𝐢𝐯. Grounded



Había vuelto a casa. Sus padres tuvieron que revisar sus heridas y curarla, resultaba que su hombro no estaba dislocado, pero si le dolía demasiado. Sus cortadas estaban solo en su rostro, pero los moretones estaban por toda su espalda.

Que estaba lastimada, si que lo estaba, sus padres lo sabían, sus hermanas lo sabían y a Aeris le dolía hasta el alma.

—Todo esto por una chica.–Regañó su madre.

—No es cualquier chica ma. Es Vi.

—No me importa su nombre si te mete en problemas. ¿Sabes lo horrible que se ve esto? No, no lo sabes. Y no entenderás como me siento hasta que una chica llegue, enamore a tu hija y termine regresando completamente golpeada.

—Mamá, yo decidí ir. Vi me preguntó pero yo fui la que dijo que si. Vi me protegió como pudo, esto solo fue un momento de distracción.–Soltó un quejido cuando su padre le limpió una cortada.

—Lo siento. Pero tú madre tiene razón Aeris, cometiste un error al haber ido con ella, y más sin avisarnos, cualquier cosa pudo haber pasado, pudiste no haber regresado a nosotros y no te importa.

—¡Claro que me importa papá! Pero es que... ella es Vi.

—¿Siquiera ya te pidió ser su novia?

—No...–Papá negó y siguió limpiando con el alcohol y las almohadillas, justo como Vi sugirió.–No lo entiendes, ¿cómo lo harías? Tú nunca te enamoraste así como yo.

—Aeris, yo me enamoré de tu madre...

—Chistoso. Ustedes ambos son de la parte de el Underworld que tiene dinero, a ninguno de ustedes les falto nada nunca.

—Ni a ti.–Intervino su madre.

—Pero a Vi si. Estoy enamorada de ella. No me importa si tarda en pedírmelo, o si nunca me lo pide, yo estaré con ella hasta el final. Incluso si yo llego a pedírselo, no sería tan loca la idea...–Murmuró eso último, pensando en cómo podía pedirle a la chica ser su novia.

—Ni lo pienses. No dejaremos que salgas con esa delincuente.–Su esposo trato de calmarla poniendo su mano en su brazo, pero ella quito su brazo de encima.

—No puedes evitar que la vea. No lo harás.

—¿Ah no?–Pregunto desafiante. Todos los demás integrantes en la familia dieron un paso atrás, tenían en esta pelea, y temían aún más cuando la madre decía esas palabras con ese tono de voz.

—No.–Afirmó con toda la firmeza que encontró en su voz.

—Estas castigada.–Eso era nuevo. Nunca habían tenido que castigar a ninguna de sus hijas, por naturaleza nunca causaban ningún problema, pero algo estaba cambiando. Vi la estaba cambiando. Aeris se levantó de la silla, sin importarle el dolor físico.

—No puedes hacer esto.

—¿Ah no? Mírame. Estás castigada. No puedes salir, nadie puede venir, las presentaciones de tu grupo quedan canceladas indefinidamente y no hay discusión.–Empezó a alejarse.

—¡Mamá!

—¡Nada!–Volteo a mirarla.–Pudo pasarte algo peor que un par de golpes y no lo comprendes. Nos asustaste terriblemente hoy, y no mereces tener el derecho de salir, mucho menos de tener novia. Así que sigues estas instrucciones o no vuelvas.–Aeris la miró desafiante, sin bajar la mirada para no parecer intimidada, pero no se movió. No se iría, este era su hogar. La mujer asintió y subió las escaleras sin decir nada más.

Apenas salió de su vista, Aeris tuvo que contener las lágrimas. No sabía si eran de tristeza, de rabia, impotencia o todas juntas, pero tenía los sentimientos en la garganta, listos para explotar.

—Ven, siéntate.–Le pidió su padre amablemente. Ella suspiró y se sentó para que siguieran curándola. Sus hermanas se miraron entre ellas y subieron para hablar con su madre, para tratar de convencerla de que esto podría ser exagerado.

Pero ninguna de las dos podía ser convencida, ambas tenían la misma actitud de mierda. Ambas eran más tercas que una mula. Por eso la madre no podría ser convencida, y Aeris no podía ser retenida dentro de una prisión.

[...]

