i. Angel
La linda chica corría por entre los grandes árboles, tratando de esconderse de sus amigos. Respiraba agitadamente tratando de no ser encontrada y perder. Miró a sus lados para ver si alguien estaba cerca, pero no había nadie. Puso su cabeza contra el tronco del árbol y sonrió.
En definitiva este era su juego favorito, esconderse detrás de los árboles y correr, sintiendo la adrenalina correr por su cuerpo, era de las cosas que la hacían sentir más viva que muerta y necesitaba sentirse viva de vez en cuando.
Movió sus pies descalzos levemente para poder sentir el pasto debajo de ella, pasto mojado. Había llovido una noche antes, le gustaba jugar en la lluvia, pero no le gustaba que su 'casa' se mojara.
Era un simple árbol hueco en donde tenía una cobija y una almohada, no necesitaba nada más, y mas porque ese espacio solo lo ocupaba cuando se sentía de verdad cansada, lo cual no pasaba por mucho tiempo.
Tenía suerte que aún fuera temprano, porque cuando oscurecía era más difícil jugar, principalmente para sus amigos, quien no encontraban nada porque no podían verla, pero si podían olerla. No es como que ella pudiera ser la persona más higienica, ni siquiera se consideraba a si misma una humana del todo. A veces tomaba cortos baños en los lagos cercanos, pero igual no era algo que le encantara, además que eso no siempre ayudaba a quitarle el olor a muerto que tenía encima, pero no importaba, no la trataban diferente por eso.
Sintió una leve comezón en su hombro y llevó su mano hasta el para poder aliviarlo, encontrandose con una de las tantas mordidas que tenía, a su cuerpo lo recorrió un escalofrío que ya no era para nada extraño para ella, era como si le cayerá un balde de agua fría en el cuerpo, como si la realidad le cayerá de golpe y regresaran sus memorias por completo, pero lo que siempre hacía para que eso pasara era dejar de tocar la herida y pasar su mano por sus vestido.
Aquél vestido blanco que ya le quedaba corto por todo el tiempo que lo había usado en realidad, desde que se había separado de su familia y de todo ser humano existente, todos esos años aquí afuera, estaba roto en ciertas partes, causado por sus caídas y golpes contra árboles en ciertas ocasiones y, aunque intentaba lavarlo, nada le quitaba ese olor peculiar que la acompañaba a ella.
Se escuchó ese sonido característico de sus amigos cerca y ella supo que era momento de huír y llegar a su base para poder ganar. Empezó a reír a carcajadas, divertida más que nunca, su vestido ondeando con el viento detrás de ella como si fuera un ángel, y tal vez así era, al menos para el chico que la veía a lo lejos.
Carl quedó hipnotizado de inmediato, se sintió atraído a esta chica-ángel a quién apenas había visto. Él se había alejado un poco de Alejandría, incluso cuando apenas acababa de llegar, acompañando a su padre, yendo a por un par de armas que habían dejado en el bosque y alejándose levemente para buscar a un ladrón al que no encontraría.
Pero había encontrando a alguien aún mejor que un simple ladrón. Quedó anonadado con la belleza de la chica hasta que se dió cuenta de un factor importante, a ella la seguían un montón de caminantes, no corría solo porque si, al menos en su mente, ella estaba en peligro, estaba escapando de una posible muerte.
Él tenía que ayudarla, tenía que salvar a la chica.
Zowy lo notó poco tiempo después, era difícil no notar a un caminante vaquero, al menos creía que era un vaquero por su sombrero. Ella al inicio pensó que él era solo un caminante, un nuevo amigo al que nunca había visto, le extrañó que se viera tan joven, no como los demás, pero lo tomó como algo bueno, tendría a alguien de su edad cerca.
—¡Acercate! ¡Estamos jugando!-Ella gritó entusiasmada hacia él. Carl levantó una ceja sin saber a que se refería la chica, pero después notó a los caminantes, un montón, una manada que iba tras de ella, pensó en que tal vez la chica era muy estúpida o muy ingenua al no darse cuenta de la situación, pero no dudaría de ayudarla, debía ayudarla a que no la mataran, sabía que esa podría ser una muerte muy dolorosa.
Se acercó corriendo a Zowy, quién aún estaba sonriente. Ambos se dieron cuenta mientras se iban acercando que ninguno de los dos eran lo que esperaban. Ella no era un ángel, era solo una chica, quién tenía ciertas cosas que le llamaban la atención, pero que no preguntaría si seguían ante este riesgo. Y ella nnotó que él no era ningún caminante, lucía más como un chico común y corriente, como un humano.
