𝐯𝐢𝐢. Welcome



Aeris estaba acostada en su sillón. Llevaba una bata color morado que apenas y cubría su cuerpo, poco importaba si no había nadie más en la habitación.

Su perro Rockie, ya algo viejo llego y le lamió la mano, intentando levantar a su dueña.

—Rockie...–Ella se lamentó y acaricio al perro con cariño, a pesar de estar cansada. Había estado grabando dos canciones en el día, su cerebro estaba cansado de tanto escribir música, e incluso se sentía vacía de alguna manera.–Necesito salir de aquí, estoy muy cansada...–Puso su brazo sobre su rostro con cansancio y después miró al perro, quien le ladró y movió su cola de un lado al otro, sin realmente entender a su dueña, solo estando feliz de estar ahí.–A veces dudo de que si quiera tengas una neurona... o quizás me amas demasiado como para usarlas–Cargó al perro en sus brazos y lo abrazo contra su pecho.

Respiro profundamente. Le habían pedido otra canción para mañana, era estúpido, no es como que la música saliera de la nada, eso era lo único bueno que le quedaba; poder escribir su propia música.

Acaricio al perro por un momento y luego se levantó del sofá con Rockie en brazos.

—¿Sabes Rockie? A veces... yo siento que cantar es probablemente lo único que hago bien, nunca he hecho otra cosa... literalmente... solo se cantar, escribir canciones y tocar el piano y la guitarra, eso es lo único bueno de estar aquí, que pude aprender a tocar nuevos instrumentos. Y ahora hablo con un perro... genuinamente creo que me he vuelto loca...–Acaricio al suave pelaje del animal y el se movió contra su mano. Aeris fue hacía su balcón y abrió las puertas de cristal, saliendo a ver Piltover.

Todo había cambiado desde la hextech, era todo más moderno y magnífico. Se imagino cómo se sentirían los demás al ver todo esto, el poder que había en Piltover no era cualquier cosa, se recordó a sí misma como había estado hablando con Powder y Mylo sobre los dirigibles, el cómo Powder nunca podría viajar en uno de ellos ahora. Miró el dirigible que anunciaba su próximo álbum de estudio, el número siete. Cada año había uno nuevo, y cada vez llegaba a más gente.

Incluso podía escuchar su música desde la plaza, donde se celebraba el día del progreso, escuchaba las risas, las familias celebrando y probando los nuevos inventos. Suspiro y se acercó aún más, aún sabiendo que podía ser peligroso, poco importaba. Rockie ladró y la hizo retomar la compostura, nunca lo haría, no lo había hecho en todos estos años, no lo haría ahora.

Aeris volteo para ver el pastillero sobre su mesa de noche, aún no se había tomado sus "píldoras especiales", se sentía algo débil si no las tomaba, pero al mismo tiempo más liberada, como si sus neuronas se liberaran y la sangre corriera por sus venas hacia su corazón, haciéndola sentir viva.

Dejó al perro en el piso y este entró de vuelta a la habitación. Ella se acercó más al borde, pero no para aventarse, para ver una manera de bajar.

Estaba completamente fuera de inspiración, tenía que tener una canción completamente nueva para el día siguiente y moriría antes de cantar algo que no sintiera, algo que no fuera suyo, así que tenía que hacer lo que Kennedy le había dicho años antes; Es tu verdadera pasión, y si los sentimientos te llevan a mejorar tus sueños, debes saber que experimentar la vida, más allá de tu habitación es la única respuesta correcta. Recordaba cada palabra como si se la hubieran dicho hace un par de horas.

No podía quedarse aquí esperando, no podía. Tenía que salir y experimentar algo antes de que el tiempo se acabara, y sabía perfectamente a dónde ir.

Volvió a meterse a la habitación y se cambió, no tenía mucha ropa que se adecuara a la situación de escape, ya que había crecido más que el promedio y la única ropa que tenía para salir era tipo cóctel o de presentación. Así que se puso una blusa escotada, una falda corta del mismo color morado, unas botas blancas altas y un abrigo de piel color blanco. Se ató el pelo en una coleta alta y la escondió en un gorro.

