O1.
Corría lo más veloz que sus pequeños pies le permitían, dando medianos pasos para huir de su depredador, no quería ser una víctima más. Miraba entre momentos a su espalda, viendo que estaba completamente sola; nadie la seguía.
Confundida, se detuvo sin más, tropezando con sus propios pies y cayendo de cara contra las hojas desprendidas en el suave otoño. Quiso evitar el golpe poniendo sus manos frente a ella, raspándolas en el proceso. Asustada, sola y adolorida, empezó a soltar pequeñas lágrimas de sus azules ojos seguido de algunos quejidos. Ver la sangre brotar de su mano derecha y el raspón en obtenido en ambas rodillas no le gustaba, en unos días viajaría a Kansas para un concurso de belleza al cual fue invitada desde hace unas cuantas semanas, su madre la estuvo cuidando y ayudando a practicar para el día. Ensayaba algunas rutinas de acrobacias, canciones en caso de tener que interpretar alguna, modelaba distintas prendas que su madre compró especialmente para la ocasión y, con ayuda de una de las tantas sirvientas, escribía algunos discursos por si ganaba —siendo esto lo más probable al ser la más bella de Gravitty Falls—.
Intentó pararse, pero por el dolor en sus extremidades se le hizo difícil. Sus ojos estaban rojos luego de estar sollozando por, al menos, diez minutos. La sustancia carmín ya no caía, se detuvo luego de que ejerciera algo de presión sobre la herida, como su maestra de enfermería le comentó alguna vez.
—Hey, ¿estás bien, niña? —preguntó una voz detrás suyo.
—¿A qui-quién le dices niña, tonto? —respondió con otra interrogante, tratando de parecer valiente, mas sus ojos y golpes no ayudaban mucho que digamos.
—A ti, ¿ves a alguna niña más por acá? —contestó el adulto. Gorro raro, pelo canoso y ojos cubiertos por unas cuadradas gafas. Su vestimenta no era mejor; una camisa blanca sin mangas sucia, unos bóxers a rayas azules, ¿quién salía de su hogar sin antes pasarse antes mínimo treinta minutos arreglándose? Parece que solo los de clase baja, porque ella tenía un extraño régimen de atención física.
—Ugh, ¿qu-qué desea, viejo feo?
—Planeaba ayudarte, pero si me vas a tratar así, mejor me voy.
—-¡No! ¡Ayúdeme, se lo pido! Me acabó de golpear y estoy perdida. —Levantó su palma de su pierna y se la mostró. —Me hi-hice una fea herida en mi mano y me duele mucho, ¡quiero a mi mamá! —sollozó nuevamente.
—Vale, vale, cálmate y te llevaré, mocosa. —Sonrió internamente, era buena actuando y haciendo creer sus mentiras.
—¡Muchas gracias, señor!
Recordó, parada en ese bosque donde conoció por primera vez a un Pines. Ese hombre, Stanley Pines, el tío de la persona que se robó su corazón. Ese hombre, que no tenía la mejor apariencia, era merecedor del cielo por su bello corazón noble. Él la apoyó sin importar sus problemas, la amó como si su nieta fuese y la consoló cuando él anunció su partida, rompiendo su promesa.
Stanley Pines, una persona que siempre tendría un lugar en su roto corazón. A él nunca le haría daño. Nunca.
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