23.─ »
- JongSeong se había acostumbrado a la larga espera y nerviosismo de un parto, tanto con el nacimiento de HaNeul como el de sus propios hijos. Esperar a que su sobrino nazca era cansador, pero de alguna manera sencillo de vivir cuando conocías todos los pasos. HeeSeung estaba medio dormido sobre su hombro, porque había insistido en que si Jay debía vivir la espera, lo haría a su lado. Por supuesto, sus hijos estaban junto con Daniel y otros sirvientes. Su hermano, estaba apoyado contra la pared de la habitación, casi gimoteando con preocupación.
─ Saldrá bien ─ susurró Jay ─. SungHoon es fuerte.
Jake lo observó y suspiró.
─ Lo sé. Se que es fuer...
Un profundo y estruendoso llanto hizo que Jake se congelara en sus palabras y en su lugar.
─ Oh Dios ─ susurró.
─ Ese es tu hijo ─ comentó HeeSeung y rió suavemente ─. ¿Maravilloso, verdad?
Jay lo observó a los ojos y asintió. JaeYoon asintió fervientemente con el rostro lleno de ansiedad.
─ Hubiese amado oír el primer llanto de nuestros hijos ─ suspiró ─. Quizás el próximo.
Jay golpeó su pierna y lo observó con una sonrisa nerviosa. No era el momento para soltar algo así, por supuesto al rey, el momento realmente no le importaría demasiado.
─ ¿Próximo? ─ Jake preguntó aún más exaltado.
─ Tranquilo, no estoy esperando ningún principe ahora mismo. Mejor concentremos la atención en el primo de los príncipes.
Si lo estuviera. Já.
Las mujeres del palacio estaban completamente exaltadas. Él se iba a casar con el rey ¿Y qué sería de ellas? Lo odiaban tanto como le temían. Si hubiera otro príncipe en camino, no habría forma de calmarlas.
Había pasado poco más de dos semanas desde el anuncio, y el palacio seguía agitado. Todos caminaban con sigilo, preguntándose como cambiarían las cosas a partir de ese momento. Pero ni siquiera Jay lo sabía. Claro, las mujeres creían que él lo hacía, que tenía algún tipo de plan maligno para llegar al trono y hacerlas desaparecer, para luego quedarse con el reino. Historias estúpidas que Daniel le comentaba oír casi todos los días, si no todos.
El cansancio de criar a tres pequeños y soportar tantas habladurías sin sentido, le pesaba sobre la espalda. Pero sabía que no era momento de rendirse. Que cuando asumiera el trono sería aún más difícil. Que HeeSeung y él tendrían más hijos en el futuro. Tenía que seguir adelante y esforzarse.
─ Señor Park.
Cuando Jay se encontró levantando la cabeza al mismo tiempo que su hermano, quiso reír. Hacía ya largos meses que habría perdido su apellido. Cuando se entregó por completo a HeeSeung. Y en su momento lo había aborrecido tanto, porque solo era su forma de sobrevivir. Pero bien sabía que el rey, desde la primera vez que vio el fuego en sus ojos, había despertado algo en él. Ahora, tomaría una daga y acabaría con su vida sin pensarlo dos veces, si eso salvara a HeeSeung de cualquier mal.
─ Puede pasar a ver a su hija. El señor SungHoon se encuentra en perfectas condiciones, aunque extremadamente agotado.
El doctor se inclinó respetuosamente, y realizó una inclinación aún más profunda y respetuosa hacia HeeSeung y JongSeong, antes de retirarse.
─ Adelante ─ lo animó Jay señalando la puerta.
─ Estoy nervioso.
─ No seas tonto, son tu hija y el amor de tu vida. Nada por lo que estar nervioso.
Jake suspiró, y dándose ánimo en silencio, entró a la habitación.
Jay suspiró y dejó su cabeza caer sobre el hombro de HeeSeung.
─ He... ─ rió nervioso ─. Mi señor, creo que sería conveniente enviar una sirvienta que ayude a SungHoon en la casa, ahora que estará tan agotado y ocupado con la pequeña.
