› Diable !
Un eufórico Ni-Ki corría por todo el pasillo principal del infierno en busca de su novio. Había recibido una noticia muy buena y si no se la contaba al mayor sentía que iba a explotar.
Llegó hasta la oficina de SungHoon, tocando la puerta y luego entrando como si nada, sin encontrar a nadie dentro. Frunció el ceño y salió del lugar en dirección a la odiosa secretaria de SungHoon.
—Disculpe, ¿No sabe dónde se encuentra SungHoon? —preguntó de manera educada, intentando reprimir la mueca de disgusto por ella.
—El Señor SungHoon se encuentra atendiendo algunos asuntos importantes en el tercer piso. Vendrá dentro de unos momentos, espere por ahí —respondió la secretaria de manera tosca.
Ni-Ki rodó los ojos y se adentró a la oficina de SungHoon a esperarlo. De verdad que no sabía cuándo su novio se iba a dignar a cambiar a su secretaria, porque esa que tenía en la actualidad no hacía más que tratarlo mal desde que llegó, y más aún desde que se encontraba en una relación con el mayor.
Se acostó en el sofá y cerró sus ojos, comenzando a tararear una suave melodía a esperas de que llegase SungHoon. Estaba ansioso de decirle la noticia y quería que llegara de una vez por todas.
El sonido de la puerta lo hizo sentarse de manera recta y sonrió en grande cuando miró al atractivo cenizo de traje oscuro entrar en la oficina. SungHoon ese día tenía puesto un conjunto en su totalidad negro, haciendo resaltar su pálida piel y viéndose más guapo de lo que era normalmente.
Ni-Ki se levantó del sofá y corrió hasta los brazos de SungHoon, besando sus labios y dejándose llevar por la exquisita sensación de los belfos ajenos.
—¿Cómo estás, precioso? —preguntó SungHoon con voz gruesa, dejando a Ni-Ki extasiado al escucharlo.
—Estoy muy bien, Hoonnie —respondió Riki con dulzura—. Tengo algo que contarte. Mi madre me envió una carta.
SungHoon alzó una ceja y los guió a ambos hasta el sofá, sentándose él primero y teniendo a Ni-Ki sobre sus piernas. Una costumbre que tenían y que no pensaban perder nunca.
—¿Qué ha dicho Dios?
—Que mañana me vendrá a visitar mi mejor amigo —habló Riki con una sonrisa en su rostro—. Le pidió a Dios el permiso para venir a visitarme y se lo concedió.
—Dios siempre dando órdenes sin consultarte primero —dijo SungHoon y rodó los ojos.
—¿Te presenta algún problema?
La mirada de Ni-Ki se bañó en preocupación, haciendo que SungHoon se arrepintiera por su comentario. Besó la nariz de Ni-Ki y le sonrió, —Claro que no me molesta, amor, pero soy el jefe aquí y debe de avisarme todas esas decisiones que toma, ¿No lo crees?
Riki apretó sus labios y asintió, —Tienes razón, Hoonnie. Se lo comentaré algún día.
—Es mejor que no lo hagas. Comenzará a decir que te estoy mal influenciando y quien se la aguanta después —se quejó SungHoon y Ni-Ki rió, golpeando levemente su hombro.
—No seas tan irrespetuoso —regañó Ni-Ki, pero sin dejar de reír—. Mi amigo llegará mañana a primera hora y se irá al otro día. Podría dormir en mi antigua habitación.
—Esa habitación nunca fue tuya. Creo que eso de no poder dormir solo era solo una estrategia para meterte entre mis sábanas.
Riki miró a SungHoon con picardía y tomó el labio del mayor entre sus dientes, tirando de el sin alejar la mirada de la contraria, —¿Y funcionó?
—Oh, claro que sí.
El Ángel reprimió un grito cuando fue alzado al estilo princesa y posado en el escritorio de SungHoon, con este entre sus piernas y tomándolo en un demandante beso. Ni-Ki correspondía gustoso, delirando por las caricias de SungHoon sobre su ropa y los intensos apretones que le proporcionaba en los lugares correctos.
El escritorio nunca le había parecido tan cómodo hasta ahora.
♡❜
—¿Y tu amigo cómo es? —preguntó SungHoon.
Tanto él como Ni-Ki estaban en la entrada del infierno a esperas de la llegada del mejor amigo del Ángel.
—Es alto, más que los dos, y muy guapo.
—Todos los ángeles son guapos, Nishi.
—Pero mi amigo es realmente guapo —aclaró Ni-Ki, haciendo énfasis en la apariencia de su amigo—. Muchos en el cielo le tenían envidia por eso, pero él no le tomaba mucha importancia.
SungHoon rodó los ojos. En el cielo habían tantos pecadores disfrazados de ángeles, y la envidia era una de las cosas más comunes, —Tendría que ver para creerlo. Aunque tú seguirás siendo el Ángel más hermoso que mis ojos hayan visto.
— Hoonnie~
Ni-Ki abrazó a SungHoon, agradecido por sus palabras, recibiendo un beso en su frente por parte de este.
Una luz brillante y cegadora hizo que se separaran y miraran hacía ella, visualizando una figura que se acercaba. El enorme destello de luz fue bajando de intensidad hasta por fin revelar al alto y atractivo chico de cabellos color chocolate, peinados de manera que dejaban libre su frente y le daba un aire de elegancia.
—¡Jonggie! —exclamó Ni-Ki y corrió hasta el joven, quien había abierto su brazos y rodeaba al menor con estos.
SungHoon miraba la escena con cariño; su lindo Ángel se veía muy emocionado por ver a su amigo y él se sentía feliz por verlo así.
