Capitulo ⅩⅠⅩ

Un viaje romántico y una sorpresiva declaración

Quizá una de las mejores ideas que se le ha ocurrido en estos meses de incertidumbre. Tomo una decisión pero antes quería que ella volviese a a amarlo como la primera vez, ver en sus ojos un hermoso brillo que demostrara su profundo amor hacia él y en los suyos una profunda devoción hacia ella.

Tomar su mano mientras divagan por un sendero de árboles otoñales o cerezos y manifestarle todas aquellas palabras que recluye dentro de su corazón y que solo en su mente son soltadas para generar un extenso mar de ideas sentimentalistas, sentir la cáliz de sus suaves manos acariciando cada pequeño segmento de su varonil y álgido rostro, sentir como en cada caricia delicada va sucumbiendo a la tentación de robarle un beso de sus hermosos labios verdes.

Sentirla cerca y no distante, volver a revivir aquellos instantes de alegría y regocijo semejantes al primer día después de su maravilloso matrimonio.

Una celebración simple, una en donde solo los amigos más cercanos y "familiares" estaban cerca, cada uno brindando por la felicidad de ellos.

¡Oh, como no recordarlo! Ávidamente tomo su mano con sutileza y en un soneto simbólico del vals emprendieron su vuelo, paso a paso, mirada con mirada, el latir de sus corazones jamas estuvo tan descontrolado. No podía dejar de mirarla al igual que ella no podía hacerlo, era inevitable la sensación que sacudía a sus yo internos y los hacia aflorar sobre la piel de cada uno. Un momento de éxtasis mientras sostiene entre sus brazos su delicada figura, lentos movimientos al son de la elegante musica fue suficiente para desahogarse de todos aquellos bellos pensamientos que yacían recluidos en su cabeza desde el preciso día en el que ambos consolidaron su futuro matrimonio, desde el mero instante en que se comprometieron para ser uno solo.

Para muchos fue difícil de asimilar, nadie podía creer que alguien como el estuviera dispuesto a atar su vida a alguien como ella, alguien diferente a ellos, alguien que estaba muy por lo bajo de ser idéntica a ellos...tan solo era un pequeño país en las vías de desarrollo... Un país del tercer mundo.

—¿En que piensas?.—una inocente pregunta lo saca de sus pensamientos.

Su mirada desconcertada se posa en la suya curiosa, sus finos labios dibujaron una nerviosa sonrisa que le daba una apariencia tan dulce que ningún otro halla visto en su vida.

—No es nada...solo...—dubito, ¿cómo abrirse una vez más a ella? Recluido en su incertidumbre una vez más busca una forma de transmitirle aquella sensación revivida de sus recuerdos, quizá una muestra tan simple como sencilla seria una buena opción.

Sus dedos se deslizaban tímidamente en busca de la mano de ella sobre aquella superficie del libro que sostenía abiertamente. Ella mantenía aun su desconcertada mirada fija en él hasta el preciso instante en que sintió un tierno roce tímido; una chispa se encendió en ella provocando en lugar de incertidumbre la sorpresa. Aquellos largos y gruesos dedos sostenían delicadamente su mano, entrelazando los suyos delgados con los suyos, presentía que los latidos de su corazón estaban tan acelerados como los suyos, sus hermosos ojos azules lo delatan.

—He recordado cada maravilloso momento a tu lado...aquel preciso instante en que tome de esta manera tu mano y...—con la mirada baja y una voz amena y dulce cada palabra sale de lo más profundo de su corazón.

—Me propusiste matrimonio.—completó aquella oración, interrumpiéndolo. Su otra mano se poso sobre el dorso de su amante y ambos volvieron a mirarse fijamente de una forma un tanto distinta.

Leves caricias lineales, leves y suaves caricias que hacen que cada uno emita una pequeña risa nerviosa, sintiéndose como aquella vez en que ambos por primera vez confesaron sus sentimientos el uno por el otro siendo maravillosamente correspondidos.

6 horas más tarde...

Olvidaron todo aquello que habían pasado estos últimos meses, se enfocaron en vivir su presente de una forma distinta.

Abrazados caminaron bajo la sombra de unos hermosos árboles otoñales, ella sonreía alegremente mientras él simplemente se dedicaba a observarla. Cada detalle de su deslumbrante sonrisa era un obsequio divino, la forma en que ella tiraba de su mano y lo guiaba por el sendero a seguir el transcurso de aquellas hojas naranjas llevadas por la brisa. Alguna que otra fotografía de ambos entre risas y carcajadas, sonrisas y extrañas muecas era un hermoso recuerdo que perduraría en la memoria de aquel teléfono móvil y en las suyas.

Los majestuosos arces rojos desprendían sus hojas sobre ellos conforme transitaban tranquilamente de la mano, cada momento era mágico estando en su compañía. Observar los paisajes de aquella bella ciudad era un bello regalo visual para quien la observase, simplemente magnifico.

Sentados en una banqueta ambos comparten todos aquellos recuerdos suyos, aquellos en los cuales su amor se expresaba en el total sentido de la palabra, aquella maravillosa época en donde gozaban de una envidiable felicidad antes de verse en esta situación.

