Capitulo ⅩⅩⅤⅡ

Iniciando las cosas desde 0

Un nuevo día con un hermoso amanecer, lleno de tanta emoción y nerviosismo le fue imposible conciliar el sueño, pensando en un sin fin de amplias posibilidades que podrían favorecer o entorpecer la nueva conciliación de su noviazgo con la egipcia.

Tenia en sus manos un pequeño papel escrito en cursiva con el tinte de un lapicero azul que por la sudoración de sus manos se esparció por toda aquella superficie logrando su elegibilidad y a su vez manchando sus palmas, simplemente se río dado que ahora creía que aquello que escribió ya no seria más necesario para seguir adelante. Todo lo que necesitaba era caminar de frente sin mirar atrás, su nueva vida ya no estaba ahí.

—¿Como empiezo? Te tomo de la mano...te abrazo...o siquiera camino a tu lado respetando tu espacio personal...pero ¿Y si piensas que miento?, ¿Que te estoy evitando o simplemente estoy guardando las apariencias por sentir vergüenza al caminar a tu lado?.—tantas incógnitas que lanza al vacío de su habitación, imaginándose que en frente suyo en lugar de la imagen de su reflejo se halla ella.

Estaba nervioso, después de muchos años aquel sentimiento no se había manifestado con tal intensidad, estaba desesperado por una respuesta, ansioso por conseguirla y nervioso por ver la reacción de su acompañante. Era un momento frenético para su corazón enamorado, saber que estaba a tan siquiera escasas horas de volverla a ver después de su encuentro del día de ayer hacían que la espera fuese casi eterna, estaba emocionado, tanto como si la volviese a ver después de muchas décadas lejos aun cuando solo han pasado unas cuantas horas desde ese encuentro.

—Yo...yo....emmm....—nervioso poso su mano derecha por detrás de su nuca dando leves movimientos laterales sobre aquella superficie, justo en ese momento su mente se puso en blanco, algo que maldecía profundamente.—Yo....yo quería decirte que te vez radiante este día, no aguantaba las ganas de volver a vernos...era como si después de varias décadas nos volviésemos a ver a pesar de habernos visto justo ayer...—manifestó con una tímida sonrisa en el rostro, aquellos gestos suyos de nerviosismo, ternura y timidez serian la pieza clave para llegar al corazón de Egipto.

Sin darse cuenta cada gesto suyo se hacia más natural y menos forzado, cada palabra fluía como el agua que conforma las corrientes de los caudalosos y mansos ríos, cada una con dulzura y ternura dejando de lado el magnánimo esfuerzo que con anterioridad ponía en las mismas para que sonaran de aquella forma en la que solo podía pensar serian capaces de ser dirigidas a la boliviana, ahora se da cuenta de lo equivocado que se hallaba. Sus manos desesperadamente buscaban en el reflejo la de la egipcia, sentir nuevamente su tersa y suave piel delicada y perfumada era sublime y exquisito, sus sentidos se alborotaban al sentir el aroma dulce de su perfume lleno de fragancias tropicales,  su deslumbrante presencia era digno de admirarse, más aun con aquel porte único que se maneja, una combinación espectacular.

—Que tonto fue al pensar que solo una mujer podría ser la dueña de mi corazón, que tonto he sido al no darme cuenta que la mujer que tanto idolatraba era la equivocada cuando tu siempre estuviese ahí para mi.—manifestó con sinceridad, apoyando su frente contra la imagen de su reflejo en el espejo, cerrando sus ojos y recordando aquellos momentos de apoyo incondicional que le brindaba la tricolor.—Ahora me doy cuenta del mal que te hice...esta vez mejorare para hacerte feliz, me esforzare para no ver ni una sola lágrima en tu bello rostro...me esforzare en aniquilar todo sentimiento restante que aun quede en mi corazón dirigido a ella, por ti lo haré.—prometió con toda seguridad, una promesa de la cual apenas recordaría.

Planeo todo un día para ambos, iniciando con una deliciosa comida halla por el medio día, un ramo de sus flores favoritas cuando se vean, una pequeña charla y luego caminarían por las calles de Tel Aviv observando cada mínimo detalle del lugar hasta llegar al puerto donde tomaría su mano y decidiría abrir su corazón, siempre y cuando ella aceptase escucharlo. Tal vez incluso simplemente se quede en silencio contemplándola a escondidas mientras observan el horizonte, el ocaso tres las imponentes olas del mar surcadas por barcos pesqueros y comerciales, o quizás podría ser mejor idea ir en un crucero para tener una mas ávida conversación en un ambiente distinto al de la ciudad.

