Lo que éramos - Capítulo 6
Unas cuantas horas pasaron. Después de la carrera Giovanni y Aurora se fueron a sus casas, a vestirse para la fiesta.
Ella alimentó a su perro, le dio un baño y lo dejó ir a jugar al patio mientras se arreglaba. Alexandra le había dicho que no necesitaba lucirse mucho, así que decidió hacerle caso. Jeans rotos, un par de Converse azules de corte bajo, camiseta blanca de Abaddon y chaqueta de cuero oscura; ese fue su outfit para la noche. Le agregó unos collares y anillos a la combinación, se pintó las uñas de negro y se alisó el cabello. No quiso maquillarse mucho. Delineador negro y sombra, esos fueron sus toques finales a su look.
Como sus papás aún no estaban en casa, el señor Fuentes se ofreció a llevarlos a ella y a Giovanni a la fiesta. Ambos llegaron a la casa de su compañero de clase, Fabricio Morales, sintiéndose como dos granos de arena que habían volado lejos del desierto. Aquel no era su hábitat natural, para nada, pero al menos estar allí sería una experiencia nueva a la que añadir a sus recuerdos del colegio. No querían terminar la enseñanza media sin al menos haber ido a una fiesta.
Al despertarse del señor Fuentes y salir del auto, Aurora al fin logró darle una ojeada más larga y detallada al atuendo de su mejor amigo.
Giovanni estaba usando unos jeans claros, zapatillas deportivas blancas, lentes amarillos, y un suéter de lana multicolor que parecía haber sido sacado derecho de los años 80. No se veía nada mal, la verdad. Pero era bastante evidente que él y la artista parecían estar yendo a eventos completamente distintos —no que eso fuera importante para cualquiera de los dos, que poco se importaban por estar combinando o no—.
—¿Lista? —él preguntó, extendiéndole la mano.
Aurora soltó un exhalo nervioso. Dijo:
—Sí.
Y la tomó.
Enseguida, ellos caminaron juntos a la puerta de la residencia y tocaron el timbre. Cuando llegaron, la mayoría de sus colegas de clase ya estaban por ahí, bebiendo, bailando, manoseándose, charlando o retorciéndose a carcajadas.
Fabricio, un jugador de básquetbol tan popular como Alexandra, los recibió con una sonrisa carismática y les explicó dónde estaba todo en su hogar, además de advertirles que no entraran a la habitación de sus papás.
—Si quieren ir a beber algo, vayan a la cocina. Los aperitivos los llevamos al patio, así como los parlantes. La piscina está abierta para uso, pero ya aviso, no hay toallas. Las tuve que guardar bajo siete llaves para evitar repetir el desastre de la otra vez.
—¿Desastre? —Aurora alzó una ceja.
—No quieres saber que pasó —él alertó, con una mueca asqueada—. Pero en fin... ¡Diviértanse! Y si necesitan cualquier cosa más, llámenme.
—Gracias, Fabbo. —Giovanni le sonrió, antes de jalar a su amiga a la cocina, para que fueran de una vez por todas a embriagarse.
El ruido de la música que venía del patio era altísimo, y sacudía a las ventanas de la habitación más que un terremoto lo haría. Una canción de reggaetón de hace unos cinco años estaba tocando y por alguna razón, Aurora se la sabía:
—¡Pero no me acuerdo, no me acuerdo! ¡Y si no me acuerdo no pasó, eso no pasó! —ella le cantó con cierto dramatismo a Giovanni, mientras se servía un vaso largo de gaseosa y pisco*, y él se abría una lata de Lager.
—¿Cómo y por qué conoces este tema?
—Creo que mis hermanos la escuchaban cuando aún vivían allá en casa. ¡Pero que no se te ocurra juzgarme! Porque sé que si ponen "Neverita" comienzas a cantar, y con ganas.
—Yo 'toy puesto pa' ti y tú te me quita', diablo, qué piquete la chamaquita... —el muchacho recitó la letra mientras bailaba de manera tosca.
—¡Tonto, se te va a caer la cerveza! —ella exclamó, señalando a la lata que él sostenía y que en efecto estaba bastante inclinada.
El muchacho se rio y dejó de moverse, para luego hacerle un brindis y beberse todo el contenido de la misma en un par de pestañeos.
—¡Ah! ¡Una delicia!... Ahora tú dale, bájate tu vaso.
—¿Qué? Ni de joda, Gio. Acabo de hacerme una piscola* y no creo que sea buena idea darle vuelta tan rápido, con el estómago vacío más encima...
—Entonces abre una cerveza y bébela antes de continuar. —Giovanni le sacó el vaso de las manos y gesticuló hacia la pirámide de packs a su espalda—. Vamos... ¡Quiero verte ebria!
—¿Y qué ganaría yo con eso?
—¿Un poco más de carisma? ¿Perderías el miedo a socializar? ¡Muchas cosas! Ahora dale, ¡Anímate! Que no quiero estar loco aquí yo solo. ¡Si hacemos el ridículo, lo hacemos juntos!
