Lo que éramos - Capítulo 3
El hogar de la familia Reyes era mucho más pequeño y humilde al de la familia de la Cuadra, pero se veía mucho más acogedor y cálido en comparación. La estructura era compacta, hecha en su mayoría de madera, el techo era bajo, las puertas y ventanas diminutas, y la escalera que conducía al segundo piso era probablemente la más empinada que Alexandra había visto en su vida.
Al entrar a la sala de estar, ambas estaban completamente empapadas. El perro de Aurora, sin embargo, no se importó mucho por ello. Así que la vio regresar el anciano can se levantó de su posición en el sofá, trotó hacia ella y le demandó su atención inmediata. Ella se agachó, dejando sus compras y mochilas sobre el piso, y ya con las manos libres le hizo cariño, como él se lo ordenaba. Mientras, la otra joven ojeaba a sus alrededores con una mezcla de fascinación e incertidumbre.
Se sentía feliz de estar lejos de su propio hogar y de las continuas peleas de sus padres, pero haberla intercambiado por la residencia de su archienemiga de infancia no parecía ser la más sabia de las decisiones.
—¿Quieres tomar un café? ¿Té? ¿Algo? —la artista indagó.
—Un té sería bueno.
—Solo tenemos negro y de boldo.
—Negro.
—Voy a calentar el agua.
Aurora se levantó de nuevo, cerró la puerta de la casa, y cargando consigo sus compras se fue a la cocina. Su perro no la siguió. Miró a Alexandra con una expresión curiosa, antes de acercarse y exigirle más caricias a la desconocida.
—Así que tú eres Manchas... —La rubia se agachó a seguir y le rascó el cuello—. Tu nombre de veras encaja muy bien contigo, ¿eh?... —El perro ladró y le lamió la cara—. Ah, ¿así que te caí bien?... Okay, grandulón. También me caíste bien. Una pena que no tengo ninguna galleta de darte... Te mereces un premio por ser tan tierno. Sí...
El can ladró de nuevo. Aurora estaba saliendo de la cocina cuando vio la escena y su cuerpo se congeló. Comparar la dulzura de la atleta arrodillada en el suelo, jugando con su mascota, a la crueldad innecesaria de sus años como matona le rompió el cerebro por unos segundos. No lograba entender cómo aquella sombría figura de su pasado se había convertido en... esto.
—¿Alexandra?
La chica subió la mirada.
—¿Sí?
—¿Ya comiste?
—No.
—¿Quieres que te haga algo?
—Define "algo".
—¿Un sándwich?
—Bueno... Sí. Gracias.
—¿Jamón y queso está bien contigo?
—Ehm, ¿puedo pedir uno de mantequilla y jamón? Yo y la lactosa no nos llevamos nada bien. Puedo soportar un chocolate u otro, pero si me das queso... muero.
—Claro... —Aurora asintió y cruzó los brazos—. Eh... Deberías mandarles un mensaje a tus padres por mientras y decirles donde estás.
—Mi celular se descargó.
—Tengo un cargador en mi habitación —La artista apuntó al corredor que llevaba a las escaleras—. Está al fondo de ese pasillo. Mira si te sirve.
—¿Puedo pasar?
—Adelante nomás.
Y con eso, volvió a la cocina. Pero esta vez, Manchas la siguió. Con suspiro largo, Alexandra se enderezó y caminó con lentitud hacia la alcoba de Aurora. No quería invadir su privacidad, ni mucho menos hablar con sus padres, pero sabía que estas eran dos cosas que por ahora se veía forzada a hacer.
Al entrar al lugar, no sabía qué esperar. No tenía idea de cuáles eran los gustos de la joven, ni de cómo era su real personalidad, escondida por debajo de la quieta y austera faceta que mostraba en el colegio. Por eso mismo, al mirar alrededor, lo hizo con mucha curiosidad y con la mente abierta.
Lo primero que vio fue un póster de una banda de punk rock que al parecer a ambas les gustaba: Abaddon. Estaba colgado en la pared sobre la cama, junto a unas fotografías de Aurora y su mejor amigo, Giovanni. Lo segundo fue el escritorio que había en la pared opuesta, acompañado de un estante, y que estaba lleno de esculturas y otras manualidades. Alexandra se acercó a él luego de poner su celular a cargar y le echó una mirada a su arte.