Se inclinó para darle un beso al animal en la frente.

—Volveré pronto Rockie, solo serán unas horas.–El perro ladró y ella lo tomó como un "esta bien". Miró las pastillas que se supone que tomaría hoy y se acercó a su mesa. Abrió el pastillero, las tomó entre sus manos pero lo pensó bien, necesitaría estar completamente despierta para esto, y esas pastillas no le ayudarían de nada? Así que cuando se acercó de nuevo a su balcón, las tiro por ahí.

Cerró la puerta tras de ella y se subió al barandal. Hace años que no hacía algo así, estaba muy fuera de práctica, además de que el edificio era demasiado alto. Ella cerró los ojos e imagino que era Vi la que la esperaba abajo con Claggor, Mylo y Powder y eso la ayudo a relajarse. Apretó los puños y saltó.

[...]

Había logrado llegar al piso, cayó de rodillas y se levantó, quitándose el polvo.

Agradeció su altura una vez más, ya que pudo moverse con facilidad cada que iba bajando. Acomodó su gorro y empezó a caminar entre la gente, esperando no llamar la atención, aunque era complicado; no todos los días veías a una mujer de uno ochenta, con cabello rojo y ojos verdes caminar junto a ti, y más con la ropa que llevaba, ya que todos llevaban una clase de vestidos antiguos, algo estúpido.

Se escabulló entre todos y después de mucho tiempo caminando logró llegar al puente, que estaba completamente infestado de gente, por lo que tuvo que irse por abajo.

Las botas claramente no la ayudaron a que se hiciera más fácil, así que sin importarle la suciedad o el estado de sus pies descalzos, se quito las botas, caminando entre la mugre y pasando por un par de maderas que unían ambos mundos.

Subió por el acantilado y volvió a ponerse sus botas, la gente de ahí la miró como si fueran a robarla en cualquier momento, como si no perteneciera, pero poco le importó: sabía quien era. Se quitó el gorro y dejó que su larga cabellera cayera sobre su espalda.

Empezó a caminar por el pueblo, yendo a los lugares que más conocía, pero no solo a eso, sino a los más recónditos y despreciados, tenía que saber de qué escribir, y quedarse en la superficie no le ayudaría en nada.

Se acercó al bordel, notando como no había cambiado en años.

—¿Quieres una cita? Bonita...–Le preguntó una de las mujeres afuera. Aeris se sonrojó desde la cabeza hasta los pies.

—Eh... yo no... solo estaba...

—¿O te van más los chicos? Tenemos un par de...

—¡No! Yo... no... solo estaba viendo, gracias... ni siquiera tengo...

—Espera... ¿no eres tú la niña Regan? ¿La que desapareció hace siete años?–La mujer la reconoció y ella solo se alejó, sin importarle los gritos de ella. Se puso de nuevo el gorro y se quitó el abrigo, dándoselo a un par de niños de la calle, quienes en definitiva lo necesitaban más que ella. Se acercó al bar pero pronto notó que ya no era lo que era antes, ahora era una clase de club nocturno, el cual tenía música alta y un enorme ojo color verde neón al rededor del letrero antiguo del bar.

Se alejó un par de pasos del lugar y sintió como alguien la jalo, poniendo un pañuelo en su boca, ella intentó gritar, controlar a la persona con sus palabras mágicas, pero no funcionó. Intento golpear a su atacante, pero empezó a quedar inconsciente: No, no otra vez. Pensó antes de perder la consciencia por completo.

[...]

Despertó en una cama cómoda, no era parecida a la de su habitación en Piltover, pero era casi tan buena se removió, intentando encontrar a Rockie inconscientemente.

—No te muevas mucho, aun estas algo drogada Aeris.–La voz de un hombre la hizo despertar por completo, frente a ella estaba un hombre moreno, su cabello era completamente blanco y la miraba con una expresión de diversión. Aeris se levantó casi de inmediato, ignorando la sugerencia antes hecha.

—¡Ekko!

—El mismo. Bienvenida de vuelta a los carriles.

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