Aurora sacudió la cabeza e intentó reprimir una sonrisa. Pero al final aceptó su desafío. Se giró hacia la encimera y recogió una lata de cerveza genérica de 710 ML. A seguir, agarró las llaves de su casa —ocultas en el bolsillo de su chaqueta— y procedió a hacer un shotgun.
Sacudió la lata, la perforó en la parte inferior y le abrió la lengüeta, tal como su hermano —la peor de sus influencias— le había enseñado, meses atrás. Tragó el líquido por el agujero improvisado con suma rapidez y eficiencia, ganándole en tiempo a Giovanni. Cuando terminó, algo mareada por la falta de aire y por el apurado consumo de alcohol, su mejor amigo se rio con asombro y le quitó la lata vacía de la mano, devolviéndole su anterior vaso de pisco y gaseosa.
—¿Feliz ahora? — indagó con una mueca disgustada.
—Bastante.
Fue mientras ella se limpiaba la boca y relajaba las facciones que notó la presencia de Alexandra. La rubia estaba en el otro lado de la cocina, observándola con una extraña mezcla de asombro y reverencia, junto a su grupo extendido de amigas. Ellas recién habían llegado ahí y por ende presenciado todo su espectáculo, de inicio a fin.
—¡Joder, Black-Stars! ¿Quién diría que tienes un aguante de esos? —Thiare bromeó, caminando hacia la botella más cercana de tequila.
Las otras chicas también se dispersaron por el recinto, preparándose sus propios drinks. Algunas hasta se fueron, luego de conseguirlo. Pero la atleta se quedó pegada al suelo, encarando a Aurora con una mezcla de pasmo y... algo. Ella realmente no logró descifrar qué, pero era algo.
Fascinación, ¿tal vez?...
En fin.
En la ocasión Alex estaba usando un mini-short blanco y una camiseta de tirantes, cubierta por una chaqueta bomber roja. Estaba muy bien maquillada y había ondulado su cabello. Sus orejas —generalmente libres de aretes por el estricto reglamento deportivo que seguía— aquella noche estaban decoradas con unos aros dorados y piercings falsos. Y ese choker negro que llevaba en el cuello...
Aurora prefirió no pensar mucho al respecto.
Desvió la mirada por un instante y se tragó una larga bocanada de licor para distraerse. Cuando su mente volvió a la normalidad, la encaró con una expresión un poco más amistosa.
—Viniste... —Alex al fin se movió, acercándose hacia las cervezas.
—Dije que lo pensaría, ¿no?
—Sí, pero... de verdad viniste. Eso merece un brindis.
—Acabo de hacer un shotgun... —Aurora divagó y entrecerró los ojos—. ¿Por acaso tú y Gio se pusieron de acuerdo en el grupo para emborracharme?
—No, pero considéralo un experimento científico. O social. Depende de cómo lo mires —la atleta bromeó.
—¿Experimento?
—Sí.
—Okay... Entonces hagamos un acuerdo, Blondie. Te brindo con lo que quieras, si es que logras hacer un shotgun como el mío, en menos de cinco segundos.
Alexandra sonrió y se apoyó en la encimera.
—Acepto. ¿Con la chica o la larga?
—Depende de tu gusto. —Aurora le sonrió de vuelta con un aire maldadoso, y la atleta giró los ojos mientras se reía.
—Hablo de la lata.
—Lo sé —la artista dijo con mayor casualidad—. La larga.
—¿Alex hará un shotgun? —Connie preguntó.
—Lo intentará —la morena dijo y bebió otro sorbo de su vaso—. Hay que ver si lo logra.
—No me subestimes, Rory, que soy bastante rápida con mis dedos y mi boca.
Al oír eso, Aurora se atragantó con su alcohol y Giovanni soltó una carcajada sorprendida, mientras las otras amigas de la atleta se reían y escondían sus rostros detrás de sus tragos.
—Dios mío —Thiare murmuró, sacudiendo la cabeza—. Ese chiste fue bajo, hasta para ti.
La sonriente y descarada deportista se encogió de hombros, agarrando la cerveza.
A su lado, Bárbara sacó su celular y comenzó a grabar.
—Okay, tú dale Alex...
—Espera, espera. Necesito algo para perforar la lata.
—Toma. —Aurora, aún roja por su previo comentario, le prestó sus llaves por un segundo.
—Ahora sí.
—Ya... ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!
Babi mal terminó de decir el último número y Alexandra ya estaba tragándose la cerveza como si su vida dependiera de ello. Un poco de espuma se escapó por los costados de su mejilla, pero ella no paró de beber. Soltó una risa carismática así que terminó la lata, la levantó sobre su cabeza para declarar su victoria, y a la vez bajó el mentón, pensando que se veía ridícula.
Y tal vez para los demás sí se vio así, pero no para Aurora, cuyo cerebro se congeló.
