I: ¡Hola!
¿Cómo nació Uchiha Mei?
Mamá (Rika) y papá (Dan). ¿De dónde se supone que tengo que empezar a explicar? No lo quiero alargar, así que será lo más sencillo posible. Mi madre salvó a mi padre de la muerte en una misión, eran viejos compañeros de equipo y él siempre estuvo enamorado de ella. Se confesó, se casaron y tuvieron una hija: yop.
Rika del clan Nohara, médica, como es costumbre en su clan. Una mujer que rara vez se anima a salir de las tradiciones familiares y el estatus quo, pero una vez que lo hace, no vuelve atrás. Así fue como comenzó a trabajar en el hospital unas horas, y esas horas se transformaron en casi todo el día, es extraño verla en casa a menos que esté durmiendo.
Dan del clan Uchiha. Muy simpático mi padre, debo admitir que heredé sus encantos. Trabaja hace años en la Policía Militar, desde pequeña ya era costumbre no verlo en casa por eso. Ahora que nos mudamos con al resto de su clan, es peor. Lo van a buscar así no sea su horario de turno, rara vez aparece para la hora de la cena. Siempre termino comiendo sola.
Ustedes dirán: ¡Oh! Pobre niña, triste y miserable.
No, señores. No se preocupen por mí, soy la mujer más feliz del mundo. Mis padres son bastante estrictos e irritantes. Aún peor cuando están juntos, son intolerables. Papá tiene un muy mal sentido del humor, y mamá no tiene paciencia. Estar en casa con ellos dos es un infierno, y no son los padres ejemplares, lo asumí hace bastante. No los culpo, nadie nació sabiendo cómo criar una criatura.
Estábamos viviendo muy cerca del centro de la aldea, y como familia nos veníamos salvando muy descaradamente del prejuicio de los habitantes que recaía sobre los Uchiha últimamente. Y digo descaradamente porque me parece una injusticia estar pasando desapercibidos mientras que el resto de personas del clan están transcurriendo un mal momento —según cuenta mi padre—. Aunque sinceramente no me siento una de ellos... parte de eso... ¿no me hallo a mí misma con mis lazos sanguíneos? Podría decirse, no sé, ¿se entiende?
A pesar de ser muy parecida a mi papá en cuanto a carácter y personalidad se refiere, soy una viva imágen de mamá. Ojos azules, cabello fino color marrón, un pequeño lunar a uno de los lados de mi boca. No estoy satisfecha con mi imágen, en ese sentido hubiera deseado los genes de Dan. No me mal interpreten, mamá es hermosa, y yo soy como una copia barata. ¡Ya empezamos mal! Voy a alejar a todos con este bajo autoestima, pero les prometo que soy buena onda cuando me esmero.
Como decía, nos mudamos junto al resto del clan cuando el Tercero decidió trasladarlo. Antes de eso yo no tenía una vida muy normal, obviemos esa parte, lo voy a resumir lo más rápido posible: tuve amigos del vecindario pero me dejaron de invitar porque nunca me dejaban salir a jugar. Rika es una mujer especial, y se niega a dejarme ir con gente que no conoce o que cree que no es lo suficientemente buena para mí. Papá es más tranquilo, pero está menos que mamá. La única vez en ese tiempo que salí por mi cuenta creyendo que no se iban a enterar, acabé encerrada en mi habitación por veinticuatro horas al hilo.
Dentro de lo que consta, voy a estar escribiendo mis nuevas travesías en mi diario personal —un pequeño cuaderno que me regaló Sam (luego me explayo sobre ella— Lo comencé hoy. Así que me auto-deseo mucha suerte.
****
— ¡Mei! Está listo el desayuno — escuché a mi mamá gritar desde nuestra nueva cocina. Es más pequeña que la anterior, así que estoy devastada. En fin, nunca problemas reales.
— ¿Qué haces aquí? — aparezco en el comedor frotándome los ojos con sueño, en realidad estaba despierta hace una hora. Pero mamá no debe saber eso o comenzará a indagar innecesariamente.
— Hoy no trabajo, sólo por hoy — dice aturdida, con algo de nerviosismo, mientras dejaba quemar un huevo en la plancha. Maldita mujer adicta al trabajo, ¡es claro que estás sufriendo por no asistir!
— ¿Acaso no estás feliz por poder pasar tiempo con tu hija? — le pregunté alzando una ceja y dirigiéndome a la mesa, mientras le señalaba el pequeño incidente culinario que estaba dejando pasar.
Ella se acomoda un mechón de pelo detrás de la oreja y voltea para sacar el huevo de la pequeña sartén, cocinar no era su fuerte, siempre fue el de papá. Pero realmente se esmera en ser una esposa y madre ejemplar, lo que me irrita un poco a esta altura.