Ella eviataba las ciudades por los humanos y ahora estaba aquí, y era muy lindo. Estaba por hablar con él, pero él no la dejó y la jaló para correr con ella. El primer instito de Carl hubiera sido el matar a aquellos caminantes, pero eran demasiados, y solo él tenía un arma, un simple cuchillo con el que si se descuidaba, podrían morder a la rubia. Si tan solo él supiera que ella ya había sido mordida antes, sería diferente.
—¡Oye! ¿Quién eres tú? Suéltame.-Él se sorprendió de su forma de pronunciar, pero no le tomó importancia y siguió corriendo con ella, escapando.
Se detuvieron cuando el vaquero decidió que había sido suficiente, que estaban lo suficientemente lejos del peligro. Respiró agitadamente, pero aún no soltaba la mano de la chica.
—No grites, ¿qué no sabes que es lo más estúpido que puedes hacer?-La regañó.
—¿Por qué sería peligroso?-Preguntó ella realmente confundida, no entendía porque alguien diría algo así, no es como si sus gritos molestaran a alguien en medio del bosque.
—Los caminantes-Dijo como si fuera la cosa más obvia del mundo, ella no entendió como quiera.
—¿De qué hablas?
—Los monstruos que venían siguiendote hace un momento, los caminantes.
—¿Te refieres a mis amigos?-Fue el turno de él de mirarla con confusión.
—¡Carl!-Se escuchó la voz de un adulto, de Rick, quién llevaba buscando a su hijo desde hace varios minutos.-¿Quién es ella?
—La acabo de conocer, la salvé de unos caminantes.-Él explicó, sin tocar el tema que ella acababa de decir la locura de que ella era amiga de un montón de no-muertos. Rick miró a la chica de arriba a abajo, su aspecto era bastante peculiar por no decir extraño, se veía como si hubiera estado muerta y hubiera revivido, tal vez porque así era.
—¿Estás tu sola aquí?-Miró a los lados para buscar a un adulto cerca, no era tan grande, tenía más o menos la edad de Carl, y no podía imaginar unos padres que dejaran sola a su hija en un mundo tan ido a la mierda como lo era este. Ella asintió.
—En este momento no, porque estoy con ustedes porque este chico lindo y extraño me tomó y me arrastró con él.-Rick quisó reir ante su claridad, no le tenía miedo a decir lo que pensaba y eso era digno de apreciar. Aunque Carl no pensó lo mismo, ya que se puso rojo como un tomate.
—¿Ya le hiciste las tres preguntas?-Rick le cuestionó a su hijo. él negó, incapaz de emitir sonido.
—¿Preguntas? ¿De qué tipo? Si son escolares, realmente yo no soy muy buena...
—No, no son de esa clase. Son para ver si eres de confianza.
—Lo soy.
—Eso veremos. ¿Cuantás caminantes has matado?
—Ninguno.-Respondió con claridad, al menos ahora entendía a que se referían con "caminantes"-No sería capaz de matar a alguno de ellos.
—¿A cuántas personas has matado?.-Ella lo dudó un segundo, solo un segundo.
—Ninguna.
—¿Por qué?
—Yo no convivo con otros humanos, hasta tu hijo, han pasado años que no cruzo palabra con otrea persona.
—¿Cómo es eso posible?
—Nunca me acerco a las ciudades, o casi nunca, no me gusta, mucho ruido, mucha gente.-Ambos, padre e hijo se miraron, parecia que esta chica estaba algo loca, no sabía que las ciudades ya no estaban plagadas de personas, sino de caminantes. O tal vez era una chica de granja que aún no se había cruzado con más civilización.
—Nosotros... tenemos un lugar donde nos quedamos, Alejandría, tal vez quisieras venir con nosotros.-Ella se lo pensó, no sabía que responder, la idea no le agradaba, pero tampoco le desagradaba.
—Tenemos ayuda para ti ahí, además, hay gente de nuestra edad.-Trató de convencerla Carl, los ojos de ella brillaron ante la idea, quería ver a más gente de su edad, no solo estar con adultos.
—Bueno... pero, ¿podré salir al bosque cuando yo quiera?-Rick no quería mentirle, pero tampoco quería dejar a la pobre chica sola, no podría vivir con eso en su consiencia. De cierto modo le recordaba a Sophia, la niña que no había podido salvar de los caminantes años antes, no quería cometer el mismo error.
—Así es.
—Iré entonces.
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