—Me pregunto si aún puedo darte esto...—un objeto brillante de oro y con una hermosa esmeralda en medio yacía entre sus manos, un regalo familiar que trascendió largas generaciones hasta llegar a sus manos, uno que quizás ella atesoraría más que él.—¿Seria el momento preciso para hacerlo o debería esperar?.—se cuestiono a si mismo, miro hacia el techo, aun costado suyo y al objeto nuevamente para tomar una decisión.—creo que mejor seria en otro momento, uno en el cual no nos hallemos rodeados de mucha gente ni en un lugar donde algo tan especial pudiese extraviarse.—guardo el objeto en el primer cajón de su mesita de noche, justo dentro de una pequeña caja de madera y plata donde se hallaban retazos de un pasado que anhela recuperar muy en el fondo de su corazón, debajo de un voluminoso libro de cuero y hojas amarillentas en cuya presencia yacen relatos de su infancia, cuentos que un ser tan cercano a él solía contarle cuan pequeño en aquellas ocasiones donde la tierra parecía retumbar con ira.

Una vaga sonrisa se dibujo en sus labios, una nostálgica y melancólica, los recuerdos siempre han estado presentes en su mente, cada día, cada hora, cada maldita noche de insomnio a causa de pesadillas que prefiere creer no son más que eso, malos sueños aun cuando los mismos son parte de un pasado oscuro y grotesco, uno lleno de sangre, dolor y sufrimiento marcado en lo más profundo de su ser. En su alma.

Negó con su cabeza antes de tomar apresuradamente su teléfono y decidir mandarle un mensaje de texto con la ubicación del lugar en donde se verían nuevamente, al parecer las ansias de este nuevo encuentro ponían atenta a la egipcia dado que no paso menos de un segundo en leer y responder a su mensaje con un "like" de esos que aparecen en Facebook.

—Este sera un gran día!.—se recostó en su cama con una amplia sonrisa, de hecho el termino correcto seria que literalmente cayo sobre su cama.

Pudo y estuvo a nada de caer sobre el suelo, si tan solo no hubiese retrocedido los cinco pasos necesarios estaría tendido y adolorido sobre el duro y frío suelo de su habitación, observando el techo con una clara mueca de dolor y molestia en la región de su nuca y espalda. Tan solo le quedaba pensar que atuendo usaría, ordenar sus palabras y sobre todo mantener la calma para evitar ser consumido por los nervios del momento, temblar y sobre todo tartamudear ya que creía que esos aspectos no le agradarían mucho que digamos a la egipcia, cosa en la que erraba al afirmarlo.

✦●✦

5 horas más tarde...】

Esperaba con desesperación la llegada de su acompañante, en sus manos sostenía firmemente aquel ramo con las flores favoritas de la tricolor, sus ojos buscaban por las calles circundantes aquella especial mirada que solo ella poseía. No la encontró, por mas que agudizará su vista, por más esfuerzo que ejerciera para ver incluso mas allá de esas esquinas no lograba verla, quedo sumergido en la oscuridad impuesta por unas suaves manos sobre sus ojos, depositadas con cuidado y de trasfondo una hermosa y quisquillosa risa que quien lo estuviese cegando se esforzaba en no dejarla salir.

Se relajo un poco y antes de que pudiera decir palabra alguna sintió como esas manos dejaban al descubierto sus ojos para encontrase con los ajenos quienes lo miraban con atención y cariño, sus manos se habían trasladado hasta sus muñecas acercándose a aquel ramo para tomar una de las tantas flores que había en el mismo, olió delicadamente el aroma de aquella azucena que se hallaba entre los lirios azules y las rosas amarillas, esa flor sin duda alguna era su favorita.

—Te...te ves radiante Egipto.—elogio con el ultimo de sus suspiros, algo que no era para menos.

Llevaba una blusa de mangas largas acampanadas de color crema, con pequeños detalles en piedras de color dorado, lucia una gargantilla de oro bastante llamativa dado lo anticuado y simbólico del objeto, un par de pequeños pendientes decoraban sus orejas, llevaba puesto una falda larga hasta los tobillos de color amarillo con un bello estampado floreado, unas zapatillas negras y el cabello recogido en un sutil y pequeño moño decorado con un par de claveles rojos y naranjas a su alrededor. Simplemente magnífico.

—Gracias por el cumplido Israel.—agradeció tímidamente encogiéndose de hombros, ocultando su ruborizado rostro tras aquel ramo de flores que con anterioridad el mencionado le había ofrecido.

—Pasemos al establecimiento, estoy seguro de que te encantarán las delicias culinarias de la costa ya que se que son una de tus comidas favoritas!.—exclamo con seguridad y alegría, misma que era correspondida por una sonrisa deslumbrante por parte de su acompañante.

El día transcurrió normalmente y como habían planeado desde hace unas horas el tiempo paso volando en base a toda aquella charla que tuvieron y que duró en  aproximadamente tres a cuatro horas, vaya que tenían muchas cosas que contar, mismas que solo habían pasado ayer e incluso desde el día en que ambos habían decidió optar por darse un tiempo para solventar sus dudas o arreglar ciertos aspectos de sus vidas y evitar mortificar al otro.