—Wow... esta chica sí que tiene talento —Metió las manos en los bolsillos de su jeans y silbó.
Ahora que veía las demás obras que su colega guardaba en su habitación se veía inclinada a concordar con ella; eran mucho más impresionantes que su busto del David.
—No me dijiste que eras descendiente de Rodin —dijo al entrar a la cocina, donde Aurora les preparaba sus sándwiches—. Tienes una tremenda colección adentro. Parece un museo.
—¿Viste ahora por qué necesito tirar ese busto a la basura?
—Nope. Sigo creyendo que eso no es una buena idea.
—Ya no tengo más espacio...
—Pues vende tus obras.
—¡Ha! ¡Claro!... Como si alguien las fuera a comprar.
—Yo las compraría —Alexandra afirmó, sorprendiendo a su anfitriona—. Empezando por ese busto.
—Tienes una obsesión con él...
—¡Se ve genial!
—Ya me dijiste eso.
—Entonces véndemelo —la atleta se repitió.
—No, te lo doy gratis. Solo ve y recógelo.
—No, te lo quiero comprar. Es tu trabajo.
—No voy a aceptar tu dinero.
—Vamos, yo insisto...
—No —Aurora la miró con una expresión seria—. Solo quédate con el busto. No necesitas pagar nada.
—¿Y si te pago con materiales?
—No voy a aceptar nada, ¿ya?... Al quedarte con esa escultura ya me estás ayudando. De veras necesito más espacio allá adentro.
—¿Y esa escultura de Joe Kutuk? —ella mencionó a la pequeña estatuilla del guitarrista de Abaddon, que había visto al lado del David—. ¿También se va a la basura?
—¿Conoces a Joe Kutuk?
—Obvio. Lo amo.
Aurora sacó los panes de la tostadora y miró a Alexandra de nuevo, volviéndose aún más pasmada de lo que había estado en todo el día.
—¿Te gusta Abaddon?
—"Gustar" es una palabra muy simple. Ya he ido a tres de sus conciertos y tengo toda su discografía.
—Huh... Eso sí que no me lo había esperado. ¿Regina George? ¿Escuchando punk?
—Ya te dije que no soy Regina...
—Pues ahora me lo creo —La artista sonrió, entregándole los platos con sus sándwiches—. ¿Llevas eso a la mesa? Voy a hacer el té por mientras.
La atleta asintió y recogió la loza. Tres minutos después, Aurora se le unió en el comedor.
—Tengo una curiosidad pequeña, eso sí —Alexandra dijo, mordiendo su pan.
—¿Hm?
—¿Cuál es tu álbum favorito de ellos?
—Ashes to Ashes —Aurora contestó sin dudar—. Y por una canción especial: Midnight Moonlight. Es mi favorita, en toda su discografía. Se escapa un poco de su habitual género punk, yéndose más para el rock clásico, pero es que el solo de Kutuk es increíble... Un viaje por el puto tiempo y espacio.
—Tienes razón, Midnight Moonlight es un temazo.
—¿Y el tuyo? —ella le preguntó a la atleta.
—Fácilmente War of the Masses.
—¿De veras? ¿Su álbum más político es tu favorito?
—Claro. No hay ninguna canción mala en él. Son cuarenta minutos de puros hechos y verdades, con riffs de guitarra impecables.
—¿Y tu track favorito?
—Es uno bastante infravalorado, porque es súper corto, pero...
La artista la apuntó con su dedo.
—¿Dark as the Night?
—Dark as the Night.
—Tienes mejor gusto de lo que había pensado. Te ganaste un punto de respeto conmigo —Aurora admitió, comenzado a devorar su propia merienda.
Así que dio su primera mordida, la luz se cortó de nuevo.
Al menos ahí en su casa no estaban a oscuras, como en el supermercado. El brillo blanquecino del cielo nublado afuera aún las amparaba. Esto hizo con que el terror de Alexandra no fuera tan intenso.
