni-Ki que mi dinosaurio hacía rawr y llegaron esos chicos horribles y me lo quitaron y me empujaron y empujaron a JungWon y luego se fueron con mi dinosaurio y ese dinosaurio me lo regaló mi abuela y es mío y lo he cuidado mucho para que no se rompa y JungWon dijo que lo iba a recuperar y Ni-Ki me trajo aquí y quiero mi dinosaurio, apestoso ―Jay tomó aire.

HeeSeung pestañeó mientras SungHoon abría la boca, atónito.

Ni-Ki le tendió otro pañuelo a Jay para luego agarrar la libreta que SungHoon le tendía, observando las palabras que el mayor había escrito mientras HeeSeung limpiaba la nariz de Jay.

¿Su dinosaurio?

Mordió su labio inferior.

A JongJong le gustan los dinosaurios.

SungHoon asintió, levantando la vista, chocando entonces con la tímida sonrisa que Ni-Ki le daba, y algo se agitó al reconocer que era una sonrisa muy bonita.

― ¿Quiénes te quitaron el dinosaurio? ―dijo HeeSeung en voz alta, haciendo que SungHoon desviara la vista con las mejillas coloradas―. Voy a recuperarlo ahora mismo.

―No es necesario.

Todos se voltearon al ver a JungWon entrar con una expresión tranquila.

― ¡El tiranosaurio! ―chilló Jay alejándose de HeeSeung, caminando torpemente para quitarle a JungWon el juguete, tomándolo con una sonrisa balbuceante.

Ni-Ki observó a su mejor amigo, que le sonreía a Jay con felicidad al notarlo ya tranquilo y contento con su juguete en sus manos, pero notó que en sus ojos había algo parecido a dolor y pena.

―Gracias, Yang JungWon... Wonnie... ―farfulló Jay levantando la vista, titubeante, y antes de poder decir algo, abrazó a JungWon de forma vacilante.

JungWon se quedó quieto mientras los tensos brazos de Jay lo rodeaban, para luego sonreír al notar todo el esfuerzo que le suponía a su amigo llevar a cabo esa acción.

―No fue nada ―Jay se separó, volviendo la vista al dinosaurio, y JungWon parecía dispuesto a decir algo más, pero antes de poder hacerlo, HeeSeung se le adelantó, tomándolo del brazo―. ¡Hey! ¿Qué pasa?

HeeSeung arrugó los labios.

―Necesito hablar contigo ―le dijo tirando de él hacia fuera, dejando en el baño a su mejor amigo con Ni-Ki y Jay.

Sin embargo, Jay estaba mirando su juguete con fascinación, ignorando a los otros dos chicos.

SungHoon mordió el interior de su mejilla, y antes de pensarlo dos veces, levantó el cuadernito de Ni-Ki.

¿A ti también te gustan los dinosaurios?

Ni-Ki leyó la pregunta, sorprendido, dispuesto a escribirle que no era necesario que buscara algún tema de conversación cuando lo detestaba, sin embargo, respondió otra cosa en cambio:

Me gusta la fotografía. ¿Y a ti, hyung?

SungHoon leyó la pregunta, y su primer impulso fue que le gustaba componer música, escribir letras y cantar cuando nadie lo veía, pero titubeó entonces.

No, no podía escribir eso.

Me gusta leer.

Aburrido. Predecible. Lo que se esperaba de él.

Ni-Ki leyó la respuesta, arrugando el ceño, luciendo inconforme.

También me gusta la pintura, hyung. ¿A ti?

SungHoon tragó saliva, observando de reojo la insistente mirada de Ni-Ki.

Me gusta estudiar.

Ni-Ki agarró el cuaderno, escribiendo furiosamente.

No mientas. No me gusta que la gente mienta.

SungHoon se exaltó ante la acusación, observando los ojos exigentes de Ni-Ki, y sintió algo removiéndose ante ello para luego llenarse de molestia por lo que el chico le estaba escribiendo.

¿Quién se creía que era?

SungHoon tenía todo cuidadosamente establecido en su vida, ¿por qué Ni-Ki aparecía con esa mirada salvaje y esas palabras acusadoras, pretendiendo conocerlo, pretendiendo averiguar sus gustos? ¿Acaso esas tonterías, como le decía su papá, eran importantes?

