Cap.23❜

- Ambos chicos recorrían los pasillos de la escuela tratando de decidir que verían en primer lugar entre todas las opciones del Festival.

— ¿Qué deberíamos hacer primero? – preguntó el azabache caminando con las manos metidas en los bolsillo de su negro pantalón.

—No sé. – respondió con indecisión mientras recordaba los distintos proyectos que él mismo había aprobado, tratando de decidirse por uno. – Un grupo de primer año hizo una cafetería, podríamos ir…

— ¡Oh, Presidente! ¡Y el aclamado Park SungHoon-ssi! – la voz aguda y animada de una chica cortó sus palabras. — ¡Que par tan peculiar!

—Bueno, nosotros solo estamos recorriendo el festival para matar el tiempo. – se apresuró a aclarar el omega.

—Ya veo. En ese caso, nuestra clase tiene el juego perfecto para ustedes. – la chica de rojos cabellos levantó su dedo índice en el aire y comenzó a explicar brevemente. – Tienen que superar en pareja un total de tres pruebas que están situadas en diferentes puntos de la escuela para lo cual solo tendrán un máximo de tiempo de unos 15 minutos. Además, si fallan en una sola de las pruebas serán descalificados.

—Oh, eso suena interesante. Lo haremos. – habló el azabache sin esperar a una respuesta por parte del pelirubio.

— ¡Perfecto! – la chica aplaudió satisfecha.— Oh, una última cosa. – aclaró. — No pueden soltar la mano del otro durante todo el transcurso del juego. Si lo hacen también serán descalificados.

Ni-Ki se crispó ante esta idea. ¿Sostener sus manos? ¿Cómo una pareja? No, él no haría eso. Claro que no.

—Disculpa, ¿es totalmente necesario que hagamos eso?

— ¿Qué pasa? ¿Vas a empezar a echarte para atrás? Bueno, no importa. Igual alguien con tan poca voluntad solo iba a retrasarme en el juego. – el alfa habló en tono burlón con una sonrisa ladina disfrazando sus labios.

El pelirubio sintió una leve impotencia ante el comentario. Aquel alfa presumido. Lo odiaba cuando era así. No iba a darle el gusto de tener la razón. Como siempre su orgullo y terquedad eran mayores a cualquier otra cosa.

— ¡Lo haré! – su voz sonó firme a la par de su mirada llena de determinación. – En todo caso no seas tú un estorbo para mí. Haré esto en cinco minutos.

El alfa soltó una risita ante su cambio de actitud. La pelirroja de antes colocó un sus muñecas unas pulsera verdes que mostraban que eran participantes del evento, junto con otras parejas que también estaban incluidas.

—Está bien que te diviertas de vez en cuando. Mejor quita esa cara o tu ceño se quedará de esa forma para siempre. – el más alto tocó con la punta de su índice la frente del omega, justo en el medio donde pequeñas arrugas se formaban cada vez que estaba molesto, tratando de borrar aquella mueca.

Riki se sonrojó un poco ante este gesto, tocando luego este mismo lugar, y sintiéndose expuesto ante el alfa que siempre era muy observador con todas sus expresiones.

—Si están listos, entonces, ¡que comience el juego! – gritó la chica y su reloj comenzó a marcar el tiempo.

—No vayas a retrasarme, Presidente. – lo retó el azabache, entrelazando sus manos en un firme agarre.

El pelirubio se sobresaltó un poco por esto, pero no se dejó afectar. — Lo mismo te digo yo a ti.

Dicho esto ambos chicos comenzaron a caminar a una velocidad increíble, uno a la par del otro y sin poder separarse demasiado debido al constante agarre que los unía. En tres minutos lograron llegar al primer punto que les había sido indicado, donde se enfrentarían al primer desafío.

— ¡Denos el primer reto! – exclamó Ni-Ki a la chica a cargo, recuperando un poco el aire luego de la corta pero rápida caminata.

—Muy bien, la primera parte es bastante sencilla. Solo deben darle al blanco de esa diana móvil con una de estas pelotas. Tienen tres oportunidades. – explico la fémina señalando el objetivo y un grupo de pelotas sobre una mesa, que debían usar para golpearlo.

Pero el juego no era tan fácil como lo pintaba. La diana redonda que debían golpear se movía en un vaivén descontrolado, además de tener otros obstáculos que se desplazaban a su alrededor y que muchas veces obstaculizaban el verdadero objetivo. Eso sin contar que no debían demorar mucho tiempo y que solo tenían tres oportunidades. No podían permitirse fallar.

—Yo lo haré. – habló el omega decidido. – Será más fácil para mí al tener libre mi mano derecha. Tú también eres diestro, ¿cierto?

—Sí. – asintió. – Entonces te lo encargo.