—Maldito clima.
—¿No te gustan las tormentas?
—¿No es eso obvio?
—Un poco, pero... pensé que solo le temías a la oscuridad.
—Hay muchas cosas a las que les temo.
El tono súbitamente desanimado de Alexandra preocupó a Aurora, contra su voluntad. No logró evitar sentirse mal por la chica.
—¿Y qué te asusta de las tormentas en específico?
Alex respiró hondo y dejó su comida sobre el plato.
—Me trae malos recuerdos —Al ver que la joven a su frente estaba a punto de pedirle disculpas por la pregunta, continuó:— Me recuerda a los días que pasé en mi vieja familia de acogida, antes de ser adoptada.
Las cejas de Aurora se alzaron.
—¿Eres adoptada?
—¿No lo sabías?
—No tenía idea.
—Bueno... Supongo que ahora lo sabes. Fui adoptada a los cinco años por mis actuales padres. Antes de eso vivía con una familia en el sur. Y no eran la gente más agradable del mundo. Tenían una forma muy... peculiar de educarnos, a los niños que veníamos del orfanato. No quiero entrar en detalles, pero tengo que decir que me dejaron con un miedo permanente a lugares muy apretados y oscuros.
—Lo siento, de verdad. Eso suena terrible —La artista también soltó su sándwich y se limpió las manos con una servilleta.
—Lo fue, pero... está en el pasado —Un trueno resonó afuera. Alexandra se sobresaltó de nuevo—. Bueno, gran parte de ello lo está. Estas putas fobias no...
—¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte?
La atleta la miró a los ojos, creyendo al inicio que Aurora estaba bromeando. Pero a juzgar por su expresión neutral, serena, realmente no lo estaba.
—Ya me estás ayudando lo suficiente al dejarme estar aquí... De veras no quería volver a casa. Con este clima, más las discusiones de mis viejos, creo que me volvería loca allá.
—Si quieres, y ellos te dejan... puedes pasar la noche aquí —la artista dijo, luego de soltar un suspiro largo.
—¿Qué?
—Mis padres no van a volver en días y esta tormenta se está poniendo horrenda. No sería seguro que volvieras a casa ahora. O sea, si necesitas que te lleve allá lo haré, ahora mismo, pero...
—No, no es eso... ¿De veras me dejarías quedarme aquí? ¿Y eso no te molestaría en lo más mínimo?
Aurora abrió la boca para contestar, pero no pudo. Porque no, no se sentía feliz con la idea de compartir el mismo espacio que su mayor archienemiga de años por toda una madrugada. Pero no era cruel lo suficiente para mandar a la chica a su casa bajo una tempestad así de violenta.
—Estaría tranquila si tú decides quedarte —Eventualmente una respuesta buena suficiente se le ocurrió, y decidió compartirla—. Esa es la verdad.
—¿Y tus padres?
—Nunca sabrán que estuviste aquí. Y si no saben, no se incomodan.
Otro trueno. El cielo afuera fue iluminado por un enorme rayo.
—De a-acuerdo... —Alexandra asintió, asustada—. Me quedo.
—¿Y no le vas a preguntar a tus viejos si puedes?...
—No. Me quedo.
Aurora miró a la ventana, luego a la rubia. Apenada por su expresión de terror puro, decidió concordar con sus palabras, sin insistir en una discusión innecesaria.
Ambas terminaron de comer y ella le hizo una seña a Alex para que se fueran a su habitación.
—Las paredes de ahí son más gruesas. No vas a escuchar el ruido de los truenos con tanta claridad.
—Pero ¿y esta loza?
—Deja los platos ahí... Mañana los lavo.
—No, déjame llevarlos a la cocina primero. Me siento mal ensuciando tu casa —Ella se levantó mientras hablaba, e hizo justamente eso.
Luego, las dos chicas se movieron a la habitación de Aurora. Manchas las siguió y se quedó adentro, acostado al frente de la cama. La lluvia comenzó a caer con el triple de fuerza, otro rayo cruzó el cielo en la lejanía, y el viento sacudió el vidrio de la ventana con rabia. Pero efectivamente, el gruñido de los truenos era mucho menos fuerte allí adentro que afuera.