— Claro que estoy feliz, Mei — comentó, aunque no sonó tan convencida. Yo le dediqué mi mejor cara de pocos amigos, haciéndole saber que no es una buena mentirosa — Es sólo que... no me esperaba que esto pasara.
Su rostro denotaba un poco de amargura, y esperé a que se sentara en la mesa a desayunar conmigo para seguir la conversación. Estaba un toque tensa ya que no suelo pasar tiempo madre-hija muy a menudo.
— ¿La mudanza? — pregunté intrigada. Ella asintió con la cabeza.
— Me siento algo incómoda aquí, ¿sabes? Siento que estoy invadiendo terreno ajeno. No hay muchas mujeres de otros clanes aquí, sólo la estúpida que se casó con tu padre. — puso los ojos en blanco. No sé cómo van las cosas entre mis padres, pero casi ni se veían, por lo que no tenían una relación muy estrecha.
— Entiendo — concluí y me dediqué a comer — No te preocupes, eres linda y agradable, no habrá problema — agregué y ella me miró satisfecha con una pequeña sonrisa.
— A veces creo que eres más madura que yo...
Mamá me había hecho una tostada con un huevo encima, y un vaso de jugo de naranja. Ella comía lo mismo, pero tomaba un café. Yo, sin pensarlo dos veces, tomé su taza y bebí un trago.
— ¿No eres muy pequeña para tomar café? — alza una ceja un tanto disgustada.
— Lo hago hace tiempo, ma — afirmé, mirándola confundida — Lo sabrías si estuvieras más en casa... — cada tanto, hago este tipo de comentarios. Es lo mínimo que merezco poder hacer por tener padres ausentes, para descargar un poco mi resentimiento de alguna forma.
— Bueno, espero que no hagas otras cosas mientras yo no esté... — sus ojos azules recorrieron mis facciones de aquí hasta allá, desaprobando mis actitudes independientes de las cuales ya es consciente. Se está refiriendo a que no intente escaparme de nuevo a sus espaldas.
Mamá terminó su café y se levantó de la mesa, estuvo a punto de decirme algo antes de irse de la sala, pero el timbre interrumpió nuestra plácida reunión familiar.
Me pareció extraño, porque nadie aquí nos conocía, por lo tanto sólo existían dos opciones: o se equivocaron de casa, o nos vienen a dar la bienvenida. Sé que por dentro Rika está rezando para que no sea la segunda, ya que no es una persona muy sociable, y detesta el contacto ajeno. Aunque, sin embargo, finge muy bien.
Me observó con cautela para ver si yo tenía la predisposición de ir a atender la puerta, pero me hice la tonta mirando hacia otro lado, sólo para molestarla. Se percató de ello, así que la oí soltar un pequeño gruñido antes de ir a abrir. Yo fui tras ella, ya que quería husmear.
— ¡Buenos días! Oí que eras nueva aquí, así que decidí recibirte con un pequeño regalo, mi nombre es Mikoto — escuché una dulce voz, a la cual le vi el rostro una vez que me asomé desde el otro lado del pasillo. Era una mujer más alta que Rika, y tenía un largo cabello negro y unos grandes ojos del mismo color, realmente hermosa y agradable. Y por si fuera poco, sostenía en una de sus manos lo que parecía ser un budín.
Ahora se encontraba estrechando las manos de mamá, con la misma que le quedaba libre.
— ¡Oh! Qué emoción, no era necesario...— Qué fácil le es fingir a la muy hija de... — Nohara Rika — responde devolviéndole el gesto.
— Buenos días y bienvenida — esa fue la voz de un niño. Había dejado de observar para quejarme de la actitud de mi mamá, pero volví a echar un vistazo rápidamente ni bien lo escuché.
— Él es Itachi, es mi hijo — agrega la mujer.
Se parecía mucho a ella. Él había saludado a Rika con una reverencia. No pude evitar echar una carcajada, ¿una reverencia a mi madre?
Pero sin querer se me oyó —maldije para mis adentros—, por lo que Mikoto se hizo de lado para observar hacia adentro indiscriminadamente, descubriéndome asomada al final del pasillo.
— ¡Tienes una niña! — exclama sonriente y entusiasmada a mi madre, que le respondió reacia asintiendo con la cabeza — ¿Puedo verla? — insiste. No sé si decir que me da lástima o admirarla por las agallas que tiene para ignorar la cara de culo de Rika.
Ella lo dudó unos segundos, pero decidió aceptar. Es obvio que tendría que hacer buena letra para no quedar mal aquí, ya que ni siquiera es donde ella debería estar viviendo, aunque no le gusta que haya invitados en casa. ¡Es una amargada! No le haría nada mal tener una amiga, aparte parecía agradable.
Mamá se hizo a un lado, abriéndole el paso a Mikoto y al niño que la acompañaba. La primera se dirigió a mí con emoción, y el segundo se quedó detrás de ella, sin expresión alguna.
