Prólogo
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El amor, un sentimiento sin limites;
Libre para dar, libre para recibir.
Pero no un amor como el mío,
¡Prohibido!
No un amor, así.
•
Un amor como el mío
Es mejor que permanezca oculto
Debajo de mis costillas;
En la penumbra.
•
No debes mirarme dulcemente
No debes hablarme con ternura;
No debes darle a este pájaro silvestre
Esas alas que desea con locura.
—Clairel Estevez
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21 de Julio del 2018-Palacio de Gobierno/La Paz [09:30am].
Un día como otros en un crudo invierno camina divagante con sus hermosos cabellos negros como la obsidiana jugueteando con la brisa gélida proveniente de las montañas majestuosas; la brisa gélida del tierno beso de un amor que perdura durante mil años. El poderoso Illimani.
Abrigada camina entre la gente,sus labios carnosos son cubiertos por su bufanda gris tejida por ella misma. Es triste ver que el amor que sentía por la persona que tiene a lado suyo como pareja no va bien, es mas va yendo en picada.
El amor que le tenia se fue marchitando como una rosa, la vio secarse con cada muestra de afecto insignificante. Sus lágrimas han marcado constantemente su rostro tras cada discusión que es provocada por las inseguridades de su pareja que siempre desconfía de ella por la forma en que se lleva con los demás.
¿Qué tenia de malo hablarle con cariño a Brasil?¿Qué de malo había en sonreirle a Perú? ¿Qué de malo tenia abrazar a Estados Unidos o tal vez siquiera cruzar palabra alguna?.
No había nada de malo en ello más solo que esta encadenada a alguien que ya no ama, aquel hombre alto y de un buen corazón que la enamoró se había perdido conforme pasaron los años, un hombre magnífico ante sus ojos se convertía en su cruel verdugo, noches que paso en vela esperándolo tras sus reuniones que siempre terminan en un bar y que lo traen mal humorado hacen que aquel amor que le tenia se marchite más y más.
Tiene tantas ganas de liberarse de aquel martirio que sabe que no es algo sano para ambos, no lo es. Cada día se hacen más daño y para su suerte ella no concibió un hijo para su pareja.
—Por que me pasa esto a mi...—susurra para si misma mientras se pierde en sus recuerdos mas remotos.
Una mujer atrapada en un matrimonio infeliz, atada de pies y manos por una simple argolla de matrimonio en su dedo anular le hacen recuerdo a cada instante de su infelicidad, no es tonta, sabe muy bien que aquel hombre que se acuesta a su lado y le da la espalda cada noche en su lecho sale con otras mujeres que quien sabe que cosas pecaminosas harán, se la sometió a aquel matrimonio por su propia voluntad y ya no hay marcha atrás, por que aquel matrimonio firmado también como una alianza se lo impiden. Es consciente de que amarlo a pesar de las posibles fallas que su pareja puede tener es tedioso pero se da la oportunidad de hacerlo, lo quiere, lo aprecia...pero amarlo es una palabra que no emite más que una moribunda llama en su corazón.
Con la mirada sobre el suelo, mirando aquel pavimento con sus hermosos ojos cuyos iris son color del cacao no se percata de la presencia masculina muy jovial de un muchacho que parece estar perdido.
La mirada de aquel joven hombre de cabellos rizados delata que no es de allí, hay sorpresa en sus ojos, maravilla impregnada en el brillo de sus iris en un crudo invierno que nunca sintió con semejante intensidad calar en lo mas profundo de su ser, congelando cada centímetro de su piel y dejando casi insensible parte de los rasgos faciales más llamativos de su rostro.
—Lo siento, Disculpadme señorita.—dijo apenado tras haber chocado con una hermosa mujer y haberla hecho caer.
—No, no, es culpa mía, aquí el que debe pedir perdón soy yo.—comentó casi risueña mientras aceptaba la mano que el extraño hombre le ofrecía.
