Capítulo XLI
Desastres
—¿Como puedes pensar de esa manera? ¿Como es que siquiera piensas en ello?.—interrogaba con cierta incertidumbre y disconformidad. La gesticulación de su rostro de nuestra el enfado que lleva dentro de su ser, aquel que hace que su sangre "hierva" y su voz empiece a quebrarse.
Sus manos tiemblan ligeramente mientras da un par de pasos hacia adelante para confrontar a la presencia masculina que permanece sugestionandola, no se atreve a mirarla, desvía aquellos orbes azules de la mirada ajena intentando no error los estribos. Desató una discusión que no quería terminar, una que el inicio y veía muy cercano acciones de las cuales a futuro se arrepentiria.
—¿¡Te atreves a preguntarme!?, te vi, vi como lo mirabas, vi como tus manos se entrelazan con las suyas, vi como tu rostro moría por sentir los labios ajenos, vi como tus ojos con...con semejante lujuria deseaban que él te tomara.—cada palabra dicha era una seria ofensa para la fémina cuyo rostro se había tornado iracundo.
Ella alzó su mano, un sonido particular cesó la discusión, una bofetada que resonó en la habitación que ambos comparten como pareja. Él la miro fríamente, tomó su muñeca con fuerza provocando un breve quejido de molestia en la fémina quien intenta zafarse del agarre.
—¡Como te atreves!.—arremetió contra ella de la misma forma en que ella lo había hecho. Era la primera vez en que le ponía la mano encima, aquella bofetada era el inicio de ya tormentosa convivencia.
La bofetada fue tan fuerte que hizo que ella cayera sobre sus rodillas, aun sostenida por él fue obligada a ponerse de pie. Estaba aterrada, sentía una sensación de calor y palpitacion además de dolor en la mejilla, no quería verlo pero no tenía opción. Aquellas grandes manos tomaron su mentón con rudeza y la obligaron a darle la cara al tricolor. Sus labios temblaban y sus ojos demostraban el terror en el que su interior se halla sumido.
—Tú has faltado a nuestro compromiso, has cometido un grave error que debes de pagar, así esta estipulado en nuestro contrato nupcial.—aquel tono serio empleado en aquellas crudas pero verídicas palabras atemorizarian a cualquiera.
Aquella mano que sostenía su mentón acaricia su rostro con extraña delicadeza, aquella mano que sostenía su música subió hasta su brazo para acercarla más a su presencia. Sentía la rigidez de aquel cuerpo femenino que se resistía a semejante cercania, aquella resistencia fue doblegada por otra bofetada, una más fuerte que hizo que la fémina rogara por su perdón, perdon por algo que no había hecho o bien no había sucedido del modo en el que el lo relataba.
—Querida, es simple. Me perteneces, tan sólo eres un objeto novedoso que pronto pasará de moda, hasta ese entonces no dejaré que nadie me vea la cara de estúpido, comportate y serás bien recompensada.—dijo con soberbia, dibujando una retorcida sonrisa en su rostro y ejerciendo más presión en su agarre y siendo más brusco con sus caricias.
Ella dejó de desviar la mirada, lo confrontó como el había querido desde un principio. Estaba desilusionada, asqueada, enfadada y sobre todo triste por semejante revelación. Quien creía conocer era tan sólo una faceta, una máscara bien empleada que ocultaba a un retorcido y cruel ser tras ella.
—¿Con insulsos regalos? ¿Con joyas de oro y pendientes de perla?, ¿con viajes a recónditos parajes del mundo?, aquello no vale nada si son entregados con el propósito de limpiar la consciencia, lo se.—hizo una breve pausa mientras emitía una irónica risa.—se que me engañas, se que tu amante es Alemania, se que ambos me han visto la cara de estúpida durante mucho tiempo y aún así ¿te atreves a confrontarme por algo que claramente tu haces a diario?.—fue la pregunta que hizo que el tricolor empezará a perder la cabeza.
Sus manos tomaron posiciones diferentes, ambas en un mismo punto ejerciendo presión mientras otras delicadas y débiles intentaban alejarlas del punto en donde se daba la presión. Él miraba atento su desesperación, la manera en que buscaba alejar sus manos para poder respirar. Era un espectáculo atroz.
Un espectáculo que solamente estaba presente en su mente y que aún no había ejercido. Sus manos tiemblan conforme las observa con detenimiento y observa el daño ocasionado por las mismas. Se había prometido no volver a dañar a otra presencia nunca más, rompió aquella promesa hecha en el lecho de su padre...era semejante a el, era su reflejo fiel y se sintió fatal por ello.
Quería disculparse, ponerse de rodillas implorando perdón, suplicando con lágrimas en los ojos mientras su voz quebrada pregonaba un sin fin de excusas para justificarse y disculpas vacías sin valor alguno. Había perdido la cabeza en tan breve momento, agradecía no haberse descontrolado de lo contrario se lamentaría amargamente haber acabado con la vida de alguien de la misma manera en la que en algún tiempo remoto lo hizo.
—¡Es tu culpa!.—con sus manos en sus delicados hombros la llevo hasta la cama que ambos comparten, exaltado exclama unas palabras antes de abofetearla un par de veces más.
Después de lo ejercido sobre la presencia femenina observa el daño ocasionado, las heridas que generó en su hermoso rostro, era todo un desastre...
Sus lágrimas cayeron sobre las mejillas y las heridas que aquel rostro femenino tenía, ¿como podría a estas instancias querer brindarle una pequeña nuestra de cariño/arrepentimiento ante lo sucedido?.
Se alejó asustado, la rapidez en como lo hizo era increíble. Dio un par de vueltas en su habitación antes de tomar el portaretrato de la mesita de no he y marcharse de la habitación, cuando cruzó aquella puerta escucho el amargo lamento que salía de la misma. Aquel llanto desgarrador que ella emanaba de su rostro y salía de sus labios, gruesas lágrimas que se deslizaban por las superficies dañadas y lamentos desgarradores que salían de sus labios quebrados.
Él se sentía ¿culpable? como saberlo, actúa de maneras tan inesperadas que es difícil dictaminar que es lo que siente en realidad.
Se marchó con rumbo desconocido, con la mirada perdida, ausente, aterrado...culpable.
Ella simplemente no podía creer que la persona que creía conocer a carta cabal resultara ser una farsa y que su verdura esencia era por mucho una entidad aterradora y violenta. Una entidad posesiva que no comprendía situaciones ni motivos, palabras ni explicaciones. Una entidad que le había hecho daño, un esposo que desconocía totalmente.
¡Vaya desastre!
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