Capítulo XLII

Preguntas acertadas y respuestas inesperadas

¿Qué ha sucedido en los últimos días? Todo ha transcurrido de la manera más normal posible salvó para una pareja.

Al despertarse evitaban cruzar palabra y hablar sobre lo sucedido a tan sólo días de haberse concretado, el rostro femenino aún tiene las marcas que su pareja le propició en un arranque de irá, dejó de ser aquella vez la primera vez de muchas otras. Dos días consecutivos, dos días en los cuales los gritos se convirtieron en bofetadas y leves golpes no tan brutales como ella hubiese imaginado en tal atroz suceso.
Un rostro con leves hematomas del lado derecho, heridas abiertas en los labios y la sensación de muerte en la mirada. ¿Que espera para marcharse o bien hechar al extranjero?. Simple, no puede, no debe.

El acuerdo firmado estipula cláusulas que en el momento, cegada por el amor, firmó sin pensarlo dos veces ni leerlo siquiera, confío tanto en él como en sus líderes y ahora se arrepiente. Divorcio es sinonimo de pérdidas y ya ha perdido bastante en las últimas décadas, ahora perdió su orgullo y dignidad, ruega por migajas de un amor que básicamente jamás existió o eso prefiere creer antes de ver cómo la persona que alguna vez amo se torna en un monstruo sin corazón, capaz de alzar la mano en si contra y decirle cuan barbaridades circulan por su desquiciada y desequilibrada mente.

—Siéntate, por favor.—ordenó el tricolor, ella no podía siquiera verlo a los ojos pero ir en su contra terminaría con otro hematoma aún más visible que el anterior.

Accedió a dicha orden, cabizbaja se sentó en frente de su pareja, su desaliñada cabellera cubre su rostro hasta el preciso instante en que siente la presencia ajena.

Aquel ser dio un par de pasos hasta llegar a su presencia, sus manos se depositaron en su mentón y subieron hasta sus mejillas, peino con delicadeza su oscura cabellera y se perturbó al ver las marcas de su cobarde acto. Sabe que pedir perdón no aminorara su dolor ni borrará el trauma generado en ella. Aun así sigue intentando, al menos por décima vez.

—Disculpame, no se lo que me pasó...se que fui un cobarde...siento tanto haberte hecho estas...estas cosas.—parecía sincero en si declaración, su mirada suplicante hacian el trabajo que las palabras al parecer no habían concretado.

Ella volteo su rostro, su ser se estremeció al sentir el tacto ajeno sobre si piel lastimada y bañada en lágrimas, estaba destrozada por dentro, sus palabras y su mirada no podrían comprar su perdón.

—Esta bien...—murmuro una mentira, evitando a toda costa derramar más lágrimas por quien no las merecía.

—¡No está bien!, no lo haces de corazón, lo haces para disuadirme...por favor...¡por favor, mirame a los ojos y dame tu perdón!.—exclamó de manera dramática, sus manos obligaban a la presencia femenina a mirarlo, aun cuando su rostro confrontaba al suyo, este seguía permaneciendo reacio a verlo.—Mirame...—el tono empleado es semejante al de aquellas ocasiones en las que terminó haciendole daño, aquel tono autoritario que los más fieles odian escuchar.

Con temor sus ojos dejan de ver hacia abajo y miran hacia arriba, directo al rostro tricolor, directo al iracundo mar azul. Podría decir que vio la esencia verdadera de aquel que se refugiaba en un estereotipo bien trabajado.

—Muy bien...cariño, siento mucho haberte hecho...hecho estas marcas, me provocaste del modo más vil, aun así quiero seguir con lo nuestro pese a tu infidelidad.—el cinismo aflora de su segunda personalidad, es algo detestable la forma en que su rostro gesticula superioridad e indignación frente a una vanal mentira.

Su rostro no lo cree, no puede creerlo y la incredulidad esta presente por ello. Sus manos intentan alejar las mano ajenas de su rostro siendo este hecho una pérdida de tiempo. Él era más fuerte, más lo intentaba más él la lastimaba. Tan sólo puede desviar la mirada para volver a ser redireccionada hacia él.