Alexandra se dispuso a ojear sus alrededores de nuevo mientras el perro se acomodaba. Fue entonces cuando vio algo en el lapicero metálico sobre el escritorio de Aurora, que le llamó bastante la atención. Era una banderita arcoíris.
Sin pensarlo, la recogió y le echó una mirada más precisa.
Aurora, al verla hacer esto, cruzó los brazos y alzó una ceja, recordando la discusión que la atleta había tenido con su ex novio un par de horas atrás.
"¡¿MUJERES, ALEX?! ¡¿POR ESO ME VAS A CAMBIAR?!" Álvaro había gritado, colérico.
La artista no tenía pensado preguntarle nada a la chica al respecto. Pero ahora... se sentía inclinada a hacerlo. Abrió la boca, pero en una típica movida de la rubia, ella habló primero:
—No sabía que eras...
—¿Gay? —Aurora completó—. ¿De veras? Pero si tú y las chicas del San Martín siempre me llamaron "lela asquerosa" ...
—Ni sabía lo que estaba diciendo en ese entonces. Solo le estaba siguiendo la corriente a las demás y repitiendo lo que ellas decían... Lo siento.
—Ya, para de disculparte...
—Siempre creí que tú y Giovanni eran una pareja —Alex la cortó, cambiando de asunto.
—¿Qué? ¡No! Dios, no —La artista se rio—. Él es como un hermano para mí. Lo amo, pero... no de esa manera.
—Hm. Entonces... Ustedes son muy buenos amigos, ¿no?
—Sí —la escultora suspiró y una esquina de su boca se curvó—. Creo que es el único amigo de verdad que tengo. No soy una persona tan sociable como tú.
—Yo no tengo amigos. Bueno, no muchos —Alex sacudió la cabeza, con una expresión entristecida—. La gran mayoría de la gente que me rodea solo quiere estar cerca de mí por estatus y popularidad. No tengo a nadie que realmente me quiera, solo por querer... todos se acercan a mí buscando algo. Siempre hay un interés —Dejó la banderita en su debido lugar y miró a Aurora—. ¿Cómo se conocieron? Ustedes dos, me refiero.
La artista no respondió de inmediato. Dio un paso adelante y miró a su invitada a los ojos.
—Cuando me cambié de colegio, él era mi compañero de mesa. Se sentaba al lado mío e insistió en que quería ser mi amigo. Y se esforzó más que nadie para convertir su meta en realidad. Y yo... bueno. Me resultó imposible no amarlo.
—Quisiera conocer a alguien así.
—Oye... —Aurora respiró hondo—. Si no quieres seguir hablando con tu grupito de ahora, no tienes por qué hacerlo. No tienes por qué mantener contacto con personas que no te aportan nada. Es mejor estar sola que rodeada de serpientes.
—Lo sé, pero... no me gusta estar sola. Detesto esa sensación. Y últimamente... me he sentido así todos los días —Los ojos de Alexandra resplandecieron con lágrimas que no quería dejar caer, y su rostro fue apoderado por una emoción indescriptible—. Por completo sola.
—¿Estás hablando sobre tus amistades o... tu sexualidad?
—Ambos —ella respondió, antes de sentarse en el eje de la cama.
Aurora, sintiéndose otra vez en conflicto sobre sí ayudarla o no, decidió escuchar a la voz de su moralidad en su cabeza —cuyo tono le resultaba demasiado similar al de Giovanni— y se sentó a su lado, a conversar.
—Mira... creo que soy la peor persona que te podría aconsejar ahora, pero soy lo único que tienes —la escultora dijo y Alex soltó una risa corta.
—Es mejor que nada, supongo... ¿Cuál es tu consejo, vieja sabia?
—Paciencia, mi pequeña padawan... —Aurora bromeó de vuelta y luego se rio—. Dios, ese es un chiste que mi papá diría; en fin... Primero que todo, no te voy a mentir, la gente apesta...
—La gran mayoría de las personas son egoístas, egocéntricas, crueles y oportunistas. Ya lo sé —Alexandra dijo con un ligero tono de broma.