— ¡Qué linda! ¿Cómo te llamas? — dijo inclinándose a mi altura para observarme con una tierna sonrisa dibujada en su rostro. Me cae bien.
— Mei — respondí — Un gusto conocerla, señorita Mikoto — agregué para devolverle la sonrisa.
— ¡Es una copia viva de ti, Rika-chan! — exclama sorprendida, admirando cada detalle de mi rostro — Siempre quise una hija, pero Dios me ha castigado con dos niños — dijo fingiendo decepción en un tono de burla, a la vez que miraba a su hijo, quien NO GESTICULABA. Me daban ganas de ahorcarlo. ¿Cómo se puede ser tan inexpresivo en la vida?
La visita me hizo sentir bien, ya que rara vez se me permitía ver a gente de fuera. Nunca nadie nos visitaba, y mis padres no se encontraban con sus amigos a causa de su atareada vida laboral, y si lo hacían era fuera cuando yo decidía no asistir.
Mamá comenzó a soltarse y luego de varios minutos pareció sentirse más cómoda con la presencia de nuestros dos nuevos conocidos, por lo que incluso les ofreció una taza de café —un vaso de leche en el caso de Itachi—.
Me pasé toda su estadía admirando.
Miraba atentamente a Mikoto: la forma en que se movía mientras hablaba, sus expresiones suaves y simpáticas, sus delicadas manos, la forma tan cálida en la que nos contaba acerca de su familia y de su vida.
Miraba atentamente a Itachi: no hay mucho que agregar. El idiota no habló en todo el rato ni hizo algún ceño, casi ni se movió del lugar, salvo para consumir el refrigerio con sus ojos fijos en la mesa de madera. En alguna ocasión creí sentir su mirada sobre mí, pero al intentar constatarlo me daba cuenta de que estaba equivocada. ¡El maldito ni siquiera me había saludado! Me había ignorado por completo.
Yo soy lo que estoy contando aquí, una observadora. Siempre lo fui, y es la única opción que se me dió. Estaba conforme, aunque hubiera querido elegir otros caminos.
Devuelta sentí la mirada de ese niño puesta en mí, y alcé rápidamente la vista para comprobarlo. Ésta vez lo agarré con las manos en la masa, pero volteó rápidamente en cuanto lo miré. Me dió rabia, así que entorné los ojos y lo observé irritada, olvidándome de que debía disimular mis acciones frente a los demás.
— ¡Perdona a mi hijo, Mei-chan! Es un poco reacio con los niños de su edad — comenta Mikoto, viendo mi reacción hacia él. Me sentí muy avergonzada.
— Si, y Mei es una persona muy transparente — agregó mi mamá mirándome burlona. A esto me refiero cuando digo que la presencia de mis padres puede ser irritante.
— Parece divertida, quizás se lleven bien y puedan ser amigos... — esta vez, el comentario de la mujer había incomodado a mi madre, quien se largó a toser ahogada por su bebida.
Mi reacción no fue otra más que asentir ante lo que Mikoto dijo, pero sabía que eso no iba a ser posible en cuanto vi a Rika analizar a Itachi de la punta de sus pies hasta el último pelo. Quise disimular mí resignación levantándome del lugar y yendo a la cocina por un vaso de agua.
Abrí la puerta de la misma y comencé a indagar entre todas las porquerías por una botella. Ahí adentro había comida de hace al menos una semana. ¿Tenían tiempo para mudarse pero no para limpiar la heladera? Estoy indignada, pero el ruido de unos pasos detrás mío me desconcentró de mis pensamientos.
— Perdóname por no presentarme antes — se disculpó. Yo giré recién al escuchar su voz — Soy Itachi — dice para luego extender su mano, con intención de que la estreche.
Lo miré extrañada, no estoy acostumbrada a este tipo de formalidades.
— Ya sé, ya escuché tu nombre. Soy Mei — sonreí y cumplí con su petición de estrecharle la mano. Me sentía una persona mayor y disciplinada.
— Es verdad, había olvidado que estuviste husmeando todo el rato — agregó. Entorné los ojos y lo miré ofendida por su comentario, con la boca abierta por la sorpresa —no me lo esperaba—, pero él rió ante mi reacción.
Tenía una linda risa para ser que no se molestaba en articular una sola palabra en dos horas seguidas.
****
Querido diario:
Esta tarde me dediqué a aprenderme toda la agenda de horarios de mis padres.
*******************
ESTOY CONTENTA porque al fin empecé a escribir esta historia que le tengo ganas hace un montón, saluden a mi nueva protagonista: Mei —completamente distinta a Abby, para quienes hayan leído mi otra historia— no creí que sería capaz de salir de mi zona de confort, ya que le tengo mucha ilusión a mi otra protagonista, pero le tengo fe a esta historia también.
espero les haya gustado el comienzo de esta <3
les quiere, haze <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top