El omega tomó la primera bola en su agarre y afiló su vista en el centro de la diana, analizando sus movimientos y esperando el momento indicado para arrojarla. Aspiró profundo y concentró la fuerza en su brazo, lanzando un potente disparo que causó un fuerte ruido con el choque.

Falló.

Suspiró frustrado, pero rápidamente tomó una segunda bola. Volvió a concentrarse en aquel punto específico y lanzó nuevamente con más fuerza.

Y esta vez…volvió a fallar.

— ¿Qué pasa, Presidente? ¿Es esto todo lo que tienes? Me decepcionas. A este paso perderemos apenas empezar. – lo molestó el azabache. – Piensa que estás apuntando a algún alfa rebelde o algo. Pero asegúrate de ganar.

El omega rechinó sus dientes y por impulso quiso apretar sus puños, causando así que la unión entre sus manos se hiciera más fuerte. Vació el aire de sus pulmones, fijando su vista ferozmente en aquel círculo móvil, de la misma manera que un depredador acecha a su presa.

Lanzó la última esfera y lo que sucedió dejó a todos los presentes boquiabiertos. No solo lo había golpeado con éxito, sino que incluso rompió en pedazos la diana debido a la potencia exagerada que había empleado.

El omega celebró levantando sus brazos en victoria, lo cual también levantó uno de los largos brazos del alfa al estar sus manos firmemente sostenidas. El azabache le sonrió contento de verlo divirtiéndose así.

—Bien hecho, Presidente. ¿Qué te motivó a darle así?

—Simple. Solo imaginé que era tu cara la que estaba en el centro de la diana. – le dijo sin ningún arrepentimiento, mientras peinaba sus cabellos hacia atrás, sudando un poco por el reciente esfuerzo sumado al calor del día.

Luego de eso, se enfrentaron a una corta carrera con otras dos parejas, en donde debían recorrer un pequeño tramo sosteniendo entre sus dientes una cuchara con un huevo sobre ella, el cual obviamente no podía caer.

Casi pierden cuando Nishimura tuvo un ligero tropezón con uno de sus pies de nuevo, al parecer tenía una especie de mala suerte para que esto le sucediera.

Afortunadamente, había logrado mantener el equilibrio, en parte gracias al sostén del alfa que lo había ayudado a mantenerse en pie.

Al final terminaron con éxito, aun con 5 minutos de sobra para la última prueba que les tocaba superar. En esta, debían encontrar en un ancho contenedor lleno de globos, uno con la palabra "Suerte" escrita por fuera, y reventarlo para resolver las preguntas escritas en un pequeño papel que se escondía dentro.

El omega se lanzó con esmero a buscarlo, removiendo globo por globo descuidadamente.

—Apurémonos. – le dijo al alfa sin parar de buscar. – Queda poco tiempo.

Pero la atención del azabache había sido cautivada por algo más. Él apreciaba atentamente las acciones del omega, sintiéndose complacido de verlo divertirse tanto con unos sencillos juegos, incluso más que aquel día en el parque de diversiones. Amaba ver esa faceta en el pelinegro, cuando se mostraba libremente sin preocupaciones o cargos que cuidar, cuando solo era un chico pasándola bien y no contraía su hermoso rostro en una mueca de enfado o inquietud. Pero sobre todo amaba el hecho de que el pelirubio fuera capaz de mostrar ese matiz estando a su lado.

Deseaba verlo así más a menudo.

— ¡Lo encontré! — la voz emocionada del más bajo lo sacó de sus pensamientos, quien se giró a mostrarle el globo ganador.

Pero su expresión cambió a una de sorpresa e incluso se puso un poco nervioso cuando notó como era observado fijamente por el alfa, quien parecía estar embobado e incluso se podía percibir un atisbo de sonrojo en sus blanquecinas mejillas, lo que causó el mismo efecto en el rostro del omega.

—Oye, ¿q-qué haces ahí parado? Debemos reventar esto. – le reclamó.

—Tienes razón, reventémoslo. – el azabache tomó el cuerpo del pelirubio, colocando el globo en medio de ambos, y rodeó su espalda con sus brazos, pegando cada vez más sus cuerpos y creando una calurosa cercanía, hasta escuchar aquel característico sonido.

— ¡Felicidades por ganar! – el grupo de estudiantes pertenecientes al salón de primer año que había planeado la actividad aplaudían felicitándolos, mientras lanzaban sobre ellos puñados de confetis de colores.

—Eso fue divertido. ¿Verdad, Presidente? – le preguntó el alfa con una curva adornando sus labios.

—Bueno, supongo.

— ¿Qué? ¿Acaso fui el único que la pasó bien? – cuestionó.