SungHoon realmente lo odiaba. ¡Él quería llevarse bien con ese chico a pesar de que lo pusiera incómodo, pero Ni-Ki realmente era imposible!

Le entregó el cuaderno con brusquedad.

―Vete al diablo, Ni-Ki ―le dijo enojado.

Riki, a pesar de que no podía oírlo, pareció entender lo que le dijo porque le contempló con más rabia, dando un paso, y para su total sorpresa, el menor lo empujó bruscamente, su boca apretada en un rictus de molestia.

Era la primera vez que una persona le trataba de esa forma, le enfrentaba sin temor alguno, a sabiendas de que era el Presidente del Consejo Estudiantil, uno de los mejores alumnos de la institución y proveniente de una familia de buena posición. Ni-Ki parecía, por lejos, el único chico de ese lugar que no se intimidaba ante él, ante su mirada.

Algo ardió en su interior.

SungHoon lo odió un poco más por eso.

―Eh, ¿qué está pasando aquí?

Se volteó, encontrándose con HeeSeung y JungWon entrando, el mayor mirándole con una ceja enarcada mientras JungWon arrugaba el ceño en señal de confusión. Le hizo un gesto a Ni-Ki, que contestó con señas, para después agarrar su mochila y pasar a su lado, empujándolo con su hombro. SungHoon tuvo que contener las ganas de detenerlo, enfurecido.

HeeSeung se acercó, pero antes de voltearse a él, se detuvo frente a Jay que parecía metido en su propio mundo, observando el dinosaurio de juguete.

―La próxima vez que te hagan llorar, Jay ―le dijo HeeSeung llamando su atención, sin tocarlo, manteniendo su distancia pero con una expresión dulce en su rostro―, ven conmigo y te ayudaré a solucionarlo.

Jay parpadeó, mirando a HeeSeung, para luego desviar sus ojos a JungWon, sin saber exactamente qué decir.

― ¿Aunque llore cuando me pegue en el dedo pequeño del pie? ―preguntó extrañado, bajando la vista.

HeeSeung sonrió, complacido.

―Aunque llores por eso ― HeeSeung parecía querer hacer algo más por el movimiento de su mano, pero a último momento pareció pensarlo mejor, y sólo retrocedió―. Nos vemos, chicos.

―Adiós, HeeSeung y SungHoon hyung ―dijo JungWon en tono bajo.

SungHoon salió sin decir nada, ignorando la furibunda mirada de Ni-Ki.

Caminó al lado de HeeSeung, arrugando el ceño y frunciendo los labios, y su mejor amigo le dirigió una mirada de reojo.

― ¿Por qué luces como si quisieras golpear a alguien? ―preguntó HeeSeung con tono perezoso.

SungHoon se crispó.

―No me agrada Ni-Ki ―confesó en voz baja, observando como los pasillos se llenaban de a poco con los estudiantes.

Los ojos de HeeSeung se iluminaron por la diversión.

― ¿No? A mí me parece interesante ― SungHoon lo observó―. Pareciera sacarte de quicio, Honnie, ¿no? Y me gusta cuando ya no eres Park Perfecto SungHoon.

SungHoon soltó un chasquido bajo.

―No sé de qué estás hablando ―le dijo tratando de lucir indiferente.

Su mejor amigo le miró directamente, diciéndole de esa forma que a él no iba a poder engañarlo.

No, nunca pudo engañar a HeeSeung.

―Me gusta que quieras hacer que tus padres estén orgullosos de ti, SungHoon ―dijo HeeSeung con tono suave―, pero también me gustaba mi amigo cuando quería dedicarse a ser músico y compositor, cuando querías hacer lo que te hace feliz.

SungHoon apretó sus labios en una mueca infeliz, tratando de no desviar la vista porque sabía que, si lo hacía, le estaría dando la razón a HeeSeung.

―Soy feliz ―dijo SungHoon.

HeeSeung sonrió.

―Puedes engañar a tu familia, a tu novia y a todo el mundo, Honnie ―replicó HeeSeung―, pero no a tu mejor amigo. Y, al parecer, tampoco a Ni-Ki.

SungHoon no supo cómo contestar aquello.

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