—Oh, mi niño, te extrañé tanto —dijo el otro Ángel con nostalgia y lo separó para mirarlo mejor—. El cielo no es lo mismo sin tu presencia, pero te ves tan sano y feliz que me hace sentir muy aliviado. Se me hace raro verte vestido con ropas de color oscuro, pero te quedan increíbles —comentó lo último con gracia.
—Es que las ropas del cielo son muy calurosas aquí, tendrás que usar estas prendas en tu estadía —dijo Ni-Ki y tomó la mano de Jay, llevándolo con SungHoon y sonriendo en grande—. Te presento a Lucifer, o SungHoon. Es quien ha estado velando y cuidando de mi... y también es mi novio.
Jay abrió los ojos con sorpresa, —¿¡Novio!? ¿¡Quién te dio permiso de tener novio!?
SungHoon apretó los labios aguantando la risa, mientras su novio se encargaba de hacerle entender que hasta Dios sabía de su relación y, aunque al principio no estaba muy de acuerdo, aceptó que Lucifer y el Ángel de Oro eran el uno para el otro.
—Con razón no quieres volver, que hasta novio te has conseguido aquí. Eres un Ángel sinvergüenza.
—¡Ya, Jay! —se quejó Ni-Ki cruzándose de brazos—. Hoon me ama y yo lo amo a él. Mi madre lo aceptó y tú debes hacer lo mismo.
—Ah, si hasta ayer jugabas entre las nubes y ahora eres el novio del mismísimo Lucifer —dijo el Ángel con pesar, ganándose un bufido por parte de Ni-Ki y una pequeña risa por parte de SungHoon. Jay miró al pálido hombre y estiró su mano hasta él—. Jay, mucho gusto, Lucifer.
—Llámame SungHoon, el gusto es mío. Espero que su visita aquí sea muy reconfortante para ti —dijo el señor del lugar con una suave sonrisa en el rostro, pero sin dejar de lado esa aura imponente—. Le recomiendo dejar de lado todos esos rumores que escucha sobre el infierno. Aquí es muy diferente a lo que dicen en el cielo.
—Es cierto, Jonggie —secundó Ni-Ki—. Aquí las personas son muy educadas y respetuosas. Te harán sentir bien. También hay sitios muy bonitos que te enseñaré luego.
Jay respiró hondo y asintió a la vez que sonreía. Le sorprendía un poco la manera en que Ni-Ki hablaba del lugar, haciendo de el un hogar, pero de cierta forma le gustó saber que no la estaba pasando mal y que su residencia era por gusto y no por obligación.
La última vez que había visto a Riki había sido cuando se estaban despidiendo. Su menor tenía los ojos hinchados de tanto llorar e imploraba hablar con Dios para explicarle toda la situación, haciendo que su corazón doliese al verlo de tal forma, pero ahora veía a otro Ni-Ki, uno feliz, cómodo y amado. Porque sí, la manera en que ambos se miraban, — Ni-Ki y SungHoon— denotaba todo el cariño y amor que se tenían.
Riki sostenía de la mano a SungHoon y, con su brazo desocupado, rodeó el de Jay, caminando en medio de ambos con una enorme sonrisa e irradiando felicidad.
—¡Estoy muy feliz de tenerte aquí, Jonggie!
—Yo también estoy feliz de estar aquí, Ni-Ki.
—Gracias por decidir visitar a Ni-Ki, Jay —habló SungHoon, llamando la atención de ambos Ángeles—. No cualquiera se atrevería a venir hasta acá, así que me alegra saber que Nishi cuenta con personas como tú.
—Cuidé de Ni-Ki desde que era pequeño, y estaría dispuesto a todo por él. Gracias a ti por recibirme.
SungHoon sonrió y miró a Ni-Ki dejando un beso en su mejilla. Se sentía un poco mal cuando denigraban su hogar, pero con Jay no sentía eso, así que se sentía más calmado por ello.
Jay por otro lado, miraba con curiosidad la manera en la que se comportaba Lucifer. Si bien había escuchado suposiciones de cómo era realmente, el hombre que sostenía la mano de Ni-Ki con dulzura y sonreía mostrando sus encías era muy diferente al que le habían dicho.
Era muy educado y te hacía sentir cómodo, pero también demostraba que era el jefe del lugar por su postura erguida y pasos seguros. Podía ver a las personas que caminaban por la zona, —que parecían sujetos normales y no deformidades como todos rumoreaban en el cielo— demostrar su respeto a SungHoon, incluso en sus miradas se podía ver la admiración por él.
— Jay, ¿Te incomodan las miradas? —preguntó SungHoon al alto.
El nombrado parpadeó y miró a todos lados, encontrando a más de uno y una mirarlo con interés, pero a pesar de que sus miradas sean intensas, estas no llegaban a ser malignas. Raro, pensó.
—Oh, no, no. Estoy acostumbrado —respondió Jay sin aires de grandeza. En el cielo todos los miraban, aunque aquellas miradas si fuesen más intensas y sí lograban incomodarlo.
—Siempre que llega un Ángel, los residentes siempre tienen curiosidad por ustedes, ya que son muy hermosos y eso les llama la atención —comenzó a explicar SungHoon—. No te miran por maldad, sólo es fascinación. Si te llegas a sentir incómodo, puedes decirme.
Jay asintió y miró nuevamente a uno de los residentes, haciendo que las mejillas de este se sonrojaran cuando sus miradas se cruzaron, —No te preocupes, no me hacen sentir mal.
— Jay es muy guapo, imposible no querer mirarlo —comentó Ni-Ki y comenzó a reírse por la mala cara que colocó el más alto.
Los tres caminaban por los pasillos del infierno de manera tranquila. Jay miraba todo con curiosidad y estaba ansioso de conocer el lugar donde vivía su pequeño amigo.
©nandaslovely
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