—No…yo también me divertí, m-mucho. – afirmó rascando avergonzado la nívea piel de su cuello y desviando la vista hacia otro lado.

— Aquí tienen su premio. – la chica les entregó un papel claramente adornado a mano. – Es un ticket de servicio especial para que vean la fogata que dará cierre al festival. ¡Disfruten hasta el final!

Los chicos tomaron el papel para echarle una hojeada, dándole las gracias a la chica.

— Presidente, estoy muriendo de sed. Iré a comprar unas bebidas. Espérame aquí. – le dijo el azabache soltando con naturalidad la mano del otro que había sostenido hasta ese momento, para luego irse a por las bebidas.

Este gesto no pasó desapercibido por Ni-Ki, quien miró la palma de su mano contrariado.

Esta se mantenía caliente y un poco sudada debido al largo tiempo que las sostuvieron juntas sin soltarse. Pero lo que más confundió al pelirubio fue el por qué su lobo se removió frustrado en su interior cuando dejó de sentir el tacto de alfa. O por qué él mismo sentía una extraña sensación de vacío.

Era extraño.

Solo había sostenido sus manos por unos minutos, pero se había acostumbrado a aquel contacto tan fácilmente.

— ¡Nishi! – una voz lo sacó de sus pensamientos, cambiando su atención a quien lo llamaba.

— Jake, no te había visto por todo el festival hoy. – le dijo al alfa pelinegro que se acercó a él.

—Mi clase estuvo bastante ocupada. Terminamos hace un solo un rato. ¿Y tú? ¿Disfrutas del festival? – cuestionó.

—Sí. – asintió. – Me desocupé al final del día así que pensé en relajarme un poco.

—Eso es bueno. ¿Estás solo? – preguntó el alfa notando que efectivamente no se encontraba nadie alrededor del omega, aunque había algo que persistía…

—No… — el más bajo desvió un poco su mirada y sus mejillas se tiñeron en un ligero rosa. —  Estoy con alguien. – acarició su propia mano recordando el calor que antes la envolvía.

Jake entendió perfectamente, por muy despistado que fuera, no era tan tonto como para no notar la situación. Incluso si su amigo no le decía el nombre de quien lo acompañaba, era muy fácil para él saberlo. Solo tenía que basarse en la expresión de su rostro avergonzado y en el aroma a café con hierba buena que permanecía sobre él para dar con la respuesta.

Aquel alfa de hebras igual a la noche. El mismo que sabía que provocaba en el omega todas las emociones que él quisiera provocar.

Pero no lo hacía, eso ya lo tenía claro, y había aprendido a aceptar con orgullo su derrota. Él también era un alfa después de todo, aunque a veces su corazón se seguía estrujando un poco cuando veía al omega.

— Nishi, tú eres demasiado terco en ocasiones, así que déjame darte un consejo. – le dijo con una sonrisa algo decaída. – Al menos por una vez, no escuches a la voz que te habla con dureza en tu cabeza, sino a la que te habla desde aquí. – con la punta de su dedo tocó el lado izquierdo del pecho del omega. – Ese chico…no, ese alfa, se está conteniendo bastante, y creo que no es el único.

— ¿De qué hablas, Jake? – el omega ladeó su cabeza y lo miró con su frente arrugada en confusión. – No entiendo…

— ¡Oh, mira la hora! – el  alfa habló súbitamente mirando la hora en el metálico reloj de su muñeca. – Lo siento, Nishi. – juntó sus manos frente a su cara en señal de disculpa. – Quedé con unos compañeros para ver juntos la fogata y ya voy tarde. ¡Nos vemos después!

Dicho esto se fue casi corriendo por los pasillos, mientras agitaba su mano en el aire a modo de despedida al omega que se había quedado petrificado en su lugar.

Cuando ya estuvo bastante lejos, detuvo su paso, su vista clavándose en el suelo y sus puños cerrados hasta que sus nudillos tomaron un color blanco. Odiaba esa actitud obstinada e insegura de su amigo.

¿Por qué no lo admite aun cuando siempre está pensando en él? ¿Por qué se miente a sí mismo y no se da oportunidades?

Fue lo que pensó el pelinegro cuya frustración comenzó a crecer nuevamente. Soltó todo el aire que contenía por la boca borrando aquellas preguntas de su cabeza, no tenía nada que ver con él, ya había hecho suficiente. Lo mejor era detenerse, antes de salir más lastimado de lo que ya estaba.

Por su parte, un omega de ojos achocolatados se quedó parado en medio del pasillo con evidente confusión. ¿A qué había venido todo aquello que dijo Jake? ¿Contenerse? Aquella palabra daba vueltas en su mente sin llegar a aclararse.

Sinceramente, no estaba muy claro con respecto a nada.

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