La artista asintió de todas formas y continuó:
—Pero hay algunas buenas almas perdidas por ahí. Giovanni me probó eso. Así que... no estás sola. No en verdad. Segundo, te repito lo mismo de antes: no tienes que interactuar con nadie que te trate mal o te haga sentir mal, solo porque te sientes socialmente obligada a hacerlo. No le debes nada a nadie. Y no tienes que alcanzar sus expectativas tampoco. Tercero... más de 450 especies de animales demuestran comportamiento homosexual. Odio esa palabra, pero decir "comportamiento gay" no se sintió correcto, así que... —Se encogió de hombros y Alex soltó una risa corta, sacudiendo la cabeza—. No hay nada de malo con que seas lesbiana. O bi. O trans... Lo que sea. Recuerda eso, ¿ya?
—No creo que tenga una etiqueta por ahora, pero... ya sé que hetero no soy.
—Sí, te oí discutir con Álvaro y alcancé a escuchar eso. ¿Y francamente? Creo que te mereces estar con alguien mejor que ese imbécil. Te trató horrible.
—Sí... Lo sé. No es la primera vez que lo hace.
—¿No?
Alexandra negó con la cabeza.
—A él siempre le ha gustado gritar. No sabe cómo resolver conflictos a no ser haciéndolo.
—Entonces ¿qué haces todavía siendo su novia? O sea, ¿cómo lo aguantaste por tanto tiempo? Si mi novia me gritara así cada vez que discutimos yo la mandaría a la mierda. No que tenga una, pero hipotéticamente hablando...
—¿La verdad? No sé porque pasé tanto tiempo con él —la atleta dijo, con total sinceridad—. Creo que todo viene del mismo lugar... mi miedo de estar sola.
—Tienes que trabajar en eso.
La invitada sonrió y concordó, sabiendo que era obvio.
—Sí... de veras tengo que hacerlo.
La ventana se sacudió con fuerza y Alex pasó de relajada a sobresaltada, en un mero segundo. Aurora decidió ignorar el susto, para su bienestar.
—Oye... ¿Quieres escuchar alguna canción de Abaddon?
—P-Pero... no hay luz. Mira a tu lámpara, se apagó. Y deberías ahorrar la batería de tu celular, ¿no?
—Ah, pero ¿quién te dijo que voy a usar mi celular? —La artista se levantó, abrió su armario y sacó su guitarra acústica de adentro.
—¿También sabes tocar? —Alex preguntó con cierto pasmo.
—Gio me enseñó... Pero no soy tan buena como él, solo sé algunas canciones. Todas de Abaddon, claro.
—¿Te sabes mi favorita?
—¿"Dark as the Night"? Claro que me la sé. ¿Quieres oírla?
—Tú dale.
Aurora asintió y se sentó en la silla de su escritorio ahora, para no chocar al instrumento con Alex. Se acomodó para tocar y comenzó a mover sus dedos por los trastes.
—Deep in the valley of shadows, a man sits alone while his wife... paces quickly as he wallows, and wishes his son could survive... A sickness that no pill could cure, an illness that don't happen twice... A curse that cannot be named, a purposeless sacrifice... Greed, of the worst type... This boy was born into nothing, and at the end of his life, this was all that he had after working, like a slave, to the ground, all the time... Nothing, but all of his sadness, and regret for all the lost time... Nothing but all of his sorrow, and his broken, hopeless smile... Dark as the night is the sorrow, of the people just getting by, while the beatings of big corporations, smash them to dust with their lies... They promise you riches and money, and while their wording is phony, you're desperate enough to comply... until for their interests you die... until for their interests you die.
En algún momento, Alex comenzó a cantar junto con la artista. Claramente se estaba sintiendo más cómoda que antes.
—Tienes una voz bonita, Aurora.
—Nah...
—La tienes. Y no te estoy intentando halagar solo porque es mi canción favorita. De verdad cantas bien.
La artista le sonrió, pero como de costumbre, el brillo de sus dientes no alcanzó a sus ojos. Alexandra, al percibir la tristeza oculta en ellos, se preocupó por un instante. Pero no pudo decir nada porque su celular comenzó a sonar. En la pantalla, apareció la foto de su padre.