Pronto nuevamente renovarían sus votos, pronto las cosas volverían a ser como antes, antes de la llegada de los problemas y de aquel bicolor que amenaza su relación.

✦●✦

Tomo una decisión, una que cambiaría su vida y la de su novia. Esta nervioso en el umbral de su puerta, un bello ramo de azucenas y rosas rojas esta presente entre sus manos nerviosas, sus ojos miran desesperadamente la hora que transcurre lentamente. Vestido con un elegante traje negro espera ansioso la llegada de su "amada", ha preparado en colaboración con el hijo mayor de la misma una hermosa cena elegante con una gran propósito. En el interior del bolsillo derecho de su pantalón se halla una pequeña cajita de terciopelo, una que en su interior contiene una bella argolla digna de su presencia.

—Espero esto pueda salvar lo nuestro.—murmuro por lo bajo, deseando con todas sus fuerzas atarla a su presencia para no sentirse vacío.

Quizá de esa manera podría de una vez y para siempre ponerle fin a su obsesión, cerrar de una vez aquel capitulo de su vida que nunca tuvo pies ni cabeza.

Ella llegó, vestía un traje negro y llevaba un peinado recogido en un pequeño moño, su rostro mostraba sorpresa al verlo ahí, de pie bajo el umbral de su puerta, con un ramo entre las manos y una gentil sonrisa en su rostro bicolor sonrojado. Sonrió levemente antes de seguir su camino.

Él le ofreció el ramo y ella lo acepto, el aroma era exquisito y su gesto de satisfacción lo demostraba.

—¿Vamos?.—preguntó gentil, ofreciendo su brazo a aquella fina y bella dama sorprendida que tenia en frente.

Sus hermosos orbes mielenizados lo observaban cautelosamente, aquella mirada penetrante yacía sobre la suya por un breve momento, se sumergió en ellos, en aquel extenso mar de confusiones y sentimientos encontrados...se hallo a si mismo en todo aquello...se hallo desconsolado.

De repente la sintió, ella estaba sostenida de su brazo descansando sumamente su cabeza sobre su hombro, no pudo evitar sonrojarse y al mismo tiempo emocionarse ¿qué significaba aquel extraño cosquilleo? ?que era aquella sensación envolvente que atrapa su ser en un mar de sentimientos encontrados y confusos?

Una cena, una charla amena, un par de cruce de miradas antes de revelar el propósito de dicha cena.

—Las flores eran hermosas y la cena exquisita.—halagó satisfecha la egipcia cuya penetrante mirada yace aun en la presencia del bicolor.

—Querida...habibata...—pensó antes de proseguir, sus manos desesperadamente buscaban aquella pequeña cajita para proceder con la propuesta.—hemos pasado por circunstancias difíciles, distanciarnos me hizo darme cuenta de que mi vida no es vida si no estas presente en ella, verte cada día con tu hermosa sonrisa mientras acaricias delicadamente mi rostro es una bendición que no estoy dispuesto a perder. —sus manos se deslizaron sutilmente por la mesa en busca de las ajenas, tan delicadas y suaves, un tierno agarre es protagonista de su confesión.—puede que llegue a ser apresurado, pero no puedo callar el grito de mi corazón, no puedo exigirle más tiempo... Solo quiero que mi vida este atada a la tuya por toda la eternidad.

Soltó sus manos y se paro de su asiento, dio unos cuantos pasos y se posiciono en frente suyo, hinco su rodilla derecha y acto seguido tomo la pequeña caja de su bolsillo la cual abrió mostrando aquel objeto circular que pronto decoraría su dedo anular.

—¿Te casarías conmigo habibata?.—pronuncio solemne y dulcemente con han hermosa sonrisa en el rostro.

Ella se quedo sorprendida, no sabia que decir, puede que haya derramado un par de lágrimas de la emoción mismas que seco rápidamente.

Ella se paro de su asiento, se acerco a la presencia de su amante y cerro la pequeña caja, una gentil sonrisa se formo en su rostro cuando procedió a arrodillarse frente a el y tomarlo de los hombros, su rostro confundió decía más que mil palabras.

Habibata, yo aceptaría con gusto si tu propuesta fuese sincera.—explico mientras sus manos se trasladaban a sus mejillas para darle pequeñas caricias con sus pulgares.—se que en tu corazón existe alguien más, se que pretendes cambiar todo lo que hemos pasado con esta propuesta pero las cosas no funcionan así, el matrimonio es serio y no estamos preparados para ello...al menos no tú.—concluyó poniéndose nuevamente de pie  y ayudándole a reincorporarse.

—Te amo mucho, espero llegues a corresponderme...solo cuando llegue ese momento aceptaré estar a tu lado eternamente.—sus palabras eran sinceras que dejaron perplejo al bicolor, más aun con aquella muestra de afecto que le dio para concluir esta situación.

Un beso, un pequeño y tierno beso en su frente basto para dejarlo totalmente confundido...se sentía de lo peor y se lo merecía.

—Adios habibata.—se despido dándole un último beso en sus pálidos labios delgados, dejándole una de las tantas rosas que habían en aquel ramo que con anterioridad le había obsequiado.


Al menos había la esperanza de que algún día ella lograría perdonarlo, de que algún día lograse amarla como ella se lo merece. Ser aquel hombre que ella merece.


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