Retomando la postura se dedico a verlo unos instantes, era tan joven, lleno de vida, risueño como un adolescente con una mirada maravillada y sin igual, ojos del tamaño de unas almendras cuyos iris era del color del caramelo eran inquietantes en una entidad semejante a ella.
Sus rizos blancos intercalan en un azul cobalto y un blanco puro, sus labios eran delgados y levemente carnosos, su sonrisa era amigable y gentil, demostraba seguridad y esperanza como también un anhelo indescriptible.
—Siento mucho lo sucedido.—comentó apenado mientras aun la sostenía de la mano.
El vestía con un suéter azul con detalles en rombos que intercalan entre celeste y turquesa, una chamarra azul marino con pelaje de conejo alrededor del cuello del atuendo de color blanco, unos pantalones negros y zapatos del mismo color, ambos que poseían carácter formal.
Fue tan sorpresivo el encuentro que aun no recordaba la ultima vez que la vio, tan radiante de vida, tan llena de alegría desbordante como también lo era la inocencia a flor de piel, el brillo en sus ojos cafés, la forma en que el viento jugaba con sus cabellos negros mientras ambos salían a conocer más de su tierras, más de la bella La Paz.
No estaba perdido,más al contrario, observaba el avance de aquella ciudad que alguna vez visito para cerrar tratos con ella cuando aun era más joven, cuando era apenas casi un niño puberto con una gran responsabilidad y que aun su vida no se vio sosegada por un matrimonio en el cual no hay ni una pizca de amor más solo de obligación.
—Bolivia?.—preguntó incrédulo mientras la observaba detenidamente, apenas la reconocía debido a que no era ni la más mínima sombra de lo que él recuerda.—¿eres tú?.
Ella lo volvió a observar, pasaron algunas décadas desde la última vez que lo vio hasta el instante en que él dejo de llamarla y dejo de buscarla, era un gran amigo para ella y con el pasar de los años ella lo había olvidado, olvidado cada rasgo de su rostro, olvidado el sonido de su risa juntándose con la suya cuando comentaba coloridos chistes.
—Israel?...—entre cerro los ojos confundida y se le encendió los recuerdos en la mente.—Israel!! Que bueno verte de nuevo!!.—comentó con alegría mientras lo abrazaba con eufória, hace mucho tiempo que había olvidado como se sentía el cariño de otra persona. Como se sentía un abrazo sin obligación alguna.
Israel la abrazo con cariño, era cierto que él no la había olvidado, es más la recordaba más llena de vida y ahora la veía casi acabada con una chispa de vida que alguna vez adornaron su rostro femenino y delicado con sublime gloria.
—Te extrañe muchísimo mi querida boli!.—exclamó en el abrazo, no la quería soltar.
Era así un reencuentro de viejos amigos que no tenia nada de malo más solo por aquel que cree que ella es de su propiedad por ser débil. Una de las potencias mundiales era su pareja, ni más ni menos que el Gran Rusia.
El ruso si la llego a amar pero aquel amor se marchito a medida que fue conociendo a otras personas, cuando el se empezó a preocupar más por Siria y menos por ella, la mujer árabe de extrema belleza embriagante lo había engatusado y era por ella que el destruía su amor, la quería conquistar más por el momento ello se le iba alejando más y más, solo aceptaba su ayuda humanitaria cuando su cuerpo no podía más con el dolor. Cuando las fuerzas ejercidas ya no le eran suficientes...
—Que haces con él!. —exclamo con enfado el ruso al verla abrazando a otro hombre que no era él.
Ambos sintieron miedo más apenas aquello era el inicio del suplicio que ambos tendrían que superar para que sus corazones que aun no llegan a sentir nada más que una amistad sincera por el otro evolucionen a algo maravilloso que la liberaría de aquel hombre, no lo haría físicamente más solo seria una travesía prohibida.
Un amor prohibido seria concebido por ambos...Uno puro y hermoso.
Un amor verdadero.
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