─ Por supuesto ─ HeeSeung asintió, besó a JongSeong suavemente y acercó los labios a su oído ─. No veo la hora de que seas oficialmente mi esposo, y entonces ser el único del que escuche salir mi nombre de sus labios. Extraño oírlo, y será como música si viene de ti.
Jay asintió con suavidad y devolvió el beso.
JaeYoon abrió la puerta y los observó con una amplia sonrisa.
─ Me gustaría presentarles a mi hija.
Jay saltó de su asiento.
♡❜
Volvieron cuando el sol comenzaba a salir. JongSeong estaba casi durmiéndose sobre sus pies, pero HeeSeung lo mantenía en pie con gran determinación. Muchos soldados los rodeaban en una vigilia constante.
─ No veo la hora de llegar y envolverme en mi frazadas ─ susurró.
─ No veo la hora de llegar y envolverme en tus frazadas ─ bromeó HeeSeung.
─ A esta altura la habitación real quedará deshabitada.
─ ¿Y qué?
Jay rió, su risa cargada de cariño.
♡❜
Debería haber notado que algo andaba mal, en el momento en que notó la falta de soldados en su puerta. Por supuesto, HeeSeung lo hizo. Apretó su mano con fuerza y frunció el ceño profundamente.
─ ¿Qué demonios...? ─ gruñó.
Empujó a JongSeong detrás de su espalda, y abrió la puerta de un solo golpe.
─ ¡Por los dioses!
Jay se empujó hacia adelante, para poder ver que sucedía. Y cuanto deseaba no haberlo hecho. Cubrió su boca con las manos, y jadeó completamente aterrado.
HeeSeung lo soltó y corrió hacia Daniel, quien estaba más cercano. Tomó su pulso y asintió. Sus manos se llenaron de sangre.
─ Aún vive.
Pero Jay no podía escuchar sobre nada en absoluto. Porque TaeMin no estaba allí. Porque sus otros hijos dormían en una silenciosa tranquilidad, pero TaeMin no estaba allí.
─ ¡Guardias! ─ exclamó HeeSeung con fuerza.
Pronto, dos hombres estaban allí.
─ Llamen al doctor ¡Ahora mismo!
JongSeong se dejó caer de rodillas al suelo, haciendo un sonido tan doloroso que por fin logró llamar la atención de HeeSeung, quien lo observó aún más asustado de lo que ya estaba. Se puso de pie y observó las cunas, una de ellas estaba vacía.
─ ¡Mi hijo! ─ exclamó Jay, el grito rompiendo el gélido silencio ─. ¡Por los dioses, mi hijo!
Lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas a una increíble velocidad.
─ ¡¿En dónde está?!
HeeSeung se dejó caer a su lado y tampoco pudo evitar la cascada de lágrimas que invadió su rostro.
─ ¡Mi hijo!
Jay sujetó con fuerza la camisa de HeeSeung y lloró con fuerza sobre su pecho, dejándose ir, deshaciéndose en llanto que pronto fue seguido por el de sus pequeños hijos. HeeSeung lo envolvió en sus brazos.
─ ¡HeeSeung! ¡Nuestro hijo! ¡TaeMin!
HeeSeung gruñó con desesperación y abrazó a Jay con aún más fuerza. Ahora mismo, su nombre sonaba como hierro hirviendo sobre su piel, aún saliendo de los labios de su amado.
─ ¡Encuentren a mi hijo! ─ gruñó hacia los soldados ─. ¡Búsquenlo ahora mismo! ¡Y encierren a cualquier sospechoso! Si no lo encuentran, caerá sangre de mis propias manos para cobrarme la suya.
─ ¡No! ─ sollozó Jay con fuerza.
Entonces se inclinó hacia un lado, y vomitó todo lo comido aquel día. Y lloró hasta sentir su garganta casi desgarrarse. Y HeeSeung lloró con él, hasta que se desmayó por el profundo dolor en su alma y cuerpo.
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