Aeris había quedado dormida en su colchón, tenía que dormir boca abajo por el dolor en la espalda, así que cuando Miranda la agito con fuerza para despertarla, la menor chillo con dolor.

—Lo siento, lo siento.–Murmuro Miranda.

—¿Qué pasa?–Se restregó los ojos, tratando de despertar.

—Vi vino a verte.–Ahí se despertó y se levantó de la cama tan rápido como pudo, pero miró a su hermana.

—¿Por qué me dices esto?

—Uno: porque ella sigue golpeando la ventana con rocas y si no le hago caso, ella entrará y no me dejarán dormir. Y dos: ustedes... son algo lindas, hacen buena pareja, sin importar lo que mamá diga, te he visto con ella, genuinamente son una combinación... curiosa, pero buena. Lo suficientemente buena para que te despierte en medio de la noche porque ella dejó todo para verte.–Aeris sonrió y se asomó por la ventana, viendo a una desvelada Vi, quien probablemente acababa de levantarse. Acomodó su cabello detrás de la oreja.

—Hola.–Saludo la pelirroja, llamado la atención de la chica de abajo.

—Hola.–La miró como si fuera la primera vez. Aeris buscó la manera, debía de haber forma de bajar, lo había hecho el día anterior, podría volverlo a hacer. Tomó un respiro y saltó a en el techo de la cocina, después se agarró de un tubo que había al lado que supuso que era de la tubería de la casa. Bajo y se limpió las manos en la pijama.–Te ves linda.

Se miró a si misma. Llevaba un pijama corto, pero tenía un montón de patitos. Se sintió retraída un segundo.

—G-Gracias...–Vi soltó una carcajada. Intento abrazarla, pero la pelirroja soltó un gruñido.

—Perdona. ¿Te duele tanto?

—Si, creo que nunca había sentido un dolor así antes.

—No debí haberte llevado, en serio lo lamento.

—No te preocupes... ¿cómo te fue con Vander?

—No me regaño... tanto al menos. Me regañó por haberlos llevado, pero me felicito por haberle ganado a ese idiota.

—Debo admitir, eres una impresionante luchadora.–Vi sonrió orgullosa.

—Bueno gracias. Claggor me dijo lo que pensabas de mi pelea.–La pelirroja enrojeció de nuevo.

—Ya no le puedo contar nada...–Vi pasó sus dedos por el rostro de Aeris, acariciando las heridas que habían en este.

—¿Quieres ir con nosotros a la sala de juegos? Podrás verme golpear cosas de nuevo.–Aeris río.

—Aunque suena tentativo. No puedo salir, me castigaron.–Vi la miró con duda.

—Creí que nunca te castigaban.

—No hasta ahora. Pero no importa, valió la pena, aunque...

—¿Aunque?

—Mi mamá no quiere que te vuelva a ver...–El corazón de la chica se detuvo un segundo al escuchar las palabras de la pelirroja.

—¿No quiere que me veas...?

—Dice que eres peligrosa...–Aeris noto su expresión.–¡Pero claro que no lo eres! Para mi no eres así, para mi eres una chica muy linda, e inteligente...

—Ella tiene razón.

—¿Qué?

—Si, yo... soy muy peligrosa para ti. Solo mírate, logre que te golpearan.

—Pero no fue tu culpa, tú no sabías que eso pasaría...

—No, pero debí de haberlo imaginado. Ahora los vigilantes están buscándonos y... no puedo protegerte, ¿okay? No creo poder.

—Pero Vi...

—Olvídalo Aeris, es mejor así. Como quiera... no es como que fuéramos algo más que amigas.–La pelirroja la miró a los ojos, tratando de encontrar una chispa de arrepentimiento por sus palabras. No la encontró.

—¿Estás bromeando? Vi, no puedes decirme que tú nunca sentiste nada por mi.

—¿Y que si si? No importa ya. No puedo protegerte. Tú madre tiene razón, es mejor para ti si te alejas de mi.–Paso una mano por su cabello y empezó a alejarse.

—¡Vi! No te... no te vayas, por favor...

—Esto es lo mejor, créeme.–Dijo sin mirarla y se fue, dejando a Aeris confundida y con el corazón roto.

Tal vez estar con Vi no era malo, sino que lo malo llegaba cuando ella se iba.

La soledad.

✶⊶⊷⊶⊷❍⊶⊷⊶⊷✶

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