—La comida estuvo exquisita, muchas gracias por ello Israel.—agradecio dulcemente dándole ligeras palmaditas en el hombro, resistiendo el impulso de tomarlo de la mano en un sutil y tierno agarre que manifestara lo contenta que se hallaba.

—No tienes por que, el día aun no ha terminado y quisiera dar un paseo contigo por los muelles ¿Te gustaría?.—sus ojos buscaban una respuesta positiva, aquella sonrisa suya gentil y sencilla era su arma más poderosa por así decirlo para doblegar a cualquiera salvo algunas personas, especialmente ella.

Solo que, por la curiosidad, esta vez caería en aquella artimaña.

—Esta bien, no tengo nada que hacer después de todo.—acepto encogiéndose de hombros de manera simplona.

Tan solo un pequeño momento basto para que ambos quedasen en un increíble silencio incómodo ¿Cómo el roce de sus manos podría generar algo así si de hecho ya lo habían hecho con anterioridad? Era algo que ninguno de los sabia y esperaban desesperadamente encontrar una respuesta para semejante bochorno.

—Lo...lo siento, me precipite, mil disculpas Egipto...—en un momento así de tenso opto por arrodillarse frente a ella e implorarle perdón, cosa que los avergonzó a ambos, más aun a la egipcia quien poseía un rostro bastante colorado.

Calmate, no fue nada...vamos, hay muchas miradas puestas en nosotros.—le susurro avergonzada, su rostro colorado hizo que el rostro masculino se volviera técnicamente un tomate.

Lo sostuvo de las muñecas y lo obligo a tomar una postura erguida, ella rápidamente busco refugiarse tras aquel ramo de flores mientras que Israel simplemente fingía haberse atragantado ya que tosía fuertemente sin razón aparente.

Todo lo que pensaba había solventado para que no sucediese e había sucedido dejándolo en ridículo frente a muchas personas y frente a ella ¿cómo ahora seria capaz de verle a la cara nuevamente ante semejante vergüenza que le hozo pasar?.

—Disculpa, no se que me sucedió...fueron los nervios...nervios del momento...malditos nervios.—las ultimas palabras las soltó en forma de un murmuro, maldiciendo en el fondo de su ser no haber pensado en esta clase de situaciones, al menos no haberse podido preparar para tal caso.

—No tienes por que hacerlo, ya paso.—hizo una breve pausa antes de desviar su mirada del camino y de la presencia del israelí para fijarla en el horizonte y maravillarse por el paisaje marítimo. —¡hace mucho que no veía aquella imagen de postal, es maravilloso!.—exclamo estupefacta, manteniéndose firme y con un semblante pasivo frente al mar.—Tan solo quisiera estar cerca de él...—intento acercarse al borde del muelle y tocar con la yema de sus delgados dedos la superficie de aquel astro incandescente que caía en el horizonte.

El lo impidió sutilmente sosteniéndola de la muñeca y sacándola de su pequeño trance.

—Estas bien?.—se atrevió a preguntarle con un claro semblante de preocupación, la retenía frente a su presencia por medio de sus muñecas, solo que esta vez su rostro para estar pálido y su presencia ausente.—¿Egipto?.

—Si...si estoy bien, solo han sido...a...algo sin importancia, lamento haberte asustado.—se excusó e intento cambiar de tema, algo que el contrario no le permitió.

—Fue un recuerdo ¿verdad?, se a la perfección como se siente eso. De jn momento para otro sales en su encuentro, tu ser material esta aquí pero no tu ser espiritual, estas ausente, estas feliz...—su comentario tan ameno provoco que el rostro ajeno hiciera una mueca de extrañeza, de incertidumbre y de sorpresa. No pensaba que alguien más pudiese estar tan fuertemente ligado a su pasado, alguien que compartiera la misma sensación por un recuerdo.

—Gracias Israel...—sus manos tomaron dulcemente las masculinas entre las suyas en un sutil y tierno agarre, acto seguido su cuerpo se abalanzó al contrario para hallarse en mayor contacto y darle un cálido y fuerte abrazo antes de despedirse con un tímido beso en la mejilla.

Todas aquellas acciones dejaron anonadado al bicolor quien simplemente se quedo en el muelle como si fuese una estatua, una con un rostro bastante contento y a su vez intrigado, confundido y ajustado.

¡Ah...el amor, que hermoso día fue el día de hoy para dos personas que se han dado una nueva oportunidad!.

Tan solo queda esperar por cuanto tiempo esta situación sera capaz de durar, nadie puede escapar de su destino, nadie puede acallar aquella voz de su corazón que lo atormenta.

Sus decisiones pronto tendrán mucho peso, un gran peso sobre su consciencia, uno muy enorme.

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