Capitulo ⅩⅩⅠⅡ

¿Dudas?

A vísperas del ansiado día en el cual sus votos matrimoniales serán renovado un curioso sentimiento renace dentro de su ser, uno que muestra serias dudas con respecto al futuro acontecimiento que dará por concluida aquellos conflictos conyugales que traían ambos entre manos.

Preparando sus maletas queda pensativa observando aquellos palillos con los cuales anteriormente había tejido algo especial para una persona especial. La amistad de aquel ser era maravillosa salvo por aquellos sentimientos que afloran entre ambos cuando están en compañía del otro. ¿Por que ese nerviosismo?, ¿Por que su ser tiembla cuando lo tiene en frente?, ¿Por que sus mejillas se ruborizan vergonzosamente cuando ve su gentil y deslumbrante sonrisa al momento de despedirse?, ¿Por que su risa le parece tan tierna aun cuando es la más sosa del mundo?.

Quizá aquel profundo aprecio esta siendo confundido con aquel sentimiento que debe brindar al ruso...o quizás se esta equivocando.

-No seas tonta...estas malinterpretando las cosas...estas feliz con él y eso es lo que debería importar. -se reprocho a si misma, negando con la cabeza e intentando borrar aquellas absurdas ideas que tenia en su cabeza.

Ideas que permanecen ahí desde aquella vez en a que sus miradas se cruzaron en un momento incómodo, transmitían aquellos orbes celestes un sentimiento que dejo todo su mundo de cabeza pero que siempre supo como ocultarlo, al menos lo sigue intentando pese a que la decisión que acabo tomando meses atrás tiene sus respectivos resultados días antes de la rectificación de sus votos.

Una forma de unirse nuevamente, de revivir aquel bello instante en que sus manos se juntaron en un solido, tierno y dulce agarre tímido, en en que sus miradas se cruzaron tímidamente manifestando euforia y nerviosismo, el momento en el que cada uno dio el tan esperado "si" en el altar, prometiéndose fidelidad, amor, comprensión y confianza.

-¿Aun sigues dudando sobre si haces lo correcto?.-una pregunta que salio de la nada, una voz familiar emitió aquella cuestión que la hizo sobresaltarse en el vértice de su cama.

La figura de una joven muchacha se hace presente atravesando la puerta de su habitación, un semblante preocupado y un tanto serio se manifiesta en los gestos de su rostro y en la forma de su mirada. Vestida de manera casual se acerca a pasos decididos hacia su presencia, justo a lado suyo y a escasos cinco centímetros se halla ella, su quería hija La Paz.

-¿Qué? No...no es eso...solo son...absurdos pensamientos.-intento excusarse pese al tartamudeo que empleo en su respuesta nada convincente y simplemente dudoso.

-Hay algo que te aqueja, lo se porque te conozco bien, se que esa mirada tuya divaga en un vasto terreno de ideas que temes sean verdaderas...ya a pasado alguna vez...-manifestó comprensiva y cálida, sosteniendo las manos se su amada madre con gentileza.

Aquella mirada de orbes avellana conocía a perfección cada uno de sus gestos, la forma en que su mirada la delataba frente a ella era increíble, al menos sabe algo pero no todo...aun así es suficiente para hacerla susceptible a los extraños y no muy apreciables recuerdos de una vida llena de desastres amorosos que terminaron con ambas partes lastimadas...salvo una en donde fue ella quien salio lastimada.

-...no quiero que vuelva a suceder...no quiero lastimar a nadie, no quiero lastimarlo a él tal como lo hice con...-un nudo en su garganta se forma antes de pronunciar el nombre de aquella entidad por la cual aun sigue culpándose de haber lastimado sin una mala intención.

Gruesas lágrimas, escasas y pequeñas, se deslizan por sus mejillas de forma casi imperceptible, sus manos borran cualquier rastro de ellas para evitar que su acompañante las vea e intente ayudarla. No requiere de ayuda...esta bien así.

-No fue tu culpa, hiciste lo que debías hacer en aquellos tiempos, lo hiciste por tus hijos, no debes culparte por haber antepuesto la seguridad de tus hijos por encima de tu relación con él. -comento amenamente en un intento de consolar a su madre, de alivianar aquella carga de culpa que carga consigo desde ya varias décadas.

-Si se enterase de lo que en verdad siento no se de que seria capaz, tengo miedo de que cometa una locura...temo lastimarlo y a su vez temo hacerlo infeliz...temo ser infeliz.-dijo decaída, sus manos forman un puño sobre sus piernas, sus labios forman una linea inexpresiva y sus ojos se posan en un punto fijo de la habitación, uno que su acompañante no puede adivinar.

-aun estas a tiempo de declinar, de decir la verdad por más dolorosa que puede llegar a ser. No es justo que él viva en base a un sentimiento que ya no existe en ti...se merece ser feliz al igual que tu mereces serlo.-aconsejo depositando sus manos sobre los tensos hombros de su madre, quien, al verla a los ojos esbozo una pequeña sonrisa amena.

Aquellas lágrimas que se había empecinado a borrar seguían ahí, pequeñas gotas semejantes al rocío yacían en sus largas pestañas y algunas dibujaban un camino reluciente sobre su piel tricolor hasta culminar en su mentón. Ella se limpio aquellas lágrimas nuevamente y abrazo a su hija con todas sus fuerzas, se sentía más aliviada pero no era capaz de desistir.

Seguiría con ruso a pesar de no sentir aquello que el otro siente por ella, a pesar de todos aquellos buenos años que pasaron juntos, pese a aquellas largas jornadas en las que alguna vez desearon con locura terminasen para volverse a encontrar, pese a las muestras tímidas de cariño, aquel cambio en su personalidad álgida y temible, aquel comportamiento tan dulce y gentil...pese a tanto cambio suscitado en los últimos meses no llegaban a ser suficientes para solventar todos aquellos desaires durante su matrimonio, aquella falta de compromiso, las mentiras, los engaños, las excusas...tantas cosas suscitadas en tan poco tiempo hicieron que viera hacia otro lado encontrándose con un sentimiento que jamas pensó florecería tan naturalmente entre ambos.

Eran amigos, amigos cercanos, ¿por que arruinarlo con "amor"?

-Gracias por tu consejo...-agradeció concierto desánimo casi imperceptible, su sonrisa agradecida despistaba cualquier duda sobre su real sentir.

Sus dudas seguirían ahí, en su cabeza, y las controlaría para que no salieran de aquel lugar hasta que sea incapaz de contenerlas.

¡Que día!

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