Ella sintió que su mente estaba teniendo un error de sistema digno de Windows 10, porque de pronto, todas las pestañas con sus pensamientos se cerraron. Lo único que pudo imaginarse en su lugar fue a una pantalla azul, brillante y desdeñosa, con la palabra "PÁNICO" escrita con letras mayúsculas.
¿Por qué aquella escena le había resultado tan tierna y sexy, a la vez? ¡Era una maldita cerveza! Además, Alexandra había ganado su desafío, así que debería estar sintiéndose frustrada, no... ¿encariñada?
¿Qué carajos le pasaba a Aurora?
¡¿De dónde había salido dicha emoción?!
¡¿Cómo hacía para olvidarla?!
—Cierra la boca o te entrarán moscas —Giovanni le murmuró, dándole un golpecito con su codo.
Aurora lo hizo y tomó otro sorbo de su bebida.
Tenía.
Que.
Calmarse.
Esto era absurdo.
—Gané. —Alexandra, levantando su mirada de nuevo, se limpió la boca con el reverso de su mano y tiró la lata vacía al basurero, luego de estrujarla entre sus dedos—. Ahora tienes que hacer lo que yo quiero.
Al ver a su mejor amiga pestañear con cierta desorientación y abrir la boca sin poder empujar una sola palabra afuera, Giovanni se mordió el labio inferior para no reírse de nuevo, y también para no decir algún chiste desubicado que ella no apreciaría ni un poco.
Aurora tragó en seco y sacudió la cabeza antes de indagar:
—¿Y qué quieres, Blondie?
La atleta le sonrió, entre coqueta y traviesa.
—¿Ya es muy temprano para body shots?
De esta vez, Giovanni no se aguantó. Se volteó para apoyarse en contra de la encimera y escupir una risotada nada disimulada.
—Perdón... —Levantó una mano al aire y forzó una tos—. Me atraganté.
Connie se fue a su lado para ver si estaba bien, mientras Aurora mantenía firme su contacto visual con Alexandra.
—Era broma... —La rubia retrocedió—. Aunque sí te quiero ver hacer un shot. De tequila.
—Dale. Pero solo para dejarlo claro... —La artista robó una de las rodajas de limón que alguien había cortado y alineado en una tabla de aperitivos, cerca del destilado—, no me opondría a lo del body shot. —Y al terminar de hablar, hizo lo solicitado.
Ignorando la levantada de cejas asombrada de Alexandra, Aurora metió una pizca de sal a la boca, se tragó el tequila, y luego chupó el limón con los ojos cerrados. Cuando terminó, se quitó el fuerte sabor de la combinación con otro trago de su primer vaso. La combinación de pisco y gaseosa fue dulce lo suficiente para suavizar el golpe del shot.
Y sí, ella ya estaba comenzando a ver doble y a sentirse mareada, pero Giovanni tenía razón en su aseveración anterior: sí se sentía más sociable y atrevida.
Esto fue comprobado cerca de media hora más tarde cuando ella, el muchacho, Alexandra y sus amigas se movieron al patio, a bailar al frente de los parlantes junto a sus colegas del colegio. A este punto, el alcohol ya la había dominado por completo y su ansiedad, desvanecido.
Se movió como nunca lo había hecho, al menos no fuera de casa. Se divirtió como nunca había creído posible. Pensó que esta fiesta sería horrible y que despreciaría a la experiencia después, pero ahora sabía que lo contrario sería correcto. Estaba pasando un MUY buen rato junto a sus amigos. Incluso llegó a bailar con Alexandra —algo que después probablemente culparía en el alcohol—, pero no se arrepentía de nada por ahora.
Eso sí, verla perrear hasta el suelo debía ser declarado algo ilegal. Era una visión demasiado provocante para ser sana. Y a juzgar por las miradas que la chica le mandó mientras lo hacía, ella tenía pleno conocimiento de este hecho.
Aurora tuvo que beber aún más para no sentirse intimidada por aquella confrontación, que nada de platónica tenía. Quince minutos más tarde ya se sentía completamente desorientada y fuera de órbita, pero estaba feliz y eso era lo que único que importaba.
—¡Nah! —ella le gritó de pronto a su mejor amigo, sonriéndole de oreja a oreja—. ¡No puedo creer que pusieron esta!
Alguien había cambiado la playlist de reggaetón a músicas en inglés, al fin. Y ahora "Boyfriend" de Dove Cameron estaba explotando los parlantes a su frente. Aurora comenzó a cantarla con ganas, primero a Giovanni y luego a nadie en específico. Eso, hasta que sus ojos chocaron con los de Alex, por mero accidente. Y entonces, la secuencia de eventos más raros de la velada tomó lugar.
Sin ningún tipo de vergüenza o autocontrol, ella le hizo una mini serenada con el coro:
—I could be a better boyfriend than him, I could do the shit that he never did, up all night I won't quit!
La atleta, impresionada y halagada por su descarado coqueteo, le alzó una ceja y sonrió, acercándosele. Iba a decirle algo al respecto, tal vez hacer algo al respecto, cuando sintió una mano atraparla del brazo.