—Ve a preparar la cena, tenemos importantes negocios por cerrar hoy fuera de horario. —ordenó con cierta pizca de alegría mientras soltaba bruscamente su femenino rostro.—y por favor, seca esas lágrimas, arreglate un poco, ponte maquillaje y sonrie, no quiero que arruines mi cena.—le ordenó ofreciéndole una pequeña bolsa de papel en cuyo interior había un hermoso vestido.

Un vestido que ya había sido lucido por alguien más.

La noche transcurre con normalidad, preparó la cena, arreglo la mesa, puso los cubiertos y los platos y fue a cambiarse de ropa. Aquel vestido era hermoso pero una burla hacia su presencia, era tan grande que la parte del busto le llegaba hasta la cintura y la falda pasaba de sus pies por más de treinta centímetros. El perfume del mismo delató a su anterior usuaria y dueña, Alemania.

Arreglo aquel vestido acomodandolo a su pequeño cuerpo, uso capas de maquillaje para cubrir aquellos hematomas de su rostro aun cuando apenas pudiese cerrar el ojo izquierdo. Uso un labial fabuloso que cubría las heridas abiertas y semiabiertas. Se puso los pendientes que le regaló el ruso y se miro al espejo, desconociéndose totalmente ¿Donde había quedado aquella guerrillera? ¿Donde estaba aquella fuerte y valerosa mujer? Ante esas preguntas tan sólo quería derrumbarse tomando en sus manos los cristales del espejo que rompería para no ver más su mediocres reflejo.

El timbre sonó y ella asistió el llamado, presencias nuevas se hacían presentes después de tanto...

Estaba su hermano, Perú, estaba Alemania, Polonia, Irán y finalmente Libia. Todos con vestimentas de etiqueta, trajes negros, corbatas rojas, algunos con la vestimenta representativa de su región, etc.

En el momento en el que todos estaban en la mesa Perú noto algo extraño en Bolivia, la forma en que comía siendo muy miserable, la manera en que tomaba los cubiertos y poseía un tono de piel diferente al habitual, no era un alma jubilosa sino una en pena...

La mirada del ruso sobre ella era anormal por los pocos años que llevó conviviendo con su hermana, era la forma de su mirada la que no cuadraba con las dulces palabras que salían de su boca.

Aprovecho un breve momento, momento en el que ella fue a la cocina a traer los postres con la excusa de ayudarla.

—¿Que te sucede? ¿Estas un poco extraña?. —interrogó el bicolor con cierta extrañeza.

—Pffff, no es nada, estoy bien.—intento sonar alegre pese al lúgubre rostro que llevaba encima.

—No me mientas, se que estas mal, lo veo en tus ojos, en tus gestos y en tus movimientos ¡Siento que estas mal!.—murmuro por lo bajo para no ser escuchado por los invitados y mucho menos por el ruso.

Ella quedo en silencio, intentando contener sus emociones para no dejar al descubierto su cruel realidad.

No pudo, al menos no contra él.

Gruesas lágrimas se deslizan por sus mejillas, salinas y cristalinas, su rostro gesticula el dolor más grande jamás sentido o bien aquel que guardo para sus hijos arrebatados.

Él la sostuvo, le ofreció un hombro para desahogarse de su dolor, de aquel lastimero llanto ocasionado por el ruso. Conforme limpia su rostro se da cuenta de ciertas áreas sensibles...hay mucho maquillaje en el dorso de su mano cubierto con la manga de su camisa blanca. Queda horrorizado e iracundo.

Los hematomas quedan al descubierto, aun cuando ella intenta ocultarlos tras una "mentirilla piadosa", no puede ocultar lo obvio, él autor de tan grotesca obra es Rusia.

Su semblante severmamete enfadado dice tantas cosas, pero sobre todas ellas resalta una: "cuando lo vea será hombre muerto". Eso no quedaría así, sus demás hermanos se enterarian de ello más adelante.

Rusia entró a la cocina, observó a ambos hermanos juntos y se les acerco con las intenciones más amigables del mundo.

—Y bien...¿cual es el post...—no pudo terminar su pregunta por el fuerte derechazo del peruano, toda su ira estaba en aquel derechazo... Toda...almenos la que cabía.

El ruso tambaleaba sin saber por qué tal agresión hasta que sintió como lo embestian y caía fuertemente al suelo, fue en aquel segundo que mientras recibía los golpes del peruano vio a la boliviana, había desobedecido sus órdenes...y muy caro los hiba a pagar.

Continuará...

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