› Devil !
SungHoon caminaba por el lugar, revisando que todo estuviese bajo control. Aunque tuviese a muchas personas trabajando para él, prefería ver todo por si mismo.
Estaba cerca de las áreas donde residían los de pecados leves; personas que cayeron en la gula, la avaricia o la soberbia. Miraba a esas pobres almas en pena, lamentarse por su destino y deseando algo mejor.
Sonrió, no pensaron en eso cuando cometían sus perversos actos. Su mirada cayó en un chico de alrededor de unos veinte años humanos. Lo conocía a la perfección; Kendal.
Un turco que por su avaricia y sus ganas de tener todo el dinero, acabo con su familia entera, dejándola en la calle y el viviendo como un Rey. Murió ahogado mientras comía y nadie estaba ahí para ayudarlo. Ahora se la pasaba llorando, pidiendo perdón a sus padres por haber sido el hijo que fue.
Suspiró y se encogió de hombros. Su familia ahora disfrutaba de todo el dinero que él algún día tuvo.
—¡SungHoon! —escuchó como le llamaban y se giró a ver al responsable. El chico llegó hasta él y sonrió de esa forma tan bonita que sólo él sabía hacer—. Dice HeeSeung que te ha llegado un mensaje del cielo.
SungHoon miró a Jake; su mano derecha. Él, al igual que muchos de sus trabajadores de confianza, era un Ángel caído; un ser que alguna vez tuvo alas y vivía entre las nubes.
Sin embargo, Jake era curioso. Quería saber más de lo que debía y fue castigado por ello, siendo desterrado y enviado a vivir eternamente en el infierno. El Ángel Sol, —como solía llamarlo por su deslumbrante personalidad— no era alguien malo, tampoco era merecedor de estar en un lugar tan feo como ese, pero SungHoon no podía cuestionar las decisiones de Dios.
A pesar de eso, Jake no la pasaba mal. Al principio sí le costó acostumbrarse a las escalofriantes escenas que se vivían ahí, pero ya luego de un tiempo se dio cuenta que no era tan malo. También fue consiente de que "Lucifer" no era alguien despiadado. A palabras de Jake, SungHoon era un amigo increíble y que sabía lo que hacía.
Ambos forjaron una buena amistad, haciendo de Jake la mano derecha del Señor del Infierno.
—¿No sabes de que se trata? A veces YuNa me jode la paciencia con sus mensajes de "¡No seas tan bendecido con las tentaciones que dejas en la Tierra!" —dijo SungHoon, imitando la voz de la mujer, haciendo reír a JaeYoon en el momento.
—No sé nada, Hoon —negó con la cabeza—. Incluso le pregunté a HeeSeung y me dijo que dejase de ser curioso, ¿¡Cómo puede pedirme algo así!?
SungHoon rió y emprendió camino hasta la oficina de HeeSeung con Jake al lado, — HeeSeung tiene razón; no tienes que ser tan metiche.
Jake apretó los labios, formando un pequeño triángulo en su boca; algo que hacía cuando se molestaba. Más que miedo, Jake causaba ternura con ese tipo de acciones.
El mayor rió por su expresión y colocó su brazo por encima de sus hombros para atraerlo a si. Comenzó a burlarse de él y empezaron una pequeña discusión del porqué Jake no era metiche, y SungHoon solo podía decirle que parecía vieja humana al estar pendiente del vida de los demás.
Una vez llegaron con HeeSeung, el pequeño Ángel tocó la puerta y luego de escuchar un «Pase» decidieron entrar en la oficina.
— HeeSeung —saludó SungHoon—. Jake me dijo que me había llegado un mensaje del cielo.
HeeSeung era de los pocos que no eran un Ángel Caído. El chico sólo fue un humano que nunca creyó en Dios y se encargaba de profesar su ateísmo. Irónicamente, HeeSeung sí creía en cosas paranormales, invocando en más de una ocasión a sus residentes. Pero el chico no era malo, simplemente no creía en Dios. Forjaron una buena amistad y, gracias a su increíble inteligencia, decidió ponerlo a trabajar para él.
HeeSeung miró mal a Jake y este solo desvió la mirada, —Se lo había comentado, pero no era para que vinieses. Yo mismo iría a avisarte y llevarte el mensaje.
SungHoon miró a JaeYoon y el chico sólo se quejó, mientras se abrazaba a uno de los brazos del mayor, —¡Confieso que HeeSeung no me envió a decirte nada pero no pude evitar ir a contártelo!
—Eres un metiche y curioso de primera, Jake. Te enviaré con Tragus un día de estos. Por ahora sólo vete a la esquina —dijo SungHoon y el nombrado comenzó a llorar mientras se paraba al frente de la esquina de la oficina. SungHoon rodó los ojos por su escandaloso llanto—. ¡No llores tan alto o de verdad de enviaré con Tragus!
El llanto se silenció y pudo ver cómo los hombros de Jake subían y bajaban por los suaves hipidos que soltaba.
—No entiendo porqué las personas temen de Tragus. Es una dulzura.
—Me pregunto lo mismo —respondió SungHoon y encogió los hombros—. Ahora dime, qué quiere YuNa.
—Realmente no lo sé —dijo HeeSeung y le entregó una carta—. Sólo te llegó esto. No lo quise abrir porque es la primera vez que te envían algo sellado.
—Que bueno que todavía existan las personas decentes que respeten la privacidad ajena —dijo y escuchó un quejido por parte de Jake. Apretó los labios para no reírse y HeeSeung se tapó la boca con su mano para evitar lo mismo—. Veamos que quiere Dios.