Miró a un lado y su rostro fascinado perdió todo su encanto. Porque vio a la última persona con la que quería charlar en el momento: Álvaro.
—¡Te he estado buscando toda la noche! ¡Pensé que no vendrías! —él gritó por encima de la música, arruinando toda su magia.
La rubia se soltó a la fuerza, furiosa.
—¡¿Y por qué?! ¡Si ya te dije que me dejes en paz! ¡Cortamos, y eso fue todo! ¡¿Por qué insistes?!...
—¡Porque sé que no estabas hablando en serio en ese puente!
—¡Hablaba serísimo! ¡Ahora vete! ¡Quiero bailar, y no es contigo!
—¡Yapo, Alex! ¡¿De verdad vas a insistir en esa mierda de que te gustan las?!...
El joven no logró terminar de hablar. De un segundo a otro, Aurora se metió entre él y la chica.
—¡¿Acaso no oíste, imbécil?! ¡Te dijo que la dejaras en paz!
Él miró a la artista, y luego a su ex. Primero se vio confundido. Después, ofendido. Finalmente, soltó una risa asqueada y continuó a incomodarlas:
—¡Ah!... ¡Ahora lo entiendo todo! ¡Me dejaste por la antisocial de la sala! ¡La lela fea y deprimida! ¡Sinceramente, me sorprende! ¡Pensé que tenías mejor gusto que... esto!
Notando que el bastardo estaba prácticamente echando a Alexandra del clóset en contra de su voluntad, en un espacio público, al frente de todas sus amigas y amigos, Aurora no lo perdonó.
Tal vez fue el alcohol en su sangre. Tal vez fue el hecho de que genuinamente había comenzado a importarse por la muchacha a su espalda. Tal vez fueron las vibras que la canción a su alrededor le transmitían. O quizás fue ver al bullying que ella sufrió en su infancia ser repetido a su frente, no tan solo hacia sí misma, sino hacia Alex, por un chico que debería respetarla y amarla, pese a su ruptura y sus desacuerdos. Pero el caso es que la morena tomó impulso, rugió, y con todas sus fuerzas golpeó al joven derecho al pómulo.
Sin embargo, el espectáculo no terminó ahí. Porque al estar cerca de la piscina, él perdió el equilibrio al tambalear hacia atrás y se cayó derecho al agua, salpicando a todas las personas que estaban en el borde de la misma.
Fue entonces cuando la música se cortó, los estudiantes de alejaron de los márgenes, cotilleando sobre la situación, y Fabbo llegó al lugar corriendo.
—¿Qué pasó? ¿Oí que había pelea?
—Nada de pelea. —Connie salió a la defensa de Aurora—. El Álvaro andaba volando como buitre por aquí, molestando a la Ale, y la Rory le cortó la onda.
—¡HIJA DE PUTA! —El chico en cuestión exclamó al emerger a la superficie, agarrándose a un flotador rosado con cierto desespero, mientras escupía agua y espumaba de rabia—. ¡¿CUÁL ES TU PUTO PROBLEMA?!
—¡No estabas entendiendo que "Vete" es "Vete" y alguien te tenía que enseñar una lección!
—Aurora... —Giovanni la agarró del brazo, para que no saltara al agua estando ebria, a terminar la paliza que seguramente quería darle.
—Ya, te pasaste —Fabricio le dijo al muchacho—. Te vas a casa. Ya es la tercera chica que me dice que la estás incomodando. Así que chao, pescao*; sale de mi piscina ahora y vete de aquí.
—¡¿También vas a estar de lado de esa lesbiana de mierda, Fabbo?!
Ese comentario de nuevo prendió la dinamita que era Aurora. De alguna manera ella logró soltarse de Giovanni y se quitó la chaqueta, lista para ir a terminar su trabajo. Pero alguien más la detuvo:
—No vale la pena —Alexandra murmuró, con una mano sobre su hombro y su rostro a centímetros de distancia del suyo—. Él ya está haciendo el ridículo solo, déjalo.
La artista respiró hondo. Miró a Álvaro y exhaló, enojada. Agarró a su chaqueta de nuevo, se la puso mientras se daba la media vuelta, y salió caminando hacia la casa, callada. Giovanni pensó en seguirla, pero al ver que Alex se estaba encargando de ello, decidió quedarse junto a Fabricio y ayudarlo a echar al irritante ser humano que era Álvaro de ahí.
Mientras todos los estudiantes abucheaban al infeliz por payaso y aguafiestas, Aurora corrió y se encerró en el baño del segundo piso de la residencia, que para su alivio estaba vacío. Se sentó sobre el inodoro, con la tapa abajo, y comenzó a hiperventilar.
Y entonces, todo el efecto calmante del alcohol se invirtió, amplificando su angustia.
Era la primera fiesta que iba en la vida y ya la había cagado. Seguramente todos la debían odiar ahora. Había jodido toda la buena vibra del lugar y comprobado, de una vez por todas, que realmente era mejor siendo una patética estudiante depresiva e introvertida, que no destacaba más que por su mediocre talento artístico y por su irremediable sarcasmo. Álvaro tenía razón. ¿Quién era ella para creer que podría ser amiga de toda aquella gente? Era una inútil, violenta, insensible, fea, perra de...
—¿Rory? —La voz de Alexandra cortó la cortina negra de su negatividad como un cuchillo—, ¿Estás ahí?
—D-Déjame sola...
—No. Quiero saber si estás bien.
—A-Arruiné esta p-puta fiesta...
—No. No arruinaste nada, Álvaro lo hizo. Tú solo le pusiste un punto final a su estupidez. El Fabbo ya lo echó y todos ya volvieron a bailar. Todo está bien aquí afuera .—La atleta la intentó calmar—. Vamos Rory... Ábreme.
Después de un minuto interminable, la rubia escuchó un click. Llevó una mano a la manilla y movió la puerta a un lado, deslizándose adentro del baño como una lagartija. Cerró la puerta de nuevo y se apoyó en contra de la misma.
De a poco, Aurora levantó la mirada y la conectó con la de Alexandra, de pie a su frente. Había llorado un poco por el estrés, pero dentro de todo este pico de ansiedad no fue tan grave. Podría haber sido bastante peor si la otra chica no se hubiera aparecido por ahí cuando lo hizo.
Aún así... sus ojos oscuros, resplandecientes por sus lágrimas, anegados de inseguridad y de temor, le rompieron el corazón a la atleta.
—D-Debo sonar ridícula...
—No. Para nada —Alexandra respondió con una empatía y simplicidad que más una vez tomó desprevenida a la morena.
A algunos años esta simple intervención hubiera parecido ser parte de alguna broma de mal gusto. O tal vez, el preludio a algún discurso hiriente y cruel. Pero ahora que Aurora conocía mejor a esta nueva versión de Alexandra, sabía que la joven estaba siendo genuina y que de verdad se importaba por ella y por sus sentimientos. No estaba ahí para humillarla. Estaba ahí para apoyarla.
—No s-sé... si pueda volver ahí afuera...
—¿A qué le temes?
—¿A que todos me odien?
—¿Y por qué te odiarían?
—Acabo de p-pegarle a Álvaro.
—¿Y? Eso fue genial. No que yo apoye la violencia, pero... —Alexandra sonrió y se encogió de hombros—, lo callaste de una manera que todos queríamos haberlo callado, hace tiempo. De hecho, creo que eso le sumó puntos a tu reputación.
—No lo entiendes, yo le p-pegué... —La morena sacudió la cabeza—. Y lo h-hice por ti. ¿Entiendes las consecuencias de eso?... ¿Las repercusiones?...
—¿Qué tiene?
—¡Él mismo lo dijo, Alex! ¡Soy la lesbiana del curso! ¡La camiona! ¡Marimacho!... ¡Y-Y te defendí! ¡O sea que la gente asumirá que tú y yo!...
—Que tenemos algo, ¿eso es?
—¡Sí!
—¿Y eso te incomodaría tanto?
—¡No a mí! ¡A ti! ¡No quiero sacarte del armario a la fuerza!...
—Hey. —La atleta frunció el ceño, descruzando su brazo para agacharse al frente de Aurora—. No estás haciendo nada así, ¿ya? Y si la gente asume algo... Pues, déjalos. Yo no me importo por rumores.
—Te importarás cuando tus padres cristianos y conservadores, como tú mismo los llamas, se enteren —la artista respondió con un tono más severo.
—Ellos no creerán en ningún rumor. Están demasiado ocupados peleándose uno con el otro como para importarse por lo que dice la gente, o siquiera oírlo.
—Alex...
—Créeme. No estoy ni ahí.
Aurora abrió la boca para rechazar su punto y continuar con la discusión, pero al tener a la rubia tan cerca de sí, viéndose tan bonita, oliendo tan bien, y siendo tan considerada... hizo lo que no debía, de nuevo. Bajó su mirada a sus labios, brillantes y suaves, cubiertos de labial rosa. Tragó en seco. Supo que sus pupilas se dilataron y sus ojos adoptaron un resplandor indeseado. Pero no pudo detener la reacción de su cuerpo, que delató un deseo que ella no entendía, ni sabía cómo controlar. Y por un segundo, juró que la reacción fue copiada por Alexandra, quien inclinó su cabeza adelante, como si anhelara hacer algo aún más caótico e espontáneo.
Pero cualquier beso, apurado, desesperado, lento o pasional, no ocurrió. Nada más pasó. Porque alguien tocó la puerta, queriendo pasar al baño. Las dos se sobresaltaron, apartándose por instinto, y luego se preocuparon en ajustarse un poco sus apariencias.
—¿Vamos? —Alexandra le estiró su mano, ahora a una distancia más respetable de su boca—. Te juro que nadie te dirá nada. Y si lo hacen, nos tienes a mí, a Gio y a las chicas para defenderte. Estarás bien.
—¿Lo j-juras?
—Sí.
—Entonces... okay —Aurora le respondió en una voz baja, tímida, y de carácter opuesto al demostrado en los bordes de la piscina.
Tomó su mano y la siguió afuera.
Al volver al piso de abajo, Giovanni se materializó al lado de ambas de la nada misma, y abrazó a su mejor amiga con una expresión aliviada. Junto a él estaban Connie, Thiare y Babi, todas viéndose igual de relajadas con la reaparición de la artista.
El grupo, una vez completo, decidió volver a la cocina a charlar y seguir bebiendo.
—Álvaro fue un tremendo hijo de perra —Constanza comentó, mientras discutían la partida del sujeto.
—Y un homofóbico de mierda. O sea, ¿para qué usar a la sexualidad de Rory como motivo de burla? Estamos en el siglo XXI, ¿cuál es la necesidad de hacer eso? —Thiare indagó, molesta.
—Él está queriendo vengarse de mí —Alexandra dijo, bajando su mirada a su nueva lata de cerveza—. Porque rompí con él y no le gustó mi motivo para hacerlo.
—Hermana, a él no le tiene que gustar tus motivos. Solo respetarlos. Y no está haciendo eso. Es un bastardo — Babi señaló, un poco molesta.
—Sí, pero... él no cambiará. —La atleta bebió más cerveza, pero siguió sin encarar a sus amigas—. Y eso dicho... creo que les tengo que decir a ustedes por qué rompimos. Es mejor que lo sepan ahora, por mi boca, a que él se los cuente o que lo descubran por otro lado... —Las chicas y Giovanni, que no sabían tanto sobre la situación como Aurora, estiraron sus posturas y se inclinaron un poco en la dirección de Alexandra, atentos a sus próximas palabras. Pero ella se quedó quieta y esperó a que uno de sus colegas de curso se fuera de la cocina para al fin confesar:— Él no estaba ofendiendo a solo a Rory afuera. Me estaba ofendiendo a mí también. Porque me gustan las chicas... soy bi.
Pausa. Todos se miraron con cierto asombro, porque de todas las personas de su clase que pensaron podían no ser heterosexuales, la atleta jamás había figurado en la lista. Pero así que la noticia al fin registró como un hecho en su cerebro, el grupo reaccionó de la mejor manera posible.
Connie salió corriendo hacia ella y la abrazó, siendo seguida por sus dos otras amigas.
—¡AAAAH! ¡Perra! ¡¿Por qué no nos dijiste nada antes?!
—¡Te apoyamos cien por ciento!
—¡Solo por el amor de Dios, ten mejor gusto en mujeres que en hombres! ¡No más Álvaros!
—Sí, ¡tremendo hijo de puta!
Los ojos de Alexandra se llenaron de emociones conmovedoras, pero ella no lloró. Se rio, sacudió la cabeza, y le pegó palmaditas a la espalda de las chicas, pero no lloró. Eso lo haría más tarde, cuando estuviera a solas y pudiera procesarlo todo sin interferencia ajena.
Cuando las mismas se separaron, Giovanni se le acercó sujetando un shot de lo que parecía ser vodka. Ella mentalmente se lo agradeció. Lo necesitaba para calmar sus nervios.
—Toma, para celebrar.
—¿Quieres embriagarme aún más? —la rubia preguntó, enmascarando su ansiedad con una sonrisa contenta—. Eres malo.
—Igual te lo vas a beber.
Ella secó al vaso en menos de un segundo.
—Obvio —respondió con una mueca de desagrado.
—Entonces... —Thiare señaló con una mano a la atleta y con la otra a la escultora—, ¿ustedes dos?...
—¡No! —Ambas respondieron al mismo tiempo, en tonos completamente distintos.
Aurora parecía un poco desesperada y Alexandra, decepcionada. Las dos terminaron asustándose con su sincronía, y también con los sentimientos contradictorios detrás de la misma.
—Okay... si lo dicen. —Babi alzó las cejas, abrió bastante sus ojos, y tomó un sorbo de su vaso, dejando claro que no les creía ni un poco.
La deportista, aclarando la garganta, decidió extender su explicación:
—La verdad... ambas estamos intentando plantar una amistad en el terreno quemado de nuestro pasado.
—Vaya, que profundo. —Thiare no logró ocultar su sarcasmo.
—Hablo en serio —Alexandra insistió—. Yo... ya les hablé un poco sobre cómo me comportaba en el Liceo San Martín. Pero creo que no les dije cuán mala llegué a ser con gente que genuinamente no se lo merecía —añadió con un tono arrepentido—. Si les soy sincera, yo... fui una persona asquerosa. Tóxica, agresiva... y repugnante. En todos los aspectos. Y Aurora... —La miró, con una mezcla de culpa y cariño—, ella fue mi mayor víctima.
—¿En serio? —Connie preguntó, un tanto espantada.
Su pasmo se replicó con las otras dos chicas a su lado. Tan solo Giovanni, quién ya se conocía la historia a medias, no cambió su expresión compasiva y recelosa.
—Sí... Yo le pegué, la empujé en contra de casilleros, casi le rompo el brazo... Le escondí sus cosas, las tiré a la basura... La ofendí, a la cara... —Alex sacudió la cabeza—. En fin. Fui una rotunda hija de puta. Pero ella... —Sonrió, pero el remordimiento no se perdió—, nunca me hizo nada de vuelta. Nunca respondió a mis ataques. Y desde ese trabajo de lenguaje que el profe Mateo hizo, cuando nos volvimos a hablar, solo ha sido buena conmigo... O sea, me ha protegido de Álvaro dos veces. Primero cuando terminamos bajo el puente y ahora, cuando él literalmente me acosó ahí en el patio... No tiene razón alguna para importarse por mí, pero lo hace. No tiene razón alguna para cuidarme, y lo hace. Así que... —La rubia respiró hondo y miró a sus amigas—, quiero pedirle mis disculpas en público y asegurarme de que todos aquí lo sepan: ella no mereció nada de lo que le hice. Nada... Y es un honor que quiera ser mi amiga, como también lo es un privilegio... porque sé que no me lo merezco. Y ser su novia sería un mérito y tanto. Imposible, considerando todo lo que hice, pero... si lo fuera... —Suspiró—, sería un honor.
La artista en cuestión, asombrada por la vulnerabilidad de su discurso y por la genuinidad de cada palabra enunciada, sintió a los ojos de los presentes girarse hacia ella, queriendo ver cuál sería su reacción al mismo.
Con un exhalo cargado de sentimientos dolorosos y antiguos, ella dejó su vaso a un lado. Y sin saber qué decir, o cómo decirlo, caminó con pasos cortos y lentos hacia la atleta.
Se detuvo a su frente. La miró de pies a cabeza. Y luego clavó su mirada en la de ella. Extendió su mano adelante y la invitó a una sacudida. Alexandra la aceptó, sin saber que era una trampa. Y Aurora, abriendo una sonrisa juguetona sobre sus labios rígidos, la jaló a un abrazo apretado.
—Ya está en el pasado, Blondie —murmuró, con una dulzura inusual para su persona—. Además, tú tampoco mereciste lo que ese idiota hizo. —Se apartó—. Y por eso mismo... no dejemos que él arruine la noche, ¿ya?... Aún falta una hora y media para que tu papá te venga a buscar. Aprovechémosla.
Así que la morena terminó de hablar, una canción que ambos ella y Giovanni amaban comenzó a tocar afuera. Ella se giró hacia su amigo, dando por encerrada la charla, y ni tuvo que decirle nada para que él entendería lo que quería hacer. Solo se rio, lo agarró del brazo y los dos, embriagados, salieron corriendo y tambaleando al patio para escucharla mejor.
Con su repentina partida, Alexandra se quedó a solas con sus mejores amigas en la cocina, quienes no perdieron su tiempo y de inmediato comenzaron a hacerle más preguntas:
—Sé sincera, ahora que ella no está. —Connie se le acercó, curiosa—. Nos mentiste, ¿no?
—¿Perdón?
—Por acaso Rory... ¿Te está gustando?
—Creo acabo de dejarlo bien claro, nuestra amistad es lo primordial para mí.
—Entendible, pero no fue eso lo que pregunté.
Thiare y Babi tomaron un sorbo de sus bebidas simultáneamente, y las ojearon como si estuvieran viendo el final de una teleserie. Alexandra miró a todos lados menos a sus amigas. Respiró hondo, cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro. Jugó con sus pulseras. Contempló salir corriendo como lo hicieron Aurora y Giovanni. Pero no lo hizo. Se quedó. Y con simplicidad, afirmó:
—Sí.
—¿Sí?...
Pausa.
—Me gusta Aurora.
Otra vez, silencio. Connie sonrió, sacudió la cabeza y la abrazó. Mientras la sujetaba, las otras dos chicas continuaron hablando:
—Después del puñetazo que le dio a Álvaro, hasta a mí me está gustando.
—Thiare... —Babi se rio, masajeándose su rostro.
—¿Qué? ¡No dije ninguna mentira!
—Ustedes no me odian, ¿cierto? —Alexandra se motivó a preguntar de pronto, con una voz diminuta.
—¿Por tu sexualidad? ¡Claro que no!
—No... —ella interrumpió a Connie—. ¿Por hacer todo lo que hice antes de mudarme al Liceo?
—Obvio que no.
—Eras pequeña.
—Ya está en el pasado.
—Y francamente... —Constanza de nuevo le habló—, creo que Aurora tampoco lo hace. Así que deberías intentar tener algo con ella.
—No sé si sería buena idea.
—No lo sabrás si al menos no lo intentas —Babi señaló mientras Thiare asentía y las otras dos muchachas le ponían un fin a su abrazo.