—¿No vas a contestar? —Aurora preguntó, poniendo su guitarra a un lado de nuevo.
—Supongo que debería, pero... —Suspiró—. De verdad no quiero.
—Él debe estar preocupado por ti. Yo lo estaría, si mi hija estuviera fuera de casa, en medio de una tormenta así de fuerte.
—Se demoraron toda la tarde en ver que yo había salido de casa —Alex señaló—. No se importan por mí. Nadie lo hace.
—Eso no es cierto —Aurora insistió—. Solo... contesta.
La atleta llevó su dedo a la pantalla de su móvil, cuyo nivel de batería era crítico, y más por presión que por gusto terminó concordando con su anfitriona.
—Hola papá... —Gritos se escucharon del otro lado de la línea. Alexandra no se asustó por ninguno—. Estoy en la casa de una amiga, haciendo un trabajo para el colegio. No... Álvaro no está aquí. Papá, no, literalmente acabo de romper con él. Sí... —El hombre la interrumpió de nuevo, ahora con una voz un poco más amable. La chica respiró hondo e hizo una mueca frustrada—. Te enviaré la dirección ahora. Hasta... —Él cortó la llamada—. Luego.
—¿Está enojado?
—Siempre está enojado después de pelear con mamá. Es normal —Alex bajó el celular y miró a Aurora—. Me tengo que ir pronto. Él me vendrá a buscar dentro de una hora. Para tu alivio, no me quedaré a final de cuentas.
—¿Te presto mi cargador portátil por mientras? Tu celu se está descargando.
—Sí... Gracias.
—De nada — Aurora se levantó y fue a recoger el dispositivo en su escritorio.
—No solo por eso... —La voz de su invitada la hizo detener sus pasos—. Por todo lo que hiciste hoy.
—No necesitas agradecerme...
—Lo hago. Gracias.
La artista, genuinamente preocupada por el estado emocional de Alexandra, le sonrió con un poco más de cariño y empatía de esta vez. Luego, recogió su cargador y se lo entregó. Mientras la atleta le enviaba a su padre su dirección, ella recogió su guitarra de nuevo y comenzó a tocar otra canción de Abaddon:"Alone in the Rain". Era un pequeño instrumental de su álbum favorito, que funcionaba como interludio. Al terminar de escribir, Alexandra miró a la ventana de la habitación y respiró hondo, mientras apreciaba la belleza de la música a su alrededor.
—¿Aurora?
—¿Sí?
Luego de unos segundos, giró sus ojos de vuelta a la artista.
—¿Vas a estar ocupada el próximo sábado?
—¿Por qué?
—Tienes todo el derecho a decir que no quieres ir, porque para entonces ya habremos entregado nuestro trabajo en conjunto y no habría sentido en que yo pase más tiempo a tu lado, pero... —Se sacó unos mechones rubios de la cara y los enrolló tras su oreja—. Tengo una competencia de atletismo ese día en el Saint-John's —Mencionó a uno de los colegios más ricos de su barrio—. Y me preguntaba si te gustaría ir. Bueno, tú y Giovanni... Es que iba a invitar a Álvaro y a mis amigas, pero... —Sacudió la cabeza—. Ya estoy cansada de todos ellos. Y aunque suene patético, yo... no tengo a nadie más a quién invitar.
Aurora respiró hondo. Si lo pensaba demasiado, tenía demasiados motivos para decirle que no. Pero luego de pasar el día junto a Alexandra y percibir que la chica genuinamente se arrepentía de sus errores, decidió darle una oportunidad de probarse como una mejor persona:
—Okay.
La atleta pareció no creer en lo que oía.
—Espera, ¿en serio irás?
—¿No me invitaste? —Aurora se encogió de hombros—. Voy a ir —al oírla, Alexandra sonrió y soltó un chillido emocionado. La artista sacudió la cabeza, pero no logró ocultar su propia risa. La situación era demasiado absurda—. ¿Continuamos luego con nuestro trabajo? Creo que lo podemos terminar mientras tu papá no llega.
—Dale... Hagámoslo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top