Abrió el sobre y sacó una hoja con detalles de oro y un suave olor a rosas. Rodó los ojos, YuNa siempre enviaba ese tipo de cosas así sólo por gusto. Al mirar la caligrafía, se dio cuenta de que estaba escrita por ella misma y frunció el ceño. Una carta escrita por el mismísimo Dios era algo serio. Decidió no perder más tiempo y comenzó a leer.
Mis más sinceras bendiciones para ti, Lucifer.
Te escribo por algo que me ha ocurrido y que no puedo dejar pasar por alto. Uno de mis hijos, mi más adorado Ángel, ha cometido un error en mi contra. No puedo decirte en esta carta cuál fue la falla de mi pequeño, porque aún espero que todo esto sea solo un simple error. Sin embargo, tampoco puedo esperar hasta saber la verdad para poder darle el castigo que merece. Por lo tanto lo enviaré contigo.
Él no es como los demás hijos que he enviado contigo, por eso te envío esta carta. Mi Ángel es la bendición más grande que he tenido y el sólo hecho de pensar en que estará en el infierno hace que mi corazón se rompa por completo.
Quiero que lo cuides, Lucifer. Que cuides de él como si también fuese un hijo tuyo. Sé que es mucho lo que te estoy pidiendo, pero prometo que te lo sabré agradecer.
Llegará dentro de un par de horas, a las dos para ser exactos. No lo dejes solo. No dejes que vea cosas crueles. No lo agobies y tenle paciencia.
Te dejo a mi pequeño en tus manos, Lucifer.
SungHoon terminó de leer y guardó de nuevo la carta en el sobre. Miró la hora y faltaban un par de minutos para que fuesen las dos.
—¿Es algo malo? —preguntó HeeSeung con cautela—. Tu cara está más seria de lo normal.
—Un nuevo Ángel caído viene en camino. Uno muy especial al parecer.
—Será uno muy malo como para advertirte sobre él.
SungHoon negó y se levantó de la silla, —Creo que no es malo... al parecer será muy bueno para estar aquí. YuNa no me dio muchas explicaciones del porqué va a estar aquí, sólo me pidió que lo cuidase. Iré por él.
Se despidió de HeeSeung y de Jake, para salir de la oficina y encaminarse hasta la entrada del inframundo. Al llegar, esperó a que se abriera esa brillante luz por donde salían los Ángeles Caídos. Esperó un par de minutos cuando la luz comenzó a aparecer y cegarlo por completo.
El infierno era algo oscuro, así que ver la luz de los Ángeles siempre lo aturdía por no estar acostumbrado.
Frotó sus ojos en busca de volver a la normalidad, que no se percató el chico que estaba parado al frente de él.
—H-hola, s-soy R-riki.
Pestañeó un par de veces y por fin pudo enfocar al Ángel. Sintió su corazón latir con más fuerza al verlo; un chico hermoso, con los cabellos dorados cual oro, un par de mejillas que se veían por demás de suaves y unos preciosos labios rojos para adornar. Tenía los ojos y la nariz algo rojas por, —supuso él— las lágrimas que de seguro derramó en el viaje.
Estaba sin habla, era el Ángel más hermoso que había visto en toda su vida y eso era decir mucho, ya que los Ángeles de por sí, son agraciados con una gran belleza. Para muestra, Jake.
Pero Riki era algo irreal.
—Y-yo, e-esto, a-ahm-
El chico parecía que lloraría en cualquier momento y las palabras de YuNa parecían cobrar sentido. Ni-Ki era especial en todos los sentidos y un sentimiento de protección creció en él.
—Tranquilo, Riki —habló suavemente para no asustar al Ángel—. Soy Lucifer, pero puedes decirme SungHoon. Aquí no te haremos daño, también hay buenas personas aquí y verás que no es tan tenebroso como te lo han dicho.
Ni-Ki frunció el ceño y abultó sus labios, causando un enorme revoloteo en el corazón de SungHoon por tan adorable imagen.
—P-pero esto e-es el infierno, ¿C-cómo hay b-buenas personas a-aquí?
SungHoon sonrió y Ni-Ki se relajó un poco. El ángel había escuchado tantas cosas sobre lo que realmente era Lucifer y no se parecía en nada a quien tenía en frente. Había escuchado que Lucifer era un demonio rojo, enorme, con grandes garras y muy aterrador, pero SungHoon se veía muy normal, ¡Parecía un Ángel como él!
—Aquí hay muchos Ángeles Caídos, que a pesar de estar aquí, siguen siendo los mismos de siempre. Jake, uno de mis mejores amigos, es el chico más dulce que he conocido. Quizás te puedas llevar bien con él. También está HeeSeung, que aunque no es un Ángel Caído, sino un humano que pecó, es un chico increíble —se atrevió a tomar la mano del Ángel y volvió a sonreír cuando este no se alejó—. No te haremos daño, Riki. No somos tan malos.
El Ángel de cabellos de oro sonrió y asintió con ánimo. Si todos eran amables como SungHoon, entonces no tendría porqué tener miedo.
SungHoon no conocía a Ni-Ki, pero estaba seguro de que ese Ángel no era capaz ni de matar a una mosca, así que su estadía en el infierno sería muy corta. Se prometió a si mismo que velaría para que nada le pasase al precioso Ángel que le sonreía con tanta dulzura, mientras caminaban hasta la que sería su nueva habitación.
©nandaslovely
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