—Tienes derecho a ser feliz pese a haber metido la pata, Alex. Estás haciendo el esfuerzo por mejorar. Y Rory tiene derecho a amarte pese a todos tus equívocos. Acuérdate de eso.
—Lo voy a intentar. Pero... ¿cómo siquiera coqueteo con ella? Soy horrible con cosas así.
Thiare, poniendo su bebida a un lado, entrelazó los dedos de las manos y los hizo sonar, para efecto cómico.
—Mi hora ha llegado. ¿Consejos quieres? Consejos tendrás.
—Ay no...
—Esto será bueno.
—Lo primero que tienes que hacer es...
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Giovanni sabía que la noche prometía aventuras inesperadas, pero cuando chocó su cabeza en contra de su almohada, lo hizo con cierto pasmo. Estaba cansado y el mundo giraba a su alrededor como una veleta en la cima de una torre de iglesia, pero pese a su desorientación y su aire enfermizo, él tenía una extraña sensación de euforia inflando su pecho, alegrándole el alma, haciéndole imposible la tarea de dormir.
Por eso mismo, hizo lo que usualmente hacía en las raras ocasiones en las que el insomnio lo atormentaba: Llamó a su mejor amiga.
—¿Sigues despierta?
—Sip —respondió la chica al otro lado de la línea, con una voz tan energética e inquieta como la de él—. No puedo cerrar los ojos.
—Probablemente tendremos una resaca del infierno mañana.
—Lo sé.
—Pero esto fue divertido.
—Lo fue —Aurora dijo y asintió, antes de acomodarse en su colchón para mirar al techo—. Igual fue raro.
—Bastante.
—Casi me besé con Alexandra en el baño.
La confesión, que vino de la nada y fue enunciada con una casualidad absurda, hizo a Giovanni saltar en su cama y sentarse, frenético.
—¡¿QUÉ?! ¡¿Cómo así casi se besaron?! ¡¿Y no me dijiste nada?! Tú...
—Te lo estoy diciendo ahora.
—¡Aurora!
—¿Qué? ¿Qué tiene?
—¡Detalles! ¡Necesito detalles! ¡¿Qué pasó?!
—Pues... —Ella se frotó el rostro, sintiéndose muy aletargada para seguir hablando, pero demasiado energética como para fingir cansancio e intentar dormir—, yo entré en pánico por lo que le hice a Álvaro, ella me siguió al baño, me calmó... y de pronto...
—¿Qué? ¡¿De pronto qué?!
—Yo miré a sus labios, ella a los míos...
—¡¿Y?!
—Nada. Alguien tocó la puerta cuando ella inclinó su cabeza adelante. Nos cortó toda la onda. Si es que había una onda y yo no me estoy imaginando cosas.
—Pero, ¿querías que te besara?
En su lado de la llamada, Aurora repasó toda la escena en su cabeza. Se acordó de los ojos verdes, hipnóticos, boscosos y brillantes de la atleta, recorriendo su rostro como si quisiera grabarlo en su mente para siempre. Se acordó de su cabello ondulado, acaramelado, cayendo por sus hombros musculosos como gotas de miel. Se acordó de sus labios pintados y partidos, de sus dientes perlados. De sus mejillas rojas y del pequeño lunar que tenía en la cima de su pómulo izquierdo. Y de cómo su propio corazón se disparó sin razón alguna a estar frente a frente con una muchacha tan casualmente hermosa. Era como si Alexandra no tuviera que hacer esfuerzo alguno para verse preciosa. Solo lo era.
Pero la rubia no se resumía apenas a una escultura de mármol, agradable a la vista y fría al toque. No, ahora que la conocía mejor, sabía que lo contrario era cierto. Había demostrado ser una persona dulce, compasiva, inteligente, curiosa, amable... y le estaba probando, de a poco, que el cambio sí era posible. Que una villana podía convertirse en heroína. Que una matona podía convertirse en amiga. Y que una archienemiga podía volverse una musa...
¿Musa?
No.
Mierda.
Gracias a su ebriedad y a las preguntas de Giovanni, ella terminó llegando a una conclusión que quería desde el inicio evitar.
Había caído de cara por Alexandra.
—No solo quería... —Aurora le dijo a su amigo, asustada por la intensidad de sus sentimientos—. Quiero que lo haga. Quiero que me bese. O yo a ella... semánticas.
—¿Entonces estás interesada en ella?
La artista suspiró, sintiéndose derrotada.
—Sí. Creo que sí.
Tres interminables segundos de silencio, seguidos por una palabra que resumía a todo aquel desastre con precisión y sinceridad:
—Joder...
—Hm. —Ella cerró los ojos, para no llorar—. Joder.
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*Pisco: Aguardiente de uvas, producido en Perú y Chile.
*Piscola: Cóctel; mezcla de pisco con coca-cola.
*Chao-Pescao/Pescado: Grito de despedida que surgió en los 70's en Chile.
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